GUN regresan (a medias) con “Break the Silence”

Comparto, junto a varios millones de personas, pasión por bandas o artistas como Queen, AC/DC, Van Halen, Led Zeppelin, Deep Purple, Black Sabbath, Iron Maiden, David Bowie, Lou Reed… La lista sería casi eterna, pero en ella habría también sitio para otros grupos considerados por la gran mayoría como ‘de segunda fila’, mucho menos populares que los ya mencionados pero que en mi corazón ocupan sin ningún tipo de dudas un lugar, a veces, igual de importante. No dudaría ni un solo segundo en citar tres nombres: los británicos Thunder y Skin (nada que ver con la cantante de Skunk Anansie) y los escoceses GUN. Los tres tienen muchos puntos en común: nacieron a finales de los 80, publicaron discos excelentes en sus inicios, lograron un considerable éxito pero se quedaron a las puertas del reconocimiento masivo, y se separaron a finales de los 90 probablemente desencantados o desorientados por el panorama musical que les había tocado vivir. Thunder regresaron a comienzos de la pasada década, para disolverse tristemente de nuevo a finales de la misma, aunque aún se dejen ver de forma esporádica, Skin se reunieron en 2009 tras once años de ausencia, convertidos ya en una banda de culto dedicada exclusivamente a su pequeña pero fiel legión de fans, mientras que GUN… bueno, el caso de estos tipos de Glasgow es un poco más peculiar y más difícil de explicar. Lo mejor será hacer un poco de historia.

La espina dorsal de GUN estuvo formada desde sus inicios por el vocalista Mark Rankin y los hermanos Giuliano ‘Jools’ Gizzi y Dante Gizzi a la guitarra y al bajo, respectivamente, mientras que por la formación irían desfilando los guitarristas Baby Stattford y Alex Dickson (que posteriormente su uniría a Bruce Dickinson, realizando un trabajo prodigioso en el injustamente despreciado “Skunkworks” de 1996) y los baterías Scott Shields y Mark Kerr. Contaron además con una aliada de lujo, Sharleen Spiteri, cantante de Texas y prima de Rankin, haciendo coros en sus dos primeros álbumes, “Taking on the World” (1989) y “Gallus” (1992), que junto con su álbum más duro y contundente, “Swagger” (1994), conforman una excepcional trilogía discográfica al alcance de muy pocos. GUN no eran precisamente una pandilla de músicos virtuosos, ni Rankin tenía una garganta prodigiosa, aunque sí muchísima garra y carisma, y un timbre muy reconocible, que es mucho. Su fórmula era muy sencilla: grabar grandísimas canciones de hard rock con buenas melodías e infalibles estribillos. Así, nos fueron legando una larga lista de temazos como “Better Days”, “Taking on the World”, “Steal Your Fire», “Higher Ground”, “Watching the World Go By”, “Don’t Say it’s Over”, “The Only One”, mi favorita “Seems Like I’m Losing You”, o su mayor hit, la versión del éxito de Cameo “Word Up!”. Menos mal que existe Youtube para recordarnos que en su época dorada gozaron de una gran acogida en España, levantando un gran fervor en su paso por la Expo de Sevilla (una actuación patrocinada por los 40 Principales y televisada por Canal +, qué cosas), apareciendo en los programas musicales televisivos (sí, aún existían) de la época, luciendo camisetas de equipos de fútbol de nuestra Liga en sus videoclips (no me neguéis que Rankin es clavadito a Johann Cruyff) o ilustrando su libreto de “Gallus” con fotos tomadas en Barcelona.

Pero entrados ya en la segunda mitad de la década de los 90, Rankin y los hermanos Gizzi, ya entonces reducidos oficialmente a trío, realizaron un ejercicio de inmolación que, por desgracia, vimos demasiadas veces en aquellos años en el seno de muchísimas buenas bandas de rock, cambiando de nombre (pasaron a llamarse G.U.N.), imagen, sonido y estilo con su cuarto álbum, “0141 632 6326” (1997), en el que de repente parecían querer emular a INXS o algo parecido de forma inexplicable. El disco desconcertó y cabreó a sus fans de toda la vida, fue incapaz de seducir a nuevas audiencias y, en cuestión de meses, provocó la disolución de la banda. Durante más de una década, GUN parecieron muertos y enterrados y sólo unos pocos nos acordamos de ellos, hasta que en 2008 los hermanos Gizzi debieron pensar eso de “si todo el mundo vuelve, por qué no nosotros”, y se pusieron en contacto con Rankin para proponerle una reunión. Éste, trabajando ahora para la discográfica Mercury Records, declinó amablemente la oferta pero dio la bendición a la misma, que finalmente se realizó con Toby Jepson (ex Little Angels) como vocalista, y un desfile de baterías en el que ahora me da pereza entrar. Tras girar durante un par de años por Europa por pequeñas salas y publicar un EP, «Popkiller» (2009), en el que abrazaban un pop, para mi gusto, excesivamente blandengue, Jepson abandonó el barco para centrarse en sus propios proyectos, entre ellos la inevitable reunión de Little Angels. Los Gizzi, lejos de desalentarse, anunciaron una revolución en su formación, con Dante ocupando el puesto de cantante y cediendo las labores de bajista a Derek Brown, antiguo técnico de guitarras de la banda, y Paul McManus como batería. Así, llegamos por fin a este «Break The Silence» (2012), su primer LP en 15 años, al que nos acercamos cargados de incertidumbres y, por qué no reconocerlo, un poquito de miedo.

La primera gran duda que nos asaltaba es la primera que se responde. No, Dante no es un gran cantante, ni siquiera es bueno. El hombre hace lo que puede y se nota que le pone ganas e ilusión, como ya demostró con su proyecto El Presidente a mediados de la pasada década. Su voz, excesivamente chillona, no llega a resultar tan desagradable como para obligarnos a parar el disco, pero es inevitable que nos preguntemos cómo sonaría el invento no ya con Rankin al frente, sino con cualquier otro vocalista decente. La segunda gran cuestión tiene que ver con el estilo de la banda, y también descubrimos enseguida que GUN ya no son, y probablemente nunca vuelvan a serlo, una banda de hard rock, y sí de pop rock. Al menos, a diferencia de «Popkiller» y del por suerte ya lejano “0141 632 6326”, sí han recuperado sus característicos guitarrazos y, gracias también a una sólida base rítmica, suenan de nuevo enérgicos y potentes. El álbum tiene unos cuantos buenos riffs y está sobrado de atractivas melodías y pegadizos estribillos, y es difrutable si aceptamos que esto es lo que quieren ser, un grupo abiertamente orientado al pop y alejado de aquél que nos fascinó hace un par de décadas. Este es el estilo que les gusta a los hermanos Gizzi y, probablemente, el único al que además pueda enfrentarse Dante con sus escasos recursos vocales.

Los momentos más contundentes los encontramos en los dos pelotazos que abren el álbum, «Butcher Man» y «14 Stations», mientras que también me ha sorprendido gratamente el glam rock de «Lost & Found», en una onda muy Sweet o muy Slade, el pop punk de «Bad Things» o el tema que cierra el trabajo, «Last Train», que evoca sin complejos a la Electric Light Orchestra más festiva. «Caught in the Middle» y la balada «How Many Roads» serían las dos canciones que más conectarían con su pasado más glorioso, y en las que, quizás por ese motivo, más echamos de menos a un tipo como Rankin. De su acercamiento al pop salen airosos en el tema que da título al disco y en «No Substitute», que podría estar firmado por unos guitarreros Pet Shop Boys, pero patinan, y de qué manera, en las endebles «Innocent Thieves» y «Running Out of Time», con las que quieren subirse al carro de forma descarada, coritos incluídos, de bandas como Keane, The Killers o los Colplay más coloridos.

En defnitiva, nos encontramos con un álbum que se dejan escuchar bastante bien si logramos sacarnos de la cabeza que en su momento fueron uno de los grupos de hard rock más sólidos de los 90, uno de esos discos que uno se atrevería a poner en el coche sin miedo a que su novia le pegue cuatro voces. No puede compararse, ni de lejos, con la grandeza de sus tres primeros trabajos (incluso no tengo claro si sería correcto que compartiesen estantería, pues esto es otra cosa), pero al menos es muchísimo más digno que el, para mí, inaudible “0141 632 6326”, o que el meramente anecdótico «Popkiller». La prueba de fuego para GUN, ahora, será el directo. Si nos fiamos de este vídeo, en el que un Dante muy pedo destroza de forma vergonzosa «Word Up!», podríamos sentirnos desanimados, pero una mala noche la tiene cualquiera y hay otros por ahí en los que vemos a una banda compacta defendiendo con convicción sus nuevas composiciones y sus mayores clásicos. Podremos salir de dudas la próxima semana, cuando desembarquen en España como teloneros de The Cult, un cartel que podríamos habernos encontrado perfectamente hace 20 años. Ay, bendita nostalgia…