Blind Melon en Madrid: nostalgia bien entendida
Hay muchos tipos de conciertos. Hay unos a los que se va casi por rutina, un grupo que te gusta llega a tu ciudad en el clásico ciclo disco-gira-disco-gira y es ya una especie de tradición ir a verlo cada dos/tres años. Otros son los del tipo evento, aquellos, generalmente de grandes proporciones, que de tanta expectación que generan parece casi un crimen el perdértelo aunque la banda no sea una de tus predilectas. Hay otras veces que llega el típico grupo que está en la cresta de ola y al que vas a ver para poder adoptar en el futuro esa pose altanera al decir «yo estuve allí». A otros, sin embargo, los más emotivos, se acude con la intención de apoyar y mostrar tus respetos a un grupo que te ha marcado y que no ha obtenido la merecida recompensa. Ese fue el caso del primer recital en Madrid en la historia de Blind Melon.
Mira que hay músicos a los que el destino les ha deparado un injusto infortunio, pero seguramente el caso de Brad Smith, Christopher Thorn, Roger Stevens y Glen Graham sea de los más signicativos. Quisieron los dioses de la música que estos cuatro grandes instrumentistas llegasen a principios de los años noventa a Los Angeles para intentar labrarse un camino como músicos y se juntaran con un tal Shannon Hoon, un sensible chico de Indiana (amigo íntimo de Axl Rose, ¡mira que hay que ser buena persona para eso!) que resultó ser uno de los cantantes más personales y carismáticos de la historia del rock. Blind Melon se llamó la banda resultante de esta unión y, pese a practicar un rock a medio camino entre los años 60 y 70 con gusto por las jams y cierto aire hippie, algo nada en boga en aquellos días, lograron el éxito planetario con su primer disco, ‘Blind Melon’, y uno de esos ‘singles’ que por aquellos tiempos tan añorados no cesaba de emitirse en las televisiones mayoritarias hispanas, ‘No Rain’. Al debut le siguió ‘Soup’, un disco que cosechó un menor éxito pero que consolidaba a la banda como una de las más interesantes de la época, abriendo su sonido a infinitas posibilidades. Sin embargo, cuando la madurez llamaba a la puerta, con todos sus integrantes adquiriendo una palpable solvencia como compositores e instrumentistas y dejando atrás las peligrosas consecuencias en forma de adicciones del suceso masivo, una maldita sobredosis de cocaína se llevó en 1995 a Hoon y, con él, todo el proyecto de la banda, que apenas duró algún año más para poder sacar a la luz ‘Nico’, un emotivo tercer disco compuesto de material que el grupo había dejado inédito. Según iban transcurriendo los años, dolía ver cómo semejantes músicos estaban privados de brillar en la escena debido a la enorme losa que supuso esa tragedia. Sin embargo, llegaron a la luz al final del túnel en 2006, cuando anunciaron su regreso con un nuevo vocalista, Travis Warren. Obviamente, nada podría ser igual pero era justo que Smith, Thorn, Stevens y Graham se beneficiaran del enorme legado que habían creado años atrás. Desde la dignidad más absoluta superaron con nota el duro reto que supuso ‘For my Friends’ (2008), su primer disco sin Hoon, y, con cuentagotas y alguna separación temporal, retomaron su actividad en directo, lo que poco a poco nos ha llevado en 2012, cuando se cumplen 20 años desde la salida de ‘Blind Melon’, a su primera gira española, tras una presencia en el Azkena Rock. Un primer periplo nacional ansiado desde años por unos cuantos fans irredentos, de los que me honro formar parte, dispuestos a mostrar todo nuestro agradecimiento y nuestro apoyo a semejantes artistas. Y a disfrutar de su música, claro…
La primera señal de que me encaminaba hacia una noche perfecta en ese precioso recinto que es la sala Joy Eslava madrileña fue la, inesperada para mi, salida a escena, solamente acompañado de su guitarra y como telonero de circunstancias, de Johnny Kaplan, un tipo con alma de estrella pero triste realidad de músico ‘underground’ que, pese a las evidentes limitaciones que genera la carencia de banda, supo entretenernos con sus canciones (déjenme recomendarles encarecidamente la escucha de ‘Ride Free’, un disco tremendamente adictivo del mejor rock americano), su colaboración con Brad Smith en un tema y, sobre todo, con su simpatía. Esperamos verte pronto con banda por aquí, nuestro querido e infravalorado Johnny. La segunda y definitiva señal llegó pocos minutos, cuando Blind Melon tomaron el escenario y enloquecieron al personal con un memorable comienzo. Nada más y nada menos que gran parte de mis canciones favoritas de la banda en unos unos minutos. ‘Galaxie’, ‘2×4’, ‘Sleepyhouse’, ‘I Wonder’, ‘Skinned’…¡buff, qué pocos grupos existen que puedan salir con tal ristra de temazos!
Viendo que los miembros originales de la banda se mantenían, tanto musicalmente como físicamente, tan en forma como siempre, las miradas se centraban en Travis Warren, condenado de por vida a ser estela del gigantesco cometa Shannon Hoon. La tarea de reemplazar al fallecido cantante solo se me antoja comparable, para que me entiendan mejor los néofitos de la banda, a la que tuvieron que emprender Queen para sustituir a Freddie Mercury, The Doors con Jim Morrison o AC/DC con Bon Scott. Incluso la cuota de protagonismo de la magia y el increíble ‘feeling’ de Hoon al cantar en la música de la banda podría considerarse mayor que en los anteriores ejemplos. Pues bien, lejos de recurrir a grandes nombres como Paul Rodgers o Ian Astbury, la apuesta de Blind Melon fue más en consonancia con la que hicieron Judas Priest en su día con el vilipendiado (pero gran vocalista, ojo) ‘Ripper’ Owens, es decir, el fan del grupo que pasa, de la noche a la mañana,a formar parte de él. Warren es un magnífico cantante, de eso no puede quedar duda. Pero la increíble semejanza de su voz con la de Hoon no acabó de satisfacer a todos los fans del grupo, existiendo un sector que lo acusa de ser un mero clon. Francamente admito que esta semejanza me llegó a mosquear mientras escuchaba en su día ‘For my Friends’ pero creo que supone una ventaja inmensa a la hora de afrontar el directo. Si lo comparamos con Rodgers, está claro que el ex Free y Bad Company es, por talento y trayectoria, muy superior a Warren pero éste permite reconstruir mucho mejor el sabor original de la banda, sin que haga presencia la extrañeza que provocaba presenciar a un Rodgers cantar y escenificar según qué temas. Lejos de la imprevisibilidad y de la caótica genialidad de Hoon, Warren es mucho más convencional pero ejerce de ‘frontman’ con gran solvencia, congeniando enseguida con el público, y, sobre todo, es enormemente respetuoso con la historia del grupo, no adquiriendo protagonismos innecesarios y dando el sentimiento necesario a cada canción. Un examen pasado con nota.
El público estuvo a la altura de las históricas circunstancias y se mostró tan entusiasta, participativo y emocionado como una banda que mostraba caras de genuino asombro (juraría que a Brad Smith se le escapó alguna lagrimilla) ante la brutal respuesta. Y mientras, seguían cayendo grandes temas, muy bien repartidos entre ‘Blind Melon’ (‘Soak the Sin’, ‘Paper Scratcher’) y Soup (la coreadísima ‘Mouthful of Cavitities’, ‘Toes across the Floor’), con alguna aportación extra de ‘Nico’ (‘Soup’) y ‘For my Friends’ (el bello tema título, tan bien recibido como cualquier clásico). La recta final se inició con su gran hit ‘No Rain’, llegando a la versión más conocida mediante una jam que también ofreció una visión del tema más parecida a la que apareció en su día en ‘Nico’. La banda abandonó el escenario y aquí terminó el concierto y comenzó la fiesta en la que se convirtieron los bises. Los músicos se sentían tan a gusto que decidieron relajarse y gozar del pequeño baño de masas que estaban viviendo. De este modo, se diluyó un tanto el nervio y la precisión de los que estaba haciendo gala el concierto hasta ese momento para llegar a un fragmento final más desinhibido y puede que divertido pero también más flojo musicalmente hablando. Brad Smith se atrevió a dar inicio a los bises con un bonito tema propio, seguramente poco adecuado a esas alturas de show, mientras que en la celebradísima ‘Change’ la responsabilidad vocal paso a ser del público. ‘Time’ se antojaba como el perfecto final, con la banda mostrando su faceta más ‘jammy’ y alargando hasta el infinito el tema, con la invitación a subir al escenario a cantar a dos entusiastas chicas del público, aunque no podemos negar que la fuerza de la canción original se perdió por el camino. Ni los más optimistas esperaban una canción más, pero la banda nos regaló la bonita sorpresa de ‘The Pusher’, la versión de Steppenwolf que abría ‘Nico’, para cerrar un concierto de notable alto en el aspecto musical pero de incalculable valor emocional. Y es que pocas bandas pueden generar tantos sentimientos.
Buena crónica, aquí en Barcelona también nos deleitaron con un gran concierto, más corto pero lleno de emociones. No puedo estar más de acuerdo contigo Travis es el recambio perfecto por voz y por actitud y respeto al legado, aunque hay ciertos sectores de fans que no lo ven así, pero para fiascos como bien mencionas Queen y un cantante solvente como Paul Rodgers pero que provocaban el más mínimo feeling. Espero que «For my friends» tenga continuidad y en el 2013 parace ser que la banda volverá de momento al Azkena, aunque para mí nada como verlos en una sala.
Saludos.
Gracias, Manuel. Yo también espero que ‘For my friends’ tenga continuidad. Está claro que no son los Blind Melon de Shannon Hoon, pero sigue siendo un gran grupo y estos musicazos no se pueden quedar sin seguir haciendo canciones. Sería un gustazo poder verles en festivales, creo que tienen las cualidades adecuadas para ello, pero está claro que como en una sala, en ninguna parte. Pero lo importante es que podamos seguir comentando conciertos del grupo durante mucho tiempo. Un saludo!
Que grandes y que desconocidos !!!! Uno de.los.mejores.grupos.de.los.90