Señor Presidente (Volumen Two)
Acostumbrados como estáis a los largos parones entre las temporadas de vuestras series favoritas, y a soportar las eternas esperas entre cada novela de la saga “Canción de hielo y fuego”, cada discazo de Aerosmith o cada inapelable obra maestra de Terrence Malick, confío en que hayáis llevado razonablemente bien las ansias desmedidas por leer esta segunda y, por desgracia, última entrega de la serie “Señor Presidente”, conocida también popularmente en la red como ‘el especial que llega tarde y mal’.
Y es que, a lo tonto, ha pasado ya casi una semana desde que se celebraron las quincuagésimo séptimas elecciones presidenciales en Estados Unidos y la gente poco a poco se ha ido olvidando del tema, y de la expectación con la que vivimos el enfrentamiento entre nuestro amigo Barack Obama y el otro… el mormón éste… el tipo que competía contra él. Así es, amigos, la historia se olvida de los perdedores, no tiene piedad con ellos, y de hecho ahora sólo nos acordamos de Al Gore porque se curró un documental que ganó un Oscar, y de Sarah Palin (que no fue candidata como tal, sino que acompañaba como ‘número dos’ a ese señor mayor que a mí me recordaba a Charlie Chaplin de viejo) porque protagonizó un ‘reality’ en el que salía escalando, pescando o cargándose a un bonito reno a balazos. Pero, al margen de las increíbles parodias televisivas a cargo de Tina Fey y de alguna película porno, a nadie se le ha ocurrido hacer un film serio y decente sobre la ex gobernadora de Alaska. Eso es algo reservado para los elegidos, para aquéllos que se ganan el derecho a vivir durante cuatro u ocho años en la Casa Blanca. Nuestra primera entrega estuvo centrada en las encarnaciones cinematográficas y televisivas de los presidentes históricos más relevantes de Estados Unidos y ahora toca hablar de…
PRESIDENTES (FICTICIOS) DE EE.UU. EN CINE Y TELEVISIÓN
¡¡No os perdáis otra fascinante galería que os dejará con el culo torcido!!
Para los integrantes de El Cadillac Negro, la Guerra Fría, que en los 80 daba ya sus últimos coletazos, nos llegó más a través de las películas que en forma de miedo o amenaza real. De hecho, aunque muchos films de Hollywood de la época, que básicamente eran los que veíamos, aún se empeñaban en mostrarnos a los soviéticos como unos demonios que querían someter al planeta, en realidad ya nadie se lo creía. Por eso nos costaba entender que sí, que hubo un momento de la historia en el que los presidentes de Estados Unidos (y sus homólogos de la URSS) vivían en tensión permanente y con la posibilidad encima de la mesa de, con sólo pulsar un botoncito, mandarnos a todos a tomar por culo. El cine llegó a capturar muy bien ese ambiente de paranoia y tensión, y los dos ejemplos que os traemos son perfectos puesto que, aún siendo del mismo año, 1964, planteaban dos enfoques bien distintos: el thriller “Punto límite”, dirigido por Sidney Lumet y con Henry Fonda como máxima mandatario norteamericano, y la mítica comedia “¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú” de Stanley Kubrick, con el legendario Peter Sellers interpretando, entre otros papeles, al presidente Merkin Muffley. En ambos casos nos encontrábamos con sendos líderes colgados de un teléfono, en permanente contacto con sus colegas del otro lado, intentando evitar cada uno a su modo que se liase la Mundial…
El presi está en apuros
Y es que reconozcámoslo, sea por lo que sea, probablemente por aquello de que es la persona más poderosa sobre la faz de la Tierra, pero nos encanta ver sufrir a un presidente de los Estados Unidos. Por suerte, a los guionistas de Hollywood también. Sí, un presi en apuros da mucho juego. Y si hay uno que lo llegó a pasar realmente mal fue el interpretado por Donald Pleasance en “1997; Rescate en Nueva York”, título de culto de John Carpenter de 1981 que planteaba un futuro distópico en el que Manhattan es una enorme prisión, poblada por lo peor de lo peor de la sociedad, y a donde van a parar los secuestrados huesos del pobre (aunque en realidad sea un hijo de perra) mandatario. Otros presidentes que han visto seriamente amenazadas de alguna forma su libertad, su integridad física o incluso su vida han sido los encarnados por Sam Waterston en “Conspiración en la sombra” (1997), James Cromwell en “Pánico nuclear” (2002) o William Hurt en “En el punto de mira” (2008). Difícil no esbozar, como mínimo, una sonrisa recordando las peripecias de este último por esa Salamanca cuya Plaza Mayor era clavadica a la de verdad, sí, aunque el resto de la ciudad sospechosamente se parecía más a Tijuana (sin querer ofender a nadie). Pero no se nos ocurre nada más espantoso que lo que le sucedió al presidente de “La búsqueda 2: El diario secreto” (2007), al que puso rostro Bruce Greenwood y que era secuestrado… por el héroe de la cinta, Nicholas Cage. Supuestamente todo era por un bien mayor y la cosa terminaba de buen rollo, pero qué queréis que os diga, qué mal momento tienes que pasar si te secuestra el sobrino de Coppola… Yo hay días en los que, si lo pienso detenidamente, creo que preferiría caer en las manos de un puñado de terroristas sodomitas chechenos.
Lo habitual, cuando un presidente está en peligro, es que el cachitas de turno se encargue de salvarle el culo, y ya de paso al país y al resto del mundo libre. Pero hay otros que le echan un par de pelotas y se encargan ellos mismos de sacarse las castañas del fuego. En la vida real, lo más cerca que ha estado la Casa Blanca de tener un héroe de acción como inquilino fue durante los ocho años de mandato de Ronald Reagan, o cuando Arnold Schwarzenegger llegó a ser Gobernador de California (felizmente su carrera política no llegó más allá). Lo de Bill Clinton en el Despacho Oval era acción pura y dura, sí, pero de otro tipo. Y George W. Bush llegó aparentando ser un tipo duro pero todos sabemos que en verdad era un cobardica. En cualquier caso, somos incapaces de imaginarnos a ninguno de los presidentes que hemos conocido transmutándose en una mezcla de John McClane e Indiana Jones y liberando al avión presidencial, a todo su equipo de gobierno y a su propia familia de las garras de unos malvados secuestradores rusos. Pero así se las gastó el presidente James Marshall, interpretado por un Harrison Ford que comenzaba su decadencia, en “Air Force One”, cinta del desconcertante Wolfgang Petersen que, aunque por su argumento juraríamos rotundamente que es ochentera, se estrenó en 1997. La palma, no obstante, se la lleva el Thomas J. Whitmore encarnado por Bill Pullman en “Independence Day” (1996), de Roland Emmerich, que nos quiso hacer creer que el día que unos extraterrestres invadan la Tierra con la intención de exterminarnos el propio presidente se subirá a un caza de combate para enfrentarse a ellos a cara de perro. Entenderéis por qué nos morimos de ganas de que se estrene en 2013 lo nuevo del catastrofista (y catastrófico) director, “White House Down”, en la que un grupo paramilitar tomará la Casa Blanca con el presidente, al que dará vida Jamie Foxx, en su interior. Pintaza.
Josiah Edward ‘Jed’ Bartlet, ese ser mitológico
Si ya cuesta imaginarse a un presidente pilotando su caza y luchando contra los marcianos, la posibilidad de que lleguemos a encontrarnos algún día con un tipo como Josiah Edward ‘Jed’ Bartlet en el mundo real se antoja definitivamente imposible. Durante siete temporadas, Martin Sheen dio vida en la reconocidísima “El ala oeste de la Casa Blanca” (1999-2006) a un tipo atractivo, extremadamente inteligente, íntegro, compasivo y preocupado por los más desfavorecidos (y eso que era un economista de éxito, Premio Nobel incluido) y encima divertido y con sentido del humor. No, definitivamente esas cosas sólo ocurren en la ficción. La serie de ese genio llamado Aaron Sorkin, un demócrata convencido, coincidió además en el tiempo desde mediada su segunda temporada con la Administración Bush, así que imagínense qué contraste. Como dato anecdótico, Sheen ya interpretó en 1983 en “La zona muerta” de David Cronenberg a un candidato a la presidencia al que el protagonista (Christopher Walken), con la facultad de poder ver el futuro, llegaba a contemplar en sus visiones sentado en la Casa Blanca… y causando el Apocalipsis.
Adelantad@s a su tiempo
Durante mucho tiempo, el cine y la televisión nos sirvieron para mostrarnos algo que nunca pensamos que veríamos en la vida real: un primer mandatario de Estados Unidos negro. Todos recordamos al presidente Beck con el entrañable rostro de Morgan Freeman en “Deep Impact”, estrenada en 1998, diez años antes de que Obama ganase por primera vez las elecciones. Pero no fue el primer afroamericano en llegar al poder en la ficción, ya que éste honor recae en James Earle Jones, que interpretó en la TV-movie “The Man” (1972) a un tal Douglass Dilman, un presidente del Senado que terminaba sentado en el Despacho Oval tras la muerte del presidente y la renuncia por motivos de salud del vicepresidente. Nada de ganar unas elecciones, no, pero no olvidemos que la peli fue rodada hace 40 años. De todas formas, nadie puede arrebatarle el título de presidente negro de ficción más carismático, al menos de la televisión, al David Palmer de “24” (2001-2010), con la percha del imponente Dennis Haysbert. Su hermano Wayne (D. B. Woodside) ocuparía también la presidencia del país durante la sexta temporada de la serie, cuyos responsables, no contentos con esto, abrieron en la séptima temporada las puertas de la Casa Blanca a una mujer, la presidenta Allison Taylor (Cherry Jones). Aunque es de justicia mencionar que fue otra serie, “Señora Presidenta” (2005-2006), protagonizada por Geena Davis, la primera en plantearse esta posibilidad. ¿Veremos caer esta barrera dentro de cuatro años? De momento sigue siendo una cuestión pendiente, como lo es que pueda haber un mandatario hispano, algo que sí llegó a suceder en la última temporada de “El ala oeste de la Casa Blanca” con la victoria electoral de Matt Santos, interpretado por el popular Jimmy Smits. Ya hemos visto que la realidad ha igualado a la ficción con la ascensión de Obama, y de hecho parece que ahora lo políticamente correcto es que los presidentes sean de raza negra (ahí tenemos a Danny Glover en “2012” o al mencionado Jamie Foxx en “White House Down”), así que por suerte cualquier cosa puede pasar.
Mierda bajo la alfombra
Ya hemos destacado cuánto disfrutamos viendo a un presidente de Estados Unidos pasándolas putas, pero no siempre tenemos que secuestrarle o amenazar su vida para que se haga caquita encima, muchas veces lo peor que podemos hacerle es airear sus trapos sucios. En este caso, es la realidad la que casi siempre suele superar a la ficción, pero ésta tampoco se queda corta. El ejemplo más claro es “Primary Colors” (1998), en la que John Travolta encarnó a un tal Jack Stanton que venía a ser una versión no oficial pero nada disimulada de Bill Clinton, envuelto el personaje igualmente en un sonado escándalo sexual. También tuvo que enfrentarse a la censura de buena parte del pueblo y a los ataques de sus rivales políticos Michael Douglas en “El presidente y Miss Wade” (1995), dirigida por Rob Reiner y escrita por Aaron Sorkin. En este caso, el gran ‘pecado’ de Andrew Shepherd, un presidente que acababa de enviudar, fue iniciar una relación sentimental con una activista ecologista, contraria a las políticas de la Casa Blanca. En “Candidata al poder”, en cambio, Jeff Bridges interpretó al primer mandatario del país pero fue la senadora Laine Hanson (Joan Allen), su elección para acompañarle como vicepresidenta, la que tuvo que defenderse de los ataques de su propio partido cuando se descubre que en su juventud, qué cosas, bebía y por lo visto follaba mucho. Y, como siempre, dejamos lo más gordo para el final, y así nos encontramos con Allen Richmond, posiblemente el gobernante de Estados Unidos (de ficción) más despreciable de la historia. Gene Hackman bordó en “Poder Absoluto” (1996) a un presidente responsable directo de la muerte de su joven amante, esposa además de su multimillonario mejor amigo. Richmond, sus guardaespaldas y sus jefes de gabinete intentaron borrar toda evidencia del crimen, pero no contaron con Clint Eastwood, que también dirigía la cinta, empeñado en joderles el día.
Why so serious?
Secuestros, atentados, asesinatos, escándalos sexuales, invasiones extraterrestres, meteoritos, catástrofes naturales… Nadie dijo que ser el líder de la mayor potencia del planeta fuese tarea fácil. Pero no todo tiene que tener tanta gravedad y dramatismo y, como es lógico, no han sido pocos los cineastas que han aprovechado la figura del gobernante más poderoso del mundo para eso tan noble de intentar hacer reír. En este sentido, no hay duda de que la cumbre la marca una obra maestra, la ya mencionada “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú”, pero en nuestro corazoncito también hay un lugar muy especial para una cinta que, de hecho, la homenajeaba sin tapujos, esa delicia incomprendida que es “Mars Attacks!” de Tim Burton. Estrenada en 1996, casualidad o no, el mismo año que “Independence Day”, muchos entendieron que no era más que una descarada parodia del film de Emmerich, cuando lo cierto es que su alcance era mucho mayor. Y, en cuestión de presidentes, nosotros nos quedamos sin durarlo con el James Dale de Jack Nicholson, que nos brindó algunos momentos memorables.
Otros actores que, con mayor o menor acierto, han interpretado a presidentes de comedia han sido Kevin Kline en “Dave, presidente por un día” (1993), en la que daba vida al mandatario y a su involuntario doble, Alan Alda en “Operación Canadá”, la primera y hasta ahora última película de ficción dirigida por Michael Moore, estrenada en 1995, Chris Rock en “De incompetente a presidente” en 2003, cuando aún podíamos tomarnos a broma que un negro pudiese postularse a la Casa Blanca, Leslie Nielsen en “Scary Movie 4” (2006), y aquí creo que ya sabéis por dónde fueron los tiros, Dennis Quaid en “American Dreamz: Salto a la fama” (2006), una sátira de los shows televisivos de talentos que también se burlaba de la clase política, y James Caan en “Superagente 86 de película” (2008), versión un tanto desangelada de la legendaria serie de los 60 dirigida por un Peter Segal que ya doce años antes, en 1996, había reunido hasta a tres presidentes, tres, en “Mis queridos compatriotas”, protagonizada nada menos que por Jack Lemmon, James Garner y Dan Aykroyd.
Segundo mandato
Los más sagaces de nuestros más fieles seguidores se habrán dado cuenta, tras leer con devoción estas dos entregas, que son unos cuantos los actores que la han pillado el gustillo a eso de sentarse en el Despacho Oval, pero como otros sois más despistaetes os haremos aquí un resumen que servirá, asimismo, de épica conclusión. Ciñéndonos a los ejemplos que os hemos puesto, y tras el doblete de Raymond Massey interpretando a Lincoln en “Lincoln en Illinois” (1940) y “La conquista del Oeste” (1962), tenemos a Anthony Hopkins metiéndose en la piel de Richard Nixon en “Nixon” (1995) y de John Quincy Adams en “Amistad” (1997), a Jon Voight como Franklin D. Roosevelt en “Pearl Harbor” (2001) y George Washington en “An American Carol” (2008), a Henry Fonda en “El joven Lincoln (1939) y “Punto límite” (1964), a Dennis Quaid en la citada “American Dreamz” (2006) y como Bill Clinton en la TV-movie “La relación especial” (2010), a Kevin Kline en “Dave, presidente por un día” (1993) y como Ulysses S. Grant en “Wild Wild West” (1999), a Bruce Greenwood como John F. Kennnedy en “Trece días (2000) y en “La búsqueda 2” (2007), a James Cromwell en “Pánico nuclear” y como George H. W. Bush en “W.” (2008) y, dentro de poco, se unirá al club Robin Williams, que aunque sus dos apariciones como Teddy Roosevelt en “Noche en el Museo” (2006) y su secuela (2009) las computamos como una, dará vida en 2013 a Dwight D. Eisenhower en la esperada “The Butler”.
Y así, inevitablemente, llegamos al final. Es triste, pero no habrá más entregas de la serie “Señor Presidente”. De ninguna manera. Lo sentimos, pero no. Sí, es cierto, lo mismo venía diciendo hasta ahora George Lucas sobre “Star Wars”. Pero nosotros somos de esos que cuando tienen un plan original lo cumplen a rajatabla, hasta el final. Así que no, no insistáis… Bueno, está bien, dentro de cuatro años nos lo pensamos.
Sed buenos.
Y que God Bless America.
Gracias, Rodrax, por recordarme ‘Teléfono rojo’, una de mis películas preferidas y posiblemente, en el ‘top 3’ de mejores comedias de la Historia.