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Anna B Savage: cuando la belleza derriba monstruos

16/10/2023

Pocas escenas musicales tan deslumbrantes hay en la actualidad como la que nos están brindando las islas británicas post-Brexit, todo un crisol de artistas que, respetando la tradición, están despuntando gracias a su imaginación, a su rabia más o menos contenida ante la situación nacional y mundial, su franqueza emocional y el desafío a los límites prefigurados. Fontaines D.C., Shame, Idles, Yard Act…, así podríamos continuar durante varías líneas. Y, entre todo este frondoso vergel, aparece una flor solitaria, apenas perceptible, pero de una belleza descomunal. Sin aparente relación con sus contemporáneos, pero con profundas coincidencias, surge Anna B. Savage, una cantautora que, sin haber alcanzado aún grandes cotas de popularidad, ya nos ha dejado dos de las obras más sugerentes de lo que llevamos de década.

Enfrentarse a la música de Anna B Savage no es tarea fácil, requiere de ejercer el arte perdido de dedicarse a escuchar un disco sin más distracción, o al menos alguna no muy intrusiva. No esperen bonitas melodías ni infecciosos riffs. El sonido de Savage se compone, en más de un 70 %, de su poderosa voz en primer plano, ya sea susurrando, recitando, cantando de una manera muy particular -en muchas ocasiones sin seguir el compás que le marca la música- y, solo en escasos momentos aunque muy significativos, alzando el tono. La británica tiene una voz particular: poderosa, con matices casi operísticos, recuerda a divas torturadas como PJ Harvey (en su versión más minimalista) o Beth Gibbons; se le ha llegado a comparar con Jeff Buckley (aunque no lo comparto del todo) y, sobre todo, se le puede identificar con Antony -actualmente ANOHNI-, ese talentazo que nos deslumbrara con «I’m a Bird Now» (2005).

Tan poderosa herramienta y la actitud confesional e intimista de la artista demanda poco acompañamiento. En muchas ocasiones una tenue guitarra acústica ejerce como fino colchón de las revelaciones de Savage. En otros momentos, el fondo se enriquece con pianos, drones, bases electrónicas, piano, algún que otro instrumento de viento y, muy contadas voces, unos coros apoyan las descarnadas letras.

Y hemos llegado a una de las madres del cordero: las letras. Anna B Savage nos introduce en su opresivo mundo interior -apenas hay leves atisbos del exterior- , el de una mente torturada e indecisa que escupe de una manera absolutamente descarnada sus desengaños amorosos, sus ansias sexuales, su tendencia a la soledad, su incomprensión de los otros, sus innumerables dudas, la decepción por su modo de ser. Un mundo lúgubre que llega a recordar al de otro de los grandes talentos de los últimos años, Lingua Ignota; que en contadas ocasiones deja pasar una brizna de luz en forma de autoafirmación. Una exposición del alma que podría llegar a tocar el tremendismo e incluso al patetismo si no fuera por la convicción con la que arroja esos esputos de su interior y por el adecuado fondo instrumental con los que los acompaña. No es, desde luego, un viaje agradable, pero a veces encontrar la belleza en su estado más puro conlleva estos peajes.

«EP» (2015) supuso el significativo debut en el homónimo formato de la londinense. Con una portada tan abstracta como los títulos de sus cuatro canciones -únicamente nombradas con la numeración romana correlativa-, Savage expone de forma inequívoca su ideario musical en unos pocos minutos. Destacan la desgarradora «I», con su incomprensión hacia el sexo masculino y la vergüenza que le provoca su debilidad hacia él y con ese austero comienzo que se rompe levemente con sus característicos y poco previsibles crescendos, y la más jazzy «III», una oscura crónica de la actitud suicida de una persona cercana. No quedan demasiado por detrás la parca «II» y la atmosférica «IV», completando un lanzamiento que, sin salir del underground, sí que le permitió recibir numerosos elogios, entre ellos los de artistas tan reputados como Father John Misty, quien no dudó en llevársela de gira.

A finales de ese mismo año, y producto de esos conciertos iniciales, publica otro EP, esta vez en directo, «Live at Cafe Oto», en el que añade a tres de sus canciones de su anterior lanzamiento los temas «Also Human» y «Something of an End» y en el que demuestra que su propuesta funciona también de muy buena manera en vivo.

De pronto, cuando todo parecía ir rodado para aprovechar la expectación creada y lanzar su primer disco largo, Savage se toma un largo hiato que la hacen prácticamente desaparecer de la escena. Una posible crisis personal, el vértigo ante los rápidos acontecimientos que se van sucediendo en su carrera, la indecisión a la hora de afrontar cómo desarrollar los nuevos pasos en su incipiente carrera… Lo único cierto es que el tiempo corre deprisa y sepulta pronto los recuerdos, entre ellos los que podíamos albergar de esa prometedora cantautora londinense.

Y cuando parecía que la habíamos perdido, cuando aún estábamos presos de la pandemia a principios de 2021, aparece «A Common Turn», ahora sí, el esperado debut en largo de Savage, con una portada de lo más enigmática y sugestiva. Y, aparte de la sutil y elegante producción de William Doyle, poco parece haber cambiado en el mundo de la británica en esos seis años de espera. Savage incide en ese oscuro minimalismo, en es mágica voz preponderante, en ese tormentoso repaso a su psique, solo que desarrollado en un mayor número de temas. La mayor evolución se percibe en el tema-título, una de sus mejores canciones y seguramente una de las más clásicas de su repertorio, en el que cuela un estribillo de querencia pop sumamente refrescante. Se suman a la colección de grandes momentos de este primer álbum «Corncrakes» y su poderosos crescendo, «Dead Pursuits», «Baby Grand» y su historia de amistad platónica, y la poderosa «Chelsea Hotel #3», mientras que el resto del track list mantiene un sólido nivel que vuelve a poner a Savage en boca del público más exigente y hace que muchos, entre ellos un servidor, la descubra y queden prendados de su sugestiva personalidad.

En esta reaparición, una Savage más segura de sí misma se ha decidido a darle la merecida continuidad a su carrera y apenas tuvimos que esperar 24 meses para que, en febrero de este año, apareciera su segundo disco, el excelente «in/FLUX». Colaborando en la composición y en la producción con Mike Lindsay, la británica incide en su particular visión de la música pero aquí sí que se percibe una mayor apertura de miras, una creciente tendencia hacia el claroscuro y una ampliación de la paleta de colores. Lo que no cambia es la contundencia de las composiciones, es más, el conjunto se beneficia de una mayor solidez. Así lo demuestra, nada más comenzar la obra, la majestuosa «The Ghost», oscura letanía sobre el opresivo recuerdo de un antiguo amante. «Pavlov’s Dog» aparece poderosa y sexual, con ese contundente estribillo a contrarritmo. Los tintes electrónicos ganan terreno, aunque siempre de forma discreta para impulsar canciones como «Hungry», «Feet of Clay» y, sobre todo, el magnífico tema-título, en el que se desgañita clamando el mantra «I want to be alone», lo que es reforzado por otro elemento determinante que ha cobrado más importancia en este álbum: unos coros femeninos sutiles pero expresivos, excelentemente utilizados. Espléndidas son la turbadora «Say my name» y la acústica «Touch me», en tanto que para el final se guarda una despedida de altura, «The Orange», que se presenta como una especie de optimista luz hacia el final del túnel en forma de una muy particular balada soul -estilo que también tímidamente en «Crown Shyness»– , que añade gozosamente sección de viento y que supone una inmejorable presunción de lo que vendrá en el futuro si se decide apostar por estos sonidos en sus próximos lanzamientos. En definitiva, «in/FLUX» funciona perfectamente como obra de consolidación y, aun es más, se ha convertido en uno de los lanzamientos más destacados del año.

Las posibilidades de crecimiento de Savage son enormes, comprobadas ya elementos tan imprescindibles como una personalidad perfectamente definida y una voz capaz de detener el mundo. Y lo bueno es que aún tiene la oportunidad de adentrarse en nuevas paletas sonoras que hasta ahora solo se han intuido en su propuesta y que le podrían sentar la mar de bien. Estaremos, por tanto, muy atentos a su trayectoria, aunque lo mejor es que ya nos ha regalado material de sobra para disfrutarlo mientras tanto.

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