‘Springsteen and I’: hijos de un dios mayor
Ante la menguante importancia del documental musical en los cines -¿podrá la notable y exitosa ‘Searching for Sugar Man’ arreglar esta situación?- , el género se ve cada vez más obligado a sobrevivir en el refugio del DVD. Pero con algunos de ellos hay una excepción: la creciente tendencia de hacer un estreno limitado a un día en salas, en lo que parece ser una operación perfecta: se minimiza el riesgo, se da la posibilidad a los más interesados a verlo en pantalla grande y, de paso, se le hace una promoción importante durante los días anteriores para el posterior y definitivo lanzamiento doméstico. Una solución más que apañada, siempre y cuando tengas la fortuna de tener ese día disponible. No pudo ser por mi parte con el reciente pase en cines del ‘Celebration Day’ de Led Zeppelin, pero me he podido resarcir asistiendo al estreno del último documental sobre Bruce Springsteen.
‘Springsteen and I’ parte de la idea de su director, Baillie Walsh, ayudado en la producción por nada más y nada menos que Ridley Scott, de mostrar la peculiar y estrecha relación que el ‘Boss’ mantiene con su extensísima masa de aficionados. Para ello, Walsh pidió a los fans de todo el mundo del de New Jersey imágenes y confesiones sobre la influencia que ha ejercido y ejerce su música sobre sus vidas. Sí, parece un ejercicio de pleitesía que, en principio, se presentaba únicamente recomendable para los mayores fanáticos springsteenianos, alejándose de una, a priori, más interesante visión objetiva e incluso crítica de una de las trayectorias más gloriosas de la historia del rock’n’roll.
El comienzo de esta modesta propuesta confirma esos presagios. Una serie de fans deben definir su visión de Springsteen con tan solo tres palabras. Parece una campaña de marketing perfectamente orquestada para glorificar el mito del autor de ‘The River’ como una deidad universal (con participantes cuidadosamente elegidos para representar las más variadas nacionalidades) y atemporal (el rango de edad ante la cámara abarca desde la más tierna infancia hasta la senectud), así como su tantas veces glosada condición de ‘working class hero’, decantándose por los testimonios de clases populares.
Pero, por fortuna, poco a poco vamos ccmprobando que estos escuetos testimonios ejercen únicamente, junto a imágenes de algunos de los mejores momentos en directo del ‘Boss’, especialmente de sus prodigiosos primeros tiempos, como eficaz hilo conductor. El filme mejora considerablemente, ganando en profundidad, humanidad desatada e incluso hilaridad, cuando se centra en dar voz a fans que vivieron experiencias que marcaron su vida en los conciertos de Springsteen, sobre todo las de aquellos que fueron elegidos por el propio cantante para subir al escenario, previa elaboración de alguna ocurrente pancarta, en uno de los rituales más clásicos de los shows del astro estadounidense.
Es precisamente cuando ‘Springsteen and I’ más se aleja de su condición de base cuando alcanza sus cotas más altas. Si ya es interesante penetrar en los recuerdos de una mujer ya madura sobre la revelación erótico-musical que le supuso uno de los conciertos del Springsteen primerizo y en los de un músico callejero que tuvo el placer de tocarse unos temas con el mismísimo ‘Boss’ en las aceras de Nueva York, aún lo es más el consuelo que da un ocurrentísmo Bruce en pleno show a un joven al que acaba de dejar su novia.
Pero los mejores momentos nos los proporcionan dos personalidades tan distintas como complementarias. El entrañable ‘Philly Elvis’ nos regala una escena para la antología del documental musical, uno de los grandes momentos cómico-emotivos que veremos en el cine este año, con el relato de su subida al escenario de Springsteen con su traje de Elvis Presley y la tronchante intrahistoria de ese momento. No le va a la zaga el sufrido marido de una fan enfermiza del ‘Boss’, su pletórico sarcasmo provoca carcajadas instantáneas y, ademas, da un necesario contrapunto crítico a la avalancha de alabanzas.
Las proyecciones cinematográficas contaban con el extra de presenciar unos 30 minutos de los mejores fragmentos del concierto que Bruce Springsteen & The E-Street Band dieron en el mastodóntico festival londinense Hard Rock Calling en 2012 (¿el mejor año en directo de Springsteen desde 2000? ¿O incluso desde 1987?), entre los que destaca sobremanera la fiesta final con Paul McCartney de invitado estelar cantando ‘I Saw Her Standing There’ y ‘Twist and Shout’ (antes de que fueran ‘amablemente’ instados a dejar el escenario) y, sobre todo una potentísima ‘Because the Night’, que incluye un solo de Nils Lofgren absolutamente portentoso. Un innecesario epílogo, que esta vez sí peca de un hagiografismo excesivo,antecede al encedido de las luces en la sala.
‘Springsteen and I’ no entrará en los anales del documental musical, de hecho no lo pretende, y ni siquiera se recordará como un ‘must’ para los interesados en la obra del genio de New Jersey, pero tiene el mérito de escapar del cajón del ‘solo para muy fans’ y ofrece en una hora y 20 minutos un muy correcto entretenimiento que puede gustar a todo tipo de públicos, El documental definitivo ya vendrá.
Gran post, gracias por compartirlo en nvivo.es ;)