Saltar al contenido

Rosalía y «El mal querer»: un quejío por el amor que mata

05/11/2018

rosalia_el-mal-querer

Siento una suerte de temor a sentarme a escribir esta reseña porque es como si sostuviera entre los dedos una responsabilidad extraña y probablemente imaginaria. Lo siento así por dos razones: la primera, porque las expectativas que ha generado este disco alcanzan unas cotas desmesuradas; la segunda, porque la polémica que ha generado este disco alcanza unas cotas desmesuradas. Toda una hipérbole de palmas y voces extrañas. Y reconózcolo, yo misma estaba dispuesta a hablar brevemente del debate generado y contextualizarlo un poco todo, pero me he dado cuenta de que sería abrir un melón que, estoy segura, no me apetecerá comerme. Así que voy a dar por concluso el tema antes de empezarlo diciendo que si algo tenemos que tener claro es que nadie tiene potestad para decidir si alguien puede o no sentirse ofendido por algo, especialmente desde una perspectiva externa. A veces es una cuestión de escuchar.

Dicho esto, y teniendo toda la intención de centrarme en la música, que es algo que nos chifla en el Cadillac, he de reconocer que a mí Rosalía me transmite de una manera que no puedo ignorar. Quizá no sea la suya la revolución de la que todo el mundo habla y a todas luces no es la primera artista en experimentar con el flamenco ni en tratar de llevarlo a las masas. No en vano, nombra a Lole y Manuel como sus máximos referentes, sin mencionar a otros y otras artistas del panorama actual como Soleá Morente, El Niño de Elche o incluso Mala Rodríguez, quedándome muy en la superficie. No obstante, y sea como sea, con revolución o sin ella, lo que hace lo hace muy bien y le está funcionando a las mil maravillas. Y menuda criatura ha surgido de este parto discográfico.

fotonoticia_20181031141545_640

No fue hasta el pasado año, con Los Ángeles, su debut, cuando el nombre de Rosalía empezara a sonar con cierto eco acompañado de temas como «Catalina» o «De plata». Pero ni por asomo cabría esperar la que se vendría encima en este 2018 desde el momento mismo en que el videoclip de «Malamente» viera la luz con toda su imaginería, sus nazarenos en monopatín y su llamada a Undibel. Con razón. Tanto en lo bueno como en lo malo. Como manera de llamar la atención, desde luego, la jugada le salió redonda, porque el público lleva meses esperando un disco por encima de todo lo humano en medio de una discusión continua entre acérrimos que matarían por demostrar que ha bajado Dios y es mujer y detractores dinamiteros.

Resulta que El mal querer es ese disco. Un disco que cumple con las expectativas de la mayoría y del que en un par de días ya llevaba veinte escuchas a pesar de que en mi fuero interno deseaba que me gustara un poquito menos para encontrarme con menos dilemas. Pero quién quiere caer en el autoengaño, con lo mal que sienta al estómago. Lo que suena en nuestros reproductores es un discazo que en su poco más de media hora de duración hace gala de una consistencia y de una sensación de definición que están por encima de toda duda. Un álbum conceptual que nos narra la historia de un mal amor, del mal querer, que habla de las relaciones abusivas con una poesía que no se corta en desgarros mientras se mezcla con elementos de la música urbana y efectos sonoros. Una escucha el disco y piensa que alguien ha leído a Lorca en un polígono industrial una noche cualquiera. Y esa es parte de la magia.

Bajo la producción de El Guincho (compositor de varios temas) y la propia Rosalía, este álbum se nos presenta como una sucesión de once episodios, once temas que responden a una continuidad y a las distintas etapas de ese mal querer en torno al que gira, empezando por «MALAMENTE» (Capítulo 1: Augurio). Poco se puede decir a estas alturas de este primer single que llegara hace meses con toda su maleta de reacciones, más allá de la frescura que destila una propuesta que en realidad es bien sencilla, utilizando el trap con elementos del flamenco y otros sonidos que pegan fuerte en la música actual. Todo ello acompañado de palmas, algún «trá trá» que otro y otros efectos sonoros como el del famoso cristalito roto. «Se ha puesto la noche rara, han salío luna y estrellas. Me lo dijo esa gitana, mejor no salir a verla


·

«QUE NO SALGA LA LUNA» (Capítulo 2: Boda) es uno de mis temas predilectos de todo el disco, una de las muestras más puras de su propia visión del género con la colaboración de Las Negris y Los Mellos, entre otros. Un corte precioso que nos evoca fácilmente un escenario lorquiano. El pacto de sangre y oro de dos amantes grabado a punta de navaja. «Sin decir ná, a mí me ha jurao que ella por mí se mata«. A este tema le sigue el exitazo «PIENSO EN TU MIRÁ» (Capítulo 3: Celos), segundo single que reabrió un debate que no había llegado a cerrarse con la salida, de nuevo, de su videoclip promocional. Un medio tiempo que utiliza elementos parecidos al single anterior apartándose algo más del sonido urbano. «Me da miedo cuando sales sonriendo pá la calle porque todos pueden ver los hoyuelitos que te salen

«DE AQUÍ NO SALES» (Capítulo 4: Disputa») es otra de mis debilidades dentro de El mal querer, con la voz de Rosalía como protagonista absoluta al ritmo de un beat marcado por el sonido del arranque de una moto y de una crudeza increíble en pocas palabras. Las letras, aunque breves, son uno de los puntos fuertes de este trabajo. «Que tú de aquí no sales. Con el revés de la mano yo te lo dejo bien claro, amargas penas te vendo, caramelos también tengo«. Todo ello antes de despedirse en un rítmico compás de palmas y electrónica. Y el punto crítico de esta historia de amor romántico envenenado llega en esa maravilla que es «RENIEGO» (Capítulo 5: Lamento), un quejido, un clamor arropado en instrumentos de cuerda que nos embriaga de la pena de la que habla. «Ay, yo río por fuera y lloro por dentro. Reniego de mi sino ahorita que te he conocío».

rosalia

Por supuesto, en un trabajo donde las ganas de experimentar, desordenar elementos y usarlos a antojo sin miedo están más que claras, no sorprende que el interludio «PRESO» (Capítulo 6: Clausura), sea un monólogo de Rossy de Palma sobre bajar al infierno por amor. Quizá uno de los temas que más fervor ha despertado es «BAGDAD» (Capítulo 7: Liturgia), puede que la pista que más apele a la música moderna y más utilice el autotune (que no la única) y en la que se ha sampleado el «Cry Me a River» de Justin Timberlake. Aquí tiene cabida todo y todo encaja, porque parece cantada desde el mismísimo cielo. «La miraban sin ver ná. Solita en el infierno está atrapá

Otro de mis temas predilectos es el que vio la luz como tercer single un día antes de la salida del disco, «DI MI NOMBRE» (Capítulo 8: Éxtasis), en el que se deja influir por los tangos de la Repompa en una combinación con sonidos propios del R&B que resulta adictiva y a la que es difícil resistirse y donde vuelve a cantar con Las Negris. El vídeo, como curiosidad, es inspiración directa de La Maja vestida de Goya. «Que las cosas que me dices no salgan por esa puerta. Átame con tu cabello a la esquina de la cama, que si el cabello se rompe haré ver que estoy atá.» «NANA» (Capítulo 9: Concepción), por su parte, es conmovedoramente íntima. La desnudez de la voz de Rosalía sólo se rompe con una suerte de coro celestial suave como la espuma que casi se asemeja a los cantos gragorianos. «Nadie a ti te ha contao que ningún sueño sabe de horas o tiempo, ni tiene dueño«.


·

Y aparece «MALDICIÓN» (Capítulo 10: Cordura) bañada en sintetizadores siendo otro de los momentos más puros de flamenco del disco. Una propuesta muy sencilla que vuelve a los efectos sonoros de película ninja como una declaración de principios bastante clara: la pureza puede nadar en aguas nuevas y seguir siendo pura. «Me han dicho que no hay salía por esta calle que voy. Yo la tengo que encontrar aunque me cueste la vida«. La despedida de El mal querer viene de la mano de «A NINGÚN HOMBRE» (Capítulo 11: Poder), un cierre en el que la cantante se desgarra en un minuto y medio prácticamente a capella, sin más acompañamiento que un autotune de fondo que casi pretende rememorar la voz del mismísimo Lucifer. «Yo era tuya, compañero, hasta que fuiste carcelero. Voy a tatuarme en la piel tu inicial porque es la mía, pá acordarme para siempre de lo que me hiciste un día.»

Sí, cuando el nombre de Rosalía sale a colación, nadie queda indiferente. Podíamos pasarnos horas disertando sobre lo que hace, cómo lo hace y por qué lo hace. A estas alturas de la película es completamente innecesario insistir en que ni es la primera ni será la última en pegar con la suela en un tablao. Podrá o no existir esa revolución de la que se habla, pero sin lugar a dudas este país cuenta a día de hoy con otra gran artista. Y de grandes artistas una no ha de verse nunca colmada. El mal querer es el álbum que se esperaba o se deseaba que fuera, para regocijo de unos y descontento de otros. Desde luego es un producto que no deja indiferente a nadie que quiera sentarse a escucharlo con atención. Y para la mano que escribe ha sido un golpe de gracia, aunque no se me escape la ironía del asunto. Con la lata que habré dao…

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: