«After Life»: vive y deja morir
«After Life» podría parecer una comedia ligera, tampoco excesivamente graciosa, con los cada vez más indispensables elementos de melodrama y un buenismo también casi obligado, haciendo alarde de un mensaje positivo sobre la vida y envolviéndose en un formato tan agradable como liviano. Pero si nos sueltan de golpe en ella cual monigote del street view y echamos un vistazo a nuestro alrededor, el mensaje que realmente nos está lanzando «After Life» es terriblemente profundo, dramático y oscuro: no tener motivos para vivir.
Albergada en Netflix, «After Life» es el último proyecto del actor y humorista Ricky Gervais, un tipo con más fama que bagage, y que después de no haber tenido demasiada suerte en el cine parece haber encontrado en la plataforma de streaming un refugio. La serie narra la historia de un hombre que, tras la muerte de su mujer, decide que no quiere vivir y que, mientras encuentra la forma y el valor definitivo para suicidarse, le importa muy poco lo que la vida pueda ofrecerle, pasando por ella con toda la dejadez, cinismo y mala leche de la que pueda hacer alarde, en una especie de «para lo que me queda en el convento…».
A grandes rasgos, «After Life» trata de cómo Tony, el protagonista, (mal)lleva la muerte de su mujer. Lo que intuimos gracias a los flashbacks que salpican la serie como una idílica vida en pareja se truncó de forma abrupta por una enfermedad, y eso es algo que Tony no consigue superar, y en ese viaje es en el que nos embarca Ricky Gervais, en el de una persona que no acepta el fin de su anterior vida y que se niega a llevar otra que no fuera aquella y con ella. Los toques de comedia pasan por la actitud que Tony adopta en su día a día, haciendo de su punzante humor un arma arrojadiza para azotar a diestro y siniestro sin ningún rubor, hasta el punto de que él mismo considera su luto como un superpoder, ya que le permite hacer lo que le da la gana sin ningún tipo de resentimiento o culpa. Así, donde había un tipo con un perenne sentido del humor a base de continuas bromas más o menos simpáticas aparece ahora un desolador humor negro con el que atiza a todo con el que se encuentra. Pero no es esta una serie de carcajadas, y tampoco los elementos dramáticos son especialmente emotivos, siendo sin embargo todo el halo melancólico que inunda la existencia de Tony lo que mantiene en pie «After Life» y hace de su visionado un disfrute.
El tono de «After Life» y su desenlace podrían parecer demasiado amigables, demasiado happy, pero no nos quedemos en la superficie. En el fondo de lo que se trata es de la necesidad y el derecho que tiene una persona a no querer seguir viviendo, por los motivos que sean. Que esta bomba esté envuelta en un simpático papel celofán no hace que deje de ser un tema incómodo, una incomodidad que trasciende el fondo y se apodera de la superficie en el final del cuarto episodio, sin duda el momento más dramático de la primera temporada, sabiendo además que bien podría haber ido por ahí el desenlace de la serie, aunque no se optó por este rumbo.
Si bien el auténtico protagonista y centro de toda la trama es el personaje interpretado por Ricky Gervais, no se pueden olvidar al resto de personas que orbitan a su alrededor y que, en mayor o menor medida, completan el punto de vista de Tony casi siempre por oposición. Así, en la redacción del periódico local en la que trabaja nos encontramos a su cuñado, Matt (Tom Basden), que a su vez es su jefe, y que tiene que lidiar como puede con todas las salidas de tono de Tony, intentando enderezar su camino con más intención que resolución. De entre todas las personas que pueblan esa peculiar redacción destaca Sandy (Mandeep Dhillon), la joven recién llegada y que se convierte en algo así como los ojos del espectador, situándose de golpe en medio de un paisaje tan desolador como muchas veces surrealista, y que no puede más que abrir los ojos de asombro ante los acontecimientos y reacciones que se suceden. Y tres son las mujeres que logran adentrarse en el corazón de Tony y ver en él algo más que el huraño personaje que se ha construido para chocar contra todo: la encantadora anciana con la que coincide cuando va a visitar la lápida de su mujer, la prostituta que se dedica a limpiar su casa y la enfermera de su padre enfermo. Estas tres mujeres constituirán el eje sobre el que la existencia de Tony pueda cobrar un nuevo sentido, amén de su perro, quien (según él quiere creer) ha evitado su suicido ya varias veces, y de su propia mujer, que a través de unos vídeos que dejó grabados intenta ser el primer empujón para que su marido salga adelante.
«After Life» rebosa del humor negro esperado de Ricky Gervais, pero además se muestra sentimental y profunda, tanto es así que estos aspectos podrían ser lo que echaran para atrás a ciertos espectadores ávidos de los envenenados dardos de Gervais. Y es cierto que la serie puede pecar de un previsible y un tanto almibarado desarrollo, pero por contra pone sobre la mesa una propuesta valiente, atreviéndose a plantear dudas existenciales y baños de incorrección (pero suavemente, para que duela menos).
La he visto y me ha gustado. Te ríes bastante aunque también tiene momentos algo tristes. La propuesta me parece original