«Borgen» y «Baron Noir»: idealismo vs realismo en la ficción política

La política ha sido desde tiempos inmemoriales una de las actividades humanas más importantes y, sí, también una de las principales fuentes de conflicto. Como no podía ser de otra manera, la televisión no ha sido ajena a este peso político en la sociedad y alguna de sus obras más señeras («El ala oeste de la Casa Blanca», sin ir más lejos) han profundizado a fondo en este tema. Pero si hay un lugar donde han florecido en los últimos años las series de cariz político ha sido en Europa. Y, si hiciéramos un estricto escrutinio, la danesa «Borgen» y la francesa «Baron Noir» se erigirían como claras triunfadoras en cuanto a repercusión y fervor crítico. De ellas y de su certero modo de reflejar dos modos de hacer política tan diversos como el nórdico y el galo versa este post que nos ofrece una experta seriéfila que ya nos ha halagado anteriormente poniendo su conocimiento al alcance de nuestros lectores: Noelia García.
Al volante: NOELIA GARCÍA
A Netflix y HBO han llegado en los últimos meses las temporadas completas de dos series que, sin ser una novedad -«Borgen» se estrenó un 26 de septiembre de 2010 en la televisión danesa y «Baron Noir» lo hizo en 2016 en la francesa-, sí que siguen estando de plena actualidad por su reflejo de la realidad y de las intrigas políticas de las altas esferas.
«Borgen», a la que el boca a boca hizo la serie política por antonomasia de hace unos años y que tendrá una cuarta temporada en Netflix en 2022, cuenta la historia de Birgitte Nyborg, la líder de un partido de centro que, tras un escándalo del primer ministro previo a las elecciones generales, se convierte en la primera mujer en llegar al poder en Dinamarca, presidiendo un complejo gobierno de coalición que nos permite ver las difíciles alianzas entre partidos, los intereses económicos de las empresas y los gobernantes y las relaciones de la prensa con el poder.

Esa Birgitte interpretada por Sidse Babett Knudsen es la auténtica protagonista de la serie, un personaje carismático e idealista al que conocemos a su llegada a Borgen —nombre con el que se conoce al castillo de Christiansborg, que es la sede del Parlamento, de la Oficina del primer ministro y del Tribunal Supremo danés-, al que seguimos durante su ascenso político y su paso a la oposición y con el que vivimos la dificultad de conciliar ese cargo de poder con su vida familiar.
Ese carisma de su protagonista es uno de los puntos en común que tiene «Borgen» con «Baron Noir», donde Kad Merad interpreta a Philippe Rickwaert, alcalde socialista de la ciudad de Dunquerque y diputado del parlamento francés, para el que cualquier artimaña es válida con tal de sobrevivir políticamente, con una interpretación repleta de matices que hace que el espectador simpatice desde el principio con este animal político.

Pero todo el idealismo y los principios que vemos en «Borgen» se tornan en conspiraciones, deslealtades y traiciones en «Baron Noir». Frente a una Birgitte que, ante su primera crisis política, llega a manifestar que se había prometido no mentir en sus primeros 100 días en el gobierno, nos encontramos a un Philippe que no duda en recurrir a toda clase de alianzas, alguna incluso con el crimen organizado, para acabar con la carrera no sólo de sus rivales políticos, sino también de sus aliados y sus compañeros de partido.
O cuando asistimos en «Borgen» a cómo Birgitte obliga a su marido a rechazar un importante puesto para evitar posibles acusaciones de tráfico de influencias, pero presenciamos en «Baron Noir» a Philippe aliándose -y no sólo políticamente- con su principal enemiga para acabar con el mentor que le traicionó. Que el nombre internacional de la serie gala sea «Republican Gangsters» no es baladí en una obra en la que la traición y la corrupción están a la orden de día.

Esto hace de «Baron Noir» una serie mucho más cercana a nuestra política de lo que es «Borgen». Ese reflejo tan realista de un entramado político con financiación ilegal de partidos, comisiones ilícitas a empresas privadas y alianzas que en principio parecían imposibles hacen que veamos mucho más próximo, y no solo geográficamente, el panorama que nos presentan nuestros vecinos franceses. Tan pegada a la realidad está la serie que, en mi caso, coincidieron el mismo día la moción de censura de Vox en el Congreso de los Diputados español con la que podemos ver en «Baron Noir».
Sin embargo, es en el lado personal de la política donde «Borgen» presenta unas tramas muchos más interesantes y bien definidas. Mientras que en «Baron Noir» los personajes que rodean a Philippe en su plano familiar son mucho más arquetípicos e inverosímiles, en «Borgen» las subtramas personales se integran mucho mejor en el desarrollo de la serie, no sólo en lo que respecta en la relación de Birgitte con su marido y sus hijos, sino también con sus asesores políticos y de prensa.

En definitiva, «Borgen» y «Baron Noir» son dos series tan cercanas en temática como lejanas en planteamiento, pero totalmente complementarias en su reflejo de la realidad política y absolutamente adictivas tanto por sus tramas como por el carisma de sus protagonistas.

Acabo de terminar la primera temporada de Baron Noir y tengo que decir que las dos series son buenísimas, imprescindibles