AC/DC y «Power Up»: Malcolm, puedes estar orgulloso
Aunque parezca arrinconada en estos prosaicos tiempos, la magia sigue existiendo. O si no cómo explicar el que pongas el nuevo disco de AC/DC en tu reproductor/plataforma favorito, pulses ‘play’ y, desde el mismo momento en que comienzan a atronar las guitarras de Angus y Stevie Young ya no sabes ni qué es el gel hidroalcohólico, el concepto FFP2 no lo acabas de asociar a nada en concreto y eso del toque de queda solo te suena de las batallitas que te han contado tus padres. En ese instante solo estáis tus australianos favoritos y tú, compruebas cómo poco a poco tus pies tamborilean el suelo al ritmo que marca Phil Rudd, tu cabeza empieza a subir y bajar y colocas un brazo en forma de mástil de guitarra para, con el otro, comenzar a rasgar cuerdas imaginarias. El truco lo han venido a llamar «Power Up» y, como acertadamente comenta mi compañero Jorge, sienta como una buena jarra de cerveza helada en este asfixiante época que estamos viviendo.
La susodicha magia también ha obrado sus poderosos efectos en el hecho de que en pleno 2020 estemos disfrutando de un nuevo disco de AC/DC, algo que apenas hace dos años parecía pura ciencia ficción. Excepción hecha de la fatídica muerte del nunca olvidado Bon Scott en plena ascensión a la gloria, nunca el combo oceánico ha sufrido un periodo tan convulso como el que se inició en 2014, año en el que precisamente fue lanzado «Rock or Bust» (lee aquí la reseña que publicamos en su día), el predecesor de «Power Up». Al abandono forzado del grupo de uno de sus dos pilares fundamentales, Malcolm Young, por el imparable avance de su demencia, se le unió el arresto con graves cargos de Rudd que también le obligó a dejar la banda, la enfermedad de oído de Brian Johnson que hizo que se tuviera que recurrir a Axl Rose como solución de emergencia para cubrir los compromisos restantes de la gira mundial que desarrollaban en esos momentos, el anuncio de la retirada del bajista Cliff Williams y, ya para acabar de rematarlo todo, el fallecimiento de Malcolm en 2017. Siendo razonables, todo parecía más que acabado.

Y aquí estamos, en un distópico presente en el que, sin embargo, lo único que parece convencional es la alineación actual de AC/DC, que vuelve a contar con Brian, Phil y Cliff, quedando Stevie como el único miembro que no estaba presente, por ejemplo, en todo un «Back in Black». Los cinco han superado toda clase de rencillas y dificultades con el único objetivo de ofrecer el mejor tributo posible al añorado Malcolm: el que su gran sueño vital, su banda, continúe siendo relevante cuando ya no queda demasiado para que cumpla medio siglo desde su fundación.
Con esta motivación extra, la formación se encerró, junto a sus ya habituales Brendan O’Brien (productor) y Mike Fraser (ingeniero de sonido) en los estudios canadienses Warehouse para dar forma de canciones definitivas a multitud de bosquejos que habían ido preparando Malcolm y Angus a lo largo de los años.

La mejor noticia posible es que los múltiples cocientes no han afectado al resultado final: «Power Up» es ‘solo’ otro disco más de AC/DC, si acaso uno con un punto extra de emotividad y fuerza respecto a otros esfuerzos recientes. Con el factor común de la presencia a los mandos de O’Brien -que vuelve a mostrar un acertadísimo equilibrio entre dar una descomunal potencia contemporánea al sonido de los australianos manteniendo al mismo tiempo su necesario carácter básico y alejado de sobreproducciones-, se puede hablar de la nueva obra del grupo como el cierre de una trilogía que también integrarían «Black Ice» (2008) y «Rock or Bust». En este sentido, «Power Up» aúna el mayor acierto compositivo del primero -al que también es más cercano en cuanto a sonido- con la contención en extensión que favorecía el segundo.
«Shot in the Dark», ese fresco y adictivo paradigma absoluto de lo que es una canción de AC/DC, fue el encargado de proporcionarnos el pasado 7 de octubre nuestro primer contacto con la nueva obra, colmando cualquier expectativa con ese agradecido aire 70’s y ese magnífico estribillo henchido de coros. Tamaña tarjeta de presentación continúa destacando sobremanera en el contexto del disco completo, pero la mejor noticia es que encuentra dura competencia para erigirse como la mejor canción del lote, especialmente en una estupenda primera parte del repertorio.
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Así, «Realize» da inicio al álbum en forma de cañonazo que hace blanco inmediato. De lúbrica letra y lejanos ecos a «Thunderstruck» (¡esos coros!), se trata, sin duda, de uno de los mejores temas que nos ha regalado AC/DC en lo que va de siglo. «Rejection», de básico riff setentero, no alcanza ese impacto pero ejerce de buen puente hacia la ya mencionada «Shot in the Dark» y «Trough the Mists of Time», uno de esos habituales y acertados acercamientos al pop de los australianos (como ya lo fueran en el pasado «Anything Goes» y, por supuesto, «You Shook Me All Night Long») que, esta vez, sobrecoge especialmente por esa melancolía presente tanto en la letra como en la música. Un sinuoso y juguetón riff y un rítmico desarrollo le dan un aire casi funk a la refrescante «Kick When You’re Down», mientras que otro estribillo ‘poppie’ y sumamente adictivo le dan entidad propia a una gran canción como es «Witch’s Spell», que cierra a lo grande esta primera mitad.
Otra de esas variaciones ya clásicas de los australianos, esos boogies acelerados a semejanza de «Caught With Your Pants Down», abre la segunda mitad a toda pastilla en forma de «Demon Fire», el que fuera segundo single de adelanto. «Power Up» se introduce en su segmento menos reivindicable con «Wild Reputation» y «Systems Down», meramente correctas, y la algo superior «No Man’s Land», que recuerda poderosamente a la etapa ochentera de la banda. El disco vuelve a subir el nivel en su traca final gracias a «Money Shot» y el medio tiempo «Code Red», dos temas que no presentan grandes novedades pero que sí exhiben un punto más de vitalidad y contundencia que hace concluir la escucha de forma plenamente convincente.

«Power Up» acaba postulándose -ex aequo con «Black Ice»- como el mejor disco de AC/DC en los últimos 20 años. Habida cuenta de las pretéritas excelencias de la banda, ello no le basta para estar entre los mejores lanzamientos de los australianos, pero lo importante es que sí supone la mayor de las alegrías que nos han proporcionado a los fans a lo largo de tantos años. Porque han renacido de unas cenizas que parecían definitivas, porque nos han proporcionado una muy agradecida brizna de esperanza en los tiempos más duros. En definitiva, porque Malcolm sonríe orgulloso desde el infierno con los pulgares hacia arriba.

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