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Cuando nosotras escribimos (II)

31/01/2021

Hace ya más de un año (y de año y medio, también), que comencé esta sección nada mal recibida con mucha ilusión y la intención de actualizar con relativa asiduidad. Ha llovido mucho desde entonces, y lo que empezó como una dificultad de sentarse a escribir por circunstancias normales, acabó convirtiéndose en un paréntesis mucho mayor de lo pretendido por haber vivido en medio uno de los años más surrealistas de nuestras vidas. Las ganas siguen aquí, no obstante, y los libros siguen siendo uno de mis temas de conversación predilectos. ¿Por qué no retomar donde lo dejamos, aunque haya pasado más tiempo del esperado?

He de reconocer que le di algunas vueltas a la continuación de esta sección. ¿No habían acaso cambiado un poquito las cosas? ¿No parecía la lectura de autoras mucho más normalizada en este último año? Pero entonces la autora de una editorial pequeñita me contó una mañana que un señor del mundillo le había dicho que escribía muy bien, que escribía como un hombre. Y unos días después un medio importante publicaba la lista con las mejores obras literarias del año y no había una sola mención femenina. ¡Si un montón de mujeres me habían dejado boquiabierta con su narrativa a lo largo del año! ¿Cómo era posible? Entonces entendí que no habíamos avanzado una mierda, y que un pequeño paso siempre es importante, pero no suficiente, y hay que seguir caminando. Así que, como recomendar literatura es algo maravilloso y en el Cadillac tenemos un espacio estupendo, vamos a seguir con la aventura. Ensayo, clásicos detectivescos, terror, ficción histórica, mitología… todo va a seguir teniendo cabida aquí.

 

Diez negritos, Agatha Christie (1939)

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Lo último que necesita Agatha Christie son presentaciones y su condición de estandarte de la novela detectivesca clásica, junto con Arthur Conan Doyle (siendo ambos los nombres más representativos) es incuestionable. Sin embargo, mundialmente famosa y adaptada hasta la saciedad en obras de teatro, cine y programas de televisión, da la impresión de que sus crímenes resueltos se han tomado menos en serio. Que su Miss Marple y su Hércules Poirot tienen menos notoriedad e impacto en la cultura popular (y menos categoría) que el brillante Sherlock Holmes. La reina del misterio británica llegó a publicar más de setenta novelas, de las cuales, Diez Negritos resultará siempre una de las más brillantes. Una isla, tormentas despiadadas capaces de llegar a nuestros oídos desde el papel, diez personajes llamados a una mansión recóndita por su misterioso dueño, todos con una culpa a cuestas. Empezarán a caer, una a una, al compás de las instrucciones de una vieja canción de cuna. Leer Diez negritos es como presenciar una retorcida partida de Cluedo magníficamente ambientada y difícil de soltar. Una partida, además, sin nadie que orqueste e investigue y llena de desconfianza. Y no quedó ninguno.

 

Alias Grace, Margaret Atwood (1996)

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Si he empezado con la recomendación más obvia que se puede hacer de Agatha Christie (porque una tiene sus debilidades), con Margaret Atwood voy encaminarme hacia una senda distinta: la de hablar de la que considero su obra más infravalorada. Y es que no falla, en casi todas las conversaciones que he tenido sobre la autora canadiense alguien me habla sobre Alias Grace como la novela que más hastío le ha despertado de su bibliografía, como una obra menor. Pero este mastodonte de setecientas páginas es un trabajo de ficción histórica notable, en el que se narran, a modo de novelización, las circunstancias que sucedieron a los asesinatos de Thomas Kinnear y Nancy Montgomery, por los que Grace Marks, sirvienta, fue condenada a cadena perpetua. Alias Grace es una reconstrucción de la durísima vida de la protagonista a través del recuerdo, de las consultas con su psiquiatra, de los abusos sufridos y los años de cárcel. Gótico sureño que no se olvida de los problemas sociales y de clase, de la posición de las mujeres, de los eventos políticos más importantes. Todo ello aderezado con algún elemento sobrenatural y lo fascinente que resulta contar con una narradora no fiable. Si nos juzgaran por nuestros pensamientos, nos ahorcarían a todos.

 

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enríquez (2016)

Llevo un par de años pensando que Mariana Enríquez es el presente y futuro de la narrativa de terror, tan inteligente, afilada y social, que ha conseguido ser publicada por editoriales a las que, en honor a la verdad, la literatura de género importa un carajo. Las cosas que perdimos en el fuego es una colección de relatos emplazados en su Argentina natal que tienen en común entre sí el terror y un retrato de lo socialmente molesto. Porque ese horror no se halla en grandes ventanales ni en jóvenes poseídas, sino en las realidades de barrios donde llevarse algo a la boca es un sueño, donde personas sin esperanza sólo quieren morir por un pico. Su narrativa nos habla de la dictadura, del feminismo, la depresión, de relaciones desiguales. Quizá la obra magna de la autora sea Nuestra parte de noche (lo traeré pronto), pero esta obra me parece la más adecuada para acercarse a su contexto, su discurso y su lenguaje. Él a mí no quería matarme, nada más quería tratarme mal y quebrarme para que odiara mi vida y no me quedaran ni ganas de cambiarla.

 

Circe, Madeline Miller (2019)

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La estadounidense Madeline Miller sólo ha firmado dos obras en su carrera (aún), pero ha llegado al panorama literario pisando fuerte y sacando garra. Escribió Canción de Aquiles mientras trabajaba como profesora de latín y griego y con Circe dio a luz a uno de los libros más vendidos del año en 2018. En esta última, la autora reformula el mito de Circe para dar forma a una novela sobre feminismo, poder, vida, muerte y amor por la mitología griega. Fascina porque, lejos de quedarse en lo de ser una obra sobre el empoderamiento (que no es poco, dicho sea de paso), reconstruye a una Circe a la que es un verdadero placer conocer, con voz propia, miedo, lágrimas, dolor, rencor, azúcar y veneno. Porque no es plato de buen gusto codearse con dioses ávidos de adoración, y, a veces, el destierro, puede no ser la peor de las opciones. Esa fue mi primera lección: bajo la apariencia plácida y familiar de las cosas, hay otra cara que aguarda el momento de romper el mundo en pedazos.

Tierra de mujeres, María Sánchez (2019)

Siendo perfectamente consciente de que tenemos autora reincidente a pesar de contar esta sección sólo con un par de entregas, me siento completamente a gusto con la decisión de incluir Tierra de mujeres en esta pequeña batería de recomendaciones. Este ensayo de María Sánchez nos habla del papel de las mujeres en el mundo rural y, sobre todo, de cómo el feminismo las olvida por completo, porque su entorno no encaja con los esquemas elitistas de los nombres más representativos. La autora habla de lo rural desde una perspectiva familiar y desde el amor más absoluto. No un amor estético, ni gestado en la tendencia, sino un amor real, de quien conoce el contexto, lo ha vivido y lo ha mamado, sabe que es duro como la roca y difícil como pocas cosas, pero lo ama. Utiliza su texto como altavoz para todas las silenciadas, las que renunciaron a una educación, las que se dedicaron a cuidar. Un relato honesto que Sánchez, veterinaria y autora, sitúa también en la memoria familiar. ¿Por qué ellas no ocupan un espacio importante entre referentes? ¿por qué que no fueron nunca ejemplo a seguir? ¿por qué que de niña no quería ser como ellas?

 Me voy con la promesa firme de traer recomendaciones con mayor frecuencia. Literatura de todos los géneros y épocas. Conocida y desconocida. Porque a veces nosotras escribimos.

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