«La pesca del salmón en Yemen»: como pez fuera del agua
Estar interesado en una película romántica es casi un tabú entre la crítica especializada. Las avariciosas productoras de Hollywood han dejando al género casi tocado de muerte por su sobreexplotación como producto barato y de fácil acabado destinado sin miramientos a un gran público potencial: la mujer de entre 20 y 45 años, preferiblemente con posibilidad de arrastrar al cine a su pareja. Pues bien, a mi me gusta este género, siempre y cuando esté tratado de una manera convincentemente realista y, si no es mucho pedir, original. Pocos sentimientos pueden llegar a hacer vibrar tanto a un espectador como el amor y, para muestra tres botones: una demasiado olvidada obra maestra como «Un extraño en mi vida», de Richard Quine, y dos producciones más o menos recientes como «Buscando un beso a medianoche» y «(500) días juntos». Es por todo esto que albergaba esperanzas sobre «La pesca del salmón en Yemen», adaptación del exitoso libro de Paul Torday. Un argumento original, localizaciones exóticas, sarcasmo político, un reparto con nombres atractivos como los de Ewan McGregor y Kristin Scott Thomas e, incluso, un director a la baja pero que hace no tanto se presentaba como un gran artesano, el Lasse Hallström que realizó películas notables como «¿A quién ama Gilbert Grape?» o «Las normas de la casa de la sidra», me parecían razones suficientes para confiar en pasar un gran rato en el cine.
Pues bien, una vez vista, la conclusión es que «La pesca del salmón en Yemen» tiene un gran hándicap: es una película que no sabe qué quiere ser de mayor. O más bien, sí lo sabe y muy bien: quiere ser un drama romántico, pero pretende que no se sepa y, para ello, busca taparlo añadiendo brochazos de épica, pinceladas de sátira política, borrones de comedia desvergonzada y otras argucias para que los árboles no dejen ver el bosque. Y eso que el comienzo es de lo más agradable. El relato de cómo un gris científico, Alfred Jones (Ewan McGregor), atrapado en un matrimonio moribundo, llega a aceptar el extravagante encargo de introducir el salmón en las cálidas aguas de Yemen, un proyecto patrocinado por el Gobierno británico con el fin de mejorar su imagen en Oriente Medio en medio de la guerra de Afganistán, es muy divertido, denuncia mediante carcajadas los rebuscados y oscuros tejemanejes de la política internacional y está rodado con agilidad. El personaje de McGregor (en un papel muy cómodo, demasiado para sus posibilidades) se ve atraído por la representante (encarnada por esa presuntamente bella actriz llamada Emily Blunt que a mi me produce más desasosiego que otra cosa) del jeque empeñado en llevar a cabo la empresa, mientras que Scott Thomas disfruta de lo lindo interpretando a esa bruja que es la jefa de prensa del primer ministro.
Pero llega un momento en el que este tono desenfadado se rompe bruscamente y da paso a una gravedad tremendamente impostada. La presentación del jeque (un personaje que pretende ser una especie de metáfora de la posibilidad de un entendimiento entre Oriente y Occidente y que no pasa de ser una nueva versión del «buen extranjero» típica del Hollywood más comercial) durante un encuentro con la pareja protagonista va decayendo y decayendo hasta acabar (y no les quiero estropear la sorpresa) al más puro estilo Indiana Jones, primera señal de que la cosa se está poniendo fea. La constatación definitiva se produce cuando, en aras de dejar el camino expedito a McGregor, el reciente novio de la Blunt es enviado a Afganistán y es declarado «desaparecido en combate» en un tiempo de absoluto récord. La acción se traslada a Yemen y las secuencias se suceden sin alma, con alguna «sorpresa» bastante insustancial y torpe; todo ya está planificado muy artificiosamente en busca de un «happy end» que hace sacrificar demasiadas cosas por el camino; la más importante, la credibilidad. El buen tono sólo se mantiene en los hilarantes «chats» que mantiene la jefa de prensa con el primer ministro.
La torpeza del guión acaba echando p0r la borda las buenas intenciones del proyecto y nos deja esperando de nuevo que haya alguien que sepa tratar las múltiples posibilidades del romance en el cine con la destreza que se merece y más en estos despiadados tiempos en los que vivimos.
A estas alturas de la madrugada y enfrascado en un apasionante Dallas Mavericks – Oklahoma City Thunder, solo me gustaría aportar que Emily Blunt está pero que muy buena. No estaría mal seguirle la pista porque además de su rotundidad física es una actriz bastante interesante. Si el agente que tiene responde podríamos estar ante una actriz Top.
Nada más. Bueno sí, Kevin Durant viene de un futuro donde el homo sapiens ha alcanzado la perfección física. Para qué ha venido es algo que todavía desconozco. Ojo, hay tema para un guión.
Uhmm, Jaycee, no niego que Emily Blunt pueda ser objetivamente atractiva, pero a mi sus ojos tan brillantes me parecen inquietantes, no parecen de ser humano, sino de cyborg muy logrado…sí, soy raro…En cuanto a su calidad, la verdad es que me parece digna pero hay compañeras de generación que me parecen mejores (esa debilidad mía que es Rebecca Hall, por ejemplo). Un saludo, Jaycee.
A mí también me gustan las películas románticas, ya sea en clave dramática o cómica: ¿será porque estoy entre el público potencial, mujer entre 20 y 45 años?, o simplemente porque ha habido grandes filmes en la historia del cine dedicados a eso que todos tendemos a llamar «amor». Por la misma regla de tres, también me gustan las pelis bélicas (no todas, obviamente), y no soy ¿un tío de 20 a 70 años?. Pero gracias Alberto, me alegra que como hombre seas capaz de reconocer que te gustan, un paso adelante.
Sin emargo, ¿se podría llamar a esto «romántico»? Lo digo porque en mi opinión, la química que desprenden McGregor y Blunt juntos es escasa, incluso cuando se puede entender que son personajes contrapuestos: uno es un científico o un superexperto en la línea clásica de una ciencia absolutamente minoritaria (me recordaba vagamente al personaje de Gary Cooper en «Bola de Fuego», aquel era lingüista, éste es «como sea que se llame un experto en peces»), y la otra es una profesional de «La City», muy preparada y capaz, con una vida amorosa ya en ciernes.
Es verdad que los británicos, más sobrios, contenidos y reservados para eso de expresar los sentimientos (salvo que vayan hasta arriba de whisky o de cualquier otro alentador que se tome via oral), tienen un manera diferente, más sutil y soterrada, de mostrar el amor, alejada bastante del tópico hollywodiense pero, lo siento, aquí no hay chispa y la tensión sexual entre la pareja brilla por su ausencia.
Para ser justos, la peli no es mala, pero tampoco buena o destacable. Me quedo con el fondo de mala leche y crítica con el que se afronta el tema de cómo los políticos resuelven las crisis de estado por medio de las relaciones públicas y el uso de los medios, o de la megalomanía de los archimillonarios, que son capaces de poner en práctica las ideas más absurdas por el mero hecho de que les sobra el dinero.
Creo que el defecto de la película, como bien señalas, es tratar de mostrar muchas historias, muchas situaciones que son ya habituales en las noticias diarias de nuestros periódicos -quitando la parte de la pesca del salmón, obviamente – que tratan de entrelazarse, pero de forma un tanto torpe, vacua, y la película se acaba yendo por las ramas.
A destacar a una Kristin Scott Thomas fuera de su registro habitual, que sobresale en el papel de tiburona de las altas esferas de la política británica. En definitiva, «pescar salmones en Yemén» no es una mala opción para una tarde lluviosa.
Saludos, Alberto.
(II) En cambio sí recomiendo otra de las citadas, «(500) días juntos», una comedia romántica inusual, preciosa: me gustó mucho cómo muestra la montaña rusa que puede llegar a ser el amor y cómo nuestras expectativas rotas acaban con algo que sólo nosotros creíamos real. Estupendo su mensaje final. Me identifico mucho con esa película.
Hola, Tamara! Encantado de volver a hablar contigo! No me entiendas mal, no busco decir en el post (y admito que puede no estar expresado de la mejor manera) que ese tipo de películas tengan que gustar a ese segmento de edad, sino que es de esa manera como piensan los ejecutivos de Hollywood y la causa de que las sigan haciendo. Por supuesto que ha habido grandes películas que podrían encajar como «comedia romántica», Y tienes razón en la poca química entre McGregor y Blunt, química que es absolutamente esencial en una película de estas características. Y por supuesto, comparto tu admiración por «(500) días juntos», desde su genial comienzo (sí esa genial frase del principio) ya sabía que iba a ser «una de esas películas», de las que vas a recordar. Un saludo, Tamara!