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La cuarta temporada de «Homeland», ¿a favor o en contra?

29/12/2014

Homeland Season 4

(ALERTA SPOILER: No leer sin haber visto la cuarta temporada de “Homeland”)

A FAVOR – Jorge Luis García

Probablemente “Homeland” ya no volverá a figurar en los puestos de honor de las listas de lo mejor del año (no, ya adelantamos que tampoco en la de este blog, que la competencia es muy alta), pero la serie de Showtime ha hecho algo más importante en su cuarta temporada: salvarse a sí misma. Y el desafío no era sencillo, porque éramos muchos los que considerábamos que el recorrido de su historia terminaba en “The Star” (aunque es cierto que también pudo haberlo hecho mucho antes) y porque desconfiábamos, con razón, de que la serie (en realidad, cualquier serie) pudiera sobreponerse a la pérdida de su personaje protagonista. Aunque es innegable que su mejor momento ya pasó, “Homeland” no solo ha sido capaz de sobrevivir al envite, sino que nos ha proporcionado algunos de los momentos más vibrantes del último trimestre televisivo del año.

Explotada la complejidad moral y la ambigüedad psicológica que convirtió la primera temporada de la serie en uno de los productos más estimulantes de los últimos tiempos, Alex Gansa y Howard Gordon han optado por focalizar la acción en Islamabad (todo un acierto) y armar una alambicada trama de intrigas y espionaje con sabor a thriller clásico. En sus primeros compases de la tanda “Homeland” se movió con cierta parsimonia, como si todavía se sintiese insegura de cuál era el alcance real de sus fuerzas, jugando al despiste con un espectador que no alcanzaba a desentrañar exactamente qué había realmente en juego y abonando el terreno para lo que vendría después, pero cuando a mitad de temporada entró en ebullición (y eso ocurrió en el sexto capítulo, “From A to B and Back Again”, con una conclusión que era un todo un game changer) , la serie se convirtió en una montaña rusa de suspense, acción, giros argumentales y cliffhangers bien administrados en un constante crescendo hasta el undécimo episodio, “Krieg Nicht Lieb”.

Homeland-Season 4- Carrie-Saul

“Homeland” hizo muy bien al alejarse de tramas familiares accesorias que sólo podían entorpecer la narración, demostrando que habían aprendido de los errores cometidos con Dana y familia, y al apostar por que los personajes (desde un Peter Quinn convertido en action hero al cada vez más impagable director de la CIA Andrew Lockhart) quedaran definidos únicamente por su comportamiento en un esquivo juego de traiciones y deslealtades que basculó desde la escala más íntima entre dos personas hasta las más altas esferas internacionales. Instantes magníficos como la desesperada huida con amargo final de Saul Berenson por las callejuelas de una infecta localidad paquistaní, el vagabundeo de pesadilla de una Carrie puesta hasta las cejas, el tensísimo intercambio de prisioneros entre la CIA y las huestes de ese carismático villano de una pieza que ha sido Haissam Haqqani, el brutal asalto de los talibanes a la embajada estadounidense o, sin ir más lejos, ese escalofriante diálogo a cuenta de un cinturón entre la embajadora y la rata almizclera que tiene por marido, le permitieron a “Homeland” volver a exhibir músculo y corazón como en sus mejores tiempos, hasta el punto de que nadie que haya seguido la temporada ha vuelto a acordarse del sargento Brody (salvo en ese inesperado y, por suerte, breve cameo de Damien Lewis). No se me ocurre mayor triunfo para una serie que volvía a ser adictiva por la vía del entretenimiento frenético (y, por qué no decirlo, sanamente inverosímil, como en realidad siempre ha sido desde, por lo menos, su segunda temporada), aunque por debajo de esa atractiva superficie y ese movimiento constante hacia adelante faltara quizás la sustancia que la hizo grande en primer lugar.

Homeland-KriegNichtLieb-Haqqani-Haqqani
La anticlimática season finale, a la que “Homeland” llegó con la lengua fuera y con toda la munición gastada, sirvió para poner los pies sobre la tierra y revalorizar la abrumadora intensidad de los seis capítulos inmediatamente anteriores. “Long Time Coming” no es un cierre contundente y poderoso a la trama orquestada en Islamabad porque en realidad su función es dejar abiertos todos los frentes posibles de cara a la quinta temporada, en la que, una vez más, “Homeland” volverá a ser examinada con lupa. En ese sentido, no termino de ver con buenos ojos ese amago de explorar los lazos familiares de Carrie con esa madre y ese hermano perdidos que nadie esperábamos ni nadie necesitamos. Preferiría que la cosa se quedara ahí y nos evitásemos volver a las andadas. Ahora mismo “Homeland” funciona muchísimo mejor en el terreno de la acción, la adrenalina, el suspense y la intriga política que en el supuesto desarrollo psicológico de sus personajes. Tampoco termino de comprar esa posible relación amorosa con Quinn, aunque todo apuntara en esa dirección y no se la hayan sacado de la manga, ni me gusta especialmente que Saul, el sempiterna centro moral de la serie, pueda haber pisoteado sus principios solo para volver a dirigir la CIA.

En cualquier caso, el futuro no está escrito y la próxima temporada aún queda muy lejos. Tiempo tendremos para debatir entonces. Lo que importa es que “Homeland” sigue viva y en un estado de forma que muchos ya nos temíamos que no sería capaz de alcanzar. Tampoco sería justo pedirle o haber esperado que volviese a recuperar el nivel de sus inicios, porque inevitablemente ésta es -tiene que serlo- una serie distinta ahora, pero, viniendo de donde venía y con la papeleta que tenía por delante, los espectadores que optamos por seguir las andanzas de Carrie Mathison nos podemos sentir más que satisfechos con el entretenimiento inteligente que nos ha proporcionado durante estos 12 episodios. Y eso no es poco.

Homeland-LongTimeCominging-Carrie-Lockhart

 

EN CONTRA – José Manuel Loscertales

Al finalizar la fallida tercera temporada de Homeland, con Brody colgando de una grúa, víctima más de sus propios pecados que de los radicales activistas de Teherán… se confirmaba oficialmente lo que ya sabíamos hacía mucho tiempo: «Homeland» había agotado todos sus recursos para resultar coherente y atractiva al espectador.

Lo que en su primera temporada fue una auténtica sorpresa en la televisión, una bofetada semanal en plena cara al sueño americano, se fue convirtiendo poco a poco en un imposible baile sobre el fino alambre del ridículo, con personajes histriónicos e historias paralelas que buscaban alargar el chicle todo lo posible, hasta que se rompió y no quedó más remedio que decidir si se quería más a papá o a mamá (la respuesta casi siempre es sencilla).

Al comenzar esta cuarta temporada, teníamos a Carrie Mathison como máxima responsable del equipo desplegado sobre Afganistán, asumiendo el papel de Jefa de Operaciones de la CIA sobre el terreno, aprobando desde una sala de seguimiento las misiones desarrolladas en la distancia por drones, ejemplo de la actitud militar de hoy en día: precisión quirúrgica e impecable asepsia (sobre el papel) a la hora de eliminar objetivos. A Saul Berenson, le encontramos abandonado a sí mismo sobre el cómodo puesto de un alto cargo de la industria de seguridad privada, ejemplo del camino de muchos cargos políticos cuyas carreras se hunden hacia arriba. Los responsables de la serie (Gansa y Gordon) prometieron hacer borrón y cuenta nueva, un reinicio total de la historia, y parecía que habían cumplido su promesa, nuevas caras, nueva localización… pero ese espejismo duró hasta el segundo episodio.
Poco después del erróneo ataque sobre civiles que se encontraban celebrando una boda y un linchamiento público del breve personaje interpretado por el ascendente Corey Stoll, volvimos a una situación muy familiar para todos; aunque en esta ocasión, y por repetición, se volvía ridículamente surrealista: de nuevo, teníamos a Carrie íntimamente unida a un personaje muy cercano a una célula terrorista. El espíritu de Brody volvía a sobrevolar nuestras peores pesadillas.

Ese movimiento, además de resultar absurdo (Fara ya había dado los primeros pasos en esa misma dirección para conseguir confianza por parte del joven estudiante Aayan), dejaba mucho que desear sobre el respeto que una serie mostraba sobre su principal protagonista femenina (agente de inteligencia para más inri), volviendo a usar un recurso trillado y ofensivo por el cual una mujer sólo puede captar a sus bazas mediante el sexo. La evolución e inteligencia del personaje (tras tres temporadas en las que definitivamente no aprendió nada con Brody), se quedaban en la cuneta a las primeras de cambio. Por no hablar de que nadie en la CIA era capaz de ver que el pasado de Carrie anulaba cualquier opción que ésta tuviera para realizar trabajo de campo.

Pero aquí no acababan los fallidos (y desesperados) recursos a estas alturas de la serie por atraer la atención del espectador. Durante buena parte de la temporada hemos sido de testigos del regreso de escenas tristemente manipuladoras como la escena del baño del bebé (por cierto, el mejor casting que recuerdo, prácticamente un clon perfecto de Brody). Escena en la que todos sabemos lo que NO va a pasar y cuyo único fin es perfilar el lado oscuro de un personaje de una forma burda y fácil, como si el espectador no fuera capaz de llegar a la misma conclusión de una forma menos torpe. Momento que nos trasladaba a otra escena de la primera temporada, aparentemente llena de tensión, hasta que uno se para un segundo a pensar en lo absurdo del planteamiento. Me refiero al famoso chaleco bomba que Brody portaba en el bunker presidencial que, de ninguna forma, iba a hacer explosión… porque si lo hubiese hecho, hoy «Homeland» sería recordada como una joya televisiva de una sola temporada, valiente y atrevida.


Por no hablar de la escena acontecida en la terminal internacional de un aeropuerto civil, en el que un alto cargo de una empresa de seguridad privada (que viaja en línea regular y sin escolta a un país convulso y militarmente controlado) es secuestrado… situación ridícula, cuando el que aquí escribe ha tenido la oportunidad de ser escoltado por militares tanto en su faceta de empleado desplazado a otro país, como en su faceta de simple turista. O ese intento de Quinn para acabar con Haqqani en una misión suicida (sin ayuda de nadie, claro), cruzándose Carrie por el camino para impedírselo (cuando a punto estuvo de poner a Saul en órbita en una situación similar episodios atrás) y, segundos después, ¡intentar matarlo ella misma!

Pero, para colmar el vaso, nos bastaría con citar simplemente la embajada de los EE.UU. en Islamabad. Una embajada con un nivel de seguridad que superaría cualquier guardería, por la que los terroristas se pasean como si fuera su propia casa. Residencia de altos muros y numerosas tropas vigilando las entradas al complejo… menos un desprotegido túnel secreto que comunica directamente con el exterior (¿nadie aprendió del Abismo de Helm?). Con una embajadora americana cuyo marido puede robarle documentos secretos que guarda celosamente, pero a los que la CIA no tiene acceso de forma oficial.

Por si fuera poco, Dar Adal se pasa por el forro la máxima de EE.UU. de no negociar con terroristas y pacta directamente con Haqqani… (por cierto, ¿cómo consigue Adal localizar en apenas unas horas a Haqqani, cuando la CIA lleva años de infructuosa búsqueda?). Si durante la ya confirmada quinta temporada, Adal consigue arrastrar con él a Saul Berenson, significará que el último personaje íntegro, leal y patriota que quedaba, se habrá convertido en alguien cegado por el poder. Lo que me hace desembocar en una propuesta loca: ¿será Saul el nuevo Brody en la confirmada quinta temporada de Homeland?… No pasemos por alto que, si se vuelve a hacer con el control de la CIA, será perdonando al enemigo número uno de la nación y olvidando la muerte de 36 personas (algunas de las cuales colaboraron en su propia liberación). Si personajes tan antagónicos como Carrie, Quinn, Saul y Lockhart, que en el pasado sus relaciones se traducían en odios y traiciones cruzadas, son capaces de sentarse todos en una mesa a cenar lasaña y compartir una botella de whisky… es que algo no se está haciendo bien.

Además, gracias a esa peculiar season finale (a la que fácilmente le sobran 30 minutos, hecho insólito en cualquier serie actual) ya sabemos que la quinta temporada dedicará parte de su estructura al culebrón familiar que se acaban de sacar de la chistera, con esa madre «desaparecida en combate» durante décadas y (¡tachán!) el nuevo hermanísimo de Carrie. Si alguien levantó una ceja cuando surgió el hijo secreto de Hank Moody, ahora tiene una estupenda ocasión para levantar la otra ceja; porque mucho me temo que el demonio que tomó posesión de Dana Brody se ha reencarnado de nuevo.

Es indudable que a todos nos han gustado los episodios del ataque a la embajada, de la frenética operación de rescate de Saul, del intercambio de rehenes… pero eso no es «Homeland». «Homeland» era una serie en la que todos sus personajes hacían frente a tremendos conflictos internos (alta traición, amor prohibido, infidelidad, deslealtad, rechazo familiar…). En sus mejores momentos, esta cuarta temporada nos ha ofrecido una mezcla de «24«, «Zero dark thirty» y «Black Hawk derribado» (ojo, grandes exponentes de acción de calidad; al menos, dos de ellos); pero nunca una presencia firme de lo que la hizo grande. ¿Entretenimiento? Sí, a ratos… pero pagando un precio muy alto.

La identificación por parte del espectador con los personajes actuales se antoja más difícil con cada temporada que finaliza.

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