«Noctourniquet», la oportuna reformulación de The Mars Volta
The Mars Volta surgieron en 2003 de las cenizas de At the Drive-in como una de las bandas más refrescantes e interesantes del nuevo siglo. Mientras que sus ex compañeros de grupo formaron Sparta, una buena banda que optó por un sonido más accesible y continuista, el vocalista Cedric Bixler y el guitarrista Omar Rodríguez-López dieron rienda suelta a todas sus inquietudes musicales (que eran muchas y variadas). El mundillo del rock se quedó patidifuso cuando apareció su disco debut, «De-loused in the Comatorium»: una mezcla tan excitante como arriesgada del hardcore evolucionado de su antigua banda junto con influencias del rock progresivo, del kraut alemán y del jazz más vanguardista, todo ello aderezado de unas sonoridades latinas casi inéditas en el rock moderno. El fervor crítico fue unánime, al igual que su inclusión en las listas de lo mejor del año. Esta espléndida recepción continuó con el que para un servidor es su mejor trabajo, «Frances the Mute» (2005), en el que se daba un aún mayor barroquismo y la importancia de los sonidos latinos se acentuaban. The Mars Volta parecía un grupo imbatible -en directo también eran vanagloriados con conciertos de más de tres horas de duración- pero sucedió que fueron perdiendo el factor sorpresa y su trascendencia se fue estancando poco a poco. ¿Qué pasó? «Ampetechture» (2006) y «The Bedlam in Goliath» (2008) resultaron ser otros muy buenos discos, especialmente el primero, pero su empeño en sonar cada vez más barrocos, más extremos, con una intensidad casi insoportable para el oyente medio terminaba agotando un poco. Corrían el riesgo de convertirse en un cliché. Conscientes de ello, decidieron rebajar los decibelios con «Octahedron» (2009), su tramposamente llamado «álbum acústico»: un disco en el que las canciones eran medios tiempos, pero siempre al «estilo The Mars Volta», es decir, intrincados, oscuros, densos. El lanzamiento supuso un pequeño alivio para los «hastiados» pero no representaba un cambio ostensible de estilo.
De repente, tras años de girar y publicar discos casi sin descanso, no se sabe nada de la banda en tres años (sin duda, su periodo más largo sin actividad). Parece una decisión acertada: dejar un espacio de tiempo para que su público no llegue a hastiarse y que les acoja con mayor ansiedad en su regreso. Pero las cosas en The Mars Volta no funcionan de esa manera. Simplemente, Bixler no pudo seguir el imposible ritmo de trabajo de Rodríguez-López (aparte de su trabajo con su banda principal, ha lanzado desde 2004 ¡¡¡23!!! discos en solitario y otros seis en colaboración con otros músicos) y le insta a dejar pasar un tiempo antes de reactivar el grupo. Ese tiempo ha acabado y The Mars Volta ha lanzado en 2012 (coincidiendo con los conciertos de reunión de At the Drive-In») «Noctourniquet», un trabajo que llevaba unos dos años ya prácticamente terminado. Ha merecido la pena. El grupo ha mantenido sus constantes (temas intrincados, con múltiples cambios de ritmo, siempre manteniendo la tensión, percusión omnipresente, originalidad) pero se ha hecho una limpieza de cara que ha dado como resultado un sonido más limpio, con más espacio entre instrumentos y, por lo tanto, una mayor facilidad para el oyente, al tiempo que se ha logrado un interesante equilibrio entre el número de canciones rápidas y más locas y el de otras a medio tiempo o suaves. Todo ello está coronado por un sonido más atmosférico y etéreo, con una creciente influencia de la electrónica. ¿El resultado? Bien, diremos que no alcanza las cumbres que supusieron sus dos primeros lanzamientos pero sí se puede medir de tú a tú con los discos posteriores en cuanto a calidad de las canciones, añadiendo a eso el plus que supone el nuevo enfoque, que aporta personalidad al álbum. Curioso el hecho de que una banda tenga que «normalizarse» para dar frescura a su carrera, pero The Mars Volta no es una formación cualquiera, ni mucho menos.
Paradojicamente, los temas que mejor ejemplifican el nuevo rumbo son los que mejor funcionan. «The Whip Hand» da inicio al recorrido con un atrayente riff, en una onda electrónica y un sonido muy pulcro. Parece que la banda quiere poner en el escaparate su reformulación a las primeras de cambio y lo consigue con un gran tema. En un nivel de calidad similar se sitúan «Dislexicon», un tema sumamente complejo, con muchas capas de sonido, sustentada sobre una percusión omnipresente y unos atractivos coros femeninos y coronada con un acertado cambio de ritmo en el estribillo; «Lapochka», seguramente el tema más «pop» de la trayectoria del grupo; y su némesis,»In Absentia», una larga y marciana composición que también tira de la electrónica para lograr su desconcertante atmósfera. También agrada y sorprende lo terrenal de «The Malkin Jewel», tema que me ha hecho recordar,¡nada más y nada menos!, a los Primus noventeros.
Aquellos fans que se quieran aferrar a los sonidos más «habituales» del grupo se verán reconocidos en «Aegis» y «Molochwalker», temas en los que la sorpresa brilla por su ausencia, mientras que el resto del álbum muestra el gusto cada vez más acentuado del grupo por los medios tiempos, casi todos ellos bastante anodinos si exceptuamos los dos que ponen punto y final al álbum, los muy percusivos y cambiantes «Noctourniquet» y «Zed and Two Naughts».
Concluye de este modo un disco que, lejos de suponer una obra maestra o un álbum visionario, sí nos hace recuperar las ganas de seguir las evoluciones de The Mars Volta en el futuro. Que no es poco, oigan.
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