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«Carmina o revienta»: madre no hay más que una

27/07/2012

A Paco León hay que reconocerle la valentía y audacia de su plan para estrenar su debut en la dirección, “Carmina o revienta”, de forma simultánea en tres plataformas distintas (salas, DVD e internet), una apuesta por explorar nuevos caminos en la exhibición cinematográfica que, lamentablemente, se ha encontrado con los reparos de ciertos sectores de una industria apolillada que parece incapaz de comprender que los tiempos están cambiando vertiginosamente y que debería cambiar con ellos para evitar una extinción que amenaza a la vuelta de la esquina. Mucho me temo, sin embargo, que el experimento de “Carmina o revienta” no tendrá demasiada continuidad pese a que las cifras aparentemente le hayan dado la razón a León.  También es cierto que la popularidad del televisivo “Luisma” ha posibilitado una labor de promoción y una presencia mediática que difícilmente tendría el mismo resultado de tratarse de un cineasta menos conocido.

Pero dejemos el debate sobre los problemas del cine para otro momento y centrémonos en la “opera prima” de León, que para su estreno tras la cámara se ha rodeado de su familia y ha puesto su mirada en ese sur de extrarradio que tan bien conoce. Consciente de que con su madre de protagonista, la hasta ahora desconocida Carmina Barrios, tenía una bomba de relojería entre manos, el cineasta sevillano lo apuesta todo a un personaje/actriz (nadie sabe dónde está la frontera que separa ambas facetas) excesivo y carismático, en el que empieza y acaba toda la película. León se extasía contemplando y capturando cada gesto, cada detalle de su enorme ( en todos los sentidos) progenitora, una madre coraje deslenguada, ordinaria,  bullanguera, divertida, inteligente, manipuladora y superviviente. El tipo de personaje que o conectas con él o puedes dedicarte a hacer otra cosa durante los 70 minutos que dura el filme.

A partir de Carmina Barrios se construye un extraño híbrido de ficción que bascula entre el falso documental y la biografía fabulada siempre en busca de la autenticidad. Tomando como referencia la cita de Tom Clancy “¿La diferencia entre realidad y ficción? La ficción tiene mayor sentido”, “Carmina o revienta” se manifiesta como cine desacomplejado, de apariencia liviana pero con intenciones profundas, que hace de la necesidad virtud y saca partido de las evidentes limitaciones presupuestarias para lograr sus objetivos sin renegar de una larga tradición de cine patrio que sirve de referente más o menos obvio. Durante todo el metraje resuenan ecos del esperpento de Berlanga, de la épica social kinki de Eloy de la Iglesia, del descaro provocador del primer Almodóvar e incluso de la escatología del Santiago Segura de “Torrente” (por cierto, muy prescindible cierta escena en el interior de una furgoneta). Hay una evidente intención crítica al presentar un panorama social deprimido y deprimente, pero también una exaltación de la picaresca, del sentido de la supervivencia de aquellos que luchan por evitar el atropello de una ley muchas veces carente de sentido, como si León se sintiese orgulloso de esa España profunda que será capaz de sobrevivir a todas las crisis que le echen.

La estructura se conduce a través de unos monólogos a cámara de la protagonista sentada ante una mesa en una cocina gris, pero es en las anécdotas surrealistas o microhistorias que los interrumpen donde la cinta alcanza sus mejores momentos. Partiendo del robo de 80 jamones en el bar de la familia de Carmina y de la negativa del seguro a pagar al no haber signos de forzamiento en puertas y ventanas se suceden las viñetas costumbristas coprotagonizadas por una escasa pero efectiva plantilla de personajes secundarios (interpretados en su mayoría por actores sin experiencia previa delante de una cámara). Por encima de todos destaca María León, la hermana del director y ya premiada en el Festival de San Sebastián y en los Goya por “La voz dormida”, que aquí esparce su gracia natural y el desarmante verde de sus ojos en el poco tiempo que tiene en escena representando a la hija de Carmina, una choni de manual, y arrancándose con buen tino por cantes flamencos. “Carmina o revienta” es un verosímil retrato humano de barrio obrero pintado con el pincel de un realismo sucio que, como los espejos deformantes de Valle-Inclán, pretende reflejar la imagen de una sociedad asfixiada por la crisis pero que se resiste al abatimiento y que, hoy más que nunca, necesita ponerle al mal tiempo buena cara. Paco León deja buenas sensaciones  con este debut y se gana el derecho a que sigamos su carrera como director con interés, para que luego digan que “el Luisma es tonto”.

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