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Dire Straits: recordando la guitarra mágica de los 80

08/06/2012

Cuando veo el anuncio de Mahou “Celebra lo que tienes” con la sintonía de la celebérrima “Walk of life” caigo en la cuenta de que Dire Straits, que en su momento fue una de las bandas más populares del planeta, debe ser uno de los pocos grupos del pasado que no han terminado volviendo para reclamar su parte del pastel, en unos tiempos en el que el revival y la nostalgia cotizan al alza. Desde The Police hasta los Pixies, pasando por Héroes del Silencio, Duran Duran, Take That, y últimamente Cranberries o hasta los mismísimos Beach Boys, aquí regresa hasta el Tato a por lo suyo, y donde dije digo, digo diego. Pero Mark Knopfler, guitarrista, cantante y compositor, líder absoluto de Dire Straits, siempre fue un caso especial, un tipo que se sentía bastante incómodo en el rol de “superestrella” del rock y que prefería tocar con sus colegas y maestros en pequeños antros que ante audiencias multimillonarias. No, Knopfler es uno de los pocos que han cumplido su palabra de no resucitar a la gallina de los huevos de oro, sencillamente porque ni lo necesita ni le apetece. Se siente más feliz haciendo sus modestos y reconfortantes discos de aire folk, blues y celta que enfrentándose a la presión de un “star-system” que siempre despreció.

En cualquier caso, Dire Straits es una de esas “vacas sagradas” que me temo que las nuevas generaciones no llegan siquiera a descubrir y que ninguna banda actual tiene ni va a reconocer tener como influencia. Lo cierto es que mentar a la banda de Knopfler en según qué círculos  es como invocar al diablo  (y no me tengo que ir muy lejos, me remito a gente tan respetable como mi compañero de blog Alberto); un grupo que siempre fue “viejuno”, aburrido e ideal para escuchar en los ascensores. Reivindicar en 2012 a Dire Straits debe ser lo menos “cool” que puede haber, pero hubo en tiempo, allá por los 80 y principios de los 90, en que toda una generación quedó fascinada por la magia y la sensibilidad de una guitarra que definitivamente era especial.  Es cierto que había “guitar-heros” muchísimo más rápidos o más innovadores, pero  la elegancia, el gusto, la capacidad de encontrar siempre la nota adecuada, el innato olfato melódico y armónico, la técnica intransferible de tocar con los dedos (“fingerpicking”), son cualidades que jamás lucieron tanto como en las manos del genio escocés. Cuando yo era un chaval quería que me compraran una eléctrica para tocar como Knopfler. Con  13 años pinchar el “Money for nothing” a todo trapo y hacer retumbar las paredes era lo puto mejor. Poner el VHS de “Alchemy” hasta rayarlo en las largas tardes de verano de los Tours de Perico era un ritual apasionante. Qué demonios, Dire Straits forman parte de mi infancia tardía-primera adolescencia y jamás renegaré de ellos, porque, además, sé que nunca volveré a escuchar un solo como el de “Sultans of swing” en su versión de directo. Quien desprecie un monumento a las seis cuerdas como el que se erige en ese tema es que le gusta poco la guitarra, o sencillamente está jugando la carta del cinismo.

 

Además, Dire Straits también fueron una de mis particulares brújulas para empezar a descubrir a los gigantes del rock. Hay muchísimas formas de llegar a la música de los grandes y cada uno habrá tenido la suya, pero en mi caso fue la banda de Knopfler la que me abrió el camino hacia Bob Dylan (porque sabía que el calvo le adoraba) hacia Eric Clapton y Cream (porque tocaba con él con frecuencia) o hacia Lou Reed (porque decían que “Les Boys”  parecía un tema del neoyorquino). Y aunque con el tiempo, y según fui descubriendo nuevos territorios musicales, dejé de escuchar a Dire Straits, cada vez que me topo con alguna canción suya  y escucho ese sonido tan particular, reconocible e inimitable algo se me remueve por  dentro y me digo “¡qué bueno era el cabrón!”.

El caso es que Dire Straits fueron siempre una anomalía a contracorriente de las modas imperantes y, sin embargo, triunfaron en una era en la que los vientos soplaban hacia otras direcciones. En 1977 los hermanos Mark y David Knopfler (de origen escocés y ascendencias judías), el bajista John Illsley y el batería Pick Withers forman un grupo que, en medio de una escena británica que se debate entre el nihilismo del punk y el hedonismo de la música disco, reivindica un regreso al romanticismo del rock de raíz, con acentos bluseros, country y rockabilly, en el que es palpable la huella de J.J.Cale, Clapton, The Shadows o el mismo Bob Dylan (con el que Knopfler colaboraría en “Slow train coming” e “Infidels”, discos pertenecientes a una de las épocas más controvertidas del bardo de Minessota). En “Dire Straits”, el disco de debut publicado en 1978, producido por Muff Winwood  (miembro del Spencer Davis Group), cristaliza ese sonido fresco de pub-rock marcado por elegantes y finos fraseos de Stratocaster que brillan en “Down to the waterline”, “Setting me up”, “Six blade knife” o, sobre todo, la inmortal “Sultans of Swing”, todo un homenaje a esas bandas anónimas pero cargadas de dignidad que suben noche tras noche al escenario por el simple placer de tocar.

“Communiqué”, lanzado en 1979 y producido por Jerry Wexler y  Barry Beckett, es una secuela en toda regla, algo más melódica, que les coloca en las listas de éxitos gracias a temas como “Lady writer”, “Once upon a time in the west” o “Angel of Mercy”, pero la primera gran revolución en el sonido de la banda llega con “Making movies” (1980), para el que cuentan detrás de los controles con Jim Lovine, ingeniero del “Born to run” de Bruce Springsteen, y con los teclados de Roy Bittan, el “Professor” de la E Street Band, por lo que no es casual que el nuevo álbum exhiba una imponente musculatura similar a la del Boss en piezas tan emblemáticas como “Tunnel of love”, cuyo solo final siempre me provoca alguna lágrima, “Skateaway”, “Solid rock” o la preciosa balada “Romeo and Juliet”. Probablemente sea mi disco favorito de Dire Straits. Paralelamente, David Knopfler deja la banda y es sustituido por el guitarrista californiano Hal Lindes y el teclista Alan Clark.

En 1982 Knopfler se embarca en la realización de la banda sonora de “Local Hero”, a la que pertenece el inolvidable instrumental “Going home” (posteriormente adoptado como cierre glorioso de los conciertos de la banda), primera de sus incursiones en el cine, y a la que seguirían obras tan fascinantes como “Cal” (1984) o “La princesa prometida” (1987). Pero también es el año de publicación de “Love over gold”, el cuarto disco de Dire Straits, en el que bajo la producción del propio Knopfler  toman definitivamente una senda más ampulosa y cercana a lo progresivo. Es un trabajo desigual que, no obstante, incluye temas del calibre de “Telegraph road”, quince épicos minutos en los que se nos cuenta a través de distintas secuencias la conquista del Oeste, o “Private Investigations”, una ambiental pieza con guitarra española que suena como una novela negra de Jim Thompson. Es también la última grabación del fantástico Pick Withers para la banda, que reclutaría a Terry Williams como nuevo batería. Para aligerar la densidad de este disco, publican un EP que rinde tributo al rock’n’roll primigenio y que incluye “Twisting by the pool” y “Two young lovers”.

Con la intención de inmortalizar el gran momento que atraviesan en directo lanzan en 1984 y sin retoques de estudio el doble “Alchemy”, un enorme y grandilocuente “tour de force” guitarrístico de Knopfler acompañado por una poderosa y preciosista banda-orquesta (se incorporan Mel Collins al saxofón, Joop de Korte a la percusión y Tommy Mandel a los teclados) que, para bien o para mal, ya poco tiene que ver con el sonido que exponía en sus inicios. Con todo, “Alchemy” es una leyenda para muchos chavales de mi generación, el santo grial del rock de guitarras de los 80.

Y llegamos a 1985. El año de “Brothers in arms”, uno de los mayores “blockbusters” de la década,  número uno en más de 25 países y cerca de 30 millones de copias vendidas. Musicalmente, Dire Straits simplifican sus canciones y adoptan un cariz más comercial, de modo que la cara A es prácticamente una sucesión de hits en las FMs de la época. Desde el cálido medio tiempo de “So far away” hasta el memorable  saxo de “Your latest trick”, pasando por el riff antológico, absolutamente mítico, de “Money for nothing” (con Sting en los coros y un video que revoluciona la MTV) y la instantánea melodía de teclado de la optimista “Walk of life”. La cara B, mucho más oscura y áspera, incluye el sobrecogedor tema homónimo, otro highlight de su repertorio. La producción, de Knopfler junto a Neil Dorfsman, es de auténtico lujo, y no extraña que su espectacular diseño de sonido convirtiese al disco en un pionero en la introducción del formato Compact Disc en el mercado doméstico. La monstruosa gira que siguió al lanzamiento del álbum, para la que contaron con el guitarrista Jack Soni en sustitución de Lindes, Guy Fletcher en los teclados y Chris White al saxofón, convirtió a Dire Straits, la cinta en el pelo y las muñequeras, en uno de los iconos de los 80.

 

Tras alcanzar la cumbre, la banda se toma un largo periodo de descanso, solo interrumpido puntualmente en conciertos especiales (el Mandela Day, Knebworth 90) y el recopilatorio “Money for nothing” (1988), mientras que Knopfler se da los caprichos de tocar junto a su idolatrado Chet Atkins o formar The Notting Hillbillies junto a Fletcher y los veteranos Steve Phillips y Brendan Crocker, para transitar por sendas más folkies y country sin pretensiones comerciales. En realidad, Knopfler no tiene ninguna gana de retomar a Dire Straits, pero las presiones de la industria le convencen  finalmente para volver a grabar bajo la ya mítica marca. En “On every street” (1991), el grupo lo forman oficialmente el propio Knopfler, Illsley, Clark y Fletcher, aunque la nómina de músicos de sesión implicados es bastante más amplia. El sexto y último trabajo de estudio de Dire Straits, nuevamente producido de forma panorámica por el de Glasgow,  es el más variado de su trayectoria, retomando en cierto sentido las influencias de sus inicios (blues, country, rockabilly) aunque con un sonido más abigarrado y exuberante. Destacan el single “Calling Elvis”, la inspiradora balada que da título al álbum, o la pegadiza “The bug”, pero el disco no es tan bien recibido por crítica y público (aunque en España sí vendió muy bien). Los gustos del público a principios de los 90 están cambiando vertiginosamente y a Dire Straits se les empieza a ver como un viejo dinosaurio, popular pero desconectado del espíritu de su tiempo, pese a lo cual se embarcan en una gira interminable (en la que estrenan nueva formación) con la que llegan a más de siete millones de espectadores y que queda documentada  en el prescindible disco en directo “On the night” (1993).

En 1995 Knopfler anuncia la disolución de la banda y desde entonces dedica toda su atención a seguir escribiendo banda sonoras (“La cortina de humo”, “Metroland”) y emprender una carrera en solitario que comienza arrastrando ademanes de Dire Straits en “Golden heart” (1996) y “Sailing to Philadelphia” (2000) pero que poco a poco va encontrando su propio camino en trabajos más personales, como el folkie “The ragpicker’s dream” (2002) o “All the roadrunning” (2006), junto a la musa country Emmylou Harris, aunque en directo nunca deja de tocar un puñado de sus antiguos clásicos. Ignoro si el guitarrista habrá recibido muchas propuestas en estos años para volver a tocar como Dire Straits, pero me congratula comprobar que el  viejo escocés (ya tiene 63 años y, vaya, se le notan) está por encima de los cantos de sirena y las tentaciones de los mercaderes, aunque, siendo francos, si esa reunión se llegara a producir algún día y pasara por España, por supuesto que yo estaría allí, por los viejos tiempos.

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20 comentarios leave one →
  1. Alberto Loriente permalink*
    08/06/2012 14:05

    Gran post, Jorge. Por alusiones, diré que, en efecto, nunca he conectado con Dire Straits, es de los pocos grupos que se me resiste. Lo intenté, me pillé el «Brothers in Arms» y nada, no sentí nada. No sé si me equivoqué de disco para introducirme en la banda. Puede que lo intente algún día, mientras sólo tengo un buen recuerdo de Knopfler: su colaboración con Dylan en el magnífico «Slow Train Comin'».

    • Jorge Luis García permalink*
      09/06/2012 1:23

      Gracias, compañero. Empiezo a entender por qué Dire Straits te producen tanta dentera cuando dices que tu puerta de entrada fue «Brothers in arms», porque, efectivamente, es un disco que a tí no te pega nada. Es cierto que es el más popular de la banda y el que contiene más hits, pero a mi juicio no representa el sonido auténtico de Knopfler y cia. Supongo que te dará pereza, pero si algún día te animas a volver a intentarlo, prueba con los tres primeros discos y probablemente te lleves una sorpresa y encuentres más afinidades con tus gustos de las que presumías, porque, la verdad, me da un poco de pena que tu mejor recuerdo de Knopfler corresponda a su colaboración en un disco «menor» de Dylan. Un abrazo!

      • Alberto Loriente permalink*
        12/06/2012 15:04

        Ok, lo intentaré algún día y ya te contaré. Eso sí, «Slow Train Comin'» no me parece para nada un disco «menor» de Dylan. Para mi está entre sus diez o doce obras maestras. Es lo que tiene ser un genio…

  2. 08/06/2012 14:43

    Gran post, Jorge…grande.

    En mi caso, también «Dire Straits» supuso muchas cosas en mi (por aquel entonces) temprana vida.
    Discos de vinilo que, de no haberlos pasado a cassette, hoy en día se podría ver a través de ellos del uso que tendrían. Solos de guitarra apabullantes, temas legendarios, cantados una y mil veces hasta quedarte sin garganta.
    Lo que hoy se conoce como concursos y actuaciones de «Air guitar» es algo que, los que hemos seguido la carrera de Knopfler practicábamos (décadas atrás) delante del espejo en nuestra adolescencia, embriagados por las notas que ese par de manos eran capaces de hacer cantar a una guitarra.

    Como bien dices, hoy en día, parecen proscritos de una industria que ellos mismos colaboraron en gran medida a evolucionar (aunque luego, efectivamente, se quedaran atrás).
    Cuanto más grande se hacía la banda, cuanto más multitudinarios eran los conciertos que organizaban y cuanto más ambiciosos eran sus temas…más se alejaba del propio Mark, de sus anhelos e intereses creativos. Y es algo que aún resulta paradójico, porque él mismo llevó las riendas de la banda.

    En algún momento tuvo que elegir con cuál de las dos novias compartiría su vida…la de espectacular belleza, pero de fría personalidad (el símil no va con la banda, sino con el marketing y producción que acarreaba convertirse en un main-stream)…o aquella que sabía lo que querías y con la que compartías sueños comunes.

    La elección de la novia fue sencilla…pero sólo para él. Como seguidor de la banda, tengo un hueco en mi estantería vacío, en el que sólo cabe un cd más, con la (vana) esperanza de que algún día pueda rellenar.

    Empezaba una época en la que ser importante en el mundo de la música implicaba de forma ineludible ser famoso (en el «no tan bueno» sentido de la palabra).

    A los que hayan visto «Elegidos para la gloria», me gusta pensar que Mark Knopfler podría ser una especie de «Chuck Yeager» (Sam Shepard)…un tipo que, como piloto, no había quien le hiciera sombra…pero, al que los grandes fastos de la incipiente, cara y vistosa carrera espacial llevaron al olvido.
    Sin embargo, ahí estaba al final del film…magullado, literalmente quemado…pero feliz.
    Feliz por seguir superando metas…pequeñas en cuanto a difusión,sí…pero grandes metas personales.

    Curiosamente, «Brothers in Arms» fue directamente el primer compact-disc que entró en mi casa (aunque lo compré en primera instancia en vinilo) y aún me alegro de que ese «pequeño paso en la industria, pero gran salto en mi vida» fuese debido a ellos, era de justicia por los momentos que me regalaron escuchando sus temas. [Sin embargo, el momento equivalente en soporte dvd no me resultó tan gratificante con el paso del tiempo…(¡maldito Zemeckis!)].

    La última vez que le vi en directo acariciar las cuerdas de esa particular forma que él tenía fue en Las Ventas, durante la gira de «Golden Heart» de 1996, el día de mi cumpleaños…en una calurosa noche en la que sudor y lágrimas compartieron momentos inolvidables.

    Un saludo.
    Alfa.

    • Jorge Luis García permalink*
      09/06/2012 1:42

      Gracias por los halagos, amigo. Me gusta esa comparación que haces de la encrucijada de Knopfler con la chica espectacular y la que de verdad te completa. Yo creo que al hombre se le fue de las manos el desproporcionado éxito que cosecharon con «Brothers in arms». Y es verdad que fue él el responsable último de que aquel disco fuese un pelotazo, porque deliberadamente buscó un sonido más comercial y estandarizó las canciones (si se puede llamar standard a los 8 minutos de «Money for nothing», claro). Pero no llevaba nada bien la popularidad y los agobios que conlleva la fama mundial. En realidad, no sé ni cómo le convencieron para reactivar la máquina en «On every street» y volver a embarcarse en otra gira agotadora, supongo que porque, al fin y al cabo, durante las dos horas que duraba cada concierto, él era feliz en el escenario haciendo lo que mejor sabía hacer.
      En mi caso, el primer CD que compré en mi vida fue el «Money for nothing», cuando por fin me regalaron un equipo de música con reproductor. 2.500 pelas de la época, casi ná, pero todavía se oye :-) También me acuerdo de que cuando miraba la lista de ventas de CDs (distinta de la de LPs y casettes) de AFYVE de la época en la extinta revista «El gran musical», los de Dire Straits copaban siempre los primeros puestos. En aquellos años había una regla no escrita: si querías comprobar cómo de bien sonaba un CD tenías que hacerlo con uno de la banda de Knopfler.
      Yo a los Dire los ví dos veces en el 92: en el Calderón (mi primer concierto de masas) y en Las Ventas. Jamás lo olvidaré. Y hace ya unos años fui a Knopfler en solitario en el Palacio de los Deportes. Estuvo bien, pero hasta que no tocó «las buenas» no nos quedamos a gusto todos los que estábamos allí. Un abrazo!

  3. 08/06/2012 15:03

    Siempre me quedaré con el Making Movies, una canción como Tunnel Of Love, una balada como «Romeo And Juliet» justifican cualquier escucha a esta grandísima banda. Y cómo no, el peculiar estilo para tocar la guitarra de Mark, icónico donde los haya. Excelente post. ¡Un saludo!

    • Jorge Luis García permalink*
      09/06/2012 1:47

      Hola, amigo Alex, gracias por el halago. La verdad es que el «Making movies» era una pasada. Yo siempre andaba cambiando mi disco favorito según el día, pero al final el de la portada roja se me queda como el más redondo, el que menos morralla tenía. Siempre he tenido gran debilidad por aquella joyita medio escondida, «Hand in hand», que todavía hoy me sigue pareciendo maravillosa; la podía haber cantado el Elvis post-rockero. Un saludo y muchas gracias por seguirnos tan fielmente!

  4. Tamara de Lempicka permalink
    08/06/2012 19:21

    Yo, como Alberto, tampoco soy muy de «Dire Straits», pero al ser más o menos de tu quinta ;-) sé el grandísimo grupo que fueron (y que son, si quieres, por respeto a ti y a Alfa), y lo famosos que llegaron a ser.

    Yo el «Walk of life», y todo ese disco «Brother in Arms», lo asocio a lo que se escuchaba en mis últimos días en la EGB, no te digo más. Vamos, el siglo pasado. Pero es una canción que me trae gratos recuerdos – nostalgia nuevamente – y cuando la he vuelto a oír en el anuncio de Mahou, me he dicho: hay que ver la diferencia entre la música que escuchábamos nosotros en el bachillerato (el extinto BUP) y la que escuchan ahora (que cada uno interprete lo que mejor le convenga) ¡Dios, ya empiezo a hablar como mi madre! Será la «viejunez», jajaja…

    Sólo he entrado para saludaros y para decirte que me dejas con la boca abierta por tu control y conocimiento de algunos temas, como el que nos ocupa. Parece un tesina. ¡Qué nivel, Jorge! Mis respetos.

    Saludos, Sultans of Cadillac!

    • Jorge Luis García permalink*
      09/06/2012 2:01

      Hola Tamara, me sorprende gratamente verte por este post, pero no me sorprende nada que no fueses muy de Dire Straits, porque lo cierto es que a las niñas de mi generación este grupo no les gustaba nada (bueno, salvo «Walk of life»). Si en aquella época tan lejana uno pretendía impresionar a una chavala con la música, desde luego la banda de Knopfler era una carta perdedora :-( Que yo recuerde, solo le gustaba (moderadamente) a una chica, y era mi hermana!
      Pero sí que es verdad que la diferencia entre el «mainstream» de los 80, lo que entonces podías escuchar en la radio, y el de ahora es, por decirlo suavemente, descorazonadora. Una banda como Dire Straits en los tiempos actuales es inimaginable y, de existir, no se comería un colín.
      En cuanto a lo de la «tesina», qué más quisiera. Estos posts en los que uno tira de nostalgia son los que salen más fácil. Por cierto, ya llevo dos seguidos acordándome de los 80. ¿Estaré pasando la crisis de la mediana edad? Prometo resarcirme la próxima semana con «Mad men». Un abrazo!

  5. Anónimo permalink
    11/06/2012 13:21

    Para mi epidermis, «Brothers In Arms» es la mejor canción de la historia…No hay una sola vez en que, al escucharla, el vello de piel no se me erice hasta ponerse como los mismísimos juncos de la ribera de un río. Nadie ha hecho llorar a una guitarra como Mark Knopfler en ese tema, arrancando unas notas y unas tonalidades que nadie jamás ha igualado. No digo que no haya guitarristas tan buenos como él, por supuesto, pero nadie ha logrado extraer un sonido como los dedos del buenazo de Mark.

    • Jorge Luis García permalink*
      11/06/2012 19:11

      Hola Anónimo, celebro comprobar que Dire Straits dejaron mucha huella en tantos de nosotros. La mejor canción de la historia no sé, pero en la versión en directo (como tantes veces con esta banda) subían un peldaño más en intensidad y era realmente estremecedora. Por cierto, y de esto me he enterado después de hacer el post, parece ser que unos cuantos músicos que estuvieron en la banda (el teclista Alan Clark, el guitarrista Phil Palmer -que solo estuvo en la etapa «On every street»- y el saxofonista Chris White) siguen girando por esos mundos de Dios (creo que tocaron hace poco en San Sebastián) bajo el nombre de The Straits, haciendo versiones de la banda. No sé si reir o llorar. Un saludo!

  6. Alfonso permalink
    20/06/2012 11:12

    Gran artículo y comparto esa identificación y apasionamiento diria yo, por knopfler y su historica banda, me acompañan desde los 17 o 18 años aproximadamente y personalmente, en muchos estados de ánimo y situaciones ha sido fiel compañero su musica y incunables melodias que prácticamente me aprendí de memoria, eterno y FOR EVER KNOPFLER-STRAITS!!!

    • Jorge Luis García permalink*
      22/06/2012 0:33

      Hola Alfonso, bienvenido al club! Por cierto, tenemos novedades respecto al bueno de Knopfler. Hay nuevo disco en solitario a punto, «Privateering», incluirá ¡20 canciones! y estará a la venta el 4 de septiembre.

  7. Anónimo permalink
    26/06/2012 16:10

    No sé no cómo he llegado a este post, pero lo podría haber firmado un servidor.
    Siendo el pequeño de 6 hermanos, casi todos tocando algún instrumento, los «Dair Estraits» fueron la banda de la familia. Mi primer gran concierto, en primera fila, fue en le Calderón, y ese momento en que aparecieron en el estrado y mis hermanos y yo, emocionados incontrolablemente, empezamos a llorar como Magdalenas no tiene precio en mi memoria. Es más, era la primera y casi la última vez que he visto lágrimas en en ellos.
    Hay una cosa que añadiría a tu post; en mi caso, absolutamente todas las personas que he conocido en mi vida y que vivieron esta banda como yo, han resultado tener todas una serie de características comunos: bondad, sentido común e inteligencia. No tengo ni idea de si será una concidencia, pero me da que el escocés debió modelarnos el cerebro.

    Saludos.

    • Jorge Luis García permalink*
      27/06/2012 0:23

      Anónimo, creéme que entiendo perfectamente las sensaciones que tuviste en el Calderón. Estrenarse en grandes conciertos con uno de tus grupos más amados es una experiencia que llevarás contigo toda la vida. Curioso lo que dices sobre las características comunes de los seguidores de Dire Straits. No lo había pensado, pero también se cumplen en (casi todas) las personas que yo he conocido. Un saludo!

  8. Arzu permalink
    29/06/2012 17:13

    Para mí, «Brothers In Arms» ocupa uno de los lugares privilegiados dentro de la banda sonora de mis mejores veraneos en mi pueblo. ¡Qué recuerdos! Probablemente, por eso, más allá de ser un buen disco (o incluso una buena banda), siempre que lo escuche atentamente (suelen pasar cinco años cada vez) me dará buen rollo.

    • Jorge Luis García permalink*
      03/07/2012 1:21

      Sí, Arzu, a veces los discos que marcaron ciertos momentos de nuestras vidas están por encima del bien y del mal. Me alegro de que «Brothers in Arms» sea para tí uno de ellos. Un saludo!

  9. Igor permalink
    03/11/2014 0:05

    Bah! que escuche Sultans of Swing, y si no le gusta es que no le gusta el cochino frito

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