«Handwritten», de The Gaslight Anthem: tras los pasos de Springsteen
Se lamentaba mi compañero Alberto en su post sobre Tom Petty de que en un país en el que cerca de 500.000 personas pasaron por caja este verano para ver a Bruce Springsteen en directo hayan tenido tradicionalmente tan poca repercusión otros artistas afines musical y espiritualmente al “Boss”, hasta el punto de que figuras referenciales como el propio Petty o John Mellencamp apenas se hayan dejado ver por estos lares. Efectivamente, no deja de ser un fenómeno curioso y sintomático de la escasa afición al rock clásico americano que hay realmente en este país. Por eso tampoco sorprende que la hornada de bandas surgida en los últimos años bajo la influencia más o menos evidente del “Boss” (Marah, The Hold Steady, Titus Andronicus) haya tenido un predicamento mínimo entre el público español, más allá de los más mediáticos Arcade Fire o de los Killers de “Sam’s Town”. Incluso la banda que nos ocupa, The Gaslight Anthem, que a raíz de su participación junto a Springsteen en el concierto de Hyde Park de 2009 (publicado en DVD por el de New Jersey) vio aumentar considerablemente su popularidad tanto en el Reino Unido como en EE.UU, en España no dejan de ser unos semidesconocidos. Y es una pena, porque es un grupo que gustaría, y mucho, a gran parte de esos fanáticos que lo saben todo sobre la vida y milagros de Bruce pero que no tienen demasiado interés en profundizar en artistas concomitantes o similares.
Formada en New Brunskwick en 2006 al calor de la larga tradición del punk melódico de New Jersey por el vocalista y guitarrista Brian Fallon, el guitarrista Alex Rosamilia, el bajista Alex Levine y el batería Benny Horowitz con marcadas influencias, aparte del propio Springsteen, de The Replacements, Social Distorsion, Tom Petty o The Clash, The Gaslight Anthem es de ese tipo de bandas que no van a cambiar el mundo pero de las que uno se enamora casi instantáneamente por la convicción, intensidad y romanticismo con que desgranan himnos de puño en alto y corazón en la boca, nacidos casi siempre en ese paisaje mítico pintado por Springsteen entre 1973 y 1984 (con “No surrender” como referencia más recurrente), poblado por héroes rotos que buscan la clave del universo en el motor de un viejo coche y que encuentran la redención en una furtiva escapada nocturna rumbo a cualquier parte junto a la chica amada. Imposible, si eres fan de verdad del “Boss”, no sentir una simpatía espontánea por un tipo, Fallon, que se cree con tanta pasión protagonista de su propio “Jungleland”, que escupe cada sílaba como si se dejara la vida en el envite y que se se muestra conmovedoramente convencido de que un grupo de chicas apadrinado por Phil Spector sonando en la radio de un Cadillac es capaz de salvarte la vida un sábado por la noche.
“Sink or swim”, el disco de debut del grupo publicado en 2007, ya contenía en bruto y sin destilar los ingredientes de su sonido, punk-rock urgente, veloz e inflamado que brillaba en piezas como la inicial “Boomboxes and dictionaries”, “I’da called you Woody, Joe” (su particular tributo a Joe Strummer) o “We came to dance”, atemperado por números de sabor más acústico como “The Navesink Banks” o “Red at night”. Tan solo un año después, y tras publicar el EP “Señor and the Queen”, aparecía “The ’59 Sound”, el que todavía es considerado su trabajo más emblemático y en el que mejor queda definido su impacto emocional. También es el trabajo que más los emparenta con el jefe de New Jersey, influencia que abrazan sin ningún complejo en letras como la de “Meet me by the river’s edge” (“See I’ve been here for 28 years pounding sweat beneath these wheels We tattooed lines beneath our skin No surrender, my Bobby Jean”). El disco, producido por Ted Hutt, era una estupenda colección de encendidas canciones y estribillos poderosos que evocan los tiempos primigenios del rock’n’roll. “Great expectations«, “The ’59 sound”, “Old White Lincoln” o la abrasiva “The backseat” (tema que Brandon Flowers habría matado por escribir) se han convertido en clásicos incontestables de su repertorio en directo. El álbum obtuvo grandes críticas y les convirtió en “the next big thing” dentro del panorama rock.
Para su tercer trabajo, “American Slang” (2010), el grupo volvió a contar tras los mandos con Hutt y levantó un poco el pie del acelerador para alejarse sutilmente de la velocidad de sus inicios y aproximarse a un sonido más clásico, sin renunciar a la épica y al concepto “bigger than life” que define su estilo. Aunque decepcionó a algunos de sus seguidores, el disco mantenía el poder adictivo de su predecesor y añadía especias soul en el temazo “The diamond church street choir” y toques dub en “The queen of lower Chelsea”. La contundencia de “American slang”, “Bring it on” (probablemente mi canción favorita de la banda) o “The spirit of jazz” no desentonaba en absoluto entre las viejas canciones, pero sí es cierto que el álbum dejaba la sensación de que The Gaslight Anthem aún podían ir más lejos y que su mejor golpe aún estaba por llegar.
Dos años después, y tras el reposado y baladístico trabajo en solitario de Fallon con su proyecto The Horrible Crowes, la banda da el salto a una multinacional (Mercury Records) y se pone a las órdenes del productor Brendan O’Brien (Springsteen, Pearl Jam, AC/DC) para grabar su cuarto disco, “Handwritten”, un trabajo que en los meses previos se quiso vender como un regreso al sonido más punk de “The ’59 sound” (que nunca abandonaron del todo) pero que en realidad continúa sin estridencias por la senda de classic-rock explorada en “American slang”. The Gaslight Anthem en 2012 están más cerca de la banda de Eddie Vedder (o de Thin Lizzy, si buscamos referencias más antiguas) que de The Clash o Misfits. A ello contribuye el sonido afiladamente musculoso y bien pulido que construye O’Brien, quien también introduce pequeños detalles (una armónica aquí, una mandolina allá) que arropan la rasgada voz de Fallon, ahora más profunda, más matizada, más soul, cantando quizás mejor que nunca.
Puede ser por cosas de la madurez, pero a The Gaslight Anthem se les nota ahora más cómodos en esa tesitura más clásica que cuando aceleran en busca de la frescura punk. Sí es cierto que aciertan de lleno con los dos temas iniciales, el single “45” y «Handwritten», dos pelotazos potentes de acordes mayores y coros gloriosos ideales para hacer sonar en el coche a todo volumen, pero decepcionan un tanto en otros como “Howl” o “Desire”, donde los recurrentes “oh-oh-oh” y “yeah-yeah-yeah” suenan ya repetitivos y sobados. Por ese camino la banda de Fallon ya ha dicho todo lo que tenía que decir y en el futuro quizás deberían alejarse de él para evitar el cliché, por eso resultan más estimulantes en la tonada pop de “Here comes my man” (nada que ver con los Pixies, en cualquier caso), en la furia de “Mulholland drive” (tampoco nada que ver con Lynch) y en la densidad tan cercana a Pearl Jam de “Keepsake” o “Too much blood”. “Mae” y su atmosférico crescendo sostenido les emparenta con U2 y el pop británico, mientras que el eufórico estribillo de “Biloxi Parish” es perfecto para cantar a todo pulmón abrazados en un estadio. Es en el tema de cierre, “National Anthem”, sentida y hermosa melodía arrullada por guitarra acústica y cuerdas, donde el grupo más se desmarca de sus registros habituales y vislumbra una veta a explotar en próximas entregas. La edición “deluxe” añade versiones demasiado respetuosas e intrascendentes del “Sliver” de Nirvana y del “You got lucky” de Tom Petty y un tema original, “Blue Dahlia”, que no suma nada especial al repertorio de la banda. Más interesante es la acústica “Teenage rebellion”, en una onda a lo Arcade Fire, disponible solo en la versión itunes.
“Handwritten” no es mejor que ninguno de los discos anteriores de The Gaslight Anthem, pero tampoco es necesariamente inferior. No supone un salto de calidad significativo, pero tampoco es un bajonazo en su carrera. Siguen sin dar ese golpe en la mesa que les convierta en aspirantes por derecho a ser LA GRAN BANDA norteamericana. Les falta ese punto de locura, de atrevimiento o de imprevisibilidad, pero tal vez a estas alturas no haya que esperar otra cosa de Fallon y sus chicos. Tal vez nunca llegue su “Born to run”, pero lo que queda no es poco. Una honesta y vibrante banda de rock’n’roll. A veces no se necesita ni más, ni menos.
Buena carta de presentación de esta banda. Si se trata de hablar de gente que vaya tras los pasos de Bruce, pienso que Joe Grushecky debe estar en esa lista. Un gran desconocido autor de un fanástico rock made in Usa.
Eduard Puignou, muchas gracias por tu comentario. Efectivamente, Joe Grushecky es otro de esos artistas en la onda de Springsteen (y muy colega de éste) que en España siempre han pasado bastante desapercibidos, pero no lo incluyo en el saco de The Gaslight Anthem, Marah y compañía porque Iron City Houserockers son casi contemporáneos del Boss. Un saludo!
Curioso los conocí por ser teloneros de los Foo y pensé deben ser buenos cuando Dave se ha fijado en ellos… y vaya dos últimos discos que tienen!!!
La subjetividad de si son Boss o no es otro tema, hablemos dentro de 20 años jejejeje y tu digas: te acuerdas!!! en el post!!