«Brave (indomable)», la fiera de mi niña
Nadie puede negar que Pixar Animation Studios es uno de los grandes referentes creativos del cine (estadounidense o no) de nuestro tiempo. Una factoría que ha revolucionado la animación elevándola a cotas de densidad dramática, imaginación, sensibilidad y perfección técnica impensables hace unos cuantos lustros. Cada nueva pieza facturada por el taller dirigido por John Lasseter es recibida por el mundo cinéfilo con la misma expectación que un estreno de Eastwood o Spielberg, y solo el rancio conservadurismo de la Academia ha impedido que películas como “Up”, “Toy Story 3” o “Wall-E” se alzaran con un merecidísimo Oscar a la Mejor Película, última barrera (sospecho que infranqueable) que le falta por romper al género para desprenderse definitivamente de esa etiqueta o categoría de cine “menor” que siempre le ha acompañado.
Sin embargo, uno de los problemas de vivir instalado en la excelencia durante mucho tiempo es que cuando bajas el pistón los palos que recibes son más fuertes. El inconveniente de filmar cuatro obras maestras consecutivas es que la quinta muy probablemente no lo sea. Y lo que pasó con “Cars 2” (2011) es que no solo no era una obra maestra, sino que ni siquiera era una gran película, con lo que la decepción fue mayor, pese a que el proyecto, ya desde el inicio (una secuela de la única película realmente prescindible del estudio durante la pasada década), se vislumbraba como un ejercicio de transición para pararse a tomar aire y de paso vender un buen puñado de juguetes a los niños, prácticamente el único público al que iba dirigida esa cinta. “Brave (indomable)” tenía entonces la presión y la responsabilidad de devolver a Pixar a su mejor versión, pero desde su estreno estadounidense hace casi dos meses las críticas que nos han ido llegando incidían en que se trata de un filme menor y de corto alcance, como si la vara de medir ya fuese siempre la saga de “Toy Story” y todo lo que sea bajar de matrícula de honor resultara insuficiente. Me temo que “Brave (Indomable)” tendrá que convivir con esa injusticia, al menos hasta que el paso del tiempo permita valorarla únicamente como lo que es, un delicioso entretenimiento sin la enjundia de las obras mayores de Pixar pero tremendamente disfrutable y, lo que también tiene su mérito, un intento de salirse del registro habitual de la factoría.
Se ha incidido mucho en que “Brave” es la más Disney de las películas de Pixar, como si esto tuviese que ser negativo “per se” (cuando Disney nos ha regalado clásicos imborrables a lo largo de la historia, desde “Blancanieves y los siete enanitos” hasta “El rey León”), y mucho menos en la voluntad de la factoría por ampliar su horizonte estético aventurándose por primera vez en el cine de época –con el imponente escenario de la Escocia medieval- y acercándose más que nunca a la fantasía misteriosa del otro gran estudio de animación de nuestro tiempo, el japonés Ghibli, y más concretamente a las líricas fábulas mágicas de Hayao Miyakazi, plagadas de espíritus, brujas buenas y malas y humanos trasmutados en animales. Bien es cierto que la película firmada por Mark Andrews y Brenda Chapman no posee el alma libérrima de “El viaje de Chihiro” y resulta más arquetípica y dulcificada, pero a su manera se las arregla para urdir una pequeña subversión del clásico cuento de hadas, aunque solo sea porque su protagonista, una heroína pelirroja de inolvidable cabello chispeante, se empeña con todas sus fuerzas en no ser la clásica princesa de Disney a la espera del beso del príncipe azul.
Merida, la rebelde y valiente hija del rey Fergus y de la reina Elinor, se niega a someterse a una antigua y anticuada costumbre del reino que la obliga a elegir marido entre varios candidatos vikingos a cada cual más inepto. A partir de ese choque entre la disciplina impuesta por la tradición y la convicción de que uno puede y debe labrarse su propio destino se exploran los eternos conflictos paterno-filiales y se cuenta una conmovedora historia de amor entre una madre y una hija que aprenden a reencontrarse emocionalmente. Puede que “Brave” no disponga de un guión superlativo, pero al menos está muy bien cohesionado, es bajo en grasas, tiene un ritmo espectacular y no se permite ni baches ni diferencias importantes de calidad durante todo su ajustado metraje (debe ser la película más corta de Pixar en muchos años). A diferencia de las más arriesgadas “Wall-E” o de “Up”, que en un momento dado parecían convertirse en otra película (no necesariamente peor, pero sí distinta), “Brave” se mantiene fiel al mismo tono desde el principio hasta el emotivo clímax final. Además, Pixar no falla en uno de sus puntos fuertes, el empaque de sus personajes. Y tanto Merida como Elinor tienen el suficiente carisma (fantástica la escena en montaje paralelo de la discusión entre ambas) como para llevar el peso de la función, apoyadas puntualmente por los gags desternillantes de los trillizos, otro de esos hallazgos que demuestran la habilidad del estudio para desarrollar personajes infantiles capaces de meterse en el bolsillo a todo tipo de público.
Técnicamente, Pixar sigue a años luz de sus competidores. Poco importa que Dreamworks o Fox suban el nivel con cada nueva entrega y parezca que cada vez están más cerca porque cuando a Lasseter y compañía les toca su turno vuelven a poner las cosas en su sitio. Ese prodigioso cabello al viento de Merida que parece tener vida propia, los impresionantes paisajes de las highlands, los bosques, los ríos (monumental la escena en la que la heroína escala hasta una cascada), el diseño gestual de la madre oso… Todo es visualmente embriagador y apabullante en “Brave”. En este apartado sí que no hay pegas posibles: Pixar sigue en cabeza. Musicalmente, la partitura de Patrick Doyle no desmerece de los trabajos del fantástico Michael Giaccino y junto a las canciones interpretadas por Julie Fowlies (Russian Red en la versión doblada al español) contribuye a acrecentar la belleza de los fotogramas.
Puede que “Brave” sea una propuesta más dirigida al espectador infantil que al adulto (aunque, aviso, alguna escena puede no ser demasiado adecuada para los más pequeños), y es cierto que si nos empeñamos en compararla con algunas cintas anteriores del estudio saldrá perdiendo, pero si uno es capaz de ver la película sin prejuicios y con la mente abierta disfrutará de uno de los mejores “blockbusters” del verano y probablemente el único que ni es secuela, ni reboot, ni precuela ni demás inventos. Y un último consejo, procuren no llegar tarde a la sala y no se pierdan esa pequeña maravilla de cortometraje que es “La Luna”, un prodigio de sensibilidad y delicadeza.
Un artíclo fantástico, como de costumbre, gracias! Todavía no he podido verla, y eso que vivo en Edimburgo y aquí la preestrenaron en junio, pero ya lo estoy deseando :)
masedimburgo, muchas gracias por tu comentario. Pues viviendo en Edimburgo tienes una cita casi obligada con «Brave». Te invito a que nos cuentes tus impresiones cuando saldes esa deuda. Un saludo!
Muy de acuerdo con tu magnífico post, Jorge. Siempre he considerado un absurdo exigir a los que nos han hecho disfrutar tanto que hagan una obra maestra detrás de otra, lo importante es que mantengan la dignidad y el nivel medio que se les presupone. En este caso, con Pixar y «Brave» estoy más que satisfecho. Muy buena película, personajes carismáticos y entretenimiento puro y duro. Cierto es que el Pixar más cercano al Disney clásico, cierto es que alguien como yo hubiera preferido algún guiño más hacia el público adulto, pero también es cierto que la magia de ese amanecer final es uno de los grandes momentos cinematográficos del año.
la trama de la peli es ba$ura y el mensaje que da tambien. Es de las pocas veces que veo una personaje principal tan soberbia en una peliculas para niños, es un pesimo ejemplo a seguir. Si es una pelicula de princesas estilo medieval, no le agreguen cosas modernas absuras como esa rebeldia adolecente que no se quiere casar y no se que otra ba$ura mas.
Para colmo ademas de dar una connotacion negativa del matrimonio tambien da una connotacion negativa sobre los hombres. Un desastre.