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‘Dos días en Nueva York’: Delpy tropieza con la misma piedra

15/02/2013

Dos días en Nueva York beso

Hace cosa de seis años, ‘Dos días en París’ se convirtió en un pequeño ‘hit’ indie. La promesa de una comedia romántica ‘diferente’, con ecos de Woody Allen, la siempre sugerente presencia de una ciudad tan bella como la capital francesa y la labor como directora, guionista y actriz de Julie Delpy, con un gran prestigio bien ganado -especialmente por esa maravillosa  saga que conforman ‘Antes del amanecer’, ‘Antes del atardecer‘ y la próxima ‘Antes de medianoche’- fueron motivos de peso para que el filme lograra una atención mucho mayor de la esperada.

De hecho, ‘Dos días en París’ era algo así como el reverso de la saga dirigida por Richard Linklater. Si en éstos filmes los encuentros entre los dos protagonistas eran minúsculos oasis con los que escapar de la cruda realidad, en la cinta dirigida por Delpy era precisamente esta salida de la rutina -un breve paso por París-  la que dinamitaba los cimientos de una pareja, desnaturalizada una vez fuera de su zona de confort. Un punto de partida interesante que, sin embargo, era lo único que recordaba a las ‘Antes del…’- Ni rastro de la concreción, de la sutileza y de la magia de esos filmes. ‘Dos días en París’ quería ser muchas cosas a la vez y apenas lograba ninguna. Su supuesto ingenio se quedaba en una sucesión de tópicos sobre la cultura francesa, los problemas de la pareja no lograban calar emocionalmente y, sobre todo, la pretensión de Delpy de quedar como la más ‘cool’ del barrio era tan omnipresente como cargante. El resultado: una película ligera, razonablemente entretenida si uno la ve en una aburrida sobremesa de domingo, pero muy lejos de las cotas que parecía querer alcanzar.

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Delpy parece que se quedó con cosas que decir y decidió realizar una segunda parte que llega ahora, con bastantes meses de retraso respecto a otros países, a nuestra cartelera. ‘Dos días en Nueva York’ repite ubicación turísticamente golosa y traslada la acción a la Gran Manzana se supone que para dar una visión distinta en su traslado a terreno estadounidense. Sin embargo, apenas hay cambios y el filme se nos presenta como una de esas secuelas perfectamente evitables que nos asolan en estos tiempos.

Siete años después, Marion (Delpy) sigue viviendo en Nueva York pero su relación con Jack que vimos languidecer ya ha terminado,  quedando de ella un hijo que vive con Marion. Esta ha rehecho su vida con Mingus (un inesperado Chris Rock), que. a su vez, también aporta una hija a la ‘nueva familia’. Su existencia parece discurrir tranquila y armoniosa hasta que llega la pintoresca familia de Marion -una de las protagonistas absolutas del anterior filme y con buena parte de culpa de las desdichas parisinas de Jack- para poner patas arriba la convivencia. Ya fallecida la madre, nos encontramos con el excéntrico y liberal padre de Marion; Rose, su inestable y casquivana hermana; y Manu, el nuevo y pasota novio de temporada de Rose.  A partir de aquí poco importa que hayamos  cambiado de ciudad y de año, el filme vuelve a centrarse -de manera más acusada aún que la anterior- en los desencuentros de un sufridor Mingus con ese insoportable grupo de franceses y en cómo esta circunstancia afecta a la relación.

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En un tono aún más humorístico que su precedente, ‘Dos días en Nueva York’ vuelve a tratar la fragilidad de las relaciones de pareja y los contrates entre la liberal y descarada Europa (encarnada por una familia verdaderamente atípica) y la puritana América, que ve a estos galos como si fueran extraterrestres. Sin embargo, no hay un discurso coherente ni trabajado, simplemente se suceden gag tras gag sin demasiada gracia insertando entre medias segmentos en los que Delpy va de rompedora y que vuelven a hacerse tan pesados como innecesarios, como esa especie de broma privada que protagoniza Vincent Gallo, que se interpreta a sí mismo, que deja con una cara de considerable pasmo.

Así las cosas, el espectador se pone de parte invariablemente de Mingus, un hombre normal que se ve superado tanto por la desagradable visita triple como por el cambio de actitud de una Marion que, obsesionada por la próxima inauguración de su exposición fotográfica, adopta un comportamiento cada vez más  neurótico. Ahí tenemos a Mingus, le comprendemos y le compadecemos, incluso nos admiramos de su paciencia de santo  Job, ya que cualquier otro hubiese hecho una escabechina que ni Jason en ‘Viernes 13’. Esta identificación se acrecienta por la labor de Chris Rock. Rock ha seguido una trayectoria cinematográfica muy similar al de otras grandes estrellas del mítico ‘Saturday Night Live‘ como Steve Martin o Chevy Chase, es decir, un paso al celuloide tremendamente decepcionante, siendo confinados a ser el graciosillo de flojas películas para toda la familia. Sin embargo, ‘Dos días en Nueva York’ puede marcar un nuevo comienzo para él. No solo muestra una notable vis dramática, sino que exhibe su dominio de la ‘stand up comedy’ con dos inspirados monólogos ante su particular Dios, un Obama de cartón piedra. Los únicos momentos en los que la sonrisa nos sale espontánea entre tantas escenas prefabricadas para ser graciosas. Delpy ha mostrado talento suficiente para navegar por otras lides en su carrera como cineasta como para no volver a insistir en una saga ya demasiado agotada. Que sea la última, Julie.

Dos días en Nueva York Sauna

2 comentarios leave one →
  1. 18/02/2013 11:32

    Para que lo mejor de la película sea Chris Rock ya ha tenido que tropezar, sí. Lo de Vincent Gallo debe ser tan privado que nadie lo entiende, ni la conversación, ni cómo se resuelve, yo llegué a pensar que iba a ser una alucinación. Tiene algún gag divertido, pero sé queda ahí. En general me parece casi todo sin gracia, lo de la vecina, lo de la cafeteria, gimnasio, la expo, no sé, todo muy de tópico, hasta el final. Una pena.

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  1. Película Dos días en Nueva York (2 days in New York) en Pochoclos.com

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