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«The Terror» de The Flaming Lips: cruzando la laguna Estigia

08/05/2013

The Flaming Lips_The Terror

A finales de los años 90, cuando el siglo XX ya tocaba a su fin, se publicaron dos de los discos de POP con mayúsculas más hermosos y apasionantes que un servidor ha disfrutado nunca. “Deserter’s songs” (1998) de Mercury Rev y “The Soft Bulletin” (1999) de The Flaming Lips tendían sólidos puentes con  lo mejor del pasado de la música popular pero mantenían la vista puesta en el futuro del género y se constituían como una mágica puerta de entrada a un fantasioso universo onírico y psicodélico en el que las melodías de algodón de Brian Wilson se diluían entre las texturas lisérgicas de Pink Floyd. Ambos discos, hermanados por la presencia detrás de los controles de ese mago del sonido que era (y aún es) Dave Friedmann, se revelaban como un triunfo del estudio de grabación como elemento decisivo para lograr la alquimia pop. Trucos hepatantes, collages sonoros imposibles y arreglos irreproducibles en directo recargaban una música que, pese a todo, nunca era aparatosa ni estomagante, sino grandiosa en el mejor sentido de la palabra.

A pesar de las protestas de todos esos snobs que tuercen el gesto cuando “uno de los suyos” alcanza algo parecido al éxito y no pierden ocasión de recordar que “antes eran mejores”, ambas bandas afrontaron el nuevo milenio como grandes referencias en el mundillo alternativo, pero mientras Mercury Rev se difuminaron a partir del infravalorado (y muy reivindicable) “All is dream” (2001), la banda de Oklahoma liderada por Wayne Coyne fue ampliando su público hasta llegar a codearse con el “mainstream” sin perder nunca el aurea de grupo excéntrico y maravillosamente chiflado. Su macedonia de sabores agridulces y poso melancólico encontró un registro algo más naif y menos imponente en “Yoshimi Battles the Pink Robots” (2002), disco que probablemente marcó su cumbre popular con temas tan imperecederos como “Do you realize??” y que tuvo el mérito de colarles con naturalidad influencias tan poco “cool” como  los Genesis de los 70 o los mismísimos Yes a una parroquia, la indie, que siempre se ha vanagloriado de odiar con todas sus fuerzas cualquier atisbo de rock progresivo. “At War with the Mystics” (2006) incidía en la fórmula añadiendo gotas de funk elástico y soft-rock setentero, pero aun siendo un buen trabajo fue acogido de manera menos entusiasta tanto por crítica como por público. Daba la sensación de que The Flaming Lips se encontraban apoltronados en su zona de confort y que eso estaba minando su propia idiosincrasia como grupo bizarro ajeno a las convenciones.  A fin de cuentas hablamos de los firmantes de “Zaireeka” (1997), aquella obra concebida como cuatro CDs que debían ser reproducidos simultáneamente.

The Flaming Lips

Así pues, “Embryonic” (2009) supuso un puñetazo en la mesa con todas las de la ley. Coyne y compañía volvían a adentrarse por los senderos del riesgo y le dedicaban un soberano corte de mangas al “mainstream” con un disco doble paranoico, agobiante y amenazador en el que no había hueco para melodías ensoñadoras e himnos como “Waitin’ for a Superman” o “Race for the prize”. Muchos fans debieron quedar desconcertados ante una propuesta tan hosca y experimental, incluso para los standards de los Lips, pero la valentía del gesto de adentrarse en arenas movedizas sin arnés de seguridad resultaba vigorizante para una banda que siempre había hecho de la inquietud su bandera y principal seña de identidad. En ese sentido, “The Terror” no es sino un paso más en esa dirección incierta que tomó su disco anterior (dejemos fuera de la ecuación su revisión del mítico “The Dark side of the moon” (2009) junto a Peaches, Henry Rollins y otros colegas, y la extravagancia de “The Flaming Lips and Heady Fwends” (2012).

El nuevo disco de la banda estadounidense, producido una vez más por Friedmann, sigue dándole motivos al público ocasional para huir despavorido y vuelve a poner a prueba la paciencia de los seguidores que suspiran por un regreso al sonido de “The Soft Bulletin” o “Yoshimi…”, pero debería satisfacer a aquellos que no se dejaron amilanar por las apariencias y terminaron disfrutando y comprendiendo a “Embryonic”. Así, “The Terror” certifica la mutación definitiva de la antaño exuberante mariposa multicolor en una luciérnaga agonizante que a duras penas resplandece en la oscuridad de un inframundo tenebroso y perturbador. Es esta una obra de atmósfera apocalíptica, viciada y terminal en la que se hace difícil respirar (sólo se atisba un rayo de luz en la emotiva “Try to explain”, quizás lo único que recuerda a los “antiguos” Lips).

“The Terror” es el fantasmagórico viaje sin esperanza de un amasijo sanguinolento a través de las burbujas tóxicas y las aguas corrompidas de la laguna Estigia. Avanza lentamente entre ritmos comatosos y esqueléticos, envuelto en gasas de sintetizadores infectos y  atacado esporádicamente por convulsiones de guitarras estridentes que suenan como arañazos sobre la pizarra.  A lo lejos se oye el lamento de Coyne, que parece desgranar su plegaria como un espectro suspendido en el espacio exterior. Acongoja de verdad, pero incluso en un panorama tan dantesco y desolador el grupo no se olvida de las melodías, que, aunque despojadas hasta la médula , reducidas en su mayoría a la condición de mantra obsesivo e hipnótico, permiten que la travesía sea fascinante y, en cierto sentido abyecto, adictiva. Sin embargo, resulta tarea estéril tratar de destacar alguna canción en un disco que funciona como un bloque marmóreo concebido para ser escuchado (sufrido) del tirón.

Entre “Look… the sun is rising” y “Always there…in our hearts”, dos piezas siamesas propulsadas por una batería kraut robada a Can, se suceden ciénagas de ambient etéreo y brumas de distorsión en una galería de lienzos turbadores pintados a brochazos sintéticos y maquinales, destacando, por su extensión, los 13 minutos alucinados de “You lost”, una prueba de resistencia para el oyente menos adiestrado (convenientemente suavizada para el provocador vídeo que se puede ver abajo, auténtica carne de censura).

Suicidio comercial o  altivo ejercicio de integridad artística, “The Terror”  debería dar carpetazo definitivo al confeti, los Teletubbies y los globos de colores (es difícil imaginarse este repertorio acompañado del atrezo verbenero que llevan desde la gira de “The soft bulletin”) pero con una banda tan imprevisible como ésta nunca se sabe cuál será el próximo movimiento (Wayne ya ha anunciado que su siguiente proyecto es un disco conjunto con… ¡Kesha!) . Lo que no puede negarse es que hay pocos grupos con 30 años de trayectoria que se mantengan tan desafiantes y poco complacientes como The Flaming Lips, dispuestos a desmontar su propia leyenda con cada nueva entrega discográfica al mismo tiempo que la agigantan. Respeto.

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2 comentarios leave one →
  1. 13/05/2013 4:56

    Lo comenté un par de semanas en mi blog (www.politomusica.blogspot.com ). Y si, definitivamente los Flaming Lips se han reinventado, abandonando esos antiguos sonidos y partiendo hacia un lado completamente opuesto. Hoy suenan oscuros, densos, intencionalmente deprimentes incluso. «The terror» a mi me ha gustado bastante pese a todo.

    Saludos!

    • Jorge Luis García permalink*
      14/05/2013 13:48

      Muy de acuerdo, Esteban. The Flaming Lips ahora son muy distintos a los de «The soft bulletin», pero a mí estos últimos discos, «Embryonic» y «The terror», aún teniendo menos «canciones» me estimulan más que «At war with the mystics» e incluso «Yoshimi battles…». Un saludo!

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