«Cruce de caminos»: exceso de ambición
Pregunta para el pasajero asiduo de El Cadillac Negro (que sabemos que haberlos, haylos): ¿Qué tienen en común “La caza”, “Stoker”, “El gran Gatsby”, “Trance” o “Elysium”? Sí, son películas estrenadas en 2013, pero también son películas sobre las que NO hemos escrito en el blog, pese a que deberíamos haberlo hecho. Y aunque uno de nuestros propósitos es hablar (bien o mal) de los estrenos cinematográficos que pueden merecer la pena, la realidad es que, como os ocurrirá a la inmensa mayoría de vosotros, no nos da tiempo a ver todo lo que nos gustaría. Y cuando por fin encontramos ese momento para ponernos al día con alguna cita que lleva pendiente desde hace meses quizás ya nos parece demasiado tarde para contároslo. Precisamente eso es lo que nos pasó con “Blue Valentine”, de Derek Cianfrance, cinta que pululaba por esos mundos de dios desde 2010 pero que a los cines españoles no llegó hasta febrero de este año. Y nosotros no estuvimos ahí. Culpa nuestra, porque los dos conductores del Cadillac que ya la hemos visto creemos que la emocionante y dolorosa radiografía del origen y defunción de esa cosa tan intangible llamada amor es de lo mejor que se ha estrenado por aquí en este 2013. Dispuestos a no volver a cometer el mismo error le echamos el ojo al nuevo filme de Cianfrance, el tercero de su corta filmografía, llamado “The place beyond the pines”, o, como se ha traducido en España en un alarde de originalidad, “Cruce de caminos” (cuando veo el poster en la marquesina del autobús os juro que busco instintivamente a Ralph Macchio con su guitarra). Y aquí estamos puntualmente, esta vez sí, para contaros nuestras impresiones.
Si en “Blue Valentine” Cianfrance encontró la manera idónea de contarnos una historia íntima y cotidiana con elementos mínimos pero sabiamente administrados y sacando lo mejor de los actores de modo que cualquiera podía empatizar con lo que allí ocurría, en “Cruce de caminos” el cineasta estadounidense trata de ir no uno, sino tres pasos más allá, como si tuviese prisa por firmar su obra maestra definitiva, y desgraciadamente se pasa en el intento. Cianfrance es víctima de su propia ambición y, aunque deja sobradas muestras de su talento narrativo, lo que queda es un forzadísimo drama suburbial con demasiadas ínfulas que quiere abarcar mucho y que termina apretando bastante menos de lo que debería. Y es una lástima, porque el arranque, sus primeros cincuenta minutos (y son dos horazas y 20 minutos), prometen bastante. No creo que sea un inconveniente, muy al contrario, me parece hasta saludable, que el espectador sepa de antemano que esta es una historia en tres actos muy distintos, y que solo el primero cumple las expectativas. Quien prefiera llegar a la película totalmente virgen que se baje aquí y vuelva después.
“Cruce de caminos” comienza por todo lo alto, con la cámara pegada al cogote de Ryan Gosling y un plano secuencia brillantemente orquestado que nos explica perfectamente la clase de tipo que es Luke, un motorista solitario y taciturno que se juega la vida noche tras noche en una peligrosa atracción de feria ambulante. Sí, es innegable que Gosling vuelve al territorio “Drive”, al rol del antihéroe marginal, el tipo duro y de pocas palabras pero frágil en el fondo con el que se siente tan cómodo. Algunos dirán que corre el riesgo de encasillarse, pero es como si en los años 40 hubiesen acusado a Bogart de repetir siempre el mismo papel. No procede, porque es endemoniadamente cool, porque mola, punto. La vida de Luke da un giro radical cuando descubre que tiene un hijo de un antiguo amor y decide que ser parte de una familia puede ser la oportunidad de encontrar un sentido a su vida. No lo tendrá fácil, porque a su precaria situación económica tras abandonar su empleo de especialista se le suma que Romina (una voluntariosa Eva Mendes que aprovecha razonablemente bien el tiempo que tiene en pantalla) ya ha encontrado otro hombre que vele por ellos. Pronto comprenderá que trabajar de mecánico en un cochambroso taller no será suficiente para reconquistar a la chica y decide tomar una decisión arriesgada. Y hasta ahí puedo leer.
Imagínense una suerte de combinación agreste entre las mencionadas “Drive” y “Blue Valentine”, ambas con Gosling como protagonista, y tendrán un retrato aproximado de lo que es “Cruce de caminos” en su primer tramo. Demasiado bueno como para durar. Cianfrance pone tanto mimo y detalles de buen cineasta, tanto en los instantes más íntimos e introspectivos como en la acción más adrenalínica, que cuesta aceptar que en realidad su intención es otra. Porque a partir de un determinado punto “Cruce de caminos” deja de ser bruscamente el buen filme que era para convertirse en otro bastante menos seductor. Y ahí reside su mayor error. Si en un determinado momento vas a cambiar radicalmente el tono de tu película debes asegurarte de que no vas a perder al espectador en el proceso. No puedes permitirte que la audiencia añore lo que dejó atrás. Lo que ocurre aquí es como si a Hitchcock se le viniera abajo “Psicosis” tras la escena de la ducha. De pronto nos encontramos en un manido policiaco de corruptelas internas y dilemas morales (con Ray Liotta como sempiterno poli chungo) que pueden tener su interés en otro contexto o en otra película, pero que chirría notablemente en la que estábamos viendo. No es culpa de un más que correcto Bradley Cooper, principal protagonista de este segundo acto en un papel bastante menos agradecido que el de Gosling, un agente novato que tiene la suerte o la desgracia de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado, cuya vida quedará marcada por una decisión controvertida que llevará a otra, y a otra después. Ni quizás tampoco sea culpa del Cianfrance director, que mantiene el pulso narrativo y factura alguna escena desasosegante como aquella en la que dos coches se adentran en el bosque. El problema es que esta trama se siente huérfana, aislada, y carece de la intensidad y frescura de la anterior. Para colmo, la manera como se resuelve es apresurada y no muy convincente.
Con todo, si “Cruce de caminos” fuese una carrera de relevos (y en cierto sentido lo es) en este punto aún habría opciones de llevarse la victoria, pero la cuestión es que todavía queda una última vuelta (en forma de 50 laaargos minutos) y se han dejado al corredor más lento para el final. El tercer acto, tras un salto temporal de 15 años, lo protagonizan los hijos adolescentes de los dos personajes principales, interpretados también con solvencia por los jóvenes Dane DeHaan (Harry Osborn en el próximo Spider-man) y Emory Cohen. Y por fin llegamos a donde Cianfrance quería; entramos en el trascendental terreno de los conflictos paternofiliales, de la pesada herencia que los pecados de los padres dejan a los hijos, el drama generacional definitivo. La lástima es que para ello debe recurrir al trazo grueso y a una genérica trama de estudiantes de instituto desorientados que buscan en las drogas aquello que les falta el hogar. Cada decisión argumental aquí es predecible y las costuras quedan demasiado a la vista, como si los guionistas (el propio Cianfrance, junto a Ben Coccio y Darius Marder) se diesen cuenta de repente de que el rompecabezas tiene demasiadas piezas y se empeñasen en hacerlas casar todas a la fuerza. Casi todo en este tramo se percibe artificial, deliberadamente calculado y poco creíble.
Ya sé que a estas alturas nos daría pereza encontrarnos con otra película como las que hicieron Alejandro González Iñárritu y Guillermo Arriaga hace unos años porque aquella fórmula terminó agotada de tanto repetirse, pero tal vez aquella manera fracturada de narrar no le habría venido mal a “Cruce de caminos”. Puestos a ser ambiciosos, apostemos a doble o nada. Y es que una de las virtudes de películas como “21 gramos” o “Babel” (a “Amores perros” la coloco en otro nivel) era saber disimular a través de su enrevesada estructura y su complejo montaje el poco peso y la escasa sustancia que por sí solas tenían algunas de las historias que contaban. Al fin y al cabo, Cianfrance ya ensayó algo parecido en “Blue Valentine”, claro que aquella era otra película, una más enfocada en sus intenciones y mucho más satisfactoria en resultados. La verdadera gran película de Cianfrance estrenada en España en 2013.
Hola Jorge,
Estoy muy de acuerdo contigo. Es una de esas películas que cuando empiezas a verla piensas: ¡vaya peliculón!, pero que a medida que avanza se van desinflando tus expectativas, hasta acabar un tanto desilusionado.
Es una película interesante, pero ni de lejos tan buena como podría haber sido. Está ideada como un tríptico y su principal problema, además de que para mi gusto es demasiado larga y en ocasiones tiene serios problemas de ritmo, es la falta de equilibrio: las tres historias no tienen la misma intensidad ni producen el mismo interés, y eso hace que la película se descompense.
La primera parte es sensacional, con un Ryan Gosling bestial, que se come la cámara en cada plano y exhibe todo su carisma y talento, él tiene sin duda el mejor papel de la película; la segunda, mucho más gris y convencional, con un Bradley Cooper como protagonista que no puede competir con Gosling, para mí se eterniza y se resuelve a trompicones, con lo que deja a la película renqueando, en espera de una tercera parte con tintes de tragedia griega, que como en la anterior ya ha perdido fuste, tiene que hacer un esfuerzo doble para que recuperar el ritmo y nosotros el interés, y ambos llegan probablemente demasiado tarde, casi al final de la película.
Me ha sorprendido la solvencia dramática de Eva Mendes en este papel, ya que casi siempre la hemos visto en papeles de ‘tíabuena/mujerflorero’ (ya dio algunas muestras previas en, por ejemplo, ‘La noche es nuestra’ con el supertalentoso Joaquin Phoenix), y Bradley Cooper, que sin ser un supertalento y obviando que el tío está cañón ;) hace una interpretación digna y salva los papeles, pero es que es muy difícil enfrentarse al magnetismo de Ryan Gosling en esta película, todos palidecen ante su sombra. Por tanto, resultado bastante desigual, sabor agridulce.
Saludos a todos!
Hola Tamara, pues celebro que una vez más volvamos a estar de acuerdo, después del palo inmisericorde que le diste a «Guerra Mundial Z» ;-)
Creo que después de una largo verano de «blockbusters» ya teníamos muchas ganas de que volviese el cine «adulto» y «serio», y «Cruce de caminos» era una de las elegidas para inaugurar la «temporada», por eso nos hemos quedado un poco asín. De todas formas, aunque solo sea por su fantástico primer acto la película merece la pena ser vista. Comparto tu fascinación con Ryan Gosling, posee un carisma desbordante sin necesidad aparente de esforzarse. Es algo natural y espontáneo, mientras que por ejemplo a Bradley Cooper se le nota más el esfuerzo (por cierto, ¿en serio en esta película está «cañón»?, desde mi inamovible y tosca heterosexualidad a mí me parece que desprovisto de la barba de tres días se le queda cara de pánfilo) .
Para finalizar, no sé si habrás visto «Blue Valentine» (que no la hayas mencionado en tu comentario me sugiere que no), pero yo creo que ahí está el mejor Gosling ever (y una Michelle Williams monumental), y por supuesto la película es un «must» que no te deberías perder. Un saludo, amiga!
«Desde mi inamovible y tosca heterosexualidad»… jajaja… Jorge, ¡qué frase! Estoy segura de que acabas de romper muchos corazones ;-)
Sobre ‘lo cañón’ que está Cooper, no me refiero a esta película en concreto, sino en general; a que es el típico actor al que se le puede juzgar más por su físico lozano que por su calidad actoral. A eso me refería, pero me he reído un rato con tu ocurrencia.
Sobre ‘Blue Valentine’, confieso que la vi hace mucho tiempo, bastante antes de que se estrenase en España, y no recuerdo que me dejara una impresión especial o que me produjese esa admiración que le profesáis muchos de los que la elogiáis, tengo varios amigos que coinciden en tu opinión. Quizás fue hace demasiado tiempo y se merezca una revisión.
Muchos saludos, Jorge.