«Halt and Catch Fire»: ¡hola, mundo!
(ALERTA SPOILER: Si quieres conocer de primera mano en qué consistió una de las primeras batallas por el control de la tecnología, deberías ver la primera temporada completa de «Halt and Catch Fire» antes de leer esta entrada)
La mejor forma de predecir el futuro es crearlo…
Vivimos una era marcada por el dominio de la tecnología, por las comunicaciones instantáneas, por la confianza ciega en los más modernos dispositivos que nos rodean día a día, a los que abrimos nuestra intimidad a través de nuestras relaciones personales, nuestra actividad física y nuestra salud…pero, no mucho tiempo atrás, todo lo que hoy en día vivimos no era más que el sueño de unos pocos visionarios. Sin «la nube», sin el «big data», sin el «internet de las cosas», sin toda la «magia» informática que nos rodea/controla hoy en día…hace poco más de tres décadas vivimos un tiempo en el que se establecieron las bases del funcionamiento de todo aquello con un chip en su interior que nos rodea. Una época desconocida y difícil de creer para cualquier quinceañero actual con un dispositivos en su bolsillo (o incluso en su muñeca), miles de veces más potente y con una capacidad de almacenamiento millones de veces superior al mejor de los ordenadores que aparece en «Halt and Catch Fire» (en adelante «HCF»).
Esta nueva serie de AMC está fuertemente inspirada en los hechos reales que originaron la fundación de la empresa Compaq y la pérdida del dominio que tenía IBM sobre el mercado de ordenadores personales. A principios de los años 80, IBM era el fabricante de computación más grande del mundo; aunque había llegado tarde al mercado doméstico, ámbito en el que se le adelantaron empresas como Apple y Commodore. Para enmendar este error, el 12 de agosto de 1981, el gigante azul presentaba al mundo el IBM PC modelo 5150. Su éxito fue inmediato. Sin embargo, para que el modelo llegara pronto al mercado, la empresa decidió basar su diseño en un arquitectura abierta, usando componentes de terceros. Así, el 5150 tenía un procesador y una placa base fabricada por Intel, un controlador de vídeo de Motorola, unidades de diskettes de Tandom, controladoras de Nec, incluso el acuerdo para llevar instalado el sistema operativo (DOS) desarrollado por Microsoft, le permitía a ésta última licenciarlo a otros fabricantes…por tanto, sólo la BIOS de 8,2KB alojada en la ROM había sido diseñada íntegramente por IBM y, por tanto, patentada. De esta forma, cualquier otra compañía que se atreviera a clonar la BIOS de IBM sólo tendría que comprar el resto de componentes para poder sacar al mercado un «IBM compatible», (etiqueta que deja claro el nivel de estándar en la industria que supuso el 5150 de IBM). Y ese camino lo decidieron recorrer tres ex-directivos de la empresa Texas Instruments, para lanzar al mercado en marzo de 1983 el primer ordenador portátil 100% compatible con IBM. La odisea que estas tres personas tuvieron que sufrir es la que inspira a «HCF». Para empezar a relatar las excelencias y debilidades de esta (adelanto) gran serie, debemos empezar por su propio título. «Halt and Catch Fire» (literalmente «saltar al mismo sitio y prenderse fuego») viene de una instrucción informática (HALT) que accedía de forma repetitiva a la misma posición de memoria, haciendo que los finísimos cables se calentaran tanto, que empezaban a echar humo; aunque la propia cabecera de la serie prefiere definirla como un comando que llama a todas las funciones del ordenador para que se ejecuten simultáneamente y compitan por dominar unas sobre otras. Al igual que esas funciones, los protagonistas de esta serie tendrán que luchar entre ellos para encontrar su sitio en un apasionante desafío y, al mismo tiempo, unirse para poder combatir contra más de un Goliat dispuesto a despedazarles.
La lucha por el control ha empezado.
Pero más allá de términos como BIOS, CPU, Bytes, están los verdaderos protagonistas: los personajes.
Tres genios, cada uno de ellos en un área específica (comunicación, hardware y software) que se unirán en una empresa de Texas llamada Cardiff Electric.
El primero de estos genios es un visionario llamado Joe MacMillan (Lee Pace, visto hace bien poco en la estupenda «Guardianes de la galaxia«). Un tipo que desayuna carisma todas las mañanas y tiene todas las virtudes que se esperan de un líder natural. Domina la comunicación (verbal y no verbal) como si la hubiera inventado él; siendo capaz de entrar en una sala de reuniones llena de inversores, diciendo exactamente lo que estos desean oír y consiguiendo de ellos las únicas palabras que él quiere escuchar: «calla y toma mi dinero». La pena es que todas esas virtudes se alojan en la capa más visible y superficial; en cuanto empiezas a rascar, afloran las numerosas cicatrices (externas e internas) que Joseph arrastra con él. Esa habilidad innata para ganar la atención de quién se proponga, junto con su brillante pasado como ex-empleado de IBM, le abren las puertas del departamento de ventas de Cardiff Electric, empresa de tecnología localizada en Texas que basa su negocio en el software de sistemas; pero eso no durará mucho, porque Joe cambiará a esa empresa tal y como hay que cambiar las cosas…desde dentro y sin posibilidad de dar marcha atrás.
El mayor problema de MacMillan es que es capaz de pasar por encima de cualquiera con tal de obtener su objetivo (como tantos otros protagonistas de muchas series)…pero, (y aquí viene el punto diferenciador), cuando está a punto de saborear las mieles del éxito, inicia la cuenta atrás, se afloja el nudo de la corbata, se pone sus gafas de sol y se acomoda en su sillón para disfrutar del hongo nuclear que acaba de provocar. Es un botón de autodestrucción constantemente pulsado, con el peligro que eso supone para cualquiera que esté cerca de él.
En las antípodas de MacMillan nos encontramos a Gordon Clark (Scoot McNairy, visto en «Argo» y «Doce años de esclavitud«). Un tipo que no puede estar en una situación más deprimente. La primera vez que le vemos, su esposa Donna (Kerry Bishé), junto con sus dos hijas, han acudido a la cárcel a pagar la fianza tras cometer un delito menor en plena borrachera. Gordon es ingeniero de ventas en Cardiff Electric; aunque toda su vida se preparó para ser un arquitecto de hardware, (al igual que su mujer, que trabaja en Texas Instruments); sin embargo, actualmente es un empleado ignorado en su puesto de trabajo y sin un papel activo en su propia familia. Sin presente, sin futuro…anclado en un punto gris del que no sabe salir y en el que ya se ha acomodado a vivir. Neutralizado personal, profesional y familiarmente. Tirando de los brillantes recuerdos de su juventud como catarsis cuando le falla el alcohol.
A pesar de la nefasta primera impresión que Gordon Clark deja en Joe MacMillan, (arruinando su primera reunión con clientes de Cardiff Electric), Joe sabe que Gordon es un diamante en bruto enterrado bajo una montaña de basura. Y eso lo sabemos mediante un antiguo artículo que Joe encuentra en una revista de tecnología (Byte), en el que se hablaba del futuro de la arquitectura abierta, del «mapa del tesoro» según Joe. El autor de aquel artículo fue el propio Gordon Clark, en una época pasada llena de posibilidades que se fue esfumando fracaso tras fracaso.
A la semana de conocer a Gordon, Joe le propone realizar un proceso de ingeniería inversa sobre un PC de IBM para descifrar el funcionamiento de la BIOS, proceso que IBM se aseguró (apretando los botones adecuados) que el gobierno declarará ilegal para, de esta forma, seguir dominando el mercado del hardware e impidiendo que nadie pudiera copiar sus productos. Cuando este intento de copiar su BIOS llega a oídos de IBM, el gigante azul manda un ejercito de abogados a Cardiff con una sola intención: hundir la empresa en demandas por plagiar su producto estrella. Pero, ¿cómo llegó a IBM la noticia de que dos empleados de Cardiff estaban realizando ingeniería inversa de su producto encerrados en un garaje?…sencillo, ¡el propio Joe les llamó para decírselo!. De esta forma, Cardiff Electric no puede despedirles porque estaría asumiendo que es culpable del proceso, obligando al mismo tiempo a la empresa a abandonar el diseño de software (su negocio de toda la vida) para empezar a dedicarse a la fabricación de hardware (y poder dar verosimilitud al proceso de ingeniería inversa realizado), haciendo que la empresa nombre a Gordon Clark arquitecto responsable del prototipo y, además, para dar legitimidad al proceso, deben contratar a un ingeniero ajeno a la compañía que escriba la BIOS partiendo de cero.
En resumidas cuentas, apenas siete días le han bastado a MacMillan para poner patas arriba a una empresa, dejarla sin ninguna opción más que la obligación de seguir su plan maestro y fabricar un clon el doble de rápido y la mitad de caro que el PC de IBM, mientras esquivan a una jauría de abogados.
Joe MacMillan, genio entre los genios.
Como decía antes, la única salida de Cardiff es huir hacia adelante, auspiciarse en un vacío legal y contratar a un ingeniero de software que, básicamente, escriba un duplicado del código de la BIOS de IBM, pero sin mirar dicho código. Una persona totalmente ajena a la compañía y que no tenga ningún conocimiento de la información que Joe y Gordon extrajeron de la ingeniería inversa sobre la BIOS de IBM. De forma que, cualquier similitud con el código de IBM, será pura coincidencia. Aquí entra en juego Cameron Howe (Mackenzie Davis), una joven outsider, de estética punk, visionaria sin causa, universitaria a la que Joe conoció meses atrás, rebelde de su tiempo, con brillantes conocimientos sobre el diseño de software, con visionarias ideas sobre el futuro de los ordenadores, hastiada de una industria aferrada a sus clasicismos y al reinado de los beneficios económicos, en vez de al avance tecnológico, una idealista al fin y al cabo que, de la noche a la mañana se ve trabajando en un desafío mayúsculo, en una empresa donde muchos la verán como un bicho raro y, el resto, como una amenaza.
Cameron es, en si misma, un homenaje a aquellas mujeres que supieron destacar en un mundo tecnológico dominado en exceso por hombres (hablo de Ada Lovelace, Adele Goldstine, Kathleen Booth, Evelyn Boyd Granville, Ida Rhodes, Grace Hopper…). Incluso podríamos llegar a decir que Cameron es (conceptualmente) la madre de Lisbeth Salander.
«HCF» enfrenta a la soñadora (por juventud e inexperiencia) Cameron y al pragmático (por innumerables fracasos y alta responsabilidad) Gordon, teniendo como juez de pista a un tipo tan poco justo y falta de equilibrio como MacMillan…pero será un cuarto personaje, al que conocemos desde el primer episodio, el que hará posible que esta combinación imposible llegue a buen puerto, adquiriendo más y más importancia según avance la historia; hasta el punto de acabar siendo el mejor personaje de la serie. Hablo de Donna Clark, la mujer de Gordon. Esposa, madre, trabajadora incansable y fuente de las mejores ideas que convirtieron al «Giant» (ordenador que finalmente lanzó Cardiff Electric) en el mejor producto posible.
Es precisamente en Donna donde más esperanzas tengo para la segunda temporada; ya que ha demostrado ser la más inteligente, rechazando formar parte de Cardiff cuando ésta se encuentran en la cresta de la ola; para aceptar la propuesta de Cameron y unirse a Mutiny, empresa recién creada, sin un objetivo definido, sin una organización estructurada…pero con un enorme potencial, joven, ilusionante y a las puertas del futuro internet. De hecho, estamos ante una serie cuyos protagonistas empiezan siendo los hombres y acaba siendo sin lugar a dudas dominada por las mujeres.
Todos ellos personifican la leyenda del ave Fenix. Todos tienen fracasos a sus espaldas, todos pasan por sus horas más bajas, todos tienen dudas, miedos…pero comparten la esperanza de ver un nuevo amanecer en sus vidas que haga justicia a todas las penurias y sacrificios realizados.
Los años 80 se respiran en cada plano de la serie, (especialmente los tres dirigidos por Juan José Campanella). Ya sus títulos de crédito iniciales nos transportan directamente a aquel título ‘tech’ antológico de los ochenta que fue «Tron«; esta vez, con una adaptación propia de «Still on fire» (Trentemoller) de fondo. Hablando de música, la selección de temas es soberbia. Entre la extensa lista de temas podemos encontrarnos con «Red eyes» de The war on drugs, «Capsize» de Big Black Delta, «Lido Shuffle» de Boz Scaggs, «Sooner than now» de Sin Cos Tan, «Are ‘friends’ electric?» de Gary Numan, pasando por The Human League con aquel archiconocido «(Keep feeling) Fascination», The Clash, Berlin, Talking Heads y un largo etc…
Otro homenaje directo a los 80, (aunque no se ve directamente en pantalla), es el impactó que causó en los protagonistas el contemplar uno de los mejores anuncios de toda la historia. Hablo del comercial «1984» dirigido por Ridley Scott para Apple, con motivo del lanzamiento del Macintosh 128K y emitido el 22 de enero de 1984, durante el tercer cuarto de la Superbowl.
Por cierto, el parecido físico entre la protagonista de aquel anuncio y el de Cameron Howe puede que no sea simple coincidencia.
Obviamente, una serie con tal ambición, no puede estar carente de algunos errores y, en el caso de «HCF», éste es el desarrollo de Joe MacMillan. La evolución de este personaje ha debido suponer un gran desafío esta primera temporada, ya que en los primeros episodios es un auténtico huracán lleno de energía, de recursos con los que sumar gente a su ambiciosa y loca causa, o eliminarlos de la ecuación si no aportaban nada; pero, al mismo tiempo, apenas sabemos nada de su pasado, de sus difíciles orígenes que forjaron la personalidad de esa bestia comercial que tenemos delante…y eso se puede mantener durante unos episodios, gracias a la enorme actuación de Pace; pero es difícil que el espectador aguante tanto misterio un capitulo tras otro, teniendo que conformarse con pequeñas pinceladas soltadas casi arbitrariamente. En el tramo final de la serie, por fin se hará la luz y conoceremos todo lo que el «bueno» de Joe escondía tras sus trajes a medida, su Porsche y sus gafas de sol. Aunque el potencial del personaje es indiscutible (sus similitudes con Don Draper son evidentes), quizás esta estrategia no haya sido la más beneficiosa para mantener atada a una parte de la audiencia falta de paciencia.
«KCF» no es una serie de grandes frases, de diálogos destacados…eso sí, todos sus personajes utilizan las palabras exactas, las necesarias, las más efectivas…como si de sentencias de un programa informático se tratara. Para muchos, el culpable de los bajos índices de audiencia de la serie (apenas un millón de espectadores por capítulo) no es la oferta de las cadenas competidoras, sino el abundante argot informático que baña principalmente los dos primeros episodios; llegando a dejar apabullado a un espectador ajeno a términos y procesos informáticos (propios de una época en las antípodas de la informática actual, para más inri). Sin embargo, en términos generales, me cuesta creer que ese pueda ser el motivo principal. Tanto mis estudios, como mi profesión, han estado siempre relacionados con la informática, y (lógicamente) en ningún momento me perdí en ese léxico tecnológico que disparan sin piedad estos expertos en ingeniería inversa…como tampoco me perdí durante las ocho temporadas de «House«, y eso que mis conocimientos de medicina empiezan y acaban en el uso de un termómetro. No me hacía falta ningún título de medicina general para darme cuenta de la gravedad de los procesos infecciosos que sufrían los pacientes del doctor Gregory House y del riesgo que implicaban muchas de sus praxis. Por tanto, creo que habrá que buscar otros motivos o, simplemente, darle tiempo a una serie que merece como ninguna otra encontrar su hueco entre la audiencia. Al igual que tras el lanzamiento del Giant, clon del PC de IBM, MacMillan se queda con la boca abierta al contemplar por primera vez un Apple con sintetizador de voz y comprender que Cardiff Electric ha creado un producto novedoso, pero no una idea revolucionaria…nosotros le deseamos a esta serie que no se limite a ser un clon de «Mad Men» ambientado en los años 80 (no es casual que ambas pertenezcan a la cadena AMC y que sus dos protagonistas sean unos gurús de las ventas) y acabe evolucionando en una emocionante y única historia que consiga por igual éxito de crítica y público. Medios y talento desde luego no le faltan.
Como el propio MacMillan reconoce: «Los ordenadores no son lo importante, los ordenadores son lo que nos lleva a lo importante».
Pedazo de serie.
Estoy disfrutando de lo lindo con la segunda temporada.