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«Everest»: la montaña imperfecta

25/09/2015

everest-movie-poster

Han pasado más de 60 años desde que sir Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay conquistaron, en mayo de 1953, por primera vez la cima del monte Everest, el punto más alto del planeta. En previos y posteriores intentos al de aquel día, mucha gente dejó en esa montaña sus esperanzas, sus intentos de alcanzar la gloria y sus vidas, pasando a formar parte de ella, ya que muchos de ellos se encuentran aún allí abandonados, en zonas en las que el esfuerzo que supondría rescatarlos pondría en serio peligro la vida de los propios rescatadores (es el caso de Botas verdes, cuyo cadáver se divisa a escasos metros de la ruta que siguen todos y cada uno de los que aspiran a conquistar la cima). Y es que, si algo caracteriza al Everest no es que sea una escalada técnicamente difícil, ni especialmente atractiva y tampoco cuenta con puntos de especial dificultad…lo que principalmente mata en el Everest son las condiciones: las climatológicas del entorno y las físicas de los escaladores. Para intentar mitigar ambos escollos y ampliar la posibilidad de ascender a más gente, el neozelandés Rob Hall creó en los años 90 la compañía Adventure Consultants. Su objetivo era facilitar la ascensión a personas con un perfil no profesional, y mantener las rutas de escalada regularmente ocupadas con gente que económicamente pudiera permitirse sus servicios. En sus primeros años, Adventure Consultants logró que más de treinta personas coronaran la cima, devolviéndolas sanas y salvas al campamento base, lo que hizo que otros empresarios vieran un filón en esa actividad y empezaran a ofrecer los mismos servicios, ampliando más y más el número de clientes atraídos por la posibilidad de alcanzar relativamente fácil una meta que, en realidad, está al alcance de muy pocos. Año tras año, fue aumentando la demanda de personas deseosas de realizar un desafío anteriormente imposible para ellos; pero que ahora suponía un sacrificio moderadamente sencillo de afrontar si contabas con ganas, capital y un nivel físico aceptable (para hacernos una idea, el escalador más joven en coronar la cima tenía 13 años). La frase morir de éxito es perfectamente aplicable a la evolución de esta actividad empresarial; convirtiendo las agrestes laderas del Everest en una masificada superficie comercial donde, durante dos meses, se realiza una aclimatación para la ascensión, ésta última, organizada por turnos como si fuera la cola del mercado. Dicha técnica de ascensión basada en la utilización de campamentos durante el itinerario, contrasta con la versión más clásica (llamada alpina) y caracterizada por no hacer uso de campamentos de altura, ni porteadores. En cualquier caso, como suele pasar en todas las ocasiones en las que el ser humano crea una falsa sensación de seguridad a su alrededor, la naturaleza se encarga antes o después de recordar lo insignificante de nuestros desafíos.

En este tipo de películas de catástrofes ya sabemos más o menos lo que nos encontraremos: la muerte de un grupo de personas que se aventuran a realizar una proeza. Obviamente, ni todos ellos fallecerán, ni todos los que tú esperas se salvarán. Y por ellos nos referimos a (atención): Jake Gyllenhaal, Josh Brolin, Jason Clarke, Sam Worthington, Michael Kelly, John Hawkes, Keira Knightley, Robin Wright, Emily Watson y Martin Henderson. Pudiendo afirmar con rotundidad que es uno de los más destacados repartos de lo que llevamos de 2015, ganándose además el honor de abrir el 72º festival de cine de Venecia. Indudablemente, el principal reclamo para que compremos la entrada se encuentra en el plantel de actrices y actores que se han reunido para contar esta historia. No obstante, a continuación veremos si el impresionante reparto con el que ha contado Baltasar Kormákur es suficiente para coronar esa otra cima casi tan difícil de conquistar como los 8.848 metros del Everest: el beneplácito del espectador.

Everest_Stairs

La historia de «Everest» comienza el mismo día que Rob Hall pone rumbo hacia el Nepal, donde recibirá a una nueva remesa de clientes de su compañia, Adventure Consultant. Atrás deja a su esposa embarazada (Jan Hall, interpretada por Keira Knightley) y la promesa de regresar para cuando de a luz. Desde allí, hasta llegar al campamento base del Everest situado a 5.400 metros de altitud, les queda por recorrer un largo viaje en helicóptero, camión y travesía a pie. Tiempo suficiente para que conozcamos a cada uno de esos clientes ansiosos por llegar al techo del mundo. De esta forma, se nos irán presentando Doug Hansen (John Hawkes) un cartero al que une una larga amistad con Rob Hall y que lleva ya un intento fallido subiendo al Everest (financiado en parte por el propio Rob). También a Yasuko Nambam (Naoko Mori) una japonesa con bastante experiencia en escalada y a Beck Weathers (Josh Brolin), un tejano rudo, terco y, para el espectador, personaje terriblemente fallido en esta historia, como veremos en los siguientes párrafos. Cierra el grupo Jon Krakauer (Michael Kelly) periodista que, en un principio iba a formar parte de la expedición Mountain Madness organizada por su principal dirigente, Scott Fischer (Jake Gyllenhaal), motivo por el que la relación entre Rob y Scott se ha ido tensando, ya que ambos son conscientes de la repercusión y publicidad que conllevaría el reportaje de Krakauer para sus respectivas empresas. El personaje de Jon Krakauer toma especial relevancia porque en su posterior libro, «Into Thin Air: A Personal Account of the Mt. Everest Disaster» («Mal de altura» en España), se basa precisamente esta película. Para los que les suene el nombre de Krakauer y no acaben de situarlo, decir que también es el autor de «Into the wild«, historia que adaptó al cine Sean Penn en el año 2007 con la película «Hacia rutas salvajes«.

El hecho de que el espectador conozca todo lo acontecido el día 10 de mayo de 1996 bajo la perspectiva de uno de los participantes, hará que nuestra visión sea parcial y no del todo justa con uno de los miembros de la expedición (Anatoli Boukreev, interpretado por Ingvar Eggert Sigurðsson), al que la historia quizás no ha tratado con la justicia que se merecía (opinión personal, por supuesto). En esa primera hora conoceremos a Helen Wilton (Emily Watson), la mano derecha de Rob y figura materna del equipo en el campamento base, a Peach Weathers (Robin Wright), esposa de Beck que en la distancia colaborará para hacer posible uno de los rescates más complicados de la historia y a Guy Cotter (Sam Worthington) compañero de Rob Hall que se encuentra escalando un pico cercano (el monte Pumori). Básicamente, este primer acto hasta la llegada al campamento base funciona como en el resto de películas de similares características: intentar saber quién es quién y conocer sus motivaciones personales para estar allí.

Foto real de 1996

        Foto de la auténtica expedición de 1996

A pesar de querer vender «Everest» como un film dentro del género de catástrofes, realmente estamos ante un hecho real que se produjo tras casi seis años popularizando la escalada al punto más alto del planeta. Cuando dos expediciones, la ya mencionada Adventure Consultants de Rob Hall y Mountain Madness de Scott Fischer, sufrieron la mayor tragedia hasta entonces ocurrida en el Everest, al perder en sus laderas a 15 personas; triste record sólo superado recientemente cuando en los años 2014 y 2015 sendas avalanchas sepultaron a un total de 35 personas.

No podemos llegar a decir que «Everest» sea una película fallida en su conjunto, porque hay objetivos que alcanza en gran medida, como la espectacularidad de su puesta en escena, junto con la tensión y dramatismo que logra transmitir en diversos momentos. Aunque su mayor logro sea sin duda el realismo con el que está rodada; tanto en el proceso de adaptación que todo escalador debe superar para afrontar con garantías el ascenso, como en la forma de narrar la escalada y, por encima de todo, la fotografía utilizada; en la que se intuye un enorme trabajo previo detrás de cada plano, pues a pesar de combinar localizaciones reales (los dolomitas italianos, donde también se rodó «Máximo riesgo«) y escenarios rodados en estudio, resulta prácticamente imposible poder discernir unos de otros. En este sentido, «Everest» logra que su visionado sea una experiencia muy del estilo a «Gravity«. Siendo estas dos películas lo más cerca que muchos estaremos de visitar el espacio y el Himalaya, respectivamente.
Sin embargo, sí podemos afirmar que gran parte de sus propuestas iniciales se quedan a medio camino o incluso son ignoradas durante sus dos horas de metraje. Contando con un reparto muy notable (destacando a Gyllenhaal, Brolin, Watson y Hawkes. Todos ellos con memorables interpretaciones en sus respectivas carreras), cabría esperar que recaiga sobre ellos el peso de la historia y que consiguiera distanciarse, interpretativamente hablando, de otros films como el citado «Máximo riesgo» o «Límite vertical«. Sin embargo, descartando el primer tramo de la película que comentaba antes, en el resto del metraje sus interpretaciones quedan totalmente fagocitadas por los acontecimientos. Del mismo modo, el film no termina de convencer al espectador de las motivaciones que cada personaje tiene para enfrascarse en semejante riesgo; siendo una de las escenas más significativas aquella en la que Krakauer pregunta a los escaladores qué les ha llevado a querer coronar la cima del Everest. Las respuestas, que parecen satisfacer a Krakauer, («¡Porque ahí está!», «para divisar el mundo desde un lugar que nadie más puede», etc), no pueden ser más demotivadoras para la audiencia; frustrando lo que podría haber sido el momento más claro para que el espectador se identificara con cada uno de los personajes.

Everest

Durante su promoción, «Everest» hacía hincapié en el hecho de que una tormenta de grandes proporciones fuera el origen de la tragedia; pero cuando el espectador finalmente sale de la sala, lo hace con la certeza de que el responsable de esas muertes fue de naturaleza humana y las difíciles condiciones medioambientales. Por establecer un símil, el iceberg de «Titanic» siempre estuvo ahí, flotando. Lo que causó la tragedia fue que los responsables desoyeron las advertencias que les llegaban y se guiaran por sus instintos y experiencia en vez de analizar la información que tenían en su mano. En nuestro caso, antes de comenzar el ascenso, sus organizadores conocían la existencia de una gran tormenta que se aproximaba hacia ellos y, aún así, decidieron no abortar el intento, ni retrasarlo a otra fecha posterior.

De alguna forma, «Everest» se contenta finalmente con aportar un aspecto más realista frente a películas que mostraron el montañismo desde una vertiente más ficticia (las ya comentadas «Maximo riesgo» y «Límite vertical» como mejores exponentes); pero en ningún momento se plantea salirse del camino trazado anteriormente por «La tormenta perfecta» de Wolfgang Petersen. Así, se limita a volver a reunir a un gran reparto (recordemos que en la odisea marítima estaban George Clooney, Mark Wahlberg, Diane Lane, John C. Reilly, Mary Elizabeth Mastrantonio, William Fitchner y, nuevamente, John Hawkes…que parece haberle cogido el gusto a rodar en situaciones límite), una gran inversión en efectos visuales, una trágica historia basada en un hecho real y recuperar holgadamente en taquilla una fuerte inversión inicial. Pero, a la espera de conocer el resultado final que «Everest» obtenga en taquilla, «La tormenta perfecta» conseguía exprimir un poco más las dotes interpretativas del reparto con el que contaba.

Everest_Scott

La tragedia del Everest empieza a fraguarse antes incluso de que quede fijada la fecha de la ascensión, pues las dos expediciones estaban plagadas por gente inexperta a ese nivel de exigencia que el Himalaya requiere. Ningún cliente de Hall y sólo dos de Fischer tenían experiencia en el ascenso a ochomiles. Además, las dos expediciones pretenden coronar el mismo día (luego se uniría una tercera expedición taiwanesa). Esta masificación de gente (33 personas en total el fatídico día) en las rutas de escalada motivaría retrasos en el ascenso («no he pagado 65.000 dolares para morir en la cola del supermercado» llegaría a decir Beck en una de las dos ascensiones de aclimatación), junto con el hecho de que las cuerdas fijas situadas en el escalón de Hillary no estaban instaladas, perdiendo unas decisivas horas que retrasaron fatalmente a las expediciones, pues aunque la ascensión se encontraba bloqueada, el consumo de las botellas de oxígeno continuaba irremediablemente.
Y precisamente es el oxígeno un factor clave de esta historia ya que, antes y después de que ocurriera esta tragedia, su uso ya había sido muy debatido; pues éste permite alcanzar más fácilmente la cima a personas con una insuficiente condición física y una breve aclimatación, convirtiéndolo en una especie de dopaje de la escalada que permite ‘socializar’ una actividad tremendamente restringida hasta entonces. Pasaron 25 años tras la proeza de Hillary, hasta que dos escaladores (Reinhold Messner y Peter Habeler) consiguieron repetir la proeza del inglés, pero sin usar oxígeno. Los dos meses de aclimatación en el campamento base sirven para que nuestro organismo se habitúe a realizar una notable actividad física en una altitud donde el oxígeno es muy escaso (aproximadamente, un tercio del existente a nivel del mar); pero no existe ninguna aclimatación para los últimos 840 metros de ascensión al Everest. Este último tramo de la escalada es lo que se conoce como la zona de la muerte, dado que el nivel de oxígeno más allá de los 8.000 metros de altura es ínfimo (hablamos de una altura cercana a la que vuela un avión comercial). Cuando entramos en esta zona, nuestro cuerpo literalmente va muriendo poco a poco a cada minuto que pasamos ahí. Si a esto le juntamos unas temperaturas próximas a 40 grados bajo cero en la cumbre, entenderemos que ni siquiera hace falta la aparición de una tormenta para convertir la cima del Everest en uno de los puntos más peligrosos del planeta. Por eso la gran mayoría de escaladores describen el momento de alcanzar la cima como un brevísimo encuentro en el que dar un vistazo rápido a tu alrededor, hacer una foto e iniciar inmediatamente el descenso. Cada minuto que pases allí arriba corre en contra de tus intereses para regresar vivo al campamento base.

En este sentido, es especialmente trágico es el caso de Bruce Herrod, que también en 1996 coronó en solitario la cima pasadas las 17:00 (cuando la hora límite establecida son las 14:00 horas). Eufórico, se hizo un selfie en la cumbre y llamó por radio al campamento base para comunicar el éxito de la ascensión. Todos los del campamento base (incluida su esposa) sabían que ya estaban hablando con un hombre muerto. Tiempo después, se logró recuperar la cámara (no el cuerpo) y su propia mujer publicó aquella última foto de su marido para que sirviera de ejemplo a todos aquellos que intentan ascender al Everest sin tener en cuenta los riesgos reales que supone.

everest-sunrise

Con estos datos, cobra especial importancia la actitud de Anatoli Boukreev, que formaba parte de la expedición formada por Scott Fischer; mostrando una postura decididamente en contra de portar bombonas de oxígeno el día de la escalada. Hecho que, en la película, deja la impresión de haber sido un error fatídico (una vez más debemos ser conscientes que lo que vemos en pantalla es la versión que cuenta Krakauer, que estaba en la expedición de Hall…y no en la de Fischer y el propio Anatoli). Sin embargo, es bien conocido que el efecto de agotar el oxígeno y quedarte en la zona de la muerte repentinamente sin él, conlleva efectos aún más devastadores que haber realizado la ascensión sin contar con el preciado elemento; y el personaje de John Hawke es el mejor ejemplo de esta situación; apelando a su amistad con Rob para coronar la cima pasada la hora límite, quedándose sin oxígeno nada más empezar el descenso, haciendo que Rob cancele el suyo para quedarse con su amigo y condenando a ambos a morir allí. Anatoli entrenó siempre para poder prescindir del oxígeno en la escalada, lo que acabó por convertirle en el mejor himalayista del momento, en el más fuerte de todos. Él siempre vio con malos ojos el uso del oxígeno porque adulteraba la naturaleza de la ascensión; permitiendo escalar a gente que no estaba a la altura de la montaña que pretendían coronar. Si bien (como parte del equipo organizador y guía de montaña que era) pudo cometer un error al negarse a cargar con las bombonas, (krakauer le acusó abiertamente de temerario porque, de haber portado oxígeno para si mismo, podría haber auxiliado a los demás sin necesidad de tener que descender antes hasta el campamento 4), también es cierto que fue el único que, tras llegar al campamento, regresó en mitad de la tormenta para intentar salvar las vidas de los que estaban atrapados allá arriba; llegando a recuperar con vida a tres personas de las dos expediciones. De hecho, de su expedición, el único que falleció fue su máximo dirigente, el propio Scott Fischer. La versión de Anatoli Boukreev quedó documentada en el libro «La escalada. Trágicas ambiciones sobre el Everest», donde demostró los errores que Krakauer había cometido en su libro sobre los mismos acontecimientos (como acusarle de no ascender con la ropa adecuada) y que el propio Jon Krakauer terminó admitiendo y rectificando. Por desgracia, Anatoli falleció al año siguiente arrastrado por una avalancha durante el ascenso al Annapurna.
Por si dos versiones resultaban pocas, también existe la versión de Beck Weathers, el único de la expedición que fue dado por muerto (dos veces) tras pasar 36 horas enterrado en la nieve, en estado catatónico; hasta que repentinamente recuperó la consciencia (un milagro que la ciencia aún no ha sido capaz de explicar) y pudo completar el descenso hasta el campamento 4 por su propio pie. Lamentablemente, su cuerpo estaba en tal estado de congelación que acabó perdiendo manos, pies y nariz debido a la necrosis producida por la congelación. Para colmo, la tienda médica del campamento donde trataban de recuperarle, acabó perdiendo el techo esa primera noche debido a la ventisca reinante en la zona, por lo que estuvo sólo y a la intemperie nuevamente hasta que amaneció. Sin embargo, es tal la poca empatía que el film consigue crear con el personaje interpretado por Brolin, que su increíble sentido de la supervivencia pasa sin pena ni gloria para el espectador. Su posterior traslado en helicóptero (los contactos que movilizó su mujer Peach desde EE.UU. fueron determinantes en este punto) supuso además la acción de rescate a mayor altura realizada jamás por un helicóptero. Estas y más duras experiencias acabaron publicándose bajo el título de “Left for Dead: My Journey Home From Everest”.
Como dato anecdótico y fuera de los acontecimientos que narra el film, podemos comentar que en la posterior misión de rescate que se organizó el día 11, colaboró la española Araceli Segarra; quien doce días después se convertiría en la primera española en alcanzar la cumbre y, además, sin oxígeno (durante el ascenso, aunque sí utilizándolo en el descenso). A Areceli la acompañaban Jamling Tenzing Norgay (hijo del sherpa que acompañó a Edmund Hillary a conquistar por primera vez el Everest) y David Breashers, que documentó todo el ascenso en formato IMAX y que ya había formado parte del equipo técnico de «Máximo riesgo».

El personaje de Rob Hall comenta en un momento de la película que su principal misión no es que sus clientes alcancen la cima; sino conseguir que finalicen el descenso sanos y salvos. Siendo la verdadera cima a alcanzar el regreso al campamento base. Con un enorme respeto hacia todos los profesionales que suben a lo más alto de esas catedrales naturales, es difícil concebir el montañismo como una simple práctica deportiva y no como una religión. Es obvio que su práctica impone un alto nivel de exigencia física para afrontar con garantías el éxito; pero sobrepasa el clásico más rápido, más alto, más fuerte que desafía a romper los límites y aumenta el nivel de exigencia de cualquier deportista. El montañismo de gran altura supone tal sufrimiento físico y riesgo de morir que, más allá de las posibilidades económicas de cada uno para poder financiar una aventura como esa, cabe preguntarse en primera instancia si esa actividad es un objetivo vital para uno…y, desde la zona de confort que supone el nivel del mar, en mi caso, claramente no lo es. La despedida telefónica entre Rob y Jan (dramático momento que se rodó tal y como sucedió en realidad; decidiendo que el nombre de su hija sería Sarah y deseando buenas noches a su mujer) es un claro ejemplo de lo que dejamos atrás con cada metro que ascendemos.

En nuestro afán por conquistar hasta el último rincón de la Tierra, a menudo olvidamos que la montaña siempre tiene la última palabra.

Everest_monument

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One Comment leave one →
  1. Yovieverest permalink
    24/10/2015 1:36

    A quedado de lujo! Gracias!

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