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«Crosseyed heart»: It’s only Keith Richards, but I like it

24/09/2015

KeithSquare

Si es que…¡¿cómo no nos va a gustar Keith Richards?! Bien es cierto que en El Cadillac Negro somos muy de los viejos rockeros (basta con recordar la presencia de las últimas entregas de leyendas como Tom Petty, AC/DC, Leonard Cohen,  Marianne Faithfull y Wilco Johnson con Roger Daltrey entre nuestros discos favoritos del año pasado). Pero es que especialmente a Keith Richards es muy fácil de querer. Posiblemente sea la imagen más icónica y descriptiva del rock ‘n roll life, un canalla que se ríe hasta de su sombra, amén de la parte más auténtica de la mayor banda de rock de todos los tiempos. Ya en este punto no quiero dejar pasar la oportunidad de, entre los elogios al bueno de Keef, romper una lanza en honor a Mick Jagger, denostado popularmente siempre que surge la comparación entre ambos. Pues sí, Richards es más molón, más rock, más auténtico si se quiere, pero por favor, no minusvaloremos a la voz y compositor de los Rolling Stones, un tipo que, además de cantar como los ángeles y liderar durante XX años (póngase aquí la cifra que corresponda, ya que me da que aún les queda cuerda) a una banda de (otrora) salvajes, poseía, también él, un carácter e imagen rompedora (hasta que se puso las mallas). Es algo así como lo que le sucede a Paul McCartney con John Lennon (ya explicado así tiempo atrás en este mismo rincón).

Hecho este inciso, regresemos a lo que nos ocupa. Y lo que tenemos entre manos es el tercer disco en solitario de Keith Richards, de título «Crosseyed heart», y que es un estupendo disco. Está claro que, a pesar de sonar muy Rolling Stones, siendo posiblemente lo más cercano a un gran disco de los Stones que puede haber, le falta algo para alcanzar las cotas de la banda, canciones principalmente (y a Jagger, claro); pero en lo que se refiere a estilo, repito, es lo más cercano que estaremos, más incluso que con las últimas entregas del grupo, a veces demasiado producidas, demasiado re-pensadas, demasiado pomposas (seguramente culpa de Jagger, claro), si bien su última entrega, «A bigger bang» (2005), fue una más que interesante excusa para que se lanzaran de nuevo a la carretera. Por otro lado, que «Crosseyed heart» sea únicamente el tercer disco en la carrera fuera de los Stones del veterano Keith Richards (recordemos, «Main offender» en 1992 y «Talk is cheap» en 1988), y viendo el alto nivel de la terna, no se puede evitar pensar en la gloriosa colección de discos que nos hemos perdido. No hablo tanto de que hubiese abandonado al grupo para dar rienda suelta a su creatividad, pero viendo la gran cantidad de tiempo que separa los proyectos de los Rolling Stones desde hace ya bastantes años, sí que hubiera podido publicar fácilmente más trabajos en solitario. Pero así es Keith Richards, para lo bueno y para lo malo.

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Y, ¿qué nos encontramos en este álbum? pues como ya se ha apuntado, no esperes muchas sorpresas. A pesar de que una escapada en solitario podría valer para dar rienda suelta a apuntes que no caben a priori en el grupo, tirar por sonidos más blues quizás, indagar más en las raíces, o incluso liarse la manta a la cabeza y probar con otros estilos hasta ahora inexplorados, la verdad es que los sonidos más típicamente stonianos son la base de «Crosseyed heart», es decir, rock, ligeros toques de blues y una pizca de country, siempre pasados por el filtro de Richards, es decir, en su mayoría temas que podrían ser las dos o tres canciones que consigue colar en los discos de la inmortal banda. Acompañado por su inseparable músico y productor Steve Jordan, y con colaboraciones como la del malogrado Bobby Keys a los saxos (más alguna otra sorpresa de la que ya hablaremos más adelante), se trata de un disco previsible, pero que no pierde grandeza por ello.

Se abre la colección con el tema que da nombre al álbum, «CROSSEYED HEART», un country-blues añejo,a guitarra acústica y voz, que podría dar a entender lo que no es, ya que se trata finalmente de una corta intro, que termina precipitadamente y queda casi cortada por la batería que da entrada a «HEARTSTOPPER», donde ya sí vemos claramente a nuestros Rolling Stones. Se trata esta de una canción desafiante y chulesca en cuanto a melodía y protagonismo de las guitarras, si bien llama la atención la presencia de unos juguetones teclados en primera línea, acompañando a la voz en el estribillo y tomando el frente al término de ella. Los coros se me antojan un poco «estilo años 80», pero tampoco tengo muy clara esta afirmación. El tono se mantiene con «AMNESIA», de nuevo con los teclados aportando ciertos matices entre las afiladas cuerdas. Lógica y afortunadamente no estamos hablando de furiosas y rápidas descargas de rock, para nada, se trata de otra cosa, algo más acorde con un tipo de 71 años (en esto se diferencia de algunos de los últimos hits de los Rolling, temas como «Doom and Gloom» o «Oh no, not you again» o «Saint of me», que parecían más bien canciones de un grupo nuevo, aunque, por otro lado, qué más quisieran muchos de ellos!). El tempo se ralentiza con «ROBBED BLIND», la primera de las baladas que salpican el disco. No hay excesiva novedad en ella, típica balada de Richards en la que su voz quebrada y arrastrada, acompañada de una steel guitar, pone fácil la emotividad. A continuación, «TROUBLE», el primer single, recupera los patrones stonianos, con Keef intentando y luchando por llegar a los tonos más altos del álbum, y que no llegue con facilidad es ciertamente lo que nos gusta.

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Llegamos a uno de los pocos versos sueltos del disco, y es que «LOVE OVERDUE» da rienda suelta a esos ritmos jamaicanos tan del gusto de Keith Richards, que por otro lado queda en poco más que eso. La parte menos inspirada del álbum, para mí, se confirma con «NOTHING ON ME», un medio tiempo que, a pesar de que el Hammond que apoya el tema le da cierto empaque y su estribillo es de lo más pegadizo del disco, no dejo de verla como lo que hubiera sido una cara B menor. Las dudas se disipan pronto con «SUSPICIOUS», personalmente mi balada favorita del disco. Hermana gemela del «This place is empty» presente en «A bigger bang», se trata de una nocturna delicia, arrastrada entre el lamento y las cuerdas que juguetean entre rasgueos y punteos. Sin duda uno de los puntos altos del lote. Lo siguiente que nos encontramos es una nueva mirada al pasado, una especie de sinergia entre un rock ‘n roll clásico y una composición blues también de manual. Y es que «BLUES IN THE MORNING» bien puede apuntar lo que se podría haber esperado de un disco algo menos acomodado de Keef, paradójicamente en una composición clasicona, de melodía más que reconocible, pero que con su sonido sucio y, cómo no, su destreza con las seis cuerdas, resulta una canción muy disfrutable. Antes de encarar el tramo final, «SOMETHING FOR NOTHING» me parece otra de las más flojas, quizás por unos coros gospel que de primeras me tiran bastante hacia atrás. Las guitarras están ahí, y cuando toman el protagonismo (y callan los coros) gustan, claro que sí.

A continuación, «ILLUSION» se presenta como una balada de aires jazzísticos que seguro será la favorita del gran Charlie Watts, y que guarda como gran baza la presencia de Norah Jones, cuya combinación con la voz más susurrante de Richards, casi en recitado en algunos versos, resulta más que interesante. Le sigue otra de las lentas destacadas, «JUST A GIFT», quizás la más triste y quejosa, quizás también la más cercana a sus temas con los Stones. Una delicia que no hace más que reafirmar la celebración por el disco que nos ha regalado (porque a estas alturas casi lo considero un regalo) esta parte viva de la historia del rock.  Y manteniendo el tono reposado aparece la única de las canciones que no pertenece a Keith Richards, «GOODNIGHT IRENE», un legendario country de los años 30 de Huddie ‘Belly’ Ledbetter. A ritmo de nana, se intuye como una delicia de broche de oro, y yo hubiera aplaudido que así hubiera sido. Sin embargo, la sorpresa salta con «SUBSTANTIAL DAMAGE», ya que, viniendo de una tanda de temas lentos, que bien parecía que iban apuntando el ocaso del disco, de golpe aparecen los ritmos funky al más puro estilo Red Hot Chili Peppers. Si bien al final de aquel «Talk is cheap», en «It means a lot», ya nos encontramos con unas sonoridades parecidas, no deja de sorprender que a estas alturas del álbum aparezca este brochazo. Yo creo que se queda en eso, simplemente en un brochazo que no aporta mucho más que el descoloque del oyente. Aunque bienvenido sea eso. El caso es que, finalmente, el disco se cierra como se veía intuyendo, con una canción relajada, la preciosa «LOVER’S PLEA», si bien esta vez con unos aires souleros inéditos hasta ahora, y con unos vientos más pomposos y descarados de como se habían venido presentando hasta ahora.

Finiquitando: Que no, que no es un disco de los Rolling Stones (si bien es mejor que alguno de los Rolling Stones); que no, que no es ninguna reinvención de nada (aunque el «abuelo del rock» no le hace ascos a rascar de diferentes palos para adornar y dar color al disco). Son únicamente canciones de Keith Richards. Y nos encantan.

keef

 

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