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«Creed. La leyenda de Rocky»: nada acaba hasta que Sly diga que se acaba

29/01/2016

Creed_poster

Uno de los grandes alicientes de la próxima gala de los Oscar es ver si el viejo, ajado y tantas veces despreciado Sylvester Stallone se lleva a casa la estatuilla al mejor actor de reparto. A la Academia le encantan este tipo de maniobras y, para ellos, solo hay algo más glorioso que nominar a una olvidada estrella de Hollywood súbitamente renacida de sus cenizas: no darle el premio. Pasó con Bill Murray (“Lost in Translation”), con Eddie Murphy (“Dreamgirls”) con Micky Rourke (“The Wrestler”) y, el año pasado, con Michael Keaton (“Birdman”). Al contrario que estos tipos, Stallone sí fue nominado una vez en el pasado, pero hace tanto tiempo que nadie quería recordar que el ganador de nueve Razzies llegó a aspirar en 1977 al Oscar al mejor actor por ser Rocky Balboa, el mismo personaje por el que ahora vuelve a estar en la pelea. Desde el punto de vista de la Academia es un guión sensacional, pero desde el mío no es perfecto. Aquí falla el hecho de que Sly se ha convertido en el indiscutible favorito de la categoría tras su triunfo en los Globos de Oro, y no llevárselo en estas circunstancias sería una afrenta dolorosa. En el guión ideal, Stallone debería tener enfrente a un Christian Bale o a un Tom Hardy muy por encima en las apuestas, de modo que el solo hecho de estar nominado ya fuese un triunfo, y ganar o no hacerlo sería lo de menos. Rocky tiene que ser el underdog, el caballo perdedor, el tipo con una posibilidad entre un millón. Esa es su esencia. Eso es lo que nos enamoró del personaje a todos los que nos alimentábamos en los videoclubes de barrio de los 80. Rocky nos alentó a no rendirnos nunca, a levantarnos después de cada golpe y prepararnos para resistir el siguiente.”No se puede” no era una opción. Nos enseñó que cuando uno da todo lo que se tiene dentro no se está obligado a más, y que nada acaba hasta que uno siente que se acaba. Todo eso estaba en el primer “Rocky”, que era una pequeña, sencilla y honesta obra maestra, una humilde y conmovedora historia de perdedores apaleados por la vida que se aferran con todas sus fuerzas a una de esas oportunidades que casi nunca pasan por delante. Cuando los compañeros del Cadillac conversamos sobre cintas que ganaron el Oscar a la mejor película inmerecidamente y alguno saca “Rocky” a colación yo me niego en redondo a aceptarlo, incluso aunque la damnificada fuese un filme superior como “Taxi Driver”.

Que la saga se alargase en múltiples secuelas de calidad decreciente y cada vez más comerciales quizás contribuyó a devaluar el valor del “Rocky” original, pero los que vimos todas aquellas películas de niño difícilmente podremos ser objetivos con ellas. Ya lo he escrito antes en el blog pero aquellos primeros visionados junto a mi padre de las peleas del Potro Italiano contra Apollo Creed, Clubber Lang o Ivan Drago al son de las inmortales “Gonna Fly Now”, “Going the Distance” o “The Final Bell” eran una explosión de emoción y adrenalina como yo pocas veces he vuelto a sentir viendo cualquier cosa. Y da igual que cualquier parecido con el boxeo de verdad fuese pura coincidencia, que aquellas guardias inexistentes y aquellas sucesiones de brutales directos al rostro fuesen inconcebibles en un combate real que durase más de un asalto. Aquello era un universo paralelo en el que la credibilidad se suspendía en el aire, ‘Rockylandia’, la agonística del dolor elevado a la más alta potencia, y, maldita sea, aún no puedo volver a ver una de esas películas sin que me toquen la fibra. Cuando crecimos, Rocky y el propio Sly quedaron sepultados entre los recuerdos de la infancia, pero tuvimos la oportunidad de despedirnos de él en la melancólica “Rocky Balboa” (2006), un digno cierre para la saga, o eso creíamos, porque diez años después volvemos a encontrarnos inevitablemente en una era en el que las secuelas, los reboots y la nostalgia cotizan al alza.

Creed_Adonis & Rocky

Porque, por mucho que Sly lo niegue, “Creed. La leyenda de Rocky” es Rocky VII, aunque ni el guión ni la dirección corran ya a su cargo. A estas alturas, lo único que podríamos pedirle a otra secuela del Potro Italiano es honestidad, coherencia con el espíritu original de la saga. Y “Creed” cumple. Es lo que se podría esperar de una película de Rocky en 2016. Es decir, no hay nada sorprendente y todo está donde solía, salvo Rocky, al que obviamente ya no puedes meter en un cuadrilátero sin hacer el ridículo, pero cuya presencia desde la esquina lo impregna todo, y lo hace con más sentido y naturalidad que en aquel “Rocky V” en el que también colgaba los guantes para entrenar a una joven promesa. En ese aspecto, es un acierto relegar al Potro Italiano a un rol aparentemente secundario y que el protagonismo principal recaiga en Adonis Creed (un esforzado Michael B.Jordan), hijo de Apollo (curioso paralelismo con la mitología griega), el más mítico de los rivales que tuvo el viejo Balboa. Al contrario que el joven Rocky, Adonis no pertenece al barrio, ni se ve obligado a aceptar trabajos poco recomendables para ir tirando, ni sobrevive en una pequeña pocilga. Vive desahogadamente en una mansión de Los Angeles junto a su madre adoptiva, la viuda de Apollo -padre al que no llegó a conocer-, tiene un buen trabajo en una compañía de seguros y pelea de vez en cuando más allá de la frontera, pero nada de eso es suficiente porque hay algo que le come por dentro y necesita descubrir cómo afrontarlo. Por eso marcha a Filadelfia, donde buscará a Rocky, todavía regentando el Adrian’s pero ya de vuelta de todo, para que le entrene. En el proceso aprenderá a reconciliarse con el pesado legado del que reniega y descubrirá cuál es su verdadero destino.

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El director Ryan Coogler muestra un respeto reverencial por la mitología de la saga y se limita a adaptar la vieja fórmula a los nuevos tiempos (incluida una banda sonora que trata de adaptar las emocionantes fanfarrias de Bill Conti a los códigos del hip hop y el R&B callejero). Es meritorio el equilibrado diálogo que establece entre el pasado, con multitud de guiños para el espectador más veterano, y el futuro, pues el devenir de la franquicia depende de que Adonis conecte con una generación más joven. Puede parecer una tarea sencilla, pero recordemos que Lucas y Spielberg intentaron algo parecido en “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” con Harrison Ford y Shia LaBeouf y les salió rana. En cualquier caso, igual que para Adonis no es fácil convivir con la alargada sombra de su padre, para “Creed” tampoco resulta sencillo sobrevivir a la leyenda de Rocky. Los mejores momentos de la cinta, desde el punto de vista dramático, tienen que ver con el achacoso pero lúcidamente sabio Balboa de Stallone, mientras que la trama personal de Adonis -su relación con Bianca (Tessa Thompson), la oportunidad imprevista que le ofrece el campeón, el entrenamiento- nos remite una y otra vez a la historia original -a los vagabundeos de Rocky, a su acercamiento a la tímida Adrian, sus tiras y aflojas con el viejo Mickey…- con eficacia y oficio, pero también con total previsibilidad y  cálculo, sin que aquí llegue a capturarse el encanto y la magia modesta de entonces. No hay ni una sola secuencia romántica que le llegue a los talones a la maravillosa escena del patinaje entre Rocky y Adrian, y cuando toca poner al día el legendario ascenso de la escalinata mediante una carrera de Adonis escoltado por unos motoristas la copia es tan chusca que roza la vergüenza ajena.

Creed_Michael B Jordan

Creed no posee el carisma del bueno de Rocky; ni Ricky Conlan, el émulo del Creed original, es un “villano” memorable, pero si llegamos al combate final y éste consigue replicar, aunque sea en una pequeña parte, la épica intensidad de las batallas de antaño, algo se debe haber hecho bien. En ese sentido, hay que reconocer que Coogler y la operadora de cámara Maryse Alberti echan el resto en las secuencias pugilísticas, sin duda las más realistas de toda la saga, destacando la que mantiene Creed con el boxeador Gabriel Rosado realizada toda en un largo plano secuencia.

Y, claro, hay que volver a hablar de Stallone, que parece haber sorprendido unánimemente a las asociaciones de críticos con su versión desgastada y crepuscular del viejo ídolo, como si todos hubiesen olvidado que es básicamente la misma que ya nos presentó en “Rocky Balboa”. Quizás sea más cómodo o políticamente correcto reconocerle ahora como actor de reparto –máxime si el personaje tiene que lidiar con una enfermedad; ya se sabe cuánto gusta eso a los gestores de premios estadounidenses-, pero Stallone ya entregó una actuación irreprochable y honrada en el episodio anterior y entonces a nadie se le ocurrió nominarle a nada. Puede que haya mucho de agradecimiento honorífico condescendiente en este reconocimiento tardío, pero en absoluto es inmerecido, porque aunque Sly cargue con esa fama de intérprete mediocre muy pocos actores han conseguido la simbiosis con su personaje que él logró con Rocky. El uno nunca se entendió sin el otro, y cuarenta años después sigue siendo así. El tipo le otorga una autenticidad, una cercanía y una vulnerabilidad a ‘su otro yo’ que es difícil no conmoverse con prácticamente todas sus apariciones. El dorado esplendor queda ya muy lejos; su castigado cuerpo, antaño poderoso, es ahora el de un anciano; demasiados seres queridos se perdieron en el camino y sus combates ya no los libra en el ring, pero el corazón sigue siendo el mismo. Y Rocky siempre fue todo corazón. El título de campeón, en el fondo, siempre fue lo de menos, y el Oscar, pues igual.

Creed_mirror

Entiendo que para Stallone debe ser muy difícil no ceder a la tentación de seguir volviendo a Rocky, a su mejor y más satisfactoria criatura, aunque en su momento jurase y perjurase que la sexta entrega era la última. De acuerdo que en esta ocasión la idea provenía de otros y le han tenido que convencer, pero me pregunto si después de esta entrega a Balboa le queda algo más por ofrecer. Este spin-off funciona como una modélica entrega de la antorcha y, dado que la intención es continuar la franquicia (ya hay anunciada una nueva entrega para 2017), quizás la historia de Rocky debería haber terminado aquí para que la de Adonis vuele libremente en el futuro, pero está claro que esto no acabará hasta que Sly diga que se acaba.

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Creed_End Scene

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