“Bone Tomahawk”: cuatro hombres y un destino
Hollywood es caprichoso. Y acostumbra también a ser injusto. Lo es también el público. Las estrellas de hoy pueden ser los grandes olvidados del mañana. Gran parte de culpa la tiene la industria, que se mueve por modas, tendencias, y a buen seguro oscuros intereses y tejemanejes que a los mundanos se nos escapan. Además, es especialmente inmisericorde con aquellos intérpretes que, y esto es aún más sangrante con ellas, tienen la mala costumbre de hacerse mayores. Los espectadores, pero al fin y al cabo éstos son soberanos, también tienen mucho que decir. Puedes mantenerte en la cima del mundo durante años, o décadas, pero si encadenas tres o cuatro fiascos en taquilla te conviertes casi de la noche a la mañana en el hazmerreír de tu profesión. Si no, que se lo digan a Kevin Costner, Tom Cruise, Will Smith… Otro de los casos más evidentes sería el de Kurt Russell. Quizás muchos ahora no lo recuerden, pero este tipo era muy grande en los 80. Omnipresente e intocable. Durante el arranque de la siguiente década logró mantenerse razonablemente bien, con éxitos como “Llamaradas” (1991), “Tombstone: la leyenda de Wyatt Earp” (1993), “Stargate, puerta a las estrellas” (1994)… Y a partir de ahí, su estrella se fue apagando hasta caer prácticamente en el olvido. Ni siquiera logró rescatarle Quentin Tarantino con “Death Proof” (2007), pese a que el tío lo clavó con un papel hecho a su medida. Pero claro, sabemos que esta película jamás logrará quitarse el sambenito de ser un título menor dentro de la filmografía de su director.
Y hete aquí que estamos en 2016 y, de nuevo Tarantino mediante, nos encontramos con la feliz sorpresa de ver cómo, en apenas un par de meses, el viejo Kurt desembarca en las carteleras españolas con dos títulos muy potentes: “Los odiosos ocho” y “Bone Tomahawk”. Dos westerns, en los que Russell luce idéntico aspecto (eso es amortizar un look), aunque dé vida a personajes prácticamente antagónicos. La magnitud de ambos films también es muy distinta. La primera se concibió, como no podía ser menos, con el objetivo (y la necesidad) de ser una de las pelis del año para los medios y el público, mientras que la cinta que llega este viernes a nuestras pantallas tiene unas intenciones mucho más modestas. Aunque su exitoso paso por el Festival de Sitges, en donde se llevó los premios de la crítica y a la mejor dirección para S. Craig Zahler, las magníficas reseñas que nos han ido llegando y su particular naturaleza, idónea para fascinar a un tipo muy concreto de audiencias, nos hace presagiar que estamos, ya, ante un inmediato título de culto.
Decía «un tipo muy concreto de audiencias», y es importante no perder esto de vista. “Bone Tomahawk” no cuenta con el armamento necesario para seducir al gran público y reventar el box office, pero es que su material tampoco la hace aconsejable para todos los públicos. Para empezar, es un western, y aunque nos felicitamos por el prestigio que este género, durante muchos años denostado, ha ido recuperando en los últimos tiempos, salvo excepciones aún sigue siendo sinónimo de veneno para la taquilla. Además, en el último tercio la cinta se lanza a los brazos, mejor dicho, a las garras, del terror más visceral y genuino. Incluso, en una de las escenas más brutales e insoportables de visionar (por lo realista) que veremos sin ninguna duda esta temporada, abraza sin complejos el gore más crudo y sangriento. Pero cabe advertir que este viraje, lejos de parecer forzado, incongruente o caprichoso, resulta lógico, tiene sentido y, de algún modo, ya venía anunciado en la impactante secuencia de inicio del film. Podríamos decir, por tanto, que “Bone Tomahawk” es una feliz, equilibrada y nada artificiosa mezcolanza de géneros e influencias. Como western, tiene por momentos un aroma muy clásico pero también es crudo, sucio y realista (o sea, moderno). Y anda sobrado de sentido del humor, con frecuencia muy negro, especialmente en sus fantásticos diálogos. Así, bebe de muchos títulos, siendo los que más fácilmente nos vendrían a la mente “Centauros del desierto”, “Río Bravo”, “El tren de las 3:10”, “Django desencadenado” y “Los odiosos ocho”, pero también “Las colinas tienen ojos”, “La matanza de Texas” u “Holocausto caníbal”. Con todo esto, ya deberíais saber si esta película puede ser para vosotros o tenéis que alejaros de ella como de la peste.
Una de las mejores noticias que nos trae “Bone Tomahawk”, y es que nosotros andamos siempre muy pendientes de esas cosas, es la irrupción de un joven cineasta, S. Craig Zahler, que con este su debut presenta unas inmejorables credenciales y nos obliga a seguir muy de cerca sus pasos a partir de ahora. Para empezar, consigue que el film, pese a estar hecho con cuatro duros, luzca formidablemente bien. Esto es en gran parte mérito de la preciosista y sobria, según se necesite, fotografía de Benji Bakshi, sin olvidarnos de su acertado diseño de producción, pero sobre todo de la firme y elegante dirección de Zahler, y su impecable puesta en escena. Otra de las manos ganadoras con las que cuenta “Bone Tomahawk” es su equilibradísimo guión, obra del propio realizador, que también firma la banda sonora junto a Jeff Herriott, su amigo de la infancia y compañero en la banda de metal Realmbuilder, en la que Zahler, bajo el seudónimo de Czar, ejerce de compositor, vocalista y batería. Muchos son los talentos, y muy destacados, que parece esconder este hombre, cuya experiencia cinematográfica hasta ahora se limitaba al guión del thriller de terror “The Incident” (2011), de Alexandre Courtès, y a un par de trabajos como director de fotografía. Más fecunda hasta la fecha ha sido su producción literaria, con cuatro celebradas novelas, inéditas en castellano, que se han movido en los terrenos del western −A Congregation of Jackals (2010) y Mean Business on North Ganson Street (2014), que podría ser su próximo film junto a Leonardo DiCaprio y Jamie Foxx−, el policial −Wraiths of the Broken Land (2013) – y la ciencia ficción −Corpus Chrome, Inc. (2014) –. De hecho, el propio Kurt Russell es uno de los más confesos seguidores de Zahler como escritor, y ahí pudo nacer su idilio.
Por suerte para Zahler, porque ‘El Renacido’ Russell es en principio el mayor reclamo y lo más llamativo de un reparto por otra parte espléndido, sin estrellas multimillonarias pero con nombres que deberían tener suficiente tirón para el espectador. Cuatro son los intérpretes que sostienen la acción durante casi todo su metraje. Cuarto personalidades tan dispares que, precisamente por eso, llegan a conformar un grupito fascinante. Al frente de ellos, está el bigotón del sombrero. Reconozcamos ahora que Kurt Russell nunca ha sido un intérprete extraordinario, pero lo que hacía lo hacía muy bien. Siempre tuvo buena estampa, carisma y bastante comicidad, cuando era necesario. Pero quizás, como le ha sucedido a otros compañeros, haya necesitado su particular travesía por el desierto para resurgir ya en plena madurez. Hay actores a los que les sientan estupendamente las arrugas y las canas. Quién nos iba a decir a nosotros, hace un par de décadas, que Timothy Dalton iba a lucir tan imponente como lo hace en “Penny Dreadful”. Lo mismo sucede con Russell. El aspecto que luce actualmente, idéntico al menos en los dos últimos films estrenados en nuestro país, le sienta de maravilla. Y aunque probablemente “Los odiosos ocho” tuviese la culpa de su caracterización, lo cierto es que “Bone Tomahawk” se rodó un par de meses antes. Su Sheriff Franklin Hunt es, más allá de su imagen, radicalmente opuesto al ya inolvidable cazarrecompensas John Ruth. Hunt es un hombre de ley, pulcro, honorable, valeroso y con un intachable sentido de la responsabilidad. Y Russell le da un empaque y una autenticidad tremendas. Caprichos del destino, aunque esto es una curiosidad que probablemente no le interese a nadie, un servidor revisionó hace muy pocos días “Golpe en la Pequeña China”, por cuestiones que algún día conoceréis pero aún no puedo desvelar. Así que llevaba tropecientos mil años sin acordarme del bueno de Kurt y ahora me estoy metiendo un atracón. Y es que en unos meses millones de espectadores volveremos a reencontrarnos con él en la segunda parte de “Guardianes de la Galaxia”, en donde parece que encarnará al padre de Star-Lord. Y eso, y no tanto “Bone Tomahawk”, sí se lo tenemos que agradecer a la jugosísima (y muy merecida) recompensa obtenida en “Los odiosos ocho”.
No obstante, es justo señalar que el rol protagonista de “Bone Tomahawk” se lo disputarían, en realidad, Russell y Patrick Wilson, uno de esos intérpretes que siempre parecen estar a punto de dar el gran salto y nunca lo consiguen. Su presencia en “Watchmen”, en la que encarnaba a Búho Nocturno, podría haberle dado el espaldarazo definitivo, de haber salido las cosas de otra forma, pero al final acabó perjudicándole más que otra cosa. Con unos cuantos títulos de terror de la mano de James Wan como su mejor aval reciente, quizás las cosas cambien tras su participación en esa maravillosa segunda temporada de “Fargo”. Como de costumbre, está correcto en la piel del lisiado (y estoico) cowboy Arthur O’Dwyer, aunque como ya sucedía en la serie del canal FX, siempre hay dos o tres compañeros de plano que le comen la tostada. Sin ir más lejos, una de las grandes sorpresas de “Bone Tomahawk” es ese Matthew Fox al que prácticamente teníamos perdido desde el final, perdón por el chiste fácil, de “Lost”. Su chulesco, estirado y prepotente John Brooder, que durante tantos minutos nos parece un grandísimo hijo de puta y al final consigue que nos apiademos de él, es como decía uno de los inesperados hallazgos del film, y eso se lo debemos al gran trabajo de Fox. Con este tipo tan distinto de ese Jack Shephard que aún le pesa como una losa, el actor se ha topado con un papel que, quién lo iba a decir, le sienta como un guante. Quien se destapa, no obstante, como lo más sobresaliente de la función, tanto por interpretación como por personaje, es un Richard Jenkins más avejentado de lo habitual, dando vida a Chicory, el fiel y voluntarioso ayudante de reserva del Sheriff. Su arrojo y fidelidad, así como su incontinente verborrea, siempre bien cargada de perspicacia y humor, le convierten a todas luces en el rol más entrañable, y en muchos momentos admirable, de este peculiar cuarteto.
Como quinta en discordia tenemos a Lili Simmons, que interpreta a Samantha O’Dwyer, la mujer del personaje de Wilson. No he seguido muy de cerca su carrera hasta la fecha, pero los que sí lo hayan hecho y se declaren fans de los encantos de la señorita, pueden estar tranquilos: sale desnuda y nos regala una escena de sexo… no diría que del todo innecesaria, pero tampoco sería imprescindible para la trama, por otra parte. Pero el papel de Simmons en la cinta, algo más reducido por exigencias del guión, no se limita por suerte solamente a eso, y si bien puede resultar un tanto difícil creerse a una chica tan joven y bonita ejerciendo como médico de facto en un pueblo en el que el galeno titular parece estar permanentemente borracho, la actriz consigue que nos la creamos. Ella tiene, además, una de las mejores y más certeras frases de la cinta: «Ésta es la razón por la que la vida en la frontera es tan difícil. No es por causa de los indios o los elementos, sino por causa de los idiotas». El reparto esencial se completaría con David Arquette, quien con un personaje de pocos minutos pero vital, ya que sirve de infausto detonante de la historia, encaja muy bien como el miserable ladrón y asesino Purvis. Y casi como curiosidad, pues sus papeles son aún más breves, llaman la atención las intervenciones de Zahn McClarnon, como el Profesor, y Sean Young como Mrs. Porter. McClarnon, el indio de moda en Hollywood, se reencuentra así con Wilson tras “Fargo”, en una temporada en la que fue sin ninguna duda la gran revelación. Young, por su parte… mentiría si dijera que me costó reconocerla. No hubiese advertido ni en un millón de años que se trataba de ella, de no habérmelo chivado IMDB.
No es mucho lo que hemos querido revelar de la trama de “Bone Tomahawk”, ni siquiera hemos hecho una breve sinopsis pues, al fin y al cabo y aquél que quiera, puede encontrarla en cualquier parte. La mayoría de las veces resulta mucho más satisfactorio acudir a una sala de cine, o sentarse en el sofá de casa, sin haber visto ni un miserable trailer. Pero sí es muy conveniente, en este caso, estar preparado y ser conscientes de lo que se va a ver, por eso no nos importa repetirlo: esta película no es apta para aquéllos que no gusten de paladear un buen western, ni tampoco para los estómagos más sensibles. Tenedlo en cuenta y quizás así le ahorréis un innecesario sofocón a vuestra novia (o novio), y os salvéis asimismo de una merecida bronca. Si en cambio estáis entre su público objetivo, confiemos en que os llevéis una grata sorpresa. Tampoco nace “Bone Tomahawk” con la intención de reinventar nada, ni de revolucionar cualquiera de los géneros en los que, con audacia y muchísima soltura, sabe moverse. Ni servirá, por sí misma, para lanzar a la estratosfera la carrera de ninguno de sus actores, hablo de aquéllos que lo necesiten, pero sí quedará como una brillante línea en sus respectivos currículums. Lo más importante, eso sí, es que por un lado nos confirma que aún hay perros viejos dispuestos a seguir ladrando muy fuerte, y por otro que hay savia nueva que confiemos sepa revitalizar y enriquecer, aunque sea un poquito, un panorama cinematográfico dominado en su mayoría por la falta de ideas, la inercia y la apatía. “Bone Tomahawk”, al menos, tiene sabor añejo y, al mismo tiempo, supone un saludable (¿o deberíamos decir insano?) soplo de aire fresco.
La vi ayer y me gustó muchísimo. El reparto, la historia, los diálogos…efectivamente no es para todo el mundo, pero es muy buena.