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Charles Bukowski: la voz de los condenados

16/03/2016

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Como anunciamos hace unas semanas y coincidiendo con el cuarto aniversario de El Cadillac Negro, este año quisimos ir un paso más allá en nuestro crecimiento como medio. Es por ello que decidimos dar la bienvenida a la sección de «Viajeros ocasionales», en la que abrimos las puertas del Cadillac a amig@s y compañer@s que se pasarán de vez en cuando por estas carreteras, con cosas muy interesantes que contaros y temas muy jugosos de los que hablar con total libertad. Por supuesto, os recordamos que no nos hacemos responsables de las opiniones y palabras de estos autores y autoras, aunque toda esa retaíla ya la conocéis muy bien y no es necesario quedarse a vivir en ella. Hoy cedemos las llaves a Carlos Ruiz, cuya pasión principal es la escritura, que ejerce desde Escocia y que plasma en su blog El Hombre Uróboros, donde os recomendamos hacer una parada tras leer esta entrada.

 

Al Volante: CARLOS RUIZ

“Los placeres de los condenados

se limitan a

breves momentos

de felicidad”.

Dicen que hay un monstruo malvado y sediento en las calles de Los Ángeles, que moja niños en cerveza para desayunar y que tiene un harén de mujeres secuestradas en su guarida de las cloacas. El monstruo escribe en una máquina desvencijada sobre los cuerpos de sus víctimas y todas las noches araña una hora más sobre la hora de cierre y el texto toma la forma de un caballo en llamas que desgarra el cielo de California para que todos ardan con él. Décadas después el monstruo ha muerto y es un héroe para muchas generaciones, mientras tú sigues sin entender qué es lo que te has perdido. Si nos sentásemos ante Charles Bukowski (1920-1994) para preguntarle las claves de su éxito, nos respondería lo mismo que ya dijo una vez: “No estoy aquí porque tenga las respuestas, sino porque vosotros haceís las preguntas”. Nos queda, pues, indagar en su vida para descubrir por qué se sigue rindiendo culto a un estandarte de las letras norteamericanas. 

Nacido Heinrich Karl Bukowski en Alemania, la familia se trasladará dos años después a Baltimore. La niñez de Henry, como empezarán a llamarle, no es muy feliz. Su padre le encargaba el cuidado del jardín todos los días de la semana. Si quedaba una sola mala hierba en todo el terreno, tocaba paliza. Y siempre quedaba alguna. El propio Henry describiría posteriormente aquella habitación como “una cámara de tortura”. Su madre era una mujer cariñosa pero también maltratada por Heinrich Sr, quién llegó a traer a casa a su amante para presentársela a la familia. Nuestro protagonista, niño problemático y con pocos amigos, tan solo encontró refugio en los libros.

Uno de los pocos recuerdos gratos que atesora de esa etapa sucedió en la escuela. El presidente iba a dar un mitin en la ciudad y la profesora animó a todos los alumnos a acudir y escribir una redacción con la experiencia. La mejor redacción de todas fue, por supuesto, la suya, que por una vez disfrutó de admiración mientras su recién estrenada prosa era leída en clase. Por supuesto, todo era inventado. Henry no pudo acudir por estar inmerso en tareas de jardinería. Este suceso clave empata en relevancia con otro que sucedió a los 13 años: el primer trago de alcohol en la bodega de los padres de un amigo. Nunca afirmó haberse sentido tan bien hasta entonces. Posteriormente narraría ésta época en la novela La senda del perdedor (1982).

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Si de niño era tímido y con graves problemas para relacionarse, crecer no iba a facilitarle las cosas. Ya en la pubertad sufrió un caso terrible de acné que llenaría toda su cara de granos, obligándole a llevar una máscara blanca. Se las arregló para licenciarse en el Instituto de Los Ángeles, cursando luego estudios diversos sin llegar a encontrar su sitio. Vagabundeando por todo el país, saltando entre empleos basura en los que volcaba toda su frustración, logró escaquearse del ejército y su cara, donde los granos habían dejado paso a las cicatrices, consiguió al fin besar la cara de una mujer obesa que conoció en un tugurio. Esta primera experiencia sexual, a los 24 años, coincidiría con la publicación de su primer relato: “Consecuencias de una larga nota de rechazo”. Poco cambió entonces. Siguió buscándose la vida mientras pernoctaba en pensiones de mala muerte, abandonando la escritura, recopilando más tarde estos años en Factótum (1975).

Obsesionado con beber y follar, logró establecerse en la oficina de correos y estuvo a punto de morir de una fatal hemorragia producida por la exagerada ingesta de alcohol. Milagrosamente, logró sobrevivir y cambiar el whisky por la cerveza, mucho más asequible para su maltrecho hígado. Y en una de éstas, se casó con una mujer que conoció por correspondencia y que falleció al cabo de pocos años. Al mismo tiempo, descubrió su talento para la poesía. Una vida de zozobra que no se correspondía con el monótono trabajo de cartero. Trabando amistad con algunos editores, logró publicar varios poemas en revistas, así como disponer de una columna en los diarios bajo el título de “Escritos de un viejo indecente” a partir de 1967.

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Cartero (1969), fue su primera novela. Si bien no una de las más brillantes, en su frase inicial se puede desentrañar todo un estilo. “Comenzó como un error” es una declaración de intenciones ante lo que vas a leer. No nombra personajes, ni localizaciones. Simplemente lo suelta: “Comenzó como un error”, y no hacen falta más explicaciones. Siembra el tono general y a partir de ahí comienza a desarrollar su historia con frases afiladas y directas, todas ellas disparos a la yugular. El lenguaje justifica el argumento, que no es otro que las vivencias de su alter ego Hank Chinaski. Andanzas de lo más mundano como ir a entregar una carta y acabar enzarzado en una batalla sexual con la destinataria, en otro de los sucesos de ordinaria locura que llenaron su vida de literatura. Chinaski vive, respira, bebe, trabaja como un mulo, folla de vez en cuando, apuesta en las carreras de caballos y escribe, escribe como si se fuera a morir mañana desde que estuvo a punto.

Empapado de la prosa de Hemingway, Céline, Miller y su adorado John Fante, se postula en un género, el llamado realismo sucio, que es eficaz y en el que hasta la historia más insignificante tiene cabida. Él mismo definió su estilo como: “Hazlo fácil. Simplifica y luego simplifica un poco más”. Hank es punk antes que los punks, el que inventó la filosofía de “Hazlo tú mismo”, es el equivalente literario de la Velvet Underground: todo el que los escuchó corrió a montarse su propia banda. Hank es capaz de escribir una columna sobre la manera correcta de apostar en el velódromo y que resulte apasionante. Hank no tiene otra inspiración que la sección de sucesos, crímenes sexuales y asesinatos y está orgulloso de ello. Es incapaz de reseñar los libros de otros sin acabar protagonizando la columna. Hank escribe con música de Bramhs y desprecia el rock n’ roll porque cuando éste alcanza su perfección a comienzos de los 70, es un joven maltrecho de cincuenta años que empieza a disfrutar de la vida. Pero Hank no es otra cosa sino rock n’ roll. La popularidad que le otorga la publicación de su obra le llevará a conocer a un sinfín de mujeres jóvenes que mueren por acostarse con él. Y el sentimiento es mutuo, claro. Al fin encuentra una recompensa negada durante décadas. Se forja así la imagen inmortal que nos acompañará hasta nuestros días.

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Un hombre no necesitaba una mujer para sentirse realizado, pero no estaba de más conocer a unas cuantas. (Mujeres, 1978)

La época gloriosa de Hank ya no acabará nunca. Liberado de dejarse las entrañas en empleos baratos y, sobre todo, de su odiada oficina de correos, se dedica plenamente a escribir tras haber conseguido un contrato vitalicio con Black Sparrow Press, quienes publicarían gran parte de su obra (y, en un caso tan prolífico, no resulta sencillo). Su matrimonio con la joven y bella Linda endulzará el resto de su vida, así como codearse con la industria del cine y escribir el guión para la película “Barfly” (1987) dirigida por Barbet Schroeder. Chinaski fue encarnado por el singular Mickey Rourke, que recibió indicaciones del propio Bukowski a la hora de interpretarle. El actor, por aquel entonces en la cima del mundo, se pasó por el forro los consejos e hizo lo que le dio la gana, como siempre. Las opiniones de Hank son diversas: primero lo alaba en la novela Hollywood (1989) y después critica su entusiasta interpretación en el documental “Born into this”. Sin embargo, su principal queja sobre la cinta resulta incontestable: Un alcohólico jamás abandonaría el bar dejando el vaso sin terminar.

Las entrevistas matinales siempre eran las más duras, resacoso, intentando tragarme la cerveza. No, no tengo ni idea de por qué soy escritor. No, mi obra no tiene un significado especial que yo sepa. ¿Cèline? Oh, claro. ¿Por qué no? ¿Si me gustan las mujeres? Bueno, a la mayoría prefiero follármelas que vivir con ellas. ¿Qué creo que es más importante? El buen vino, la buena fontanería y poder dormir hasta tarde por las mañanas. ¿Que si de verdad me molestáis? Claro que sí. ¿Esperáis que empiece a mentir a los 58 años? Invitadme a una copa. No, no fumo porros. Esto es sher bidi, de Jabalpur, La India… (Shakespeare nunca lo hizo, 1979)

Cinco de sus seis novelas (la excepción es Pulp, su incursión en el género noir) e innumerables relatos cortos, artículos y poemas son de carácter autobiográfico. ¿Cuánto? Quizá un 80% de realidad y un 20% de invención, nunca lo sabremos. Lo escribe todo, todo, todo. En una de sus lecturas en público narra la anécdota en la que se le cae la cartera al retrete recién usado. Otro de sus relatos dedica párrafos enteros a introducir su pene en un zapato de mujer. Es capaz de describir a la perfección los más salvajes instintos del ser humano, como hace por ejemplo en el desagradable “El malvado”, relato narrado por un pederasta, o “El asesinato de Ramón Vasquez” sobre el violento asalto a un anciano por parte de dos delincuentes. Son estos textos los argumentos de sus detractores, que le acusan de regodearse en el morbo, en hacer pornografía barata de lo macabro. Los mismos que lo tachan de misógino son los que se regodean en aquella lamentable grabación en la que insulta y golpea a Linda. Desde luego, la sobreexplotación de su obra y de su persona le ha hecho más mal que bien a la hora de valorarlo. Fernando Sánchez-Dragó, en su programa de tertulias, le dijo a Leopoldo María Panero que “Bukowski era el perfecto ejemplo de escritor sin talento”. “”, respondió Leopoldo, “pero a mí me sigue gustando mucho Bukowski”.Quizá la pregunta no sea si Hank tiene talento, sino ¿por qué gusta tanto?

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Ahora sé que la muerte de Bukowski no me hacía ninguna falta. Teniendo en cuenta que era uno de los escritores peor leídos de todos los tiempos no estaría de más hacerse una pregunta: ¿de qué coño escribía Bukowski? La respuesta es sencilla y es siempre la misma cuando se trata de grandes escritores. Bukowski solo escribía acerca de lo que verdaderamente importa. El amor o la falta de amor y el miedo a casi todo. El miedo a quedarte mirando las palmas de las manos cuando ya no queda nada. El miedo a los destinos que conocerán los trenes cuando uno ya no esté dentro. (Ray Loriga, Días extraños)

Cada página, cada poema de una sola estrofa, cada artículo atacando a todo orden establecido, cada oda al sexo femenino, al sudor en el velódromo y a los cristales rotos empapados de sangre en el peor de los bares exuda vitalidad. Bukowski anhela sentirse vivo y respira a bocanadas, agarrando el aire con las manos pero sin quitárselo a nadie. Se enorgullece de haber alcanzado al fin el amor, el verdadero, el que no daña, en los vagones de un tren viajando por Alemania a descubrir sus raíces. Otros viven toda su vida sin encontrarlo, pero él sabe identificarlo una vez lo tiene.

Lo que más le gusta es rascarse los sobacos, levantarse tarde, empezar a beber temprano, comer algo, quizás dar un paseo por Hollywood y escribir hasta bien entrada la noche. Relatos que provocan una sed atroz, en los que todo, absolutamente todo vale para llegar al final, para respirar un día más. Es el arquetipo de todo escritor, siempre luchando a la contra por ser leído, reconocido, por ser amado. Lanzando dardos incisivos a todo bicho viviente, y siempre con alguna frase lapidaria que refrenda su argumento. El que más ganó de todos los perdedores, el más fuerte de los raros, los locos, la gente de la calle.

El borracho de los 13 a los 73 de forma ininterrumpida, ¿qué diría hoy si la leucemia no se lo hubiese llevado? Imaginadlo dando un garbeo por Twitter y leyendo a todos los alter ego que le han salido. Un ejército de Chinaskis wannabe que suben a Instagram fotos de sus poemas. Peor que las quinceañeras obsesionadas con sus ídolos de revista. Quizá publicase una entrada en su “Blog de un viejo indecente”, diciendo algo como “…antes de que yo criticase esta puta obviedad, pensabais que erais mejores personas que yo por levantaros a las 6:45 y necesitar un café bien cargado para enfrentaros al resto de gilipollas como vosotros mientras yo me despierto a las 14:00 con un sandwich rancio en el estómago y al costado una mujer tan lejos de vuestro alcance que duele…

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Para bien o para mal, Hank ha resultado ser imperecedero. Ni siquiera él logró acabar consigo mismo, con su mito. Año tras año se siguen publicando textos inéditos de cualquier tipo. Todo vale para llenar las estanterías con fotos del genio de Andernach. La cantidad de literatura que llegó a producir resulta incalculable, y todo apunta a que seguirán exprimiéndolo algunos lustros más. Bienvenido sea. Al fin y al cabo, su talento no fue otro que conseguir transmitir algo en cada escrito, una idea, que conecta con millones de lectores de diferentes generaciones sin recurrir a un lenguaje complejo. Directo y mordaz. Así vivió y así seguirá siendo. Cualquiera puede intentarlo, pero pocos lo consiguen. Así que abraza la oscuridad y lee lo que reza su lápida, “No lo intentes”.

“Hay un pájaro azul en mi corazón

Que quiere salir

Pero soy muy listo, sólo le dejo salir

A veces por la noche

Cuando todo el mundo duerme…”

3 comentarios leave one →
  1. Lea permalink
    18/03/2016 0:50

    Uno de los mejores artículos que he leído de Bukowski, del que el autor podría ser un alumno aventajado, y no he leído pocos.
    Bien introducido (muy importante, me ha encantado esta parte) y bien estructurado. Analiza su biografía, obras (y estas dos no por separado como en muchos otros artículos, sino explicando la una con las otras y al revés, cosa que tiene mucha más lógica), referencias y citas sin caer en la pesadez ni ser un batiburrillo confuso.

    En definitiva, si ya eras amante de Hank, este artículo te recordará por qué y si no lo eras, te hará preguntarte por qué (cojones) no lo eras -y qué mierda has estado haciendo hasta ahora-. En ambos casos te darán ganas de empezar a leer algo suyo.

    «Quizá la pregunta no sea si Hank tiene talento, sino ¿por qué gusta tanto?». Bingo. Otro de los grandes aciertos de este artículo, además del lenguaje del propio autor. Destacaría no menos de una docena de frases.

    La único que he echado de menos ha sido una imagen de su lápida, por ponerle algún pero… Pero es uno de estos artículos que hay que guardar.

    Mi enhorabuena por la nueva sección y al autor.

    Un saludo,
    Lea

  2. guillermo permalink
    03/09/2016 1:48

    El que más ganó de todos los perdedores. maestro

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