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«T2 Trainspotting»: viaje a la amistad perdida

21/02/2017

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Hace más de un año, coincidiendo con el cuarto aniversario de El Cadillac Negro, quisimos ir un paso más allá en nuestro crecimiento como medio. Es por ello que decidimos dar la bienvenida a la sección de “Viajeros ocasionales”, en la que abrimos las puertas del Cadillac a amig@s y compañer@s que se pasarán de vez en cuando por estas carreteras, con cosas muy interesantes que contaros y temas muy jugosos de los que hablar con total libertad. Por supuesto, os recordamos que no nos hacemos responsables de las opiniones y palabras de estos autores y autoras, aunque toda esa retaíla ya la conocéis muy bien. Hoy cedemos las llaves a Carlos Ruiz, quien ya fue nuestro invitado allá por los comienzos de esta sección con su artículo sobre Bukowski y cuya pasión principal es la escritura, que ejerce desde Escocia y que plasma en su blog El Hombre Uróboros, donde os recomendamos hacer una parada tras leer esta entrada.

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Al Volante: CARLOS RUIZ

«Eres un turista en tu propia juventud, Mark»

(Simon «Sick Boy» Williamson)

Cuando la televisión autónoma vasca estrenó «Trainspotting» un martes de otoño del año 2000, puse el VHS a funcionar y la vi cien veces. «El cine británico no es sólo Hugh Grant mariconeando por el monte», dijo entonces el líder de un grupo de brit-pop, y el hecho de haber colado un tema en la por otra parte impecable banda sonora ya le ha dado la publicidad que no recibirá aquí. Antes de saber que acabaría viviendo en Edimburgo lo que queda de siempre, seguí desgastando el VHS un millón y medio de veces y traté de propagar el virus entre mis amigos como hizo Mark Renton con su amigo Tommy, pero tardó en funcionar y para cuando pude tener una conversación decente con alguien sobre la película de yonkis escoceses del barrio de Leith, Tommy ya llevaba mucho tiempo muerto y enterrado como profetizaban las pintadas de vecinos en la pared de su piso: ESCORIA YONKI SIDA. Recientes conversaciones con leithers han resultado ser una fuente inagotable de anécdotas sobre el tema, como hablar con una vecina del Tommy original que inspiró detalles de los personajes de la novela de Irvine Welsh. Fallecido alrededor de 1989, un día simplemente ya no estaba y no fue ninguna sorpresa. Otra persona entrevistada solía ver frecuentemente y sin una pierna a Swanney, «Madre Superiora» pidiendo a las puertas del supermercado Scotmid. Hay muy poca ficción en los sucesos del universo literario de Welsh, el cual afirma codearse con sus antiguos colegas hooligans en el más oscuro antro de Leith al mismo tiempo que discutir sobre arte moderno con sus sofisticados nuevos amigos de Hollywood.

The Shore, Water of Leith, Edinburgh

Pero seguramente el viejo Irvine, un chico de Leith (y los chicos de Leith jamás dirán que son de Edimburgo desde que el distrito pasó a formar parte de la urbe hacia 1920) también ha tenido que enfrentarse, como Renton en esta secuela situada 20 años después, a los fantasmas de las amistades perdidas. T2 llega en la época de los retornos. Quién nos iba a decir que en 2017 estaríamos leyendo un nuevo manga de Caballeros del Zodíaco tras su abrupto final en 1991, o a tan sólo unos meses de reencontrarnos con Cooper en Twin Peaks, y lo más alucinante: el núcleo duro de Guns N’ Roses de gira mundial tocando «Estranged», cuyo atemporal e inalcanzable minuto 8 reza «Supongo que tendré que seguir adelante, sin ti… PAM PAM PAM». Ojalá volviese todo eso, hemos pensado durante todo este tiempo, y se ha cumplido. Pero ahora tenemos miedo de que no sea como antes, cosa que, OBVIAMENTE, va a cumplirse. Nada es mejor veinte años más viejo. La preocupación general tras el anuncio oficial de T2 era que se emborronase el recuerdo de la original, lo cual es absurdo. Otros croaban que la secuela literaria, Porno, no era un gran libro a adaptar (esto lo dijo el mismísimo director Danny Boyle, que conste), pero es que ya la primera película toma apenas una cuarta parte de todas las cosas que pasan en el libro en el que se basa, simplificando los personajes cuando no fusionándolos (Matty/Tommy) y haciendo a Renton mucho más decente como persona, de forma que le animemos a robar las 16.000 libras de manos de sus supuestos colegas. En la premiere del 22 de enero, alguien gritó «BETTER NOT BE SHITE, DANNY!», lo que viene a decir que Boyle se puede meter su Oscar por donde le quepa si la caga con la historia que pone a Leith, a Edimburgo y a Escocia en el mapa de las cosas que valen la pena de verdad.

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Boyle también dijo que uno de los motivos para acometer el criticado regreso era la marca tan grande que los personajes han dejado en el recuerdo colectivo. «Se sigue hablando de Mark, Spud, Sick Boy y Begbie 20 años después. Yo vi «Passengers» anoche y no recuerdo el nombre del personaje de Jennifer Lawrence«. El discurso sobre Sean Connery -el más grande escocés de todos los tiempos- que Sick Boy le da a Renton en el verde de Leith Links acaba siendo resumido como «todos envejecemos, dejamos de molar y morimos». Lejos de molar, el patetismo de los personajes en su propia adicción, sobreviviendo para pillar y sin soñar jamás con una vida mejor, era lo que les alejaba del olvido. No, más allá de ser una película recordada por la inmediatez de sus protagonistas, se convirtió en símbolo de una generación, la escocesa que vivió aquellos años oscuros en Leith, y otra, la que la descubrimos de adolescentes y nos marcó para siempre. Fue, orgullosamente, objeto de discusión y menosprecio por las generaciones anteriores, porque, claro, ¿cómo iba una película de 80 minutos llena de planos de chutes, suciedad, palabrotas, mierda y vómitos, apología yonki y sexo explícito, cómo iba eso a ser tan buena como las que les gustaban a nuestros mayores? ¿Cómo explicarlo? No se puede. No hace falta. Es historia viva de los últimos 20 años y lo será dentro de 40. La mayoría de nuestra generación ha acabado en Escocia por los mismos motivos por los que Mark emigra a Londres: trabajo digno lejos del hogar en donde las cosas no pueden estar peor. Somos miles y miles, cada día más, los que estamos aquí, reconocidos o no. Algunos, incluso, se han montado su propio festival de cortometrajes hispanos, Cinemaattic, en el corazón de la ciudad. Nosotros, encadenados al sector servicios, tenemos que lidiar con skagboys tan reales como Renton y sus colegas. Y no hay nada de literario en eso, la realidad sigue siendo tan cruda como lo fue entonces. Pero aquí seguimos, resistiendo mientras nos dejen (y no nos lo están poniendo fácil). De alguna forma, todos nos hemos reunido aquí con esa película en la cabeza.

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Las 16.000 libras que Mark robó en Londres. Cuánta pasta. No son las 16.000 libras de 2017, devaluadas gracias a cuatro insensatos que quieren tener su minuto de gloria y echarnos la culpa a los demás. La escena final con el «Born Slippy» de Underworld en la que la sonrisa de Ewan MacGregor se funde con su discurso final y su consejo: «Sigue adelante hasta el día en que la palmes». He estado colgado de esa bolsa de deporte los últimos 17 años sin querer pensar en que pasó con ese dinero. Me he sentido como Spud encontrando las 4000 libras que su amigo le deja, a espaldas de los otros dos canallas, sin saber en que lo habría gastado hasta hoy. Mark les da el palo a sus supuestos colegas (y me van a perdonar que cite el doblaje pero no tuve el DVD hasta 2004 y no conocí escoceses que hablasen así hasta 2013 y la única vez que he tenido 4000 libras en la mano estalló una cañería y nos llenó de agua estancada a las libras y a mí y esto no es una licencia poética ni una metáfora ni un recurso literario, esto sucedió tal cual y, por cierto, el lugar del suceso puede verse de pasada en T2) e invierte el dinero en regentar un pub en Amsterdam, escondido de la ira de Begbie y Sick Boy, motivo por el que no vuelve a su casa, a su ciudad, en 20 años. No puedes volver a casa ahora.

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Habiéndola visto ya un par de veces (el cine en Edimburgo cuesta más que un plato de haggis) y sin entrar en detalles de la trama: sí, el regreso vale la pena tanto como vale la pena volver a ver a viejos amigos con los que ya no te une nada y se hace difícil seguir la conversación más allá de los cinco minutos iniciales. Puedes vivir sin ello, pero siempre hay curiosidad. T2 nos ofrece matices acerca de los cuatro protagonistas, más viejos y siempre con sus eternos problemas, quizá no los amigos con los que nos gustaría juntarnos, pero con la esperanza de que un día cambien y sean mejores personas. Pero han tenido un enemigo muy duro en su vida, fiel reflejo de lo que fue Leith en los 80 y lo que sigue siendo a día de hoy, eso sí, mucho mejor maquillado. Que Edimburgo es una ciudad imponente lo sabíamos sin necesidad de vivir aquí, pero la primera película apenas ofrece detalles de los lugares más reconocibles a excepción de la legendaria persecución por Princess Street, pico de la excelencia cinematográfica de 1996. T2 se adapta a los tiempos y nos ofrece tomas totalmente propagandísticas del castillo, la Royal Mile, Victoria Street y Arthur Seat, que jamás han lucido tan bien y con personajes tan reales que se salen de la pantalla y viajan a través del tiempo entre sus propios recuerdos y los del espectador, como turistas, como le dice Sick Boy a Mark en cierto momento. «Welcome to Edinburgh», reza la bienvenida en el aeropuerto en el que he desembarcado tantas veces estos últimos años, y también se lo dice la azafata eslovena a Renton, completamente descolocado ante la multiculturalidad reinante en el agujero que él abandonó, no sin antes profetizar «las drogas están cambiando, incluso la gente está cambiando», y ese es el motivo de que las cosas estén tan agitadas últimamente y haya gente que piense que nos van a echar, que no se nos quiere aquí. Bueno, ya veremos.

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Y sí, drogas, drogas por todos lados. «Eres un adicto, así que permanece adicto», dice Mark en el trailer. No hace falta venirse a Escocia para poder nombrar unos cuantos pueblos en los que faltan generaciones enteras por culpa de la misma heroína que estigmatiza Leith, hay cosas que van de la mano y los que no queremos saber nada de eso miramos para otro lado, pero no basta, nunca es suficiente. Así que ya sabéis como va a terminar esto: Elige la vida, elige huir de tu ciudad para siempre, elige reencontrarte con tus viejos amigos, porque puede que ya no te gusten pero se lo debes. Elige volver a ver a Mark, Spud, Simon y Begbie (¡Y Diane!) para un último adiós a Tommy, elige tener cuidado con los fantasmas de Edimburgo y preguntarte qué más da si la película es buena o mala, los fenómenos sociales están pasados de moda y nadie va a acampar en la entrada del cine nunca más. Elige la moda. Elige bufandas de diseño de clanes escoceses de los que no has oído hablar en tu vida y pregunta si las tienen en cachemir made in Scotland, elige comprar llaveros, galletas de mantequilla, bolas de nieve con un castillo dentro y sudaderas que pongan Edinburgh University. Elige preguntar si llevas mucho tiempo aquí y si has venido a aprender inglés y no olvides acabar deseando buena suerte como si la tuya fuera mejor. Elige no tener ni idea de dónde estás ni de dónde va a estar el país el año que viene. Elige olvidarte de tus problemas por dos horas y observar a cuatro viejos amigos brillar por última vez, la más brillante en veinte años, justo antes de la suave y monótona cuesta abajo.

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7 comentarios leave one →
  1. DistopiasKlass permalink
    21/02/2017 11:05

    Gudari Charlie!

  2. Antonio permalink
    21/02/2017 12:32

    fen’omeno!

  3. 21/02/2017 16:57

    Brutal el artículo! Lo he devorado ;) Y la película, como cuentas, fue todo un reencuentro con Renton, Sickboy, Spud y Bebgie ;)

  4. javier permalink
    21/02/2017 18:04

    Genial articulo. Soy taliban de la peli y los libros desde que los vi por primera vez hace ya unos 5 años. Y mira por donde este 1 de Marzo comienza mi nueva vida en Edimburgo. LA vida

  5. discreto permalink
    24/02/2017 10:05

    Muy buen articulo, yo vi T1 en el cine. con 24 años (un poco por encima de la edad de los mas fans) y ahora con 45 deseando ver T2

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