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«The Americans»: espías surgidos del frío

22/07/2016

The Americans_poster_Season 4

Ha necesitado cuatro temporadas durante las que ha sido olímpicamente ignorada por la industria de los grandes premios televisivos y por gran parte del público a pesar de las loas y alabanzas de la crítica y de unos seguidores que proclamamos a quien quiera escucharnos que esta es la serie que probablemente no estás viendo y que no deberías perderte, pero finalmente “The Americans” ha recibido el reconocimiento que llevaba tiempo mereciendo en forma de múltiples nominaciones a los Emmy (mejor drama, actor y actriz principales, guión y actriz invitada ). Que gane alguno de los galardones gordos ya será harina de otro costal, pero, repasando la lista de candidatos, la serie de Joe Weisenberg y Joel Fields no es en modo alguno inferior a ninguna de las otras propuestas en liza, y menos aún cuando lo que se está valorando es su sensacional cuarta temporada, en la que el show ha exhibido su mejor forma, algo aún más meritorio teniendo en cuenta la insultante regularidad que siempre ha lucido y el alto nivel al que ya llegó el año anterior. Ojalá que esta exposición mediática signifique que más espectadores se animen a darle una oportunidad a una serie que, en todo caso, no está dirigida a todos los públicos ni enamora cegadoramente a primera vista. “The Americans” demanda cierta paciencia, no sólo por sus alambicadas tramas de espionaje ochentero, su densidad argumental o su tono generalmente pausado, sino porque su grandeza se percibe en el largo recorrido y no tanto en las distancias cortas. De lo que no me cabe duda es que es una de las ficciones imprescindibles en un panorama actual no tan sobrado de productos adultos capaces de recoger el testigo de las grandes series que han marcado esta Edad Dorada de la Televisión (que se lo digan a la HBO, a quien tanto le cuesta encontrar relevos de garantías a su legendario catálogo, “Juego de Tronos” aparte).

(A partir de aquí, SPOILERS sobre la cuarta temporada)  El programa de FX siempre ha equilibrado admirablemente el drama de personajes, la intriga de las misiones sobre el terreno y la delicada partida de ajedrez que juegan los dos bloques de la Guerra Fría, pero a estas alturas del show el foco cada vez está más puesto sobre el aspecto humano, en cómo sus protagonistas tienen que lidiar con conflictos morales delicadísimos y decisiones éticas más que cuestionables, y en cómo durante ese proceso se van desmoronando muchos de los principios que les sostenían. Los Jennings, esos dos agentes de la KGB infiltrados en Washington fingiendo vivir el sueño americano, están emocionalmente exhaustos, cada vez más al filo de ser descubiertos o de acabar muertos, y el precio que tienen que pagar por mantenerse a flote cada vez es mayor, y más inasumible. La sombra del desaliento, la fatiga y la culpa se ha adueñado de los rostros de unos Philip y Elizabeth muy conscientes de estar atrapados en una diabólica espiral de la que ni pueden si saben escapar. Pocas veces se ha retratado tan bien como en esta temporada la infinita soledad del espía que ya casi ni siquiera puede recordar  con claridad la causa, el ideal al que sirve. Y ese clima de abatimiento se hace extensible a todos los rincones de la serie, desde ese agente del FBI Stan Beeman (Noah Emmerich) hastiado de perseguir sombras hasta Gabriel (Frank Langella), el enlace de la Central que no sabe cómo seguir protegiendo a los Jennings, pasando por el trágico William Crandall (Dylan Baker), el gran hallazgo de la season, otro agente de la KGB cuyos 25 años de servicio a la madre patria solo le han reportado aislamiento, cansancio, escepticismo y nostalgia.

The Americans_The Jennings in disguise

De entre todos los personajes y tramas de la temporada ha sobresalido, y de qué forma, la de la  de una Martha Hanson absolutamente conmovedora. Ya puestos a aplaudir los méritos de la serie, los Emmy jamás deberían haberse olvidado de Alison Wright en la categoría de mejor secundaria porque el pánico, desamparo, vulnerabilidad y finalmente resignación que le ha transmitido a la desdichada secretaria del FBI ha sido antológico. La tensión creciente y el destino fatalista que se palpa en “Clark’s Place”, “The Rat”, “Travel Agents” y el sublime cold open de “The Magic of David Copperfield V: The Statue of Liberty Disappears” en torno a su situación cada vez más desesperada alumbra algunos de los mejores instantes del show y del año seriéfilo, obligando a Philip (un Matthew Rhys superlativo en su mirada devastada) a encarar de frente las consecuencias de sus actos, odiándose a sí mismo sin remisión por destrozarle la vida a alguien que no se merecía todo lo que le ha pasado. Weisenberg y Fields han tenido que sacar del tablero de juego a uno de sus mejores peones porque no había otra salida posible, pero han tenido el buen tino de dejar a la imaginación del espectador el futuro de la pobre Martha en Rusia, si es que realmente llega hasta allí, en vez de seguirle la pista como hicieron con Nina Krilova, cuyas andanzas lejos del juego de Washington cada vez se sentían más alejadas del resto del show, por mucho que nos gustara ver en pantalla a Annet Mahendru. Afortunadamente para la infeliz Nina también hubo un final en esta tanda, cruel y brutal, pero final.

The Americans_Martha_Philip

La serie siempre nos ha mostrado a Philip como el miembro del matrimonio Jennings con más dudas y remordimientos respecto a las atrocidades que perpetran en nombre del régimen soviético. Sospechamos que si Philip pudiera dejarlo todo atrás, no tardaría en abrazar el american way of life sin añoranza ni desazón alguna, pero Elizabeth no. Ella nunca ha perdido de vista que la fidelidad a la Causa está en el sentido último de todo lo que hacen; es y siempre ha sido un soldado leal y convencido, aunque durante estos capítulos hemos visto por fin grietas considerables en su correoso armazón. También a ella le empiezan a pesar los daños colaterales. También ella necesita un respiro de sí misma, construir algo ajeno a la Central, a las vigilancias, los informes y las misiones peligrosas, y también ella se sentirá impotente y miserable al tener que destruirlo. A pesar de la peluca y el maquillaje, nunca habíamos visto a Elizabeth tan relajada y distendida como cuando está junto a Young-Hee. Quizás sea la primera amistad adulta que ha tenido y percibimos claramente que sus sentimientos por ella son verdaderos, pero para conseguir lo que la Central quiere no tendrá más remedio que arruinar su vida y no volver a verla nunca más. Sí, Elizabeth ha hecho cosas más deleznables, incluyendo el asesinato en esta misma temporada, pero pocas veces la habíamos visto tan desdichada ni su fe puesta tan a prueba. Elizabeth se está desprendiendo poco a poco de esa capa de frialdad que siempre le ha rodeado, y eso le permite brillar más a una Keri Russell que, en cualquier caso, siempre ha estado espléndida en “The Americans”.

The Americans_Young Hee_Elizabeth

El show también ha sido maravilloso en la gestión de la evolución de Paige, la hija mayor de los Jennings, que desde la tercera temporada es lo más parecido al centro de gravedad de la serie. Desde que la joven adolescente interpretada por Holly Taylor descubrió la verdad sobre sus padres, “The Americans” no ha dejado de crecer, y lo ha hecho sobre ella, sobre sus ambivalentes estados de confusión, rechazo, desconfianza  y curiosidad. Paige es el delicado hilo del que pende la estabilidad del núcleo familiar, especialmente tras su confesión al pastor Tim, una decisión con cuyas consecuencias ha tenido que lidiar durante toda la tanda y que le han empujado a tomar partido, al principio con razonables reticencias, pero poco a poco de un modo más voluntario. El proceso de toma de conciencia de Paige se ha desarrollado ejemplarmente durante toda la tanda, hasta el punto de que hacia el final de la misma Elizabeth y Philip son plenamente conscientes de que, de alguna manera, la han convertido en una espía, y ni siquiera ellos saben muy bien cómo sentirse al respecto.

The Americans_Paige_Stan Beeman

Todos esos estados emocionales al límite terminan encontrándose en la encrucijada que presenta la season finale, “Persona Non Grata”. ¿Llegó para los Jennings el momento de abandonarlo todo y volver a un hogar que hace tiempo que dejó de serlo (y que, de hecho, para sus hijos nunca lo fue)? Aunque se trata de un cliffhanger inconsistente, porque sabemos que la serie no va a mostrarnos a Philip y Elizabeth haciendo de despreocupados y aburridos funcionarios en Moscú, el hecho de que por primera vez la duda sea más que razonable para los dos protagonistas es lo que le da fuerza a la conclusión de esta impecable tanda. Quizás lo único que no ha estado a la altura en estos 13 capítulos han sido las divagaciones y escarceos en torno a la Rezidentura, todo demasiado estático y ajeno a la dinámica principal, aunque supongo que necesario para mantener esa visión poliédrica, equilibrada y realista del conflicto.

The Americans_Gabriel_Elizabeth_Philip

Aunque “The Americans” es sobre todo una inmersión profunda en las cloacas de aquel largo, tenso y penoso enfrentamiento soterrado entre potencias que marcó a fuego la segunda mitad del siglo XX, también se las arregla para incorporar tímidamente en sus tramas acontecimientos y sucesos propios de la cultura popular de su época, como también hacía “Mad Men”. Así, en pleno 1983, hemos visto a través de las pantallas de televisor de la época el celebérrimo truco de magia con el que David Copperfield hizo desaparecer la Estatua de la Libertad, o a la emisión de “The Day After” en la ACB, una película que alertaba sobre del peligro nuclear y que causó gran sensación en la sociedad norteamericana. La serie de FX también exhibe buen gusto a la hora de seleccionar e integrar en sus secuencias y montajes temas musicales, ya sean representativos de la época o no.  Hemos tenido canciones obvias como “Tainted Love” de Soft Cell (en la memorable escena en la que Philip asesina a un guardia de seguridad en un bus del aeropuerto) o “Under Pressure” de Queen & David Bowie, pero también elecciones menos evidentes como la reivindicable joya de synth pop “Major Tom” de Peter Schilling, el hit new wave “Lucky Number” de Lene Lovich, la oscura “Winter Kills” de los ya recurrentes Yazoo, la estremecedora “Who By Fire” de Leonard Cohen o a Roxy Music por partida doble y en dos reencarnaciones tan poco trilladas como “End of the Line” y “Out of the Blue”.

Con la renovación por parte de FX de dos temporadas más para alcanzar el final (13 episodios en 2017 y 10 más en 2018), Weisberg y Fields se han asegurado de que su obra magna concluya como debe, sin el temor a una cancelación que siempre han esquivado moviéndose en torno al millón de espectadores en EE.UU. La desaparición de varios personajes regulares, así como las insostenibles circunstancias de los Jennings, podrían hacer pensar que ya sería el momento de enfilar el cierre, pero los showrunners han prometido que tienen las ideas claras y el material necesario para cubrir esos 23 capítulos sin dar la sensación de marear la perdiz. Hay que creerles porque de momento llevan 52 y esta serie, lo reconozcan los Emmy o no, se ha convertido en una cosa muy seria.

 

3 comentarios leave one →
  1. 26/07/2016 12:29

    Buenas, tan sólo decir que The Americans me parece uno de los shows más sólidos que hay actualmente. Aunque se intuye que nunca logren atraparlos, la tensión que se vive en muchos episodios me ha dejado sin uñas. Los actores, la ambientación, los personajes (qué pena que me daba la mirada de Martha, por dios! ), la ambientación, las canciones…
    Hasta la irritante hija de los Jennings entra en la rueda.

    No consigo imaginar un final para la serie. Pero cuando termine se irá otra de las grandes…

    Como siempre, un placer leer vuestras reseñas.
    Hablemos de Penny Dreadful, va…
    ;)

    • Jorge Luis García permalink*
      26/07/2016 14:15

      Celebro que estemos de acuerdo, Guillem, en que estamos ante uno de los shows más sólidos y mejor construidos de la actualidad, sino el mejor. Me temo que con Penny Dreadful no vamos a ser tan entusiastas… Un saludo y muchas gracias por seguir con nosotros!

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