«1993»: el año que vivimos peligrosamente
Hace ya más de año y medio nos hacíamos eco en el Cadillac de «1992», una serie a la que ya considerábamos una de las grandes series europeas y a la que no sólo valorábamos por todo lo que nos ofrecía en aquella inaugural entrega basada en el célebre año olímpico, sino por todo lo que parecía tener por ofrecer en el futuro, que se antojaba aún más apetecible.
«1992» nos hacía una brillante presentación de los cinco personajes que iban a vertebrar la trama y a través de los cuáles podíamos asistir a la convulsa evolución política italiana de aquel año y, aunque se basaba en su mayor parte en las pesquisas del infatigable juez del movimiento Manos Limpias Antonio di Pietro contra el vasto entramado de la corrupción en el país transalpino, poco a poco nos fueron introduciendo -y cada vez con mayor importancia- la trama que narraba el incipiente interés en la política del magnate mediático Silvio Berlusconi.
En aquel ya lejano post nos relamíamos al predecir que la por entonces futurible «1993» iba a estar dominada por la definitiva entrada de ‘Il Cavaliere’ en arena política. Y a la hora de la verdad, cuando por fin hemos podido degustar la esperada continuación…el planchazo ha sido considerable.
No os alarméis. No estamos hablando de un bajón de calidad: «1993» mantiene el nivel de rigor y espléndida factura de su antecesora. Hablamos, más bien, de su inesperado foco de atención. Es verdad que el arranque parece confirmar a Berlusconi -caracterizado de forma bastante mejorable, por cierto, pese a la notable interpretación de Paolo Pierobon– , pero pronto esa línea se diluye, en exceso en nuestra opinión, en favor de esos cinco personajes que ya todos conocemos.
El tema de la pérdida de los ideales primigenios de cada ser humano cuando se va creciendo y, sobre todo, cuando la cruda realidad va presentando otros caminos más ‘convenientes’ es el ‘leitmotiv’ del que se sirve «1993» para profundizar aún más en el carácter de esos roles principales, que ya parecían suficientemente explicados en «1992».
De esta manera, nuestro malandrín favorito, el carismático Leonardo Notte (en cuya piel Stefano Accorsi vuelve a sentirse de lo más confortable) abandona momentáneamente su causa berlusconiana mientras tiene que pagar las deudas de su escabroso reciente pasado, con el que no ha dejado de convivir. Su trama también incluye -algo innecesariamente- un billete a sus luchadores años mozos mediante cortos ‘flashbacks’. cuyas decepciones nos explican al Notte actual, un ser tan astuto e inmoral que llega incluso a tener engañado al espectador. Todo un pieza este Notte, al que, sin embargo, es casi imposible no quererle.
Mucho más frontal es la evolución de Luca Pastore, que continúa ‘ad infinitum’ su lucha contra el sistema sanitario italiano, enardecido por su nueva pareja Eve, y, más en concreto, con el escándalo de la sangre infectada que le hizo enfermar, algo que no le impide ser el gran apoyo de Di Pietro en su titánico empeño. Su escalofriante aspecto físico y la verdad que le transmite la interpretación de Domenico Diele salvan la papeleta de un personaje que ha tenido mejores momentos.
Todo lo que no ha crecido el rol de Pastore, lo ha hecho el de Pietro Bosco, sin duda el gran beneficiado de «1993». Utilizado para contar las vicisitudes de la polémica y creciente Liga Norte de Umberto Bossi, Bosco comienza siendo aún ese atolondrado ‘tonto útil’ que contagia a su posición política la frescura del que viene del punto más alejado de los estamentos del poder de Roma. Sin embargo, ese bronco Bosco va adquiriendo experiencia y sumando decepciones para irse configurando en todo un ‘animal político’, plenamente integrado ya en ese mundo de conspiraciones y falsedades consustancial a casi todo partido.
También ha resultado privilegiada esa ‘bala perdida’ llamada Veronica Castello, la arribista ‘vedette’ que continuará encontrando numerosas piedras en su ambicioso camino, Su toma de conciencia de la posible temprana caducidad de su estrellato la deja inmersa en una crisis en la que está a punto de abrazar la redención. No será así para su desgracia, pero para regocijo de los espectadores, ya que acaba encaminada hacia un rumbo de lo más atractivo, no cabe duda que volverá a ser uno de los grandes alicientes para «1994».
Mucho más secundario ha resultado el rol de Beatrice Mainaghi, otra que abrazó el camino de la redención tras haberse convertido en una de las grandes ‘villanas’ de «1992», rumbo que compartió con su hermano Zeno, que le ha acabando robando gran parte del protagonismo.
Asimismo, se agradece la llegada al primer plano de Giulia, la hermana periodista de Veronica, que sufre una metamorfosis personal total y que mantiene una relación a veces tierna, a veces cruel con uno de los miembros del equipo de ayudantes de Di Pietro, pandilla que esta vez ha quedado mucho más desdibujada que en la anterior entrega. Especial importancia cobra también Arianna, la mujer del fallecido Rocco Venturi, aunque su desconcertante comportamiento parece más bien obedecer a necesidades del guión más que a la propia evolución natural del personaje.
«1993» ha sabido conservar su gran músculo narrativo, su capacidad de alternar situaciones y personajes con encomiable fluidez y una puesta en escena sugestiva y adecuada. Sin embargo, la excitación que nos produjo en su predecesora la venida al mundo de personajes tan ricos y bien delineados se ha quedado demasiado atenuada en esta ocasión por la falta del factor sorpresa. Las vicisitudes que atraviesan los distintos protagonistas son interesantes pero distan del impacto de los hechos fundacionales.
Nunca censuraremos la presencia de la introspección en cualquier tipo de ficción pero, aunque a veces sea muy deseable, no siempre es garantía de éxito y eso se demuestra en «1993», en la que echamos de menos la frescura de su crónica histórica y su impúdica y juguetona manera de tratar el sexo como infalible arma de poder, virtudes ahora perjudicadas por una profundización y una gravedad que no acaban de casar todo lo bien que quisiéramos con su propuesta.
El que recursos que antaño aplaudimos como esos cierres de episodio corales al ritmo de alguno de los ‘hits’ del año correspondiente se nos hagan esta vez demasiado reiterativos y predecibles (pese a ser imposible no disfrutar de maravillas como «Elderly Woman Behind a Counter in a Small Town» de Pearl Jam y no tirar de nostalgia con aquella «Mmmm» de Crash Test Dummies) ejemplifican muy bien el regusto a oportunidad perdida que nos ha dejado esta «1993». Cuando esperábamos una confirmación absoluta, la producción de Sky Italia se ha limitado a ofrecernos una temporada de transición. Y no, no nos ha resultado suficiente.
No obstante, ni siquiera lo manido del radical ‘cliffhanger’ utilizado para dar carpetazo a esta nueva entrega nos ha impedido mantener las esperanzas depositadas en la serie y desear que «1994» llegue lo más pronto posible: ahora sí que todas las cartas están sobre la mesa y el abanico de hechos históricos que se nos avecinan nos hacen predecir el esperado estirón definitivo que nos haga reconsiderar en el futuro a esta «1993» no como la pequeña decepción que ha sido, sino como un imprescindible paso de cara a la gloria. Ci vediamo.