«Lovesick» pierde parte de su gracia (pero gana con sus miserias)
Paradójicamente, en la temporada en la que en principio más optimismo se podría rescatar, «Lovesick» ha tenido sus mejores momentos en las desgracias de algunos de sus personajes. Después de dos temporadas realmente encantadoras, en su tercera tanda de episodios «Lovesick» ha comenzado a dar ciertas muestras de flaqueza, si bien se intuye que la serie no debería de tener problemas en encontrar el rumbo que sortee el leve bache en el que entró en algunos momentos de esta última entrega.
Ha sido algo rara esta tercera temporada de «Lovesick». El hilo conductor de los anteriores capítulos, es decir, el forzado reencuentro de Dylan con todas sus exparejas debido a una enfermedad venérea que servía como excusa para ir descubriendo el pasado amoroso del protagonista, queda ya (necesariamente) aparcado, lo que hace que la serie pierda su original vaivén temporal, su pizca de gamberrismo y su divertido puzzle sentimental. En cambio, ganamos para la causa una estabilidad de tiempo que ayuda a que los personajes logren tener más calado y profundidad al dejar de mirar al pasado y tener que centrarse en un presente que en algunos casos empieza a estar inundado de desdicha.
Desde el principio de esta tercera temporada queda claro ya que el trío sobre el que pivotaban prácticamente todos los acontecimientos se ha ampliado (primero a seis, luego a cinco y quedando finalmente en un póker de protagonistas). Así, el cuarto en discordia, el extravagante y casi siempre exagerado Angus, aparece ya definitivamente integrado en el núcleo duro de la serie. Reconozco que su presencia me produce mucho desapego, nunca me gustó su histriónica presencia, totalmente fuera del tono de la serie. Sin embargo, y aunque su traza me sigue resultando incómoda, su devenir a lo largo de esta temporada marca uno de los puntos más importantes, aportando un drama existencial realmente doloroso, especialmente como contrapunto a las características de su persona. Por otro lado, pese a la importancia adquirida por Angus, pese a la focalizada relación entre Dylan y Evie, en principio el punto principal de la serie (ya la trataremos dentro de unas líneas), creo que en esta tercera temporada el personaje más interesante ha sido el de Luke. El rol de guaperas que acaparaba los gags más divertidos en los episodios anteriores se convierte ahora en un drama tan predecible como creíble. Su intento por dejar atrás una vida de continuas aventuras sexuales choca de frente con la realidad y con las dudas de si realmente podrá dar carpetazo a su papel de asaltacamas o por el contrario está condenado a convivir con el corazón frío (y la bragueta caliente, podríamos decir fácil y vulgarmente). Y como elemento principal de esa desazón y como otro de los elementos destacados de esta temporada aparece Jonesy, el reflejo femenino de lo que Luke siempre ha sido y con el que deberá luchar para intentar convencer y convencerse de sus nuevas intenciones.
En cuando a la evolución de los personajes de «Lovesick», todo lo anteriormente dicho podría situarse en el lado positivo, entrando las dudas en la consolidada relación entre Dylan y Evie. Lo que había sido hasta ahora el ‘leit motiv’ de la serie, en el momento en el que tiene que apoderarse de ella definitivamente empieza a desdibujarse, cuando debe comenzar a dar pinceladas finas para definirse es cuando empieza a difuminarse y a desarrollarse asentándose en muy escasos recursos, quedando como eje de los dramas de los demás personajes pero sin expander su propio universo. Además, por el camino queda Abigail, quien en su papel de víctima no hace más que ganar puntos para su causa, y es que si en las anteriores temporadas teníamos el corazón dividido entre Abigail y Evie, ambas maravillosas, con el devenir de los acontecimientos nos quedamos del lado del perdedor, como casi siempre. La resolución de este conflicto es seguramente el punto álgido de la tercera temporada, una resolución que llega demasiado pronto, lo que propicia la irregularidad de episodios que denunciábamos al comienzo del texto.
De esta forma, el desarrollo de la temporada, de nuevo con los escasos 8 episodios tan propicios para devorarla en una o dos sentadas, se inicia con un par de capítulos de contextualización («Andy y Olivia» y «Bonnie»), correctos, pero que quedan rápidamente como títulos menores tras los episodios 3 y 4 («Abigail part III» y «Evie»), sin lugar a dudas los más sobresalientes y emotivos. Y que la cima llegue tan pronto no puede sino ensombrecer lo que viene después, ya que realmente nunca se logra superarlos y eso se convierte en una losa. Con el quinto capítulo quizás como el más flojo («Martha»), un sexto («Queen of cups») con la miseria de Angus como punto central y un séptimo («Tasha») en el que se recupera la esencia y formato de las anteriores temporadas, la mejora que se logra con el último («Evie part II») no llega sin embargo a igualar lo ya vivido (y sufrido) con la resolución de la relación a tres bandas Evie-Dylan-Abigail, resultando una ‘season finale’ sin ningún pero que reprocharle aunque con la sensación de cierta frustración.
Formalmente, como ya hemos dicho, la serie pierde una de sus principales características, esos continuos ‘flashbacks’ gracias al ‘macguffin’ de la enfermedad de Dylan que servían para recomponer su historia en un divertido juego de piezas. Esta licencia se usa ahora en alguna ocasión, sin ser la tónica general, por lo que en estructura nos encontramos con un formato más típico. Se sale ligeramente de un armazón básico el que algunos de los episodios quedan centrados en una única escena, limitándose toda la acción a un tiempo y espacio muy determinado y acotado. Por otro lado, es de destacar que la banda sonora sigue siendo maravillosa, haciendo de nuevo gala de un gran gusto (al final del artículo dejamos una playlist con las canciones que han sonado en esta T3).
El final feliz en el que terminan todos los personajes tras esta tercera temporada no es sino una inmensa oportunidad para darles un buen meneo a cada uno de ellos, ya que hemos visto que donde más podemos disfrutar ahora con ellos en la desgracia (aunque suene un poco cruel). Lejos de este drama, la comedia de situación que podría plantear «Lovesick» se me antoja demasiado evidente, ya vista, y sin demasiados ganchos para diferenciarse de las numerosas sitcoms que ha habido, hay y habrá en la televisión. Más allá de la estructura formal de la serie, sus mejores bazas siempre han sido sus personajes, y si al gran desarrollo que han tenido Luke y Angus y a la espléndida irrupción de Jonesy se une un mejor dibujo de la relación entre Dylan y Evie, podremos seguir disfrutando de una comedia romántica sin más pretensión que eso, ser una buena comedia romántica.