«Rojo»: preludio de la tormenta

Todos lo sabemos ya. En cuanto vemos que una película argentina está ambientada en los años 70, instintivamente damos por sentado que en algún momento, ya sea más o menos tangencialmente, se va a acabar tratando la dictadura militar de Jorge Videla, No es de extrañar que un periodo histórico tan desgarrador como silenciado durante demasiados años haya explotado en la gran pantalla, desde hace bastante tiempo, como uno de los asuntos estrella en la producción cinematográfica del país sudamericano.
En el caso de «Rojo», la tercera película del director Benjamín Naishtat y una de las grandes triunfadoras del pasado Festival de San Sebastián -¡tiene narices que se estrene casi un año después!- al hacerse con los premios a Mejor Dirección, Mejor Actor (Darío Grandinetti) y Mejor Fotografía (Pedro Sotero), se elige el sutil método ya empleado por Michael Haneke en la ejemplar «La cinta blanca» respecto a la I Guerra Mundial, el de explicar un hecho histórico diseccionando sus antecedentes. Porque, aunque veces lo parezca atendiendo a muchos manuales de Historia, estos sucesos no ocurren de la noche a la mañana por ciencia infusa, son el estallido de un caldo de cultivo que se ha ido cocinando durante años, incluso décadas, anteriores.

Nada de ello se deja entrever en el magnífico arranque de la historia: un acontecimiento tan cotidiano como la espera en un restaurante se ve zarandeado por una discusión de tensión creciente y concluye en un lance violento tan inesperado como impactante, muy a la manera en que lo hicieran los distintos segmentos de aquellos «Relatos salvajes» de Damián Szifron de tan grato recuerdo.
La trama se centrará a partir de ese momento en uno de los protagonistas de ese enfrentamiento inicial: el refinado y acomodado abogado Claudio (un excelente Grandinetti que carga sobre sus hombros con gran parte del peso del filme) y en su idílica familia, formada por su atractiva y prudente esposa Susana (gran Andrea Frigerio) y su joven hija Paula (interpretada por la propia vástaga de Grandinetti, Laura).

A partir de este tronco familiar común se irán desarrollando y alternando diversas tramas sin aparente conexión común, pero que acabarán teniendo un destino similar: el de mostrar el descenso de los estándares morales de una sociedad enferma amparada en su falso aspecto de la normalidad, una sociedad corrompida hasta los huesos que se convertirá en perfecta pista de despegue para el siniestro avión de la dictadura, que llegará después de un levantamiento de cuyos prolegómenos se irán dando pistas dispersas a lo largo del filme y a los que los distintos personajes asisten impasibles como si de un destino inevitable se tratara, inconscientes del terror que se cierne sobre sus vidas.
Naishtat huye en todo momento del naturalismo y crea sugestivas atmósferas que dotan al filme de un ligero ambiente irreal -muy paradigmático es ese algo confuso pero bello segmento del eclipse- , lo que le saca de los caminos más trillados y le aporta un agradecido plus de interés, especialmente con ese virtuoso uso de planos fijos, llenos sin embargo de movimiento gracias a la fluida interacción de los personajes.

El director no puede evitar, sin embargo, que el tramo central de su película quede claramente desdibujado, con una excesiva proliferación de tramas que no acaban de explotar. «Rojo» se balancea entre el ‘thriller’ clásico (anima algo el cotarro la aparición del Detective Sinclair, un singular personaje interpretado por la leyenda chilena Alfredo Castro y que hubiera merecido un mayor desarrollo), un relato sobre la culpa y el drama social sin acabar por decidirse por ninguno de ellos y perdiendo intensidad a chorros por el camino.
Un potente y metafórico final cierra un filme ciertamente irregular, del que su cosecha de galardones donostiarras se nos hace algo excesiva, pero que presenta un indudable interés y nos presenta en sociedad, en las lides más comerciales, a un cineasta más que prometedor y que puede darnos muchas alegrías en el futuro. Solo por ello, merece la pena pintarse de «Rojo».
