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«Las malas hierbas»: desenfadada sabiduría

28/04/2012

Agazapada entre la descafeinada cartelera que sucede a la entrega de los Oscar permanece «Las malas hierbas», penúltima película -se ha estrenado en España con un retraso de tres años- del ya nonagenario Alan Resnais, uno de los grandes nombres de la Nouvelle Vague francesa y uno de los cineastas vivos más prestigiosos. Uhmm, ¿francés?, ¿Nouvelle Vague? Si al llegar a estos términos habéis pensado en dejar de leer, dejadme sugeriros que continuéis, pocos filmes encontraréis actualmente en los cines que conjuguen de modo tan brillante diversión con profundidad.

Es lo que tienen las personas mayores, que acumulan sabiduría a la vez que ya han superado hace tiempo el miedo al qué dirán, por lo que, definitivamente, van a la suya. Resnais no es una excepción y, a la hora de contar lo que no deja de ser una tragedia, ha decidido divertirse filmando y hacer lo que le venga en gana. Es por eso que se permite adoptar elementos tan poco al uso como la narración en tercera persona (con una profusa voz en off que sirve tanto para contar los distintos acontecimientos como para plasmar los jugosos monólogos interiores de los personajes), los insertos de un plano sobre  otro para mostrar la simultaneidad de la acción, una estética plenamente ochentera (con música a lo Vangelis) en las pretendidamente confusas escenas nocturnas y, sobre todo, una feroz ironía que carga contra, entre otras cosas, los tópicos de las películas más convencionales, llegando a incluir un jocoso y falso «happy end». Esta libertad, esta actitud juguetona es lo que le da al filme esa innata frescura y levedad que hace tan gozoso su visionado.

Resnais se centra en analizar las consecuencias que conlleva la abrupta salida a la, normalmente ordenada, superficie que supone la vida convencional de nuestro yo más interno, de aquellos  anhelos y pensamientos que solemos ocultar para salvaguardar nuestra rutina social. Para ellos nos presenta a dos personajes que viven sendos momentos que interrumpen su anodino quehacer diario: una mujer de mediana edad que acaba de comprar unos zapatos y sufre el robo de su bolso y el de un hombre maduro que encuentra posteriormente la cartera de la citada mujer en el garaje de un centro comercial. El hombre duda, pero termina agachándose para recoger la cartera y no puede evitar curiosear. De repente, descubre allí una licencia de avión privado, lo que le reconecta a su pasado, a su sueño de infancia: la aviación. También presencia tan asqueado como excitado el paso de dos adolescentes a su lado. Todo se junta para propiciar un fogonazo de esos que cambian vidas. De pronto, siente un deseo insaciable de conocer a la misteriosa poseedora de la cartera. De nada sirve que objetivamente pueda ser considerado un afortunado: pese a su inactividad (se supone que está desempleado), vive con su atractiva mujer en una desahogada casa de campo a la que acuden puntualmente sus dos hijos. Las pulsiones interiores no respetan nada. En el trascurso de unos pocos días, el respetable señor se ha convertido en una especie de inestable adolescente que, entre mares de dudas y comportamientos contradictorios, ha hablado con su objeto de deseo por teléfono (haciendo caso omiso a la presencia de su mujer) y ha llegado al extremo del acoso (provocando una curiosa intervención policial). Mientras, la misteriosa aviadora -en realidad una dentista muy «admirada» por su clientela masculina- entra en un proceso en el que su indiferencia inicial se va transformando paulatinamente hasta llegar al deseo. Todo ello destapa la caja de truenos; «el caos reina», que diría Lars Von Trier.

Y así, tras un desarrollo en el que se mezclan las risas con el estupor y con el suspense que proporciona la realista imprevisibilidad  de unos personajes principales extremadamente ricos en matices (y muy bien interpretados), llegamos a un final tan chocante como lleno de sabiduría.  Resnais nos muestra, sin darse importancia alguna, la tragedia del ser humano los instintos que nos hacen vivir con más intensidad son los que también nos pueden hacer más daño. Y es que las malas hierbas están ahí, siempre acechando, prestas a aparecer en cuanto se descuida el césped.

2 comentarios leave one →
  1. 28/04/2012 17:29

    Me encanta Resnais!!Estupenda reseña compañeros! Un saludo.

    • Alberto Loriente permalink*
      28/04/2012 18:44

      Gracias por los elogios, Emilio. Y felicidades por el buen gusto.

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