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‘Love you live’ (I): Tori Amos ‘Live at Montreux’

07/12/2012

Cada vez que pensamos en álbumes en directo nos vienen a la cabeza, inevitablemente, títulos como ‘Live After Death’, ‘Live at Leeds’, ‘Strangers in the Night’, ‘Live at Fillmore’, ‘Live Bottleg’, ‘Made in Japan’ o cualquiera de las maravillas que se agolpan en miles de especiales de revistas, libros especializados y blogs. No es extraño, los álbumes en directo fueron unos de los grandes protagonistas de la era dorada del rock, recogiendo esa herencia que ya provenía del jazz y del blues y convirtiéndola en asignatura obligada para las bandas, una especie de examen de acceso para comprobar si les correspondía un hueco entre las grandes de la Historia, además de una oportunidad única de ver cómo se las apañaban en concierto los grupos que escuchábamos sin parar en nuestra habitación y que, sabíamos, no pasarían cerca de nuestras casas.

Sin embargo, desde los años 90 los ‘live albums’ han ido perdiendo casi toda su relevancia. Los grupos alternativos que mandaron en aquella década no eran muy aficionados a mostrar sus virtudes en directo y, posteriormente, con el nuevo siglo, la existencia de You Tubes y descargas varias acabaron prácticamente con este formato, reduciéndolo a acompañamiento de DVD’s o a bonus de reediciones cuando no había otro material con el que completar el pack en cuestión. El hecho de que cualquier habitante de Calasparra pueda ver apenas unas horas después cómo ha sido el último concierto en el Madison Square Garden de su banda favorita ha pulverizado el misterio y la razón de ser de estos discos. No obstante, aún hay bandas dispuestas a no dejar morir este formato y siguen lanzando esporádicamente grandes documentos en vivo. Es en honor a ellos que desde El Cadillac Negro queremos recordar aquellos discos en directo del siglo XXI (queremos decir, publicados en este periodo, aunque el concierto o conciertos en cuestión sean anteriores) que nos han hecho reverdecer gratos recuerdos pasados y que han pasado prácticamente inadvertidos en estos años del reinado de la tecla y el ratón. Comenzamos, de este modo, una serie que esperemos os ayude a recordar o a descubrir la magia de los ‘live albums’. ¡Arrancamos!

La carrera de la cantante estadounidense Tori Amos se ha estabilizado de tal forma en la última década y pico, con álbumes tan buenos como escasos de sorpresas, que sus fans hemos ido entrando en un agradable y complaciente letargo. Por eso vino tan bien que en 2008 Eagle decidiera lanzar ‘Live at Montreux’, un disco que recogía las actuaciones en el famoso festival suizo de jazz en 1991 y en 1992. De pronto, nos hizo recordar la magia, la garra y todo el caudal de emociones que nos hizo sentir la virtuosa pelirroja en sus comienzos. Y lo que perdimos por el camino.

Aparte de su espectacular contenido musical, ‘Live at Montreux’ tiene un incontestable valor biográfrico. El mítico evento, localizado en una pequeña ciudad helvética que tiene el honor de albergar la famosa estatua de Freddie Mercury que presidía la portada de ‘Made in Heaven’ y de ser nombrada en el ‘Smoke on the Water’ de Deep Purple como sede del incendio de unos estudios que inspiró la, probablemente, canción más famosa del hard rock, daba muestras de un gran olfato al contratar en 1991, como telonera de The Moody Blues, a una chica que llevaba meses tocando en pequeños bares de Londres buscando un contrato discográfico con el que lanzar su aventura en solitario después de ver frustrada su carrera en su EE.UU natal con el grupo de rock Y Kant Tori Read. La actuación de Amos en el festival fue todo un aldabonazo a su incipiente carrera que, en menos de un año, dio un salto excepcional tras la salida al mercado de su debut, ‘Little Earthquakes’, y su posterior, y merecídisimo, éxito de público y crítica. Como una señal de agradecimiento, la Amos regresa en 1992 a Montreux de una forma muy diferente, ya consolidada como una de las grandes realidades del rock de la época. De esta forma, el disco nos aporta una muy interesante visión del crecimiento de una artista, de forma similar al doble álbum en vivo de idéntico título y emplazamiento en el que pudimos comprobar la notable evolución de Stevie Ray Vaughan entre 1982 y 1985. El lanzamiento de este ‘live album’ aún por descubrir por demasiada gente se diversificó con un DVD, un doble álbum y un álbum sencillo al que le faltan tres canciones del concierto de 1992, siendo éste último el que pasamos a comentar.

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Cada vez que escucho un gran disco en directo me imagino cómo debió ser estar allí. En este caso, aún más. Me imagino a los acomodados espectadores deseando ver a sus amados The Moody Blues contemplar a esa joven pelirroja acercarse a su piano como único acompañamiento calculando mentalmente los minutos que duraría su concierto, los minutos durante los cuales podrían repasar las tareas a realizar durante la dura semana de trabajo que se avecinaba. Pues eso tendría que esperar, no me imagino a ningún ser humano con una mínima pizca de sensibilidad poder permanecer indiferente ante el torrente de expresividad y belleza que inunda el recinto cuando comienza ‘Silent All This Years’. Tras el primer impacto, ese curtido melómano hace un rápido chequeo de su mente y se dice «¿Amos?, ¿Tori Amos?, ¡diablos! ¡no me suena de nada!». Elemental, las canciones que luego compondrían ‘Little Earthquakes’ están todavía ocultas al gran público, sólo presentes en la mente de Tori y en los archivos de las múltiples discográficas a las que han sido enviadas. «Bueno» -se dice el emocionado espectador- «sigamos con el plan de la semana, el martes sin falta me voy a Zurich a ver si Hans tiene algo de esta chica en su tienda». Hace bien, porque solo ha escuchado el principio. La inexperta e ingenua artista escupirá su alma en cada estrofa, henchida de orgullo y ánimo al realizar su primer concierto importante, dando a conocer al mundo  gran parte de su vida y emociones en forma de canciones. Esa candidez y arrojo dan una dimensión aún más impactante a temazos como ‘Precious Things’, con una labor vocal de Amos absolutamente mágica; ‘China’ o ‘Crucify’, con ese precioso estribillo resultando más emotivo que nunca. La joven promesas da muestras de su irreducible carácter cuando presenta ‘Leather’ afirmando que «un ejecutivo discográfico me dijo que si tocaba esta canción no tendría una carrera. Con lo cual, voy a tocarla», iniciando el característico ritmo juguetón al piano del tema, que contrasta con el dramatismo de la letra. Entrañable es el momento en el que Amos se olvida por un momento de la letra de ‘Happy Phantom’, especialmente cuando pide unas espontáneas disculpas y la retoma, embaucando de nuevo con tamaña canción. Dos rarezas como ‘Song for Eric’, cantada a capella, y ‘Upside Down’ anteceden al climax final que se consigue con una de sus mejores canciones, la sobrecogedora ‘Winter’. Emocionado, nuestro espectador prorrumpe en aplausos justo antes de que un sonido familiar empiece a inundar su tímpano. «Uhhmm, ¡esto me suena!!, «se parece a..no, ¡espera!, ¡sí, es!, ¡joder, Led Zeppelin!». Efectivamente, la Amos se permite poner el broche de oro al concierto, recordando a uno de los grupos que le hicieron imposible continuar su infantil carrera como intérprete clásica y le hicieron abrazar el rock, y una espectacular versión de ‘Thank You’ deja a los espectadores -y al oyente que se ha puesto el disco en su hogar- impresionados del vendaval del que han sido testigos.

Un año despues, 1992. Nuestro querido melómano se siente confundido. Se consideraba un jefe ejemplar, de esos pocos que es el primero en quedarse en la oficina si hay trabajo extra. Sin embargo, hoy ha mentido y ha dejado a dos de sus mejores trabajadores realizando el encargo del que perfectamente podía haberse ocupado él. Les ha dicho que su hijo tenía cita con el dentista y no podía dejarle ir solo. Miente, miente como un bellaco. En realidad, tenía comprada desde hace tiempo una entrada para el Festival de Montreux. Cuando se dio a conocer la programación, tuvo que leerla repetidas veces para asegurarse de que era cierto. ¡No podía ser! ¡Otra vez Tori Amos! Espera, ¿no será una programación del año pasado? No, pone bien claro 1992. Desde entonces andaba impaciente para ocupar un sitio de nuevo ante esa chica pelirroja que tanto la había impresionado. Unos meses antes, su amigo Hans le había llamado para decirle que ya estaba en su tienda un disco, llamado ‘Little Earthquakes’, de esa chica sobre la que le había reclamado información tan insistentemente tiempo atrás. Mediante la lectura de revistas especializadas, había seguido el fulgurante éxito de esa artista. El mismo había contribuido a ello grabando y recomendando el disco a cualquiera que se le acercara hablando de música. Cuando ve de nuevo a Amos acercarse al piano, ve seguridad en sus movimientos, ya no es aquella chica atemorizada que resultaba tan entrañable, sino una artista hecha y derecha y en la cresta de la ola. Eso queda comprobado cuando, en medio de su interpretación de ‘Little Earthquakes’, Amos para y lanza un reproche a dos espectadores que están hablando, recordándoles lo caras que les han salido las entradas. Las interpretaciones de ‘Precious Things’ y ‘Winter’ siguen siendo perfectas, sin embargo echa de menos la tensión, la magia virginal que percibió hace un año. ¿Qué más da cuando deja el piano y se marca una desarmante interpretación a capella de ‘Me and a Gun’, esa descripción tan desasosegante de la agresión sexual que sufrió la propia artista? Su emoción se acentúa cuando ésta vez se añade, antes de su versión de ‘Thank You’, otro recuerdo zeppeliano, ‘Whole Lotta Love’, aunque, eso sí, está adaptación queda bastante más forzada que la anterior. Y como sorpresa final, otra versión, ésta vez de esa canción que tanto suena en la radio de esos desharrapados de Seattle. El ‘Smells Like Teen Spirit’ de Nirvana acaba de verse recreada, en la precursora de las millones de versiones que vendrían posteriormente de ese emblemático tema. Nuestro admirado aficionado se levanta de su butaca con una sonrisa en la cara y la manos enrojecidas de tanto aplaudir, ya sin arrepentimiento alguno y orgulloso de que su mentira haya sido tan fructífera. Piensa para sí que este concierto tendría que haber sido grabado para ser editado, ningún aficionado a la música tendría que perdérselo.

2008. Nuestro incombustible aficionado, con unas cuantas canas más que cuando lo dejamos, abre su cuenta de correo electrónico y ve un mensaje que llama su atención en la bandeja de ‘Recibidos’. Abre así inmediatamente la ‘newsletter’ que semanalmente le manda la tienda on-line de música que Hans tuvo que montar hace unos años, cuando empezó a comprobar que pasaba tardes enteras sin que ninguno de sus habituales clientes se pasara para rebuscar entre sus discos como antaño era norma. En la sección ‘Recomendados para tí’, aparece una foto familiar, una atractiva joven pelirroja llena de entusiasmo. Mira el nombre del disco. No, no puede ser. Sí, ‘Live at Montreux’. Lee la reseña y abre los ojos de emoción al leer 1991 y 1992. No lo piensa más. Da sin dilación a ‘Añadir a la cesta de la compra’. No ha mirado el precio, el poder rememorar dos de sus mejores días no tiene precio.

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