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«Guerra Mundial Z», cuando ruge la marabunta

07/08/2013

Guerra Mundial Z

Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón, siempre quise ser un zombi. Sí, yo fui uno de esos niños que quedaron marcados por la primera vez que vieron en la televisión el “Thriller” de Michael Jackson. Aquellos muertos saliendo lentamente de sus tumbas con los increíbles maquillajes de Rick Baker al ritmo del rapeado de Vincent Price, rodeando a la despreocupada pareja protagonista y poniéndose a bailar en la calle conforman una de las secuencias más icónicas de mi infancia. Años después también me acojoné de lo lindo en mi primer visionado de la seminal “La noche de los muertos vivientes” (1968) de George A. Romero. Los vampiros podían tener más glamour y misterio, pero los zombis eran implacables, estaban desprovistos de todo halo romántico-trágico, no tenían razón de ser y vencían irremediablemente por acumulación. Además, para los más sesudos, tenían ese cacareado componente alegórico y de metáfora de nuestra sociedad.  Así que siempre han sido mis “monstruos” favoritos, por eso celebro que desde hace unos años el subgénero atraviese una edad dorada en la que el canon impuesto por Romero ha evolucionado ofreciendo variaciones sugerentes y efectivas sobre la fórmula original. Quizás el punto de inflexión haya que situarlo en 2002, cuando Danny Boyle decidió en “28 días después” que los zombis, o más bien infectados, no tenían por qué seguir moviéndose lenta y parsimoniosamente, sino que podían correr como alma que lleva el diablo, como auténticos perros rabiosos y hambrientos. Bueno, su estética intencionadamente arty y sus crudas reflexiones hobbesianas también contribuyeron a convertirla en instantánea pieza de culto.

Desde entonces hemos tenido aproximaciones que aplicaron las nuevas reglas respetando la tradición del maestro Romero –la ejemplar “Amanecer de los muertos” (2004) de Zack Snyder- ,  radicales experimentos narrativos –el fenomenal hallazgo del found footage de la esencial [Rec] (2007)-, frutos bastardos surgidos de la copulación con la comedia más negra -la divertidísima “Zombies party” (2004) o la irreverencia post-moderna de “Bienvenidos a Zombieland” (2009)- , gamberradas gore que solo buscan hacer pasar un buen rato –“Zombis nazis” (2009)-, superproducciones a mayor gloria de una gran estrella –“Soy leyenda” (2007)-, franquicias para teenagers adictos a la play station –la saga de “Resident Evil”– o nuestra celebrada “The walking dead, tanto la serie como el cómic, en la que los no muertos pasaban a ser un mero mcguffin para profundizar en los devastadores efectos del apocalipsis sobre los supervivientes. Diablos, hasta el propio Romero quiso volver a subirse a su propio carro en una nueva serie de películas a cada cual más decepcionante (de la todavía visible “La tierra de los muertos” (2005) hasta esa “Survival of the dead” (2009) que no debe haber visto casi nadie). Efectivamente, el género goza de muy buena salud, aunque no siempre entregue buenas películas ni ofrezca algo nuevo.

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Por eso cuando saltó la noticia de que la novela de Max Brooks “Guerra Mundial Z” iba a ser llevada a la gran pantalla muchos pensaron que, si se adaptaba bien, podríamos tener una cinta realmente novedosa sobre un tema muy manoseado. Confieso que no he leído el libro, pero mi compañero Rodrigo –un zombiéfago mucho más insaciable que yo mismo- ya me habló hace un par de años del potencial de una obra concebida como singular reportaje periodístico que recogía los testimonios orales de los supervivientes de una gran epidemia global, prolija en detalles geopolíticos y profusamente documentada. A estas alturas todos los mínimamente interesados en el tema sabréis que de la obra de Brooks se ha tomado el título y poco más, desaprovechando así una oportunidad única de acometer una empresa con mayor altura de miras. Ignoro por qué razón alguien se gasta una pasta en comprar los derechos de adaptación de un libro si luego va a pasarse su contenido por el forro, pero es lo que hay. No hay que darle más vueltas.  Lo que finalmente queda en “Guerra Mundial Z”, la película, es un competente blockbuster veraniego con héroe dispuesto a sacrificarse por la humanidad que suscitará la ira de los fanáticos del libro, pero que si se toma como lo que es y no como lo que podría haber sido no debería defraudar a ningún seguidor del género.

El siempre desconcertante Marc Forster (“Monster’s ball”, “Más extraño que la ficción”, “Quantum of solace”), al que todavía no sé si considerar como el Michael Winterbottom de Hollywood o como un artesano con ínfulas, es el encargado de llevar a buen puerto  una producción a medio camino entre el cine de catástrofes y el thriller de epidemias que no pretende transitar por nuevos territorios ni marcar ningún nuevo hito en el género (de hecho, no desprecia prácticamente ninguno de sus estereotipos), sino ofrecer dos horas frenéticas sin conceder respiro al espectador.  Y, a decir verdad, eso lo consigue, porque Forster no se anda con circunloquios ni rodeos y, tras una desasosegante escena de créditos muy apropiadamente acompañada por el “Isolated System” de Muse (y que recuerda mucho a la de “Amanecer de los muertos”, aquella a ritmo de Johnny Cash), rápidamente nos mete en situación, arrojando a una típica familia americana al caos más absoluto. Este arranque derrocha adrenalina y sentido del espectáculo, y técnicamente es irreprochable. Incluso los habitualmente mareantes rápidos movimientos de cámara y montaje brusco están bien justificados. No ofrece nada que no hayamos visto antes, pero este tipo de secuencias en la que se prende la mecha y el desconcierto estalla casi siempre funcionan a condición de que estén bien contadas, y aquí lo está.

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Transcurrido el primer acto, la cinta pasa a ser el viaje del héroe en busca del origen de la epidemia para hallar una vacuna o cura, en un periplo global que le llevará desde New Jersey hasta Cardiff, pasando por Corea del Sur y Jerusalén (quizás sea éste, su carácter itinerante, el único elemento que comparte vagamente con el libro), pero, y ese es otro acierto del filme, siempre manteniendo una escala humana, muy al estilo de lo que hizo Steven Spielberg en “La guerra de los mundos”. Forster evita, en la medida de lo posible, la tentación de ceder al exceso de ruido del blockbuster contemporáneo, en la onda Michael Bay, y, aunque su encadenamiento de set-pieces trepidantes adolece de cierta falta de cohesión, no comete el pecado de abrumar al espectador ni de perderle para la causa. De hecho, la película pierde fuelle solo cuando vira hacia la trama familiar, y es que aquí los personajes secundarios, esbozados en tan solo dos brochazos, son de lo más prescindible que se ha visto en el género. La cinta, y la empatía con el espectador, descansa descaradamente sobre los hombros de Brad Pitt. Sin una estrella de su calibre al mando, una nave como ésta está destinada a zozobrar. Es el tipo de papel que no exige grandes esfuerzos interpretativos, pero que demanda presencia, carisma de protagonista. Y Pitt, indudablemente, lo tiene.

Por otro lado tenemos a los infectados, los zombis, los Z, como aquí se les llama, que recuerdan poderosamente a los de “28 días después”. No hay, pues, laboriosas caracterizaciones de maquillaje y sí un vigor físico a prueba de atleta profesional. La mayor aportación al género de “Guerra Mundial Z” en el aspecto puramente visual es el componente gregario, como de marabunta descomunal, perfectamente ejemplificado en esas impresionantes tomas aéreas de la escalada al muro de Jerusalén ya presentes en el trailer. Puede que desentonen con el tono “realista” de la propuesta, pero sin duda son la imagen más perdurable que dejará esta película, porque los aficionados al gore más sangriento saldrán decepcionados con la absoluta falta de casquería, no en vano, recordemos, estamos ante un producto comercial dirigido a todos los públicos que no puede permitirse una clasificación R.

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Quizás el único momento en el que el espectador pueda sentir verdadero terror, o al menos algo parecido, sea en el ejemplar y largo segmento final que transcurre en un laboratorio de la OMS. Forster renuncia a la gran traca de fuegos artificiales de rigor para adentrarse por terrenos claustrofóbicos, en los que la puesta en escena y la planificación sonora es esencial para transmitir suspense y tensión, aunque posiblemente algunos espectadores no podrán contener la risa en algún momento (no diremos por qué, pero me consta que sucede así). Es un colofón inusual en una superproducción de este tipo, razón por la que alguno quizás se quede con ganas de más, pero, desde luego, preferible a otras soluciones más manidas. En definitiva, “Guerra Mundial Z” cumple sobradamente con su condición de película de verano y aunque no pasará a la historia del género zombi  ofrece dos horas de entretenimiento más que digno. Eso sí, quizás los lectores del libro piensen otra cosa.

5 comentarios leave one →
  1. Lcasei permalink
    08/08/2013 11:57

    Buen artículo. Como película de acción, no tiene desperdicio. Que no se espere nadie otra cosa. Me ha hecho mucha gracia lo de las risas en la parte de la OMS. A mi no me hizo ninguna gracia, pero no entendía por qué gran parte de la sala se reía. Curioso….

  2. 09/08/2013 4:53

    Leí el libro hace tiempo y aunque original me pareció aburrido. En fin, veremos la película aunque el tema de los z ya empieza a ser un genero en si. Y como tal.. a desvariar. No tardaremos en ver z en el espacio o luchando contra los aliens

  3. Tamara de Lempicka permalink
    04/09/2013 15:06

    Pues yo siento que he perdido dos horas de mi vida en esta cosa anodina, torpe e incoherente (el guión es rematadamente malo) para total lucimiento de un Brad Pitt en unos de sus papeles más planos e inverosímiles, ‘SuperGerryLane’. Y es que, salvo en contadísimos minutos de la película, me he aburrido olímpicamente. A mí no me ha convencido ni como película de acción, y es que creo que a veces a los espectadores nos toman por tontos… o zombies.

    Saludos, chicos!

  4. 15/09/2013 1:03

    Confieso que en la OMS alguna mueca hice que no llegó a risa. Voto por que se haga una continuación con los militares de la base de Corea como protas. Con permiso de Boyle, prefiero a los zombies clásicos aparentemente lentos. ¿A nadie le recordaron estos zetas en Jerusalén al ejército de no muertos de El retorno del Rey?. Así ni dan miedo ni nada. Casi dan más miedo los vivos saqueando.

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