‘Séptimo’: historia de una escalera
Alfred Hitchcock siempre ha sido uno de los directores más influyentes de la historia del cine y su vigencia no ha hecho sino crecer con los años. Sin ir más lejos, la cinematografía española ha acogido en los últimos tiempos un buen número de producciones que reflejaban muchos de sus hallazgos, pero pocas veces se ha dado el estreno tan consecutivo de dos homenajes tan claros al orondo genio como son ‘Grand Piano’, de Eugenio Mira, y ‘Séptimo’, de Patxi Amezcua. ¿Dejaron tanta huella los ciclos sobre el director que emitiera en mejores tiempos la televisión pública?, ¿avasallan las escuelas de cine españolas a sus alumnos con recurrentes proyecciones de ‘Vértigo’ o ‘Con la muerte en los talones’?…o ¿es que el modo de hacer ‘hitchcokiano’ es especialmente provechoso en estos tiempos de crisis para lanzar obras muy basadas en la unidad de espacio (con el consiguiente ahorro de costes), a las que les son suficientes una atractiva premisa y un par de nombres potentes en el reparto para atraer espectadores?
Lejos de poder dar un veredicto claro sobre estas reflexiones al vuelo, lo que está claro es que a Hitchcock le hubiera gustado una idea de base como la que presenta ‘Séptimo’: un hombre (Ricardo Darín) recoge a sus hijos en el piso de la mujer de la que está en trámites de separación (Belén Rueda) y baja en ascensor mientras sus retoños lo hacen por las escaleras. Una vez nuestro protagonista llega al bajo, sus hijos no están y, pasado un tiempo razonable, puede certificar su inexplicable desaparición. La tensión y el desconcierto no hacen más que crecer y crecer tanto p0r la constatación del suceso como por lo ridículo que resulta y lo exiguo del espacio en el que buscar. La película siempre nos sitúa desde el punto de vista de un padre ordinario superado por las extraordinarias circunstancias (un guiño, maestro) -con buena parte de la acción ocurriendo fuera de plano y narrada por medio de un móvil cuya batería echa humo- y vemos como se va agigantando su comprensible paranoia, acumulándose en su cabeza sospechosos sin parar. Comprobamos así la fragilidad de las relaciones humanas, lo fácil es que, con un solo click, nuestra mente eche fuera todos los pensamientos negativos que habíamos acumulado en el subconsciente sobre aquellos vecinos a los que sonreímos mientras hablamos del tiempo en el ascensor. Tampoco se sentiría mal el director de ‘Psicosis’ cuando viera ese explícito tributo en forma de plano cenital del protagonista corriendo desesperado entre una muchedumbre impasible (doble guiño, maestro).
Es cierto que Hitchcock hubiera sabido aprovechar mejor el constante devaneo por la escalera y las visitas a los vecinos del protagonista, hubiera añadido mucha más retranca y mala leche y hubiera completado uno de esos jocosos análisis sociológicos a los que era tan dado en sus cintas más costumbristas (el mejor ejemplo es la maravillosa ‘La ventana indiscreta’), pero no cabe duda de que estamos ante un tramo del filme más que correcto.
Las malas noticias llegan cuando, según avanza, reparamos en que ‘Septimo’ padece una agorafobia galopante, demostrando que, una vez abandonado su voluntario enclaustramiento en la escalera vecinal en busca de su resolución, no tiene nada más que contar…y tiene casi la mitad del metraje por delante. Los acontecimientos se suceden con una preocupante insipidez -exceptuando una estimable escena en el bufete del protagonista- hasta llegar a una ‘sorpresa’ final que se ve venir desde hace demasiado tiempo.
Suerte tiene el filme en contar con un paracaídas tan sólido como un Ricardo Darín soberbio, que se carga sin problemas sobre sus hombros todo el peso de la cinta, regresando a la excelencia a la que nos tenía acostumbrados hace algunos años, ganando por goleada su duelo actoral con una poco afortunada Belén Rueda y situándose muy por encima de la dirección de Amezcua -a la que dos buenos destellos aislados no le salvan de lo plano y rutinario, lejos de su anterior y muy esperanzadora ’25 kilates’– y de un guión al que se van encontrando agujeros por doquier.
Conformémonos pues con que los rasgos esenciales del cine de Hitchcock no se hayan perdido, puesto que su nivel de calidad parece imposible de volver a alcanzarse…¿o Brian de Palma nos tapará la boca con su nueva película? Veremos…
Hola,
la película la vi el pasado sábado. Iba con la intención de ver Prisioneros pero ya la habían quitado de la cartelera (Isla Azul). Me decidí por esta y tuve la mala suerte de que esperando para entrar en la sala salió un grupito de niños y niñas comentándola a voz en grito y a tomar por saco la película. Con toda la resignación del mundo comencé a verla y la verdad es que al final de la misma ni fu ni fa. Lo mejor de la peli para mí Ricardo Darín. Con Belén Rueda no sé lo que me pasa pero las dos últimas pelis que he visto con ella de protagonista no me han gustado demasiado. Creo que se le podía haber sacado más partido a la idea.
Por el mismo precio me quedo con Capitán Philips, aunque tampoco es que Tom Hanks sea mucho de mi agrado.
Un saludo a todos.
Te compadezco, Jorge (por cierto, eres homónimo de uno de mis compañeros de blog), yo también he sufrido el ataque de esos ‘spoiladores’ oficiales en las colas de los cnes y eso ha pasado en cintas como ‘El sexto sentido’ y ‘Los otros’…¡imagínate! De todos modos, ‘Séptimo’ no es una obra que dependa de su resolución final (de hecho, no parecen haberla trabajado mucho) y sí de la tensión que se crea a partir de una atractiva premisa que, como tú bien dices, se podría haber aprovechado mucho más.
Muy de acuerdo en que un excelente Darín salva los muebles y, francamente, no es que sea un gran fan de Belén Rueda, pero ésta es la interpretación más floja que le recuerdo. Es lo malo de comenzar con tan buen pie (‘Mar adentro’, ‘El orfanato’) en este mundillo, que lo posterior siempre parece ir cuesta abajo.
Un placer, Jorge, comentar contigo. Un saludo!