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«Black Mass (estrictamente criminal)»: estrictamente, Johnny Depp

30/10/2015

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Algún incierto día durante los últimos diez años, Johnny Depp cruzó una línea roja: la que separaba la interpretación asistida por el atrezzo, de la simple caracterización. Desde los principios de su estrellato, nunca mostró recelos a la hora de equipar el vestuario y prótesis necesarias para dotar a sus personajes de una singularidad lejos del alcance de cualquier actor. Esa combinación única de talento interpretativo y desatado diseño de producción y vestuario alcanzó muy probablemente su cumbre con «Eduardo Manostijeras«, obra maestra de Tim Burton. Sin embargo, el desmesurado éxito de «Piratas del Caribe» y su (histriónico, singular, atractivo y todos lo epítetos que el lector quiera añadir al personaje de Jack Sparrow) pareció disparar un resorte en el propio Depp, pues aquella valentía para volcarse al servicio de un personaje acabó derivando en decenas de excéntricas interpretaciones que se hundían bajo una gruesa e injustificada capa de maquillaje y vestuario («Alicia en el país de las maravillas«, «Dark Shadows«…). Para colmo, aquellas pocas producciones que mostraban a un Depp casi natural («The Tourist«, «Transcendence«) fracasaban estrepitosamente en taquilla y crítica. Atrás, muy atrás, quedaban aquellas interpretaciones naturales que iluminaban la pantalla («Donnie Brasco«, «Ed Wood«, «A quién ama Gilbert Grape«).

Ahora, con el estreno de «Black Mass«, Depp parece dar un giro de 180 grados y recuperar el tipo de películas que esperábamos para alguien del (demostrado años atrás) talento de Johnny Depp, interpretando a su cuarto personaje mafioso (tras Donnie Brasco, George Jung en «Blow» y John Dillinger en «Enemigos públicos«). Empezando no sólo por representar a un personaje real (James «Whitey» Bulger, un mafioso irlandés afincado en el sur de Boston); sino además dejando atrás todos esos alocados y caricaturescos personajes que (por saturación) tanto daño acabaron haciendo a su carrera como actor. Por primera vez en mucho tiempo, (quizás desde que interpretó a Donnie Brasco, ya que su James Barrie de «Descubriendo nunca jamás» adolecía de algunos manierismos) vemos a un Depp contenido, natural, transformado (no convertido) en su personaje. A pesar de seguir manteniendo un nexo de unión con sus anteriores papeles (Deep hace uso nuevamente del latex, de prótesis y de lentillas de color para conseguir representar a un duro, medio calvo y descuidado irlandés de ojos azules), esta vez la apariencia sólo es un elemento más que juega a favor de la gran interpretación que logra el actor, abriendo nuevamente su talento a un interesante catalogo de personajes…cuando quiere.

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En «Black Mass» encontramos un drama basado en los hechos reales expuestos en el libro homónimo escrito por los periodistas del Boston Globe, Dick Lehr y Gerard O’Neill (ambos con un pequeño cameo en el film). Durante años, el proyecto fue pasando de mano en mano (entre ellas, las de Jim Sheridan y Barry Levinson) hasta que, finalmente, recayó en las de Scott Cooper (director y guionista de «Corazón rebelde» y «Out of the Furnace» y, en menor medida, actor).

Para rodar esta violenta historia protagonizada por dos clanes mafiosos (irlandeses e italianos) junto con el FBI en el Boston de los años 70 y 80, Cooper contó con un excelente reparto en el que nos encontramos con Joel Edgerton, Benedict Cumberbatch, Kevin Bacon, Peter Sarsgaard, Jesse Plemons, Dakota Johnson, David Harbour, Adam Scott, Corey Stoll además de, por supuesto, un muy inspirado Johnny Depp a la cabeza, que llevaba bastantes años ligado al proyecto y del que estuvo a punto de renunciar dos años atrás.

En sus primeros minutos, «Black Mass» establece el reducido ámbito de actuación que, dentro del amplio sur de Boston, lleva la banda mafiosa denominada Winter Hill Gang, al frente de la cual se encuentra James «Whitey» Bulger (Depp). Mediante los hechos que cuenta el film, Whitey, (ex-convicto que, tras pasar 9 años en Leavenworth y Alcatraz, regresa al barrio, junto a su mujer y su hijo de seis años) se convertirá en la mayor figura criminal de todo Boston durante una década. Estando en el punto de mira de la mafia italiana (encabezada por la familia Angiulo, quienes ya controlan el norte de Boston y buscan expandir sus sucios negocios al sur, incluyendo la zona de Bulger), Whitney está dispuesto a hacerles frente y frenar esa expansión que amenaza su propia estructura; sin embargo, una oportunidad única se presentará de manos de un antiguo amigo de la infancia.

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Bulger ha sido el único que ha permanecido en el barrio en el que se crió, lugar donde ha echado raíces junto a su mujer Lindsey (Dakota Johnson) y a su hijo Douglas (Luke Ryan); a diferencia de su hermano William “Billy” Bulger (Benedict Cumberbatch sustituyendo al inicialmente pensado Guy Pearce) que ha llegado a ser senador y de su viejo amigo John Connolly (Joel Edgerton) convertido en agente del FBI. Sin embargo, todos ellos (cada uno a su manera) han seguido manteniendo su lealtad a las (duras) calles en las que crecieron; siendo una escena muy representativa aquel desayuno que comparte James con su familia, en la que su hijo confiesa estar en problemas por haber pegado a un compañero de clase. La primera lección que las calles te enseñan y que Bulger traslada a su hijo es que su error no fue pegar a ese chico; sino haberlo hecho delante de testigos. Además de trasladar esa sabiduría a la siguiente generación, Bulger mantiene su lealtad al clan irlandés mediante las contribuciones que realiza al IRA. Lealtad que, en los casos del senador y del agente del FBI, estará por encima de la Constitución que ambos juraron defender. De esta forma, Connolly no dudará en acudir a Billy Bulger para que facilite un encuentro con su hermano James en el que poder proponer un acuerdo bajo el que todos ganen. Ese acuerdo consistirá en convertir a James en un informante del FBI para que facilite la detención de toda la familia Angiulo y, a cambio, el FBI hará la vista gorda en algunos asuntos en los que está involucrada la banda Winter Hill. Un quid pro quo en toda regla.

En primera instancia, este acuerdo extraoficial (una alianza bajo la cual el FBI peleará las guerras de la banda, según el punto de vista de Jimmy Bulger) se recibe con muchas dudas en la oficina de Connelly (que llevan tiempo sintiendo la presión por acabar con la mafia italiana tras cinco años de infructuosas investigaciones). Su superior, Charles McGuire (Kevin Bacon), está convencido de que la información que está facilitando ‘Whitey’ carece de valor añadido a la que ellos ya tienen, creyendo firmemente que ese reclutamiento sólo ha beneficiado a James Bulger, quien se habría aprovechado de la larga amistad que tiene con su subordinado. Y gran parte de razón no le falta, porque la integridad de Connolly se irá viendo mermada por la personalidad de Whitey y, muy pronto éste conseguirá darle la vuelta a ese acuerdo y convertir al agente del FBI en su propio informante.

Ante cualquier chivatazo que culpe a la banda de Bulger de asesinato, Connolly sale en su defensa desprestigiando la reputación de esos soplones, asegurando además que la información que facilita Bulger le permitirá al departamento acabar por completo con la Cosa Nostra. De esta forma, cuando Brian Halloran (Peter Sarsgaard) busque protección del FBI para denunciar el asesinato de Roger Wheeler (asesinato ordenado por Jimmy Bulger durante los sucios negocios realizados con la World Jai Alai), Connolly no dudará en negar toda evidencia presentada y dejarle vendido e indefenso en la calle para que Bulger tome buena cuenta de él a plena luz del día.

Justo cuando la colaboración está a punto de romperse por parte del FBI ante la falta de resultados, Bulger les ofrece las pruebas definitivas que permitirán a la agencia apuntarse la valiosa detención del clan Angiulo, con los patriarcas Mickey Angiulo, Bobby Carozza y Vincent Ferrara a la cabeza.

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‘Whitey’ Bulger, cual irreductible fuerza de la naturaleza, irá aumentando su poder, barriendo toda competencia que surja tanto en Boston, como en otros estados (como Miami) cuando empiece su imparable expansión. En paralelo, Bulger irá corrompiendo la integridad de Connolly mediante el atractivo y decadente estilo de vida que le ofrece. Este cambio en su forma de actuar no será en absoluto aprobado por la mujer de Connolly (Julianne Nicholson), quien acabará recibiendo un «pequeño aviso» por parte del mismísimo Bulger el día en el que, bajo el pretexto de una indisposición, prefiera no compartir mesa en su propia casa con parte del clan (la escena en la que la mano de Bulger va recorriendo el camino desde la frente de Marianne para tomar su temperatura, hasta acabar en su cuello con el pretexto de sentir su inflamación de garganta…mientras tensa su mano en un tímido intento por estrangularla, es sin duda uno de los momentos más angustiosos del film y, al mismo tiempo, quizás la mejor muestra de la sobria interpretación que realiza Depp).

Cuando el nuevo fiscal federal Fred Wyshak (Corey Stoll) empieza a preguntarse porqué nadie ha detenido a ‘Whitey’ Bulger a pesar de haber estado relacionado en numerosas investigaciones sobre drogas, extorsión y asesinato; casos que acaban cerrándose por la puerta de atrás, a veces porque los informantes desaparecen de la faz de la Tierra y otras gracias a los hilos que, probablemente, mueva su hermano senador. En el momento en el que el mayor criminal de Boston y el político más poderoso del estado (hermanos además) caen bajo sospecha de estar colaborando juntos, todas las alarmas de la (hasta ahora) exitosa trinidad criminal se disparan.

Es un pequeño lastre de este film observar como el personaje de Bulger no tiene apenas evolución. Él es el villano de la historia y así permanece durante todo el metraje, un ‘malo por naturaleza’ similar al que en los clásico en blanco y negro de la década de los años 30 protagonizaba James Cagney. Con la excepción de dos contadas ocasiones en las que se muestra más humano: la enfermedad terminal de su hijo y el fallecimiento de su anciana madre. El film se dedica por entero en mostrar lo malvado que puede llegar a ser la figura de Bulger; pero sin mostrar en pantalla hechos que reafirmarían aún más ese horrible (y único) lado de su personaje, sin mostrar la escala real de sus actos, ni las consecuencias de los mismos. Así, al final del film y mediante un personaje secundario, nos enteramos que Bulger traficó con drogas, que incluso repartió entre los menores de 12 años.

Todo lo contrario a lo que ocurre con el personaje de John Connolly, quien sí muestra en pantalla una clara progresión en su conducta, de relativo defensor de la ley (ya deja claro al principio que su intención como agente no es limpiar Boston de criminales) a defensor y colaborador de una banda mafiosa. A cada minuto que pasa se va adentrando más y más en la boca del lobo, hasta convertirse en el principal defensor de Bulger (ni siquiera ya detenido y en pleno juicio le acusó de ningún delito), arrastrando con él la honorabilidad de sus compañeros de trabajo y de su familia.

Estamos nuevamente ante una buena película, con magníficas e inspiradas interpretaciones de sus dos actores principales, evitando además limitarse a mostrar el aspecto más gráfico de la violencia. Sin embargo, sus influencias son mucho más que evidentes. Pareciera que Cooper inició el rodaje tras una intensa sesión de programa doble en el cine más cercano. Programa formado por «Uno de los nuestros» e «Infiltrados» (si vas a copiar, copia del mejor). Respecto al primer título, su espíritu sobrevuela constantemente «Black Mass», llegando a incluir un claro homenaje a una famosa escena de Joe Pesci (I´m funny how?) y, con «Infiltrados», baste decir que el personaje de Frank Costello (interpretado por Jack Nicholson) estaba realmente inspirado en la propia figura de James ‘Whitey’ Bulger; aunque eso sí, aquí Depp consigue una interpretación menos caricaturesca (dicho con todo el cariño) que la realizada por el gran Jack en la cinta de Scorsese.

Si nadie lo ve, no pasó.

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