«Fortitude»: el infierno de hielo
(ALERTA SPOILER: este artículo menciona de forma muy general algunos asuntos clave de la primera temporada, aunque sin desvelar detalles concretos que arruinen la sorpresa. Vosotros mismos.)
El prolongado momento dulce de la ficción televisiva también tiene sus contrapartidas. Ante el constante aluvión de interesantes producciones, aquellos que no nos conformamos únicamente con las series más masivamente aplaudidas buscamos constantemente esa joya poco conocida, con la que, además de disfrutar y poder aportar textos menos predecibles en espacios como este blog, cultivar nuestra vanidad, no nos vayamos a engañar. Y la confianza generada por esta edad dorada, nos hace a veces minusvalorar los riesgos y meternos de lleno en apuestas que no merecían tanto atención, Eso es lo que le sucedió a un servidor -atraído por la original ambientación y la inusual presencia de una estrella española como Verónica Echegui- con la serie de la Sky británica «Fortitude».
La primera secuencia no puede ser más sugestiva: observamos a un hombre siendo devorado por un oso polar (un día habría que analizar la importancia de este animal en los capítulos iniciales de las series) y que es liberado de su terrible agonía por un disparo en la cabeza efectuado por un veterano explorador que resulta ser el gran Michael Gambon. Lo peor es que este primero sea seguramente el mejor momento de todo el metraje. A partir de este momento, la trama nos presenta a la pequeña comunidad de Fortitude, un inhóspito territorio isleño noruego en el Ártico en el que, entre imponentes montañas, se inscribe un espectacular glaciar. La tranquila convivencia se vera sacudida tanto por esta muerte como por el posterior asesinato de un científico en su propio domicilio, mientras que el hallazgo mantenido en secreto de un yacimiento de cadáveres de mamuts en perfecto estado de conservación colisiona de frente con la intención de la gobernadora del lugar de construir un hotel en el glaciar para atraer turismo y riqueza.
Desesperantes son los tres primeros episodios: más allá de algún que otro suceso misterioso (la extraña enfermedad de un niño), la frialdad (y no sólo climatológica) lo inunda todo y divagamos de forma infructuosa en busca de alguna emoción en medio de unos personajes mal desarrollados, cuyas distintas situaciones apenas nos generan empatía alguna, y una trama que parece no querer decidirse entre ser un drama o lanzarse a ser el thriller al que parece querer llegar. Uno tiene la (perjudicial) incapacidad de dar carpetazo a cualquier historia hasta su final, si no aquí habría acabado mi relación con «Fortitude».
Todo parece mejorar de repente cuando aparece en escena el gran Stanley Tucci -memorable su reciente trabajo en «Spotlight»– como enviado de la policía británica para investigar la primera de las muertes, cuya víctima es de esa nacionalidad. En ese momento «Fortitude» juega a ser una suerte de «Twin Peaks», eliminando su vertiente sobrenatural, mediante el análisis por parte de un elemento externo que se pone en el punto de vista del espectador de la peculiar población del apartado enclave, aunque, por supuesto, se queda lejos, lejísimos del nivel de la joya de David Lynch. Ya estamos metidos de lleno en el ‘thriller’ más convencional y el vigor llega a la serie con la apertura de nuevos horizontes y alguna escena tan poderosa como una cruenta paliza en una ducha.
Sin embargo, la serie creada por Simon Donald sigue desaprovechado todas las oportunidades con las que se va encontrando. Justo en cuanto se abre una veta interesante en forma de posible sospechoso del crimen, se descarta inmediatamente y se centra en buscar otro posible culpable, abriendo el abanico de causas a un límite insostenible y acabando por desconcertar al espectador. De asesinato con motivaciones políticas se puede pasar en un segundo a crimen pasional y, sin solución de continuidad, a una especie de macabro control mental, desbaratando por el camino cualquier tipo de consistencia. «Fortitude» tampoco saca el partido esperado de sus majestuosos paisajes y la lucha contra la hostil naturaleza que se hace presuponer aquella primera secuencia aparece con cuentagotas, únicamente bien desarrollada en una desesperada y desoladora huida de un padre con su hija para vender un cuerno de mamut. Por si fuera poco, desprecia a un reparto de campanillas que lidia con profesionalidad con unos roles carentes de todo carisma y poco profundizados. Exceptuando al siempre eficaz Tucci, tan sólo Richard Dormer («Juego de Tronos», «’71») puede brillar con su contenida interpretación del Sheriff Dan Andersen, quedando varados nombres tan sólidos como los citados Gambon y Echegui (muy correcta en su encarnación de la turbia generadora de líbido de la comunidad), Sofie Grábol («The Killing») o Sienna Guillory.
Pareciendo consciente de su escaso ‘punch’ hasta el momento, «Fortitude» carga las tintas en su tramo final. En desesperada búsqueda del impacto, nos ‘regala’ dos de las secuencias más desagradables de los últimos tiempos, de esas que te saltan a la mente en los momentos más inoportunos. Sin embargo, éstas resultan bastante gratuitas al no venir suficientemente justificadas por el argumento. Además, va quemando incomprensiblemente varias de sus mejores naves, alejándose del ‘thriller’ clásico y, gracias a una nueva revelación, muta en una suerte de ‘survival zombie’ que, además de proporcionar alguna escena de lo más grotesca, no termina aportando gran cosa. Si a eso le añadimos que el último capítulo piensa más en tender puentes hacia una continuación que en darnos una conclusión satisfactoria, la sensación es de inevitable decepción.
A pesar de lo relatado, «Fortitude» generó cierto interés entre el público y se aseguró una segunda temporada para la que se incorporará Dennis Quaid como fichaje estrella. Pero un servidor, que ya ha comprobado cómo pueden desaprovechar flagrantemente una materia prima tan estimable, no duda de que se baja desde ya del carro. Que le vaya bonito.
Desde mi punto de vista «Fortitude» es un thriller novedoso en forma y fondo. Mantiene el interés y la intriga hasta la mitad de los episodios, que es cuando empiezan a desvelarse las posibles causas del tinglado. El paisaje polar es majestuoso, y contrasta con el fuego de los personajes: pasiones, celos, codicia, ambición. Y de fondo, una denuncia ecologista planteada de forma novedosa y contundente. A mí me gustó, aunque no creo que una segunda temporada tenga interés, ya que el final resuelve todos los interrogantes.
Hola, Mercedes,
Coincido contigo en que no ver demasiado sentido a una segunda temporada. En cuanto a lo demás, celebro que te gustara «Fortitude». Los puntos que destacas son los que esperaba ver cuando comencé a seguirla. La denuncia ecologista puede ser el tema mejor tratado, pero ni el paisaje polar me parece lo bien aprovechado que podía haber sido ni veo «fuego» en los personajes más que sobre el papel, en pantalla todo me parece mucho más frío y soso. Y me da rabia porque la cosa prometía-
Muchas gracias por comentar y un saludo