«You and I»: la precuela de Jeff Buckley
Espinoso asunto el de los discos póstumos. ¿Es lícito sacar a la luz material que el artista fallecido nunca pensó en hacer público o prevalece el supuesto ‘interés general’ que tienen esas grabaciones para el aficionado? Ante lo complejo de esta cuestión, al final la mejor opción es analizar caso por caso y dilucidar el buen o mal gusto con el que se ha realizado cada proyecto. Es verdad que es casi imposible que exista ser humano alguno que haya podido escuchar el ingente número de discos en directo y de temas más o menos inéditos de Jimi Hendrix con el que se ha ido inundando en las últimas décadas las tiendas o que Michael Jackson debe jurar en arameo en los cielos al observar cómo cualquier susurro suyo que quedara grabado en alguna cinta magnética es utilizado indiscriminadamente para pergeñar auténticos engendros de laboratorio con su nombre para engordar las arcas de su desaprensiva familia. Sin embargo, también es verdad que si no hubiese sido recuperado el material correspondientes nos hubiéramos quedado sin obras tan valiosas como el «Nico» de Blind Melon, «From a Basement to the Hill» de Elliott Smith o «Lioness» de Amy Winehouse, que engrandecieron aún más el prestigio de estos ídolos caídos.
En el caso de Jeff Buckley, el trato hacia su legado ha sido variopinto. De ejemplar cabe calificar el lanzamiento de «Sketches for My Sweetheart the Drunk», en el que Chris Cornell, amigo íntimo del cantautor, coordinaba la recopilación del material con el que Buckley preparaba, con Tom Verlaine de Television a la producción, un ansiado segundo disco que nunca vio la luz, siempre dejando bien claro que se trataba de un trabajo previo que seguramente habría cambiado mucho en su resultado final. Por contra, sobran la retahíla de discos en vivo que se han ido editado con cierta periodicidad, quedando sobradamente documentada su labor en directo con sólo dos de esas obras, «Mistery White Boy» y «Live at Sin-e», siendo absolutamente innecesario esa recopilación de ‘grandes éxitos’ llamada «So Real: Songs from Jeff Buckley», sobre todo teniendo en cuenta que el californiano únicamente editó UN SÓLO DISCO en vida.
En cuanto al reciente lanzamiento de «You and I», la balanza parece inclinarse hacia la vertiente negativa. «You and I» se ha publicitado como un disco de versiones, algo que hizo salivar a los seguidores de Buckley y que no es del todo mentira puesto que casi todos sus temas son revisiones de otros artistas. A lo que no se le dio tanta promoción es que, realmente, se trata de un conjunto de demos grabadas por el cantante con el único apoyo de una guitarra acústica, la mayoría ya conocidas por sus más acérrimos, y sin ningún ánimo de publicarlas, realizadas más bien con el objeto de que constituyeran un útil instrumento de trabajo.
Territorio vedado para neófitos -que harían mucho mejor en empezar por «Grace» y continuar por «Sketches…»- , «You and I» tiene, sin embargo, interés para aquellos yonkis que necesitamos chutes periódicos del que para un servidor es uno de los mayores talentos de la historia reciente de la música. Estamos ante Jeff Buckley, el prometedor cantautor, antes de Jeff Buckley, el mito. Asistimos a diez demos grabadas en dos días consecutivos de noviembre de 1993, en el periodo que el propio Buckley llamó ‘Coffee Days’ por ser en el que estaba poniendo a prueba sus espectaculares potencialidades actuando en pequeños garitos, configurando su propia música a través de las versiones de sus ídolos. Así, «You and I» recoge ejemplarmente todas las influencias -exceptuando el punk al que homenajearía repetidamente en directo con su revisión del «Kick out the Jams» de MC5- que el joven artista conjuntaría con maestría en su primer disco, ese histórico «Grace», para el que en su día agoté todos los adjetivos elogiosos en esta entrada, que grabaría pocos meses después, ya en 1994: la épica de Led Zeppelin, el pop melodramático de The Smiths, el folk en todas sus vertientes tanto tradicionalistas como renovadoras…
El comienzo del disco es el que hace despertar más dudas razonables sobre la pertinencia de su publicación. Aunque la mera idea de escuchar a Buckley versionar cotas tan altas de la historia de la música como «Just Like a Woman», «Everyday People» y «Don’t Let the Sun Catch you Cryin» nos haga salivar, la verdad es que quedan muy, muy lejos de su nivel original. Tanto la obra maestra de Bob Dylan como el súperclásico de Sly and the Family Stone y el ‘standard’ popularizado entre otros por Ray Charles basaban gran parte de su potencial en sus exquisitos arreglos, algo que, por mucho que se esforzara en su interpretación vocal, el espartano tratamiento de nuestro cantante está muy lejos de poder igualar.
Es el propio cancionero de Buckley el que tiene que salir al rescate. Encontrarse con el ya legendario tema que titulaba su álbum de debut, «Grace», meses antes de que viera la luz y encandilase al mundo ya es suficiente aliciente. Aún lo es más el hecho de que, pese a que también fuera relanzada en su versión definitiva con fantásticos arreglos, la canción aguante perfectamente una toma más desnuda. Aquí ya están la belleza suprema, el tremendo desgarro espiritual de su autor y ese sobrecogedor ‘crescendo’ final, en definitiva, la magia que separa a los simplemente buenos de los elegidos para la gloria. No desmerece a continuación la revisión de un tema tan cercano al imaginario Buckley como «Calling You», una de esas canciones que todo el mundo conoce aunque no tenga ni idea ni de su nombre ni de su autoría. El tema que identificaba a uno de los grandes ‘sleepers’ cinematográficos de los años 80, «Bagdad Café», es reinterpretado con estilo y, sin entrar a competir con el majestuoso derroche vocal de Jevetta Steele, nuestro protagonista da una nueva clase magistral de canto y sabe remediar con éxito los ‘tics’ ochenteros de la original. «Dream of you and I», un onírico relato contado más que cantado, sutilmente musicado, pone fin a este esperanzador tramo medio.
La extrema sensibilidad de The Smiths siempre fue una de las confesas fuentes de inspiración del autor de «Last Goodbye». La banda de Morrissey y Johnny Marr se lleva el gran protagonismo de «You and I» con la inclusión de dos de sus temas más emblemáticos, ambas pertenecientes al histórico «The Queen is Dead». Dando una de cal y otra de arena, mientras que «The Boy with the Thorn in his Side» es correcta pero no llega ni a rozar el impacto de la original de los ingleses, esa joya llamada «I Know it’s Over» parece que fue en su día compuesta ‘ex profeso’ para ser interpretada por Buckley, Sin duda, una de las dos grandes joyas del trabajo, la espeluznante revisión puede perfectamente competir de igual a igual con el tema primigenio. Pura magia para los oídos.
Pocas dudas quedaban de que nuestro cantante estudió de cabo a rabo la discografía de Zeppelin. Ahora quedan totalmente fulminadas ante una elección tan acertada como poco previsible como es «Night Flight», una de esas joyas semiocultas que albergaba la exhuberancia de «Physical Graffitti». Buckley se muestra poco ortodoxo, añade un plus de barroquismo a su interpretación vocal respecto a la de Robert Plant y modifica el ‘groove’ original del tema para convertirse en un, si bien inferior, interesante aporte. Mucho más calado tiene «Poor Boy Long Way from Home», que certifica que, si hubiera tomado una maquina del tiempo y hubiera viajado a la década de los 30, podría haberse ganado más que bien las habichuelas como ‘bluesman’. Tomando un sencillo ‘standard’ del género, interpretado, entre otros, por Bukka White, Buckley sabe absorber todo el ‘feeling’ del original para multiplicarlo por mil y dejarnos una interpretación rebosante de fuerza que bien podría colocar a esta versión en un presumible ‘top ten’ de su carrera.
Aunando pros y contras, débil que es uno, al final admito que me alegro de que «You and I» haya visto la luz y poder disfrutar así, al menos, de tres o cuatro nuevas muestras de la maestría absoluta de ese genio prematuramente fallecido llamado Jeff Buckley. Ahora bien, acertarían de pleno los administradores de su legado si éste fuera el último de sus lanzamientos en mucho, mucho tiempo. La línea que separa el recuerdo sentido y honesto de la explotación desleal y la autoparodia es muy, muy fina.