«7 años»: Netflix debuta con modestia en el cine español
Cuando Netflix aterrizó en España hace aproximadamente un año, uno de los grandes alicientes -aparte de un catálogo que está creciendo a pasos agigantados- fue el anuncio de su intención de producir ficción propia en España. Una mirada fresca, limpia, alejada de los vicios del mercado nacional y no dependiente de dar un pelotazo en taquilla, unida al innegable talento artístico que hay en este país, hacía -y hace- albergar muchas esperanzas para un futuro cercano.
Sin embargo, cuando se suponía que este gigante pretendería generar un gran impacto con su estreno en estas lides y echar la puerta abajo, lo que ha hecho no ha sido más que abrirla silenciosamente y echar un vistazo desde detrás. Nada de grandes nombres ni ambiciosa producción (algo que, por ejemplo, sí se dio en la reciente y estimable «El asedio de Jadotville» en su división irlandesa), Netflix no debe tener todas consigo y ha decidido minimizar todos los riesgos posibles, apostando por un largometraje (evitando el prolongado esfuerzo que podría suponer una serie) de reducida duración (76 minutos) y localizado en un único escenario como es esta flamante «7 años».
La concentración en un reducido espacio de varios personajes y un gran conflicto -característica que une a clásicos tan diferentes como «Doce hombres sin piedad», «La soga» o «El ángel exterminador»- tuvo un momento culminante en nuestro país en 2005 con el estreno de la exitosa «El método» -adaptación de la igualmente aclamada obra teatral de Jordi Galcerán «El método Grönholm»- , aunque para entonces ya había dado frutos tan apetecibles como la excelente «Smoking Room», fulgurante ‘ópera prima’ de Roger Gual.
En otra decisión bastante conservadora, es precisamente el realizador catalán el elegido para dirigir un filme con evidentes resonancias a su debut, que sigue siendo su obra más recordada ante la tibia recepción cosechada por sus posteriores «Remake» y «Menú degustación». Gual dirige a un quinteto de actores que -exceptuando al mediático e hiperactivo Paco León, sin duda el gran gancho comercial de la propuesta- más proclive a la sobriedad y a la fiabilidad que a las campanillas: Alex Brendemühl, Juana Acosta, Manuel Morón y Juan Pablo Raba. Un elenco que debe sostener prácticamente por sí solo el filme junto al guión.
«El método» y «Smoking Room» lograban enganchar al espectador partiendo de situaciones tan cotidianas y factibles como, respectivamente, una entrevista grupal de trabajo y la petición -recuerden, era 2002- de habilitar una sala para fumadores en una oficina. El posterior devenir de los acontecimientos, aunque sobrepasara los límites de lo convencional, ya estaba firmemente asentado en una poderosa raíz de credibilidad. «7 años», sien embargo, tiene su génesis en la reunión nocturna de los cuatro socios fundadores de una floreciente empresa de aplicaciones informáticas en la que la Agencia Tributaria ha detectado un desvío fiscal. Ante la imposibilidad de eludir la condena, el objetivo común es que uno de ellos se autoinculpe y cargue con la correspondiente pena de siete años de cárcel, exonerando así tanto a los otros tres socios como a la empresa misma. Ante lo peliagudo de la decisión, optan por contratar a un mediador profesional para que éste encuentre la solución idónea, la más justa posible y la que menos daño cause a todos, eludiendo la arbitrariedad de un simple sorteo. Cierto es que este argumento entronca perfectamente con los sucios tiempos en los que vivimos; cierto es también que resulta un tanto artificioso, pareciendo más una idea ‘ad hoc’ para echar a andar la trama y el juego entre los personajes que la base de una historia veraz.
El libreto proporciona un desarrollo suficientemente fluido y entretenido pero, sin embargo, apenas aporta sorpresa alguna. El progresivo ‘crescendo’ que se produce en una reunión en principio civilizada y en la que, poco a poco y ante la cercanía del peligro, los personajes (tres auténticos ‘tiburones’ y un ‘genio creador’ frustrado que ha ido viendo apagado su antiguo idealismo) van mostrando su peor cara y sacando su artillería pesada, destapando numerosos secretos inconfesables en su historia común, para intentar salvar el pellejo y convencer de la idoneidad de otro candidato a pagar el pato, es absolutamente previsible y deja un desagradable regusto a ‘deja vu’, a situaciones ya demasiado vistas, por mucho que la novedosa figura del moderador aporte algún que otro matiz inédito. Ni siquiera el forzado giro final deja el más mínimo impacto en el espectador, que seguramente preferiría un desenlace más ajustado a ese auténtico pudridero humano que está contemplando.
El consuelo es que suben el nivel tanto la dirección de Gual, que consigue paliar la -inevitable- teatralidad de la propuesta con un sabio uso de la cámara en mano y que realiza una perfecta síntesis de todo el filme en dos inspirados planos finales, como la profesionalidad de un reparto en el que León está correcto en un papel mucho más sombrío de lo que en él estamos acostumbrados, Brendemühl, Morón y Acosta -¡vaya crecimiento el de esta actriz!- brillan a su gran nivel habitual y en el que la gran revelación es Raba, un intérprete colombiano surgido del mundo de la telenovela y que cada vez está pegando más fuerte en toda serie de producciones internacionales («Los 33», «Narcos», «Agents of S.H.I.E.L.D.»), algo totalmente justificado si tenemos en cuenta su poderosa actuación en la película que nos ocupa.
«7 años» es un filme eficaz y entretenido que, por su corta duración y su planteamiento, es perfecto para degustar en una plataforma como Netflix sin tener por qué echar de menos la gran pantalla. Sin embargo, como propuesta inicial queda muy lejos de las expectativas creadas. Esperemos que este tímido arranque sólo sea el primer paso hacia un concepto mucho más ambicioso y trascendente para la ficción española. Para quedarnos a medias…nos quedamos como estamos.
Se ve que has vuelto con fuerza… ;)
Gracias! Lo suyo ha costado, je, je