Goya 2017: una gala (demasiado) blanca para contentar a todos (o a nadie)
Pretendía la Academia una gala de entrega de los Premios Goya 2017 de carácter amable, apolítica, ágil y conciliadora, y a buen seguro que lo ha logrado, provocando también una gala sosa, blanca y olvidable. «Tarde para la ira», la favorita de la mayoría de los conductores de este blog, se alzó con el premio a la mejor película, además del de mejor director nóvel para Raúl Arévalo, mejor actor secundario para el breve pero inolvidable papel de Manolo Solo y mejor guión original, por lo que debería considerarse la gran vencedera, si bien en cuanto a cantidad «Un monstruo viene a verme» se llevó en el saco hasta nueve ‘cabezones’, entre ellos el de mejor director para José Antonio Bayona. Pero es que el resto de las cintas nominadas tampoco se fueron de vacío, con «El hombre de las mil caras» pescando el de mejor guión adaptado y el de mejor actor revelación para Carlos Santos por su reencarnación de Luis Roldán, con el premio a la mejor interpretación masculina para Roberto Álamo por «Que Dios nos perdone», y con Emma Suárez dando a «Julieta» su recompensa, precisamente allí donde Pedro Almodóvar mejor se mueve, en el terreno de la interpretación femenina.
No podemos dejar de pasar más líneas sin hacer alusión a Dani Rovira. En su tercera gala consecutiva como presentador, podríamos decir que su participación ha quedado en empate, como cabía de esperar en una gala tan neutral. Sin la gracia de la primera vez, pero sin el sonrojo que produjo en varios momentos de la segunda. Correcto, sin más. Su monólogo inicial, esos 15 minutos que a la postre son los que sirven para calibrar la labor del conductor de estos eventos, se resolvió con algunos destellos graciejos pero sin genio y con excesivas referencias hacia su persona y hacia su enfrentamiento con parte del mundo internetil. Del resto de sus apariciones queda poco para el recuerdo, para lo bueno y para lo malo. No comparto ese subirse a los tacones como método para reivindicar el trabajo de la mujer y me inquieta que no falten cada año los dos o tres besos en los morros pretendidamente provocadores, pero a cambio le aplaudo ciertos ramalazos o aparentes salidas de guion (que seguramente ni lo son), que es donde mejor se desenvuelve (ese «muy buena la de ‘Psicosis'» a Agustín Almodóvar creo que fue lo único que me provocó una carcajada).
La gala comenzó como luego terminaría, con Raúl Arévalo sobre el escenario, sobre el horrible y apiñado escenario, recogiendo un premio. Y a continuación empezaron a sucederse los galardones menores con agilidad, con discursos breves y con ritmo. El primer bajón llegaría con el inapelable discurso del presidente de Academia de turno, esta vez con la peculiar pareja Blake-Barroso intentando quejarse pero en voz bajita y sin enseñar los colmillos. Y aprovecho ya para señalar el otro gran momento de aburrimiento y bochorno con el discurso del premio honorífico a Ana Belén, una señora contra la que no tengo nada, pero que creo que sobreactúa hasta para pedir el pan y que nos enumeró su anuario vital con muy poca emotividad.
En el lado totalmente opuesto, las apariciones más espontáneas, frescas y celebradas llegaron una detrás de otra. Por un lado, la gran Silvia Pérez Cruz, ganadora del Goya a la mejor canción, no pudo evitar arrancarse a cantar unos versos dedicados a las personas más desfavorecidas, para a continuación vivir la explosividad, juventud y verdad de Anna Castillo al recibir el Goya a la mejor actriz revelación por su interpretación en «El olivo». Dos momentos de piel de gallina y sonrisa de complicidad que no volvieron a repetirse.
A partir de entonces, con un Dani Rovira ausente durante un tramo importante de la gala, comenzó el carrusel de premios para «Un monstruo viene a verme», con Bayona y sus ojos incandescentes como testigos privilegiados. Sin embargo, el galardón al mejor guion adaptado para «El hombre de las mil caras», arrebatándoselo al libreto surgido del famoso libro Patrick Ness, supuso el primer revés para la cinta del niño y del monstruo y los primeros indicios de que aquello no iba a ser un paseo triunfal. Cuando «Tarde para la ira» recogió el premio al mejor guion original, el «redundante» guion ya estaba escrito.
Roberto Álamo se llevó sin objeciones el segundo Goya de su carrera por «Que Dios nos perdone», en una categoría en la que cualquiera de los nominados era merecedor del premio, un póker de interpretaciones que muy pocas veces se ha visto y se verá. Quizás la única arista a una gala totalmente plana fue el doblete de Emma Suárez (otra que está llevando lo de la sobreactuación fuera de las cámaras a niveles incómodos), pero todo volvería al redil con el reconocimiento a Bayona como mejor director y a «Tarde para la ira» como mejor película. Un poco para cada uno (mucho para algunos) y que nadie se nos vaya cabreado. Y si encima conseguimos hacer un poco las paces con el otrora Gobierno malo malísimo, algo ganaremos. Lamentablemente, para el espectador lo que quedó fue una gala insulsa, bien es cierto que menos plomiza que otros años, pero con casi ningún momento para el recuerdo. Por fortuna, como ya sucediera el año pasado con la extraordinaria «Truman», nos queda la satisfacción de que el premio gordo se lo haya llevado una gran película, y qué demonios, realmente en una gala de entrega de premios eso es lo importante.
Completamente de acuerdo con la crónica de la gala. Ana Belén me parece tan impostada que no puedo con ella, qué artificial es, por dios. Lo mismo que Emma Suárez, no se puede ser más cursi y sobreactuada.
Los mejores agradecimientos, los de Anna Castillo, adorable, y Roberto Álamo, directo, sincero, breve. Y al hilo de esto… qué difícil es dejar sin premio a Eduard Fernández y Antonio de la Torre!!! Yo le premiaría en cada edición… Al menos hubo galardón para Manolo Solo (ya era hora!).
Me hubiera gustado que «El hombre de las mil caras» hubiese recibido más premios, en particular, por la banda sonora del gran Julio de la Rosa, pero todo no puede ser…
Ojalá la orquesta se convierta en una tradición, me pareció un gran acierto, pese a la falta de espacio.
Un cordial saludo.
Sí que coincidimos en muchas de las afirmaciones, excepto en una, yo creo que ‘El hombre de las mil caras’ está bien premiada con lo que se llevó, como mucho; fue la que menos disfruté, y es que la reserva de este año ha sido de lujo.
Un saludo
COMO ES UNA GALA PERFECTA ??? CRITICAMOS TODO , PERO NO APORTAMOS N A D A !
no aspiro a una gala perfecta, pero otras muchas veces han estado más atinados. estamos de acuerdo en que una entrega de premios tiene ciertos peajes que hay que pagar, pero otras cosas se pueden mejorar.
las galas conducidas por buenafuente fueron prueba de ello.