Mucho «Truman» para tan poco Goya
Tras tres horas de una casi siempre aburrida y poca inspirada 30ª edición de los Premios Goya, al menos quedó para el recuerdo una justísima película ganadora, «Truman». El triunfo de la cinta de Cesc Gay significó el mejor broche para una olvidable velada, en la que pocos fueron los momentos para recordar, con una fallida presentación de Dani Rovira, un (como casi siempre) sonrojante guión, muy pocos chistes verdaderamente graciosos y pocas imágenes emotivas. Sin embargo, la gala empezó con una buena dosis de carga emocional con el premio al joven Miguel Herrán como mejor actor revelación por «A cambio de nada» y las sinceras lágrimas de su director, Daniel Guzmán, quien posteriormente se haría con el galardón de mejor director novel. Aunque también es cierto que poco antes habíamos tenido que sufrir el inevitable número musical, como poco olvidable, de nuevo, y un primer monólogo de Dani Rovira no demasiado atinado, sintiendo algo de incomodidad al ver a dos estrellas como Tim Robbins y Juliette Binoche intentando mantener el tipo.
A pesar de que «La novia» se presentaba como la cinta con más nominaciones, hasta 12, el doble que «Truman», ya se intuía que habría un duelo entre ambas, quedando el resto de cintas como meras comparsas aunque llevándose muchos de los premios menores, por lo que el recuento general quedó la mar de repartido. Como ya hemos dicho, «A cambio de nada» podría resultar la segunda película triunfadora, una cinta pequeña y voluntariosa, pero que, quizás incluso a nuestro pesar, no terminó de convencernos demasiado, como ya contamos en su día en esta reseña. En cuanto a «La novia», versión libre de las «Bodas de sangre» de García Lorca, su buen número de nominaciones ya pueden considerarse un triunfo, si bien lógicamente tendrá un regusto amargo por haberse quedado a las puertas de la victoria, al igual que su protagonista, Inma Cuesta, que vio cómo el premio a la mejor actriz iba a parar a la menos conocida del grupo de nominadas, Natalia de Molina, por su papel en «Techo y comida», quien ya puede presumir de tener dos «cabezones» en casa.
No faltaron por supuesto las reivindicaciones, casi siempre con el IVA cultural como protagonista, pero también por una más comprometida política cultural, aprovechando la presencia de varios «presidenciables» en las butacas. No faltaron tampoco los discursos de agradecimiento tediosos, pero esto es algo inevitable y hasta comprensible. Y no faltaron ciertos gags simpáticos, en los leves destellos de un Rovira al que pongo en duda su continuidad al frente de la gala en años sucesivos, y más teniendo «en cartera» a un tal Berto Romero, con el que compartió un (tampoco acertado) número musical, pero que bien podríamos suponer como un traspaso de funciones. En realidad esto es más un deseo que una posibilidad.
Volviendo al reparto de premios, se agradece el reconocimiento como mejor guión adaptado a «Un día perfecto», de Fernando León, una buena película cuyo galardón ya dejaba intuir el fracaso de «La novia», y por ende el triunfo de «Truman», que sí logró el premio a mejor guión original, y además ya contaba con el de mejor actor secundario para Javier Cámara. Debatir hasta qué punto puede considerarse secundario el papel de Cámara es otro tema, pero bien se acepta si supone que los dos grandes pilares de la película consigan ser premiados. Y es que «Truman» no sería la excelente película que es de no ser por las interpretaciones de sus protagonistas. Porque Javier Cámara está espectacular, pero parte de su valor es saber sostenerse al lado del torrente interpretativo de Ricardo Darín, un nombre fundamental en la filmografía actual (ojo, que con esta afirmación estoy quitando todas las fronteras) y que después de varias nominaciones tiene al fin su primer Goya.
Antes del desenlace final, la habitual ristra de premios intrascendes; el discurso del Presidente de la Academia (breve, menos solemne y trascendental que en ocasiones anteriores); el Goya de honor a Mariano Ozores, con una mezcla de pena al comprobar el paso del tiempo pero con la satisfacción de ver reconocimientos en vida; la segunda aparición de un mago (¿?); unos discursos cada vez más precipitadamente cortados por la dirección a golpe de fanfarria; el recuerdo a los fallecidos (se agradece que los aplausos se hayan silenciado casi por completo, por eso de que no pareciera que hay muertos de primera y de segunda, que quedaba feo); nuevos paseos de Dani Rovira entre las gradas, como ya hemos insistido, la mayoría de las veces desatinado; y una tamborrada en honor a Luis Buñuel que a buen seguro sirvió para despertar a más de uno.
Pero todo se vino arriba en el tramo final. Natalia de Molina representó aire fresco, inocencia y espontaneidad al recoger el galardón a la mejor actriz, justo antes de que Ricardo Darín inundara el escenario con el premio más esperado, dando coherencia en cada una de sus palabras de agradecimiento. Se intuía, pero no fue hasta la elección como mejor director de Cesc Gay cuando el triunfo de «Truman» era un hecho, y es que la mano de Gay es fundamental en el éxito de la cinta. Tratar un tema tan delicado como la muerte, o más bien, la despedida de la vida, de una forma tan inteligente, sensible y alejada de sentimentalismos fáciles, es digno de elogio y, por supuesto, de galardón. Ya había demostrado su personalidad sobre todo en cintas como «En la ciudad» y «Una pistola en cada mano» (cuya reseña rescatamos aquí), pero con esta película Cesc Gay ha dado un paso más, puede ser madurez, templanza u oficio, pero sin duda «Truman» ha supuesto un salto importante en su carrera y un regalo para el gran público y para la cinematografía española.
En resumen, otro año que nos quejamos de la gala, de las españoladas y/o cutreces sufridas, de los academicismos y amiguismos dentro del gremio, de las injusticias por tal o cual olvido, de lo cuestionable de estos premios (nos volveremos a ver las caras dentro de unas semanas al otro lado del charco), pero si al final queda el reconocimiento a una gran película, y este año ha sido así, bienvenido sea el tedio.
Muy buen resumen. Conclusiones: Dani Rovira no tiene gracia para presentar estas cosas. Es un tío ingenioso y simpático pero… una gala es otra cosa. Desde Buenafuente creo que ningún presentador ha llegado a ese nivel.
Lo malo de haber disfrutado de Buenafuente es que lo que venga después lo va a tener muy difícil, y así está siendo.
Podrías hablar de el tongazo de la Mejo Película Documental. El productor, dueño de una gran empresa nacional pagó por que le nominasen y le diesen el Goya. Lamentable. El documental por cierto, un bodrio.
No estoy al tanto de esa polémica, pero bienvenida sea tu denuncia.
A mi la gala me aburrió como no recuerdo, falta de ritmo, poca gracia, y estoy muy de acuerdo en que Dani Rovira no estuvo a la altura; aunque discrepo en una cosa, creo que el año pasado sí estuvo a buen nivel.
estupendo y acertadísino artículo, lo firmo enterito, tan sólo decir, con todo el respeto al cine español, que cualquiera de las nominadas al mejor film europeo: Mustang, Macbeth, Camino a la escuela y Leviatán, mejor dicho aún, la mitad de cada una de ellas supera a las nominadas, todas juntas, a la mejor película del año del cine español incluida la ganadora, que no deja de tener un pase, pero que tampoco es «las invasiones bárbaras». I´m sorry