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«This is us» se vuelve amarga… y no le sienta bien

11/04/2018

This is us 2

Tengo que admitir que tuve serias dudas en seguir viendo «This is us» de cara a su segunda temporada. Degusté la primera entrega -de la que aquí di mis impresiones- y disfruté moderadamente de las virtudes de uno de los grandes fenómenos televisivos estadounidenses de los últimos años -ahí están unas audiencias que han conseguido resistir en esta reválida cifras medias cercanas a los 10 millones de espectadores por capítulo-, pero me daba cierta pereza exponerme a la irregularidad manifiesta de una serie que, además, parecía haber agotado en su temporada inicial buena parte de su caudal argumental.

Sin embargo, hubo un factor -además de la pertinaz insistencia de mi esposa- que me hizo volver a apostar por la producción de la NBC: la curiosidad ante el rumbo que iban a elegir sus creadores para prolongar una historia que parecía abocada a un cambio de timón para sobrevivir, teniendo los suficientes elementos de calidad para llevarlo a buen término.

(ALERTA SPOILER: Si no has visto la segunda temporada completa y prevés hacerlo, suspende aquí tu lectura y vuelve con los deberes hechos. A partir de aquí, desentrañamos algunos de los detalles claves de esta entrega)

Una vez concluida esta segunda tanda de 18 capítulos, uno no puede sentirse sino sorprendido por la resistencia casi numantina de «This is us» en prolongar hasta lo casi insostenible la estructura formal que le ha dado el éxito. Pese a que la primera temporada hacía presumir como inminente la ya anunciada y esperada muerte del progenitor de los Pearson, hemos tenido que esperar pacientemente hasta el 14º capítulo de esta segunda temporada para asistir a tan trágico y emotivo momento. Como resultado queda la continuidad de su característica alternancia entre los relatos del presente y el pasado de la familia durante toda esta entrega. No es de extrañar que los productores y los ‘showrunners’ , liderados por Dan Fogelman, hayan querido explotar hasta el extremo un personaje de un carisma tan brutal como el Jack Pearson al que da vida un gran Milo Ventimiglia, pero no cabe duda que esta decisión también ha supusto una pesada carga para la serie.

La sombra del padre planea así durante todo el metraje, provocando un inesperado cambio de tono. Las distintas tramas del presente se centran en desarrollar los devastadores efectos de la muerte del cabeza de familia sobre unos vástagos que aún no los han logrado resolver y que han marcando sus posteriores vidas, mientras que la relativa al pasado desarrolla la siempre difícil época de la adolescencia de los hijos, con las dudas y traumas típicos de esa mágica edad y la casi inevitable rebelión ante los progenitores. Todo ello desemboca en una acentuación de la vertiente dramática de «This is Us», dejando mucho más aparcada la faceta risueña y entrañable que tanto beneficiaba a la serie y que la convertía en una ‘drammedy’ de manual. No es un cambio que acaba de sentarle bien, puesto que para que ese cambio de ropaje funcionara hubiera requerido de un consiguiente aumento de profundidad en tramas y personajes que no acaba de darse en pantalla salvo en muy contadas ocasiones, siendo el resultado un tanto impostado.

Como ya es costumbre, el que se ha convertido en gran estrella del show -con permiso de Ventimiglia y Mandy Moore-, ese multipremiado Sterling K.Brown en el papel de Randall, se beneficia de la mejor historia individual. Nada comparable a la preciosa subtrama que protagonizó su verdadero padre biológico en la primera temporada, pero hay que reconocer que la adopción de Deja, una adolescente de tortuoso pasado e hija de una madre acosada por las drogas, regala algunos de los mejores momentos de la entrega. La obsesión de Randall por alcanzar la perfección de su padre y su ansiedad por dar el 200% en pro de los desfavorecidos motiva esta arriesgada decisión, que, tras un comienzo muy difícil, va modelando una entrañable narración sobre la progresiva confianza entre Deja y su nueva familia. Una pena que la historia se interrumpa abruptamente a mitad de temporada para colocarnos la absurda subtrama de la compra del edificio que habitaba el padre biológico de Randall y su posterior rehabilitación. Menos mal que Deja regresa en los capítulos finales para dejar abierta una de las vetas más prometedoras que deberá explotar en su tercera entrega «This is us».

Siempre en un algo desangelado punto medio se sitúa Kate, de la que se nos explica el trauma que le dejó el considerarse la culpable del fallecimiento de su adorado padre -de cuyas cenizas es incapaz de separarse-, una sombra que le ha bloqueado tanto como el complejo de inferioridad que le provoca la brillantez de su madre. Afrontando sucesos tan trascendentales como la pérdida de su primer hijo durante el embarazo y la boda con su novio, llama la atención la poca intensidad con la que se narra su segmento, que queda un poco en tierra de nadie, sin molestar pero sin apenas hallar ningún momento destacable, si acaso alguna salida de tono de su entrañable pareja Toby, un ávido robaescenas.

Y para no modificar ninguna tendencia, Kevin se confirma como la absoluta ‘oveja negra’ de la serie. A veces ya no tengo claro si es mera manía personal o es que realmente los guionistas la han tomado con el personaje defendido por Justin Hartley y se empeñan en sabotearle constantemente. Sea como fuere, el exitoso actor televisivo se sumerge en la crisis personal más severa de todas las que presenta la temporada, pero nada, no conmueve ni un poquito; muy al contrario, su trama nos depara los momentos más sonrojantes de la entrega. Y eso que tiene un esperanzador comienzo, con Kevin inmerso en su gran lanzamiento como actor cinematográfico en un rodaje que sirve para proporcionarnos un cameo tan galáctico como el de Sylvester Stallone y continuar viendo en pantalla a Ron Howard. Sin embargo, todo se desmorona con una lesión de rodilla que le hace abandonar temporalmente el rodaje y le sumerge en sus más oscuros demonios alcohólicos y drogadictos, fruto de su eterna incapacidad para afrontar la muerte de su padre, con quien mantenía una relación mucho más tirante que la de sus hermanos. Hundimientos como el que sufre en el homenaje que le hace su antiguo instituto o en un lujoso hotel resultan tan faltos de credibilidad en un personaje tan simplón como él como directamente risibles, situación que no mejora demasiado en su proceso de rehabilitación. Digámoslo claro ya, «This is us» mejora ostensiblemente cuando no tenemos al soso rubito en pantalla.

La tabla de salvación de «This is us» en su primera temporada cuando flaqueaban sus historias del presente era el recurso al pasado y a las entrañables labores parentales de Jack y Rebecca con sus tres retoños. Sin embargo, en esta ocasión la monotonía y la falta de ‘punch’ se extienden a esta subtrama, en la que se aprecia la rutina que se va instalando en la unidad familiar a medida de que sus distintos miembros van madurando. Por fortuna, aún quedan rescoldos de genialidad entre los guionistas y podemos disfrutar con algunos grandes momentos, entre los que sobresale con fuerza «The Car», el excelente decimoquinto episodio que aborda el funeral de Jack con una sensibilidad y un buen gusto que apabullan, desde la desorientación en la que queda sumida la familia ante tan súbita tragedia hasta este espléndido homenaje póstumo al adorado padre y marido.

De nuevo, los 18 capítulos por temporada son una pesada losa. Teniendo en cuenta que la trama no da para tanto, es inevitable que tan grande extensión provoque la indeseable aparición de numeroso relleno que acaba banalizando excesivamente el argumento y que el espectador mínimamente exigente esté continuamente al borde de abandonar el seguimiento de la serie. En este sentido es paradigmática, especialmente por anticlimática, la decisión de dedicar el penúltimo episodio completo a dar a conocer el pasado de Deja, algo que se podría haber solucionado perfectamente en unos cortos ‘flashbacks’. Estos errores de bulto fastidian especialmente cuando, por otra parte, nos encontramos secuencias tan fabulosas como la confrontación  de gustos musicales que mantienen la adolescente Kate -deslumbrada por aquella Alanis Morisette de los comienzos, y Jack, que se resiste a ceder el trono que para él ocupa y ocupará siempre Bruce Springsteen. Con que este tipo de escenas fueran un poco más habituales, estaríamos ante una obra de un nivel netamente superior.

En definitiva, podemos decir que «This is us» ha dado un pequeño paso en falso en esta segunda temporada. Ahora que el último capítulo de la terna -muy desaprovechada esa postrera boda, por cierto- ha apuntado claramente hacia el futuro, es hora de aparcar la alargada sombra de Jack Pearson y reformular una serie que aún está tiempo de devolvernos las buenas impresiones. Si no, tendrá definitivamente echada su suerte.

 

 

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