«La casa de papel», el éxito de las segundas oportunidades
Nuestra nueva firma invitada se ha sentado en el Cadillac inquietantemente enmascarada. No tiene necesariamente que ser la ya icónica imagen de Dalí la que oculte su apellido, pero podemos jugar a que sí. Y así, con cierto aire de misterio, las próximas líneas se adentran en uno aun mayor, el sorprendente éxito a nivel planetario que «La casa de papel» ha logrado con su llegada a Netflix. Que la intriga y el misterio sean algunas de las principales bazas de la serie nos dan una excusa más para preguntarnos por los motivos de tamaña proeza, más allá de si es merecida o no.
Al volante: GOTHAM REI
«Todo el mundo merece una segunda oportunidad», al menos eso dicen muchos a la hora de valorar un producto o simplemente opinando sobre una cuestión banal de nuestro día a día, en un amago de pasar página o, quizás, perdonar algún tipo de traición. «La casa de papel» ha tenido una segunda oportunidad y no podemos culpar de su reciente éxito al paso del tiempo, pues la ficción de Vancouver Media ha resurgido solo meses después de su estreno en Antena3 (allá por el 2 de mayo de 2017). La plataforma de pago Netflix, tras estrenar la serie semanas después de su despedida en la cadena privada (el 23 de noviembre de 2017) es la culpable de que ahora todo el mundo hable de un grupo de asaltantes que lleva a cabo un atraco en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.
Yo fui uno de esos espectadores que, semana tras semana, estaba pendiente de lo que ocurría en esa fábrica. Empecé a empatizar con los personajes y no pude evitar sentir el deseo irrefrenable de que todo saliera a favor de los atracadores. Quería que se saliesen con la suya, quería que se hicieran con el dinero. Al final y al cabo, tal y como decía el Profesor (interpretado por el gran Álvaro Morte), ellos no estaban robando dinero a nadie, simplemente lo estaban fabricando. Fuese por lo que fuese, cogí cariño a esos pobres desgraciados, excluidos sociales, que solo querían en sus vidas una segunda oportunidad (he aquí de nuevo el tema en cuestión), aunque para empezar de cero debían hacerse con un botín millonario (no vamos a entrar a debatir si había una alternativa que no incluyera el uso de armas).
Me costaba encontrar a personas con las que comentar las tramas de la serie, si bien con algunos pocos saciaba mi fanatismo por la misma comentando los giros dramáticos que vivían los personajes de Úrsula Corberó, Pedro Alonso y Alba Flores, entre otros. Ahora, meses después de haber quedado satisfecho con un final a la altura de la serie, me encuentro con personas que hablan de la misma y me tengo que morder la lengua para no joderles con algún spoiler. ¿El culpable de todo esto? Netflix, plataforma que decidió ofrecer entre su catálogo de series la ficción «La casa de papel», y sí, ha sido todo un acierto.
Ya la creación de «La casa de papel» fue una decisión arriesgada. Álex Pina (creador de «Los Serrano» o «Los hombres de Paco») se desligaba de Globomedia para crear una nueva productora, Vancouver Media. ¿Su primer trabajo? «La casa de papel», una ficción que se alejaba del paradigma castizo en cuanto a series de televisión se refiere. Atrás se estaba dejando eso de “hacer una serie para toda la familia”, algo que ha caracterizado durante años a las ficciones españolas. Aquí no había cabida para que los padres, los abuelos y los hijos se sentaran juntos frente al televisor para ver un capítulo. Aquí hubo riesgo y se hizo una serie para un público en concreto, cada vez más asiduo a consumir producciones extranjeras. Por eso quizás no es de extrañar que se pensara durante la creación de la serie en la posibilidad de adaptarla al público internacional, teniendo la alternativa de acortar la duración de sus episodios. En definitiva, «La casa de papel» se creó con miras a una explotación extranjera que se ha saldado con éxito a través de Netflix.
Por eso, al hablar de éxito no solo podemos mencionar España, donde cada vez son más los que se enganchan a la serie sin necesidad de esperar siete días para ver un nuevo episodio. Brasil, Francia, EE.UU., Italia, Argentina, Portugal, Turquía o Arabia Saudí son solo algunos de los países que se han rendido a la ficción de Vancouver Media, haciendo de la serie un éxito internacional. De hecho, «El Periódico» afirma que es la serie extranjera más vista en EE.UU., para IMDb es una de las 20 series más populares del momento y, según un informe de Netflix a sus inversores del primer trimestre de 2018, es la serie de habla no inglesa más vista de la historia de la plataforma de streaming.
Es entonces cuando cabe una reflexión sobre las estrategias llevadas a cabo. «La casa de papel» se ha abierto, ha roto barreras y ha dado una lección a todo el sector. Las nuevas tecnologías nos están regalando cada día nuevas formas de consumo, nos ponen en bandeja la posibilidad de explotar nuestros productos más allá de nuestras fronteras y sería un despropósito no tenerlas en cuenta. «Restringir o esconder un contenido no tiene sentido aquí. Yo creo un producto y quiero que los demás lo vean, lo valoren y lo disfruten. ¿Tengo herramientas para enviar mi producto a otros países? Adelante». Es lo que imagino que debió pensar el responsable de vender «La casa de papel» a Netflix, que cuenta con 125 millones de abonados en más de 190 países. Una buena promoción, tirando de publicidad tradicional y redes sociales et voilà. Éxito rotundo. Cabe añadir que con una buena estrategia de marketing no es suficiente, si bien es verdad que sirve para crear gran interés, pero si los usuarios terminan enganchados a la serie es por la calidad de la misma. Una trama principal original y potente, giros de guion de infarto y grandes interpretaciones por parte de sus actores y actrices hacen de «La casa de papel» una serie imprescindible.
No es de extrañar que, ante estos resultados, se haya optado por la continuidad de la serie, a pesar de haber sido concebida con un final cerrado. Netflix ya ha anunciado que la serie tendrá una nueva temporada con otro golpe y otro equipo. ¿Ganas? Muchas. ¿Miedo a que metan la pata y la pifien con nuevos capítulos? También. Pero como ya se ha demostrado en este caso, quien no arriesga no gana.
El éxito de la casa de papel me recuerda a la producción patria «la isla mínima» que aunque no tan adaptada al público internacional, sí que bebía de sus fuentes (true detective, sin ir más lejos).
Son, ni más menos, ganas de hacer las cosas con talento e intentando llegar a ser originales. Talento sobra en España. Originalidad falta.
Pensamiento adyacente: ¿Para cuándo una serie sobre la Reconquista, al estilo Vikingos?