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Toundra: una carta de amor a lo más grande del metal

29/05/2018

Si hace diez años, cuando editaron su debut discográfico, nos hubiesen dicho que un cuarteto madrileño de metal instrumental llegaría a ser una de las bandas más reputadas y con mayor proyección del panorama rockero tanto a nivel nacional como fuera de nuestras fronteras, difícilmente nos lo habríamos creído. Pero en 2018, con cinco discos ya a sus espaldas y embarcados en una gira en la que volverán a llenar las salas de once países europeos, nadie puede poner en duda que Toundra son un ejemplo perfecto de éxito ganado a base de constancia, trabajo duro y una fe inquebrantable en sus convicciones. Aprovechando el reciente lanzamiento de su último álbum, «Vortex», y que son una de las bandas a las que más ganas tenemos de hincarles el diente en el próximo Mad Cool, en el Cadillac estábamos empeñados en abrirles las puertas de este blog y lo hemos hecho de la mejor forma posible, cediéndole los honores a un fan incondicional del grupo, el publicista y melómano Asier Albistur. Nos sentamos así una vez más en el asiento del pasajero y nos dejamos conducir por su pasión.

 

Al volante: ASIER ALBISTUR

Los fans del metal somos sin duda uno de los públicos más fieles del mundo: fieles a los estilos y bandas que nos hacen mover la cabeza y, a la vez, a nuestros propios principios musicales. Este último aspecto lo llevamos a veces al extremo y con el tiempo nos volvemos un tanto cerrados y rígidos. En muchas de las conversaciones que tengo con mis amigos metaleros se llega a la misma conclusión: «Hace tiempo que no escucho nada nuevo». Y sin embargo, tenemos la suerte de vibrar con un género que no sólo no ha perdido potencia y frescura, sino que gracias a las nuevas generaciones se ha desarrollado hasta vivir una suerte de segundo boom. Un boom en el que las etiquetas son más difíciles de poner y el componente de tribu urbana ha transcendido. Hoy podemos decir sin lugar a dudas que podemos ver, escuchar y disfrutar a una generación de grandes bandas en plena forma.

Los seguidores españoles del metal hemos tenido además un segundo golpe de suerte: una de las bandas que lidera este renovado impulso del metal a nivel global lleva años tocando sin parar en nuestros escenarios. Y es que Toundra, aunque su nombre evoque a la potente tradición rockera escandinava, nació y creció en Madrid. El cuarteto instrumental, difícilmente calificable en un estilo concreto, ha ido creciendo año tras año, disco tras disco, hasta convertirse (siempre para el que escribe) en una de las propuestas más potentes no ya de nuestro históricamente maltrecho panorama estatal, sino del metal a nivel mundial.

Yo los descubrí ya veterano, recién entrado en la treintena, en una Joy Eslava repleta (quizás por primera vez para ellos) donde presentaron su tercer disco, “III”, acompañados en algunos temas por un cuarteto de cuerdas. Ese concierto fue especial para mí por varias razones, pero si me centro en lo estrictamente musical, la principal es que tras unos cuantos años sentí de nuevo una chispa que revitalizó mis ganas de explorar no sólo una banda que se convertiría en una de mis imprescindibles, sino todo un género que daba ya por amortizado. Trataré de ilustrar este efecto que Toundra tuvo en mí a través de los tres aspectos que más marcan mi relación con ellos.

El primero parte de mi condición de profano: cuando hablo de que una banda, un disco o una canción son buenos, hablo desde las sensaciones y las percepciones; soy completamente incapaz de juzgar la música por su calidad técnica o artística porque no tengo ni idea de música. Sé qué me gusta, qué me disgusta y qué me produce carne de gallina. Y con Toundra esto último me ocurre mucho, sobre todo en sus atronadores bolos pero, y esto sí que es extraordinario, también cuando escucho sus discos.

Kitsune (IV – 2015)

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A veces el último minuto y medio de un tema pueden sintetizar a la perfección todo lo que te conecta con una banda. Lo que me ocurre cuando escucho el final de «Kitsune» es especial no sólo por el hecho de que siempre que lo tocan en directo se me eriza el vello del antebrazo, sino porque además no puedo dejar de tararear (mal) esa obra maestra de sucesión de riffs (bajo y guitarras, capa a capa) con el que culminan la que, en mi opinión, es la pieza más redonda del cuarto trabajo del grupo. O bueno, al menos su mejor carta de presentación. Pura progresión por cada una de las señas de identidad que les hace inigualables.

Se puede hablar igual de bien de todo “IV”, el disco que los encumbró no ya entre los seguidores del género, sino entre muchos amantes de la música que los descubrieron en las listas de las principales revistas musicales españolas. Muchos de ellos terminaron viéndolos a lo grande en el Palacio de los Deportes de Madrid como cabezas de cartel y una orquesta de acompañamiento. Ahí es nada.

Requiem (III – 2012)

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He escogido otra pista para reflejar las sensaciones que me despierta la música de Toundra, en este caso una muestra de la que considero su obra más rotunda, “III”, un disco que se disfruta mejor cuando se escucha completo y en el mismo orden de temas en el que se diseñó. «Requiem» no deja de ser una suerte de interludio sereno entre una toda una sucesión de trallazos sonoros, pero se ha convertido en una de las canciones favoritas de los fans de la banda y en todo un himno imprescindible en sus conciertos. Corta, de tempo pausado, pero con una progresión contundente y melodías que escalan hasta hacerte casi levitar.

La segunda particularidad de Toundra es que se puede percibir una completa unidad en todos sus discos. Es un grupo en el que el tópico “conceptual” se podría aplicar en cada álbum aún sin que pretendan contar ninguna historia en ellos (una vez les escuché confesar en Radio 3 que titulan los temas casi de forma aleatoria). Hablo de un empaque sin fisuras y un perfecto ensamblaje entre canciones que hace casi imposible elegir entre ellos. En sus discos no hay desperdicio y las secuencias funcionan como un reloj. Ese empaque se une a la (por el momento) completa fidelidad a su esencia, publicación tras publicación. Tengo amigos que se quejan de su sonido y su composición, tachándolos de monótonos. Personalmente valoro mucho esa identidad propia consistente, que han sabido desarrollar sin llegar a aburrir, aportando disco tras disco nuevos matices y manteniendo la capacidad de hacer disfrutar a sus oyentes como unas bestias.

Magreb (II – 2010) + Cielo Negro (III – 2012)

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El segundo trabajo de Toundra, “II”, ya los colocó en el punto de mira de los amantes de la escena metalera nacional como un soplo de aire más que fresco, gélido. Aun siendo un disco con una producción humilde, las composiciones y la interpretación de la banda brillan por su virtuosismo. En esa profesionalidad y mimo hacia lo que hacen se han mantenido constantes en la década larga que llevan sobre los escenarios. El corte que he escogido lo demuestra con una perfecta transición entre el progresivo «Magreb» del mencionado “II” y la contundente «Cielo Negro» del siguiente disco, “III”.

La tercera virtud de Toundra y quizás la que más me conecta personalmente con ellos podría parecer contradictoria a esa identidad tan marcada que ya he alabado. Como he admitido antes, no soy un experto en música pero sí muy melómano y me he tragado horas y horas de metal y hard-rock en más de dos décadas de fidelidad al género. Y claramente, los componentes de Toundra emanan el mismo amor hacia la música con la que crecieron. Se les nota en cada nota: sus temas se nutren de cientos de referencias. En Toundra reconozco melodías hipnóticas de clásicos del heavy metal como DIO o Iron Maiden; me enganchan riffs del thrash de Metallica o del death melódico de los primeros In Flames; me maravillo con la complejidad progresiva de Opeth o Dream Theater; me invaden el atronador sludge de Mastodon y la oscuridad del black metal de Satyricon; y me dejo llevar por sonidos atmosféricos y evocadores del post-rock de Mogwai.

Y todo esto, ahí está el truco, no les hace sonar como un plagio o una suerte de Frankenstein. Se nota que Toundra no busca diseñar hits ensamblando fórmulas exitosas, sino que esa música que corre por sus venas parece guiarles de forma natural para, combinada de forma magistral, dotarles de ese carácter único y propio que muy pocas bandas han sabido lograr.

Ilustro esta maestría “enciclopédica” de Toundra con tres temazos. Los progresivos «Bizancio / Byzantium» y «Strelka» (de los ya mencionados “II” y “IV”), y por último uno de los cortes más complejos y a la vez agresivos de su último lanzamiento, “Vortex”, el único de sus discos cuyo título no sigue la secuencia numérica habitual. Quizás sea toda una declaración de intenciones: evolucionar para seguir sorprendiendo. Aunque cuando lo escucho percibo la misma esencia que me hace vibrar tanto y no tengo más remedio que admitir que, los cabrones, lo han vuelto a hacer.

Bizancio / Byzantium (II – 2010)

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Strelka (IV – 2015)

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Mojave (Vortex – 2018)

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Postdata: he mencionado que Toundra es un cuarteto instrumental, salvo en un cojonudísimo proyecto colaborativo paralelo. Exquirla y su “Para quienes aún viven” es otra gran historia que también merecería ser contada.

EXQUIRLA [Toundra + El Niño de Elche] – La canción de amor de San Sebastián (2016)

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