«Glass»: oda al mito de los hombres extraordinarios
Desde que hace ya casi dos décadas “El sexto sentido” desencajara mandíbulas por doquier con su abracadabrante twist final, pocos cineastas han polarizado tanto a los críticos y al gran público como M. Night Shyamalan. En aquellos primeros años del siglo XXI cada nueva película del director de origen indio concitaba una expectación inusitada, pero ninguna terminaba poniendo a todo el mundo de acuerdo. Por un lado, la crítica siempre aparecía dividida; y por el otro, entre la audiencia se establecían bandos entre los decepcionados porque el trailer les había vendido otra cosa o porque el giro final no era lo suficientemente epatante; los que se sentían estafados por las trampas narrativas, los deus ex machina y los momentos al límite de la credibilidad y el ridículo; los que simplemente se quedaban con cara de “bueno, pues vale” y los que considerábamos que Shyamalan era el mayor renovador del género fantástico desde Steven Spielberg. Con todos los problemas que se les pudiesen achacar a cada una de ellas, “El sexto sentido”, “El protegido”, “Señales”, “El bosque” e incluso “La joven del agua” nos mostraban a un superdotado para la puesta en escena, un virtuoso arquitecto de planos singulares y sugestivos, un creador de atmósferas abatidas e inquietantes, un fabulista de cuentos enrarecidos que hablaban de fe, miedo, soledad y pérdida, y un notable gestor del suspense haciendo uso de los recursos mínimos. Pero todo se fue al carajo después de la floja “El incidente” y Shyamalan se transformó inesperadamente en un irreconocible cineasta genérico, un mercenario de blockbusters de medio pelo destinados al fracaso en taquilla que al menos ahora sí suscitaba el consenso general: “Airbender, el último guerrero” y “After Earth” fueron heces fecales nauseabundas para todo el que se dignó a verlas. Tiempo después el director reencontró brotes verdes con la modesta pero traviesa “La visita” y la serie “Wayward Pines”, y volvió a saborear las mieles del éxito con el psychothriller “Múltiple”, aunque por el camino se hubieran quedado parte de los rasgos que hicieron de él un cineasta tan especial. Con todo, que Shyamalan parece haberse rehabilitado lo demuestra el hecho de que “Glass (Cristal)” haya sido recibida exactamente como en los viejos tiempos. Basta contraponer el ridículo 36% de positivos en Rotten Tomatoes con la unanimidad favorable en las reseñas de los medios españoles para constatar la división de la crítica, o echar un vistazo en redes sociales y blogs para comprobar que el público vuelve a estar irremediablemente fraccionado.
No está de más recordar que, aunque ahora tiene la vitola de filme de culto y para muchos es la mejor película de Shyamalan, en su momento “El protegido” fue recibida con la misma disparidad de opiniones. Quizás más aún, pues entonces, en el año 2000, veníamos del fenomenal impacto en la cultura popular de “El sexto sentido” y muchos se empecinaron en esperar otro thriller sobrenatural de terror atmosférico con Bruce Willis y un desopilante final sorpresa y se encontraron con una melancólica cinta de superhéroes encubierta de drama existencial. Yo recuerdo discusiones casi violentas y nunca resueltas en mi círculo de amistades a cuenta de “El protegido”, que en una época muy anterior al boom de la Marvel cinematográfica representó la aproximación (y homenaje) más hiperrealista y original al mundo de los cómics que se había visto nunca (y que nunca se volvería a ver). También simbolizó como ninguna otra el peculiar estilo a medio camino entre el sello de autor y el mainstream de Shyamalan, y el tiempo parece que la ha ido poniendo en su merecido lugar.
Volver a aquel universo era una posibilidad con la que se llevaba especulando muchos años y que finalmente encontró la manera de materializarse con la última secuencia de “Múltiple”, más celebrada por lo inesperado de la misma (esta vez sí) que por darle la vuelta al relato de aquella película. Así que “Glass” viene a cerrar un círculo en muchos sentidos, el de la propia historia que empezó a contarle Mr. Glass a David Dunn hace 19 años, y el del regreso definitivo a Ítaca del propio director después de su odisea por el desierto. Servidor no estaba muy seguro del encaje de Kevin Wendell Crumb (aka La Horda aka La Bestia) en la cosmogonía “Unbreakable” pero Shyamalan sale triunfante del desafío, retomando el discurso sobre la naturaleza de lo extraordinario; erigiendo una emotiva oda al poder de los mitos, de la fabulación y de la propia ficción para elevarse sobre la mediocridad imperante; y beneficiándose del factor nostalgia, inevitable para el fan de la película original al reencontrarse con aquellos personajes, más viejos pero perfectamente reconocibles.
Puede parecer una obviedad decirlo, pero para disfrutar plenamente de “Glass” conviene haber visto o tener frescas en la memoria “El protegido” y “Múltiple”, pues el juego de conexiones, correspondencias y ecos con ellas está muy conseguido y merece la pena poder sacarle partido. Y también es redundante señalar que si eres de los que nunca le vio la gracia a este director en su momento de mayor apogeo eso tampoco va a ocurrir ahora. Porque a pesar de su condición de secuela, “Glass” vuelve a sentirse por fin plenamente como una película del Shyamalan más canónico. Aunque ya no es aquel cineasta obsesionado con que la composición estética de cada encuadre tuviera un significado, aquí raya a un gran nivel en el aspecto formal y se reconcilia en gran medida con su característico estilo hipnótico, pausado y low-key, ajeno a los ritmos, estructuras y narrativa del blockbuster contemporáneo. Y en una era dominada por las mallas y las capas, las gigantescas set-pieces de acción y el espectáculo infográfico a granel, no deja de resultar paradójico que sea una anomalía como “Glass” la que termine rindiendo el tributo más personal, elegante y sentido a los códigos, claves y arquetipos de los cómics de Marvel y DC tomando caminos diametralmente opuestos a los de Disney, Warner o Sony.
Dividida en tres actos claramente delimitados, es en el primero de ellos donde “Glass” más se acerca a la idea que podíamos haber preconcebido de un crossover entre David Dunn, el irrompible protector de un Bruce Willis avejentado pero todavía imponente con su ya mítico chubasquero verde, y el asesino esquizofrénico de 24 personalidades distintas que interpreta en el filo de la genialidad y el histrionismo esa bestia llamada James McAvoy. Son poco más de 20 minutos en los que colisionan con efectividad máxima los respectivos lenguajes de “El protegido” y “Múltiple”, funcionando impecablemente como lógica continuación de ambas. El segundo tercio rompe esa dinámica y, arriesgando bastante, se instala en su totalidad en las paredes del centro psiquiátrico en el que ya estaba encerrado Elijah Price (un Samuel L. Jackson que tarda en aparecer en toda su gloria pero que cuando lo hace se lleva la película a su terreno) y con el que entra en juego la ambigua doctora interpretada por Sarah Paulson. Este es un largo segmento que se cuece a fuego lento para disgusto del espectador impaciente, con mucho diálogo, exploración metadiscursiva, unas gotas de humor negro y un inteligente aprovechamiento del espacio para instalar una duda en los personajes y en el propio espectador: ¿De verdad estos tipos tienen poderes excepcionales o más bien son pobres diablos traumatizados que han llevado demasiado lejos sus delirios de grandeza?
El tercer acto se dedica a zanjar esa pregunta y a llevar la tesis de Shyamalan/Mr. Glass hasta sus últimas consecuencias en una catarsis de revelaciones, emoción, espectáculo (dentro de la propia escala de una propuesta marcada por su tono “realista”) y giros sorpresa (sí, el hombre no va a renunciar a su sello personal a estas alturas). Quizás la gran secuencia de acción del clímax se le va un poco de las manos con tantos elementos en escena, aunque lo compensa tomando decisiones valientes pero perfectamente coherentes con la lógica interna de la historia. Y puede que el último twist sea un tanto ingenuo, pero si el espectador se lo compra (y yo lo hice) funciona como brillante broche final para un tríptico cinematográfico atípico y difícilmente clasificable. Que “Glass” no sea redonda y no todo en ella esté perfectamente cuadrado no es tan importante cuando va sobrada de una audacia, una personalidad y un instinto suicida que la convierten en una de las propuestas más estimulantes que nos ha traído el género fantástico en los últimos tiempos. Y de propina nos confirma que el mejor Shyamalan está de regreso. Esperemos que no vuelva a extraviarse.
Hablemos primero en lo que coincidimos: El Protegido es, de largo, la mejor película de Shyamalan. He visto todas sus pelis, incluidas las muy mediocres (no llegaré a calificarlas de «heces fecales») After Earth y Airbender. Y me divertí con La visita. Lo que nos separa: Múltiple me pareció un tostón impresionante. Bien están 2, 3, 4, vale, 5 personalidades, ¡pero 16!. Aparte de la demostración de que McAvoy es un gran actor, yo me perdí, y salvo la tal Patricia, el niño y la Bestia no sabría decirte cuál era cada una. Fui a ver Glass para cumplir la tradición y fue una alegría encontrarme con el gran Bruce Willis, por cierto, totalmente desaprovechado. Lo mejor, el primer tercio del filme. El segundo lento, aburrido y discursivo, situado en el hospital psiquiátrico con unas medidas de seguridad más lamentables que he visto jamás. Al acto final llegué ya bastante desilusionado y desconectado, y me pareció cogido con pinzas.
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No entendí que Willis muera ahogado en un charco y cuando miré el reloj comprobé que llevaba más de 2 horas en el cine, todo para contarme una historia bastante estirada. Sarah Paulson me encanta (he visto todas las temporadas de AHS) y aquí tampoco llegó a emocionarme. Iré a ver la próxima suya, claro. Espero de todo corazón que no resucite al ya bien muerto Kevin Wendell Crumb.
Muchas gracias por tu comentario, Julio. Me he permitido el lujo de insertar un aviso de spoiler para no reventar nada a los lectores. Tus palabras confirman mi percepción de que es el segundo acto el que puede generar más controversia entre los espectadores. Aunque tenga alguna arritmia, yo sí le compro este tramo y el detalle de las medidas de seguridad a mi no me molesta en absoluto. Por cierto, que en ningún momento me he declarado fan de «Múltiple», cinta que me entretiene pero en el que no llego a ver al Shyamalan que más me gusta. Al igual que tú, me quedo con «La visita». Y sobre lo de McAvoy, hombre, aunque se dice que tiene 24 personalidades, está claro que en «Múltiple» solo maneja a pleno potencial unas cinco (y una de ellas creo recordar que estaba fingiendo ser otra) y en mi opinión sí son perfectamente distinguibles. Un saludo!
Perdón, ni me percaté del spoiler … ¡24 personalidades! Peor me lo pones … ¡Un saludo!