Saltar al contenido

«Homecoming»: terapias, psicosis y olvidos

28/01/2019

La superestrella de Hollywood Julia Roberts en su primera incursión en la televisión + el creador de la laureda «Mr. Robot» (Sam Esmail) ante su esperada reválida + una historia de intriga y conspiraciones tomada de un exitoso podcast. La jugada tenía en principio buenas pretensiones y la jugada salió redonda. «Homecoming» resulta un entretenidísimo título que se regodea en un interesante guion y en una brillante dirección para dejar al espectador clavado en el sofá en sus 10 capítulos de media hora que se devoran en un suspiro. Y es que este detalle, el de la corta duración de cada entrega, algo inhabitual para una serie que no sea comedia, es uno de los puntos fuertes de la apuesta, un órdago arriesgado pero que una vez comprobados sus resultados te hacen preguntarte por qué no es más habitual.

La historia se centra en un misterioso proyecto que se dedica a recibir a jóvenes recién llegados a Estados Unidos tras cumplir con el ejército en una misión en el extranjero. Aquí se les preparará y adaptará para reintegrarse a la vida civil sin sobresaltos ni traumas. En principio. No tardaremos mucho en averiguar, o en intuir, que no todo es lo que parece. Pero antes incluso, lo que llamará la atención de «Homecoming» será su apuesta formal, tanto por los 30 minutos por capítulo ya reseñados como por el uso de los diferentes formatos de pantalla para moverse entre las dos líneas temporales que narra, algo que, lejos de ser un mero recurso estilístico, resulta una de las muchas virguerías visuales que ayudan a fortalecer el mensaje de la trama.

Sin desvelar mucho más del argumento, no pasa nada por decir que la acción se desarrolla en dos líneas temporales, una en la que Heidi Bergman (Julia Roberts) es la asistente social de este proyecto privado que recibe a los soldados y mediante terapia les prepara para reintegrarse en su antigua vida, y otra futura, cuatro años después, en la que vemos a una Heidi trabajando de camarera y sin recordar o querer recordar su paso por Homecoming ante la investigación de un miembro del Departamento de Defensa, Thomas Carrasco (Shea Whigham), sobre las prácticas que se llevaron a cabo en ese lugar. La historia más lejana se presenta en un formato de pantalla panorámico habitual, mientras que para el presente se estrecha a un inaudito 1:1 cuadrado que extraña tanto como parece oprimir a los protagonistas. Nada es gratuito. Prácticamente cada plano de la serie tiene una intención y casi sin necesidad de diálogos se podría seguir el devenir emocional de los personajes atendiendo al uso de la cámara. Así, los numerosos planos secuencias, las infinitas y maravillosas vistas cenitales, las simetrías, los estudiados planos-contraplanos, los ángulos de cámara, incluso lo que no muestra la cámara, todo resulta un excelente ejercicio de dirección y fotografía que ya por sí solo merecería el visionado de «Homecoming».

Además, toda la serie tiene un pretendido aroma a clasicismo encantador, recordando por (muchos) momentos el cine de Alfred Hitchcock, Alan J. Pakula o Brian de Palma, recordando e incluso homenajeando, pretendiendo estar en un thriller de los 70, o más allá, ya que además la banda sonora rezuma academicismo vetusto por sus cuatro costados, surgiendo una partitura creada a partir de retales de cintas de cine clásico. Así, Sam Esmail, ‘showrunner’ y director de los diez episodios, confirma todas las buenas expectativas que había levantado con «Mr. Robot», pero además se sacude de los mayores defectos sufridos en aquella misma serie, huyendo de toda excesiva modernidad y pretenciosidad con un título que bebe y tiene sus mayores virtudes precisamente en lo opuesto.

(No sé si se podrían considerar spoilers pero, por si acaso, hacemos la advertencia de que a partir de este momento se van a tratar algunos asuntos de la trama algo más detallados, aunque sin caer en destripes ni revelaciones importantes).
Incluso cambiamos de título:
«Homecoming»: la búsqueda de la ignorancia

Resulta reveladora, y bien podría ser el resumen de toda la intención de la serie, la escena en la que el personaje interpretado por Bobby Cannavale se dispone a confesar a su esposa ya en el tramo final de esta primera temporada lo que realmente hacían en Homecoming y ella le detiene y le pide que deje esa información en la «caja de los secretos», para acto seguido hacer el amor en una especie de celebración de la ignorancia. Esa opción de no saber, esa inconsciencia elegida como método para continuar como si nada sucediera, como método para alcanzar un día a día más o menos llevadero, es lo que fundamentalmente cuestiona Sam Esmail en «Homecoming» (y es que cuántas veces hemos escuchado aquello de «prefiero no saberlo»). Y en este punto podría plantearse el debate, un debate que parece que sin embargo únicamente se forma en su cabeza el personaje de Julia Roberts (en la línea argumental más pretérita). Y frente a esta búsqueda de la ignorancia por parte de «los malos», nos encontramos con el afán por conocer que representan «los buenos», con esa necesidad de verdad que termina convirtiéndose en psicótica para alguno de los personajes.

Volviendo a echar mano de frases típicas que describen con un aire de casi inocencia situaciones y/o decisiones extremadamente graves, sobre todo éticamente, además del «prefiero no saberlo», sobre toda la serie sobrevuela constantemente el «hacen con nosotros lo que quieren». Geist, la poderosa empresa que lleva a cabo el proyecto Homecoming, se presenta como un ente que en su invisibilidad y fortaleza resulta aterrador. Sin conocer en ningún momento a sus máximos responsables y valiéndonos de los movimientos que sus peones siguen para alcanzar sus objetivos, no resulta muy complicado trazar similitudes con supergigantes contemporáneos, esos que trafican con el valor más preciado hoy en día, la información, en este caso jugando con su omisión.

«Homecoming» comienza a presentar sus cartas en sus dos primeros episodios para atraparte definitivamente desde el mismo comienzo del tercero, llevándote en volandas en un suspiro hasta su bello desenlace. Y es que tanto por su exquisita apuesta formal como por la idea que plantea y su posterior (buen) desarrollo, esta serie se asienta como una de las principales apuestas de Prime Video, la plataforma de streaming de Amazon que poco a poco va albergando interesantes títulos, aunque se encuentre lejos aún de poder pelear codo con codo con Netflix o HBO. En estos tiempos es casi una temeridad hacerlo, pero nos arriesgamos a seguir funcionando como modesto filtro del que serviros para elegir entre los centenares de títulos disponibles y, categóricos, afirmamos que, de no haberla visto ya, «Homecoming» os va a gustar.

3 comentarios leave one →
  1. Penny Lane permalink
    29/01/2019 13:13

    Homecoming es técnicamente perfecta pero vacía de contenido. Postureo del siglo XXI. Una lástima que Amazon cancele sus buenas series para producir paja.

    • Sergio Almendros permalink*
      29/01/2019 13:21

      Coincidimos en su extraordinaria factura, aunque yo sí le veo algo de contenido a la serie, como he expuesto en el texto, apuntes que no viene a cuento repetir si no te han convencido en una primera lectura.
      No obstante, agradecemos tu comentario.
      Un saludo Penny Lane.

Trackbacks

  1. “El blues de Beale Street”: Jenkins da el estirón tras “Moonlight” | El Cadillac Negro

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: