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«El blues de Beale Street»: Jenkins da el estirón tras «Moonlight»

01/02/2019

Hace dos años «Moonlight» se vio -involuntariamente- envuelta en un escándalo mediático de proporciones dantescas cuando protagonizó uno de los momentos más humillantes de la historia de los Oscar al ser el título que contenía ese revoltoso sobre de la estatuilla a Mejor Película que Warren Beatty se empeñó en leer «La La Land» (así te lo contamos aquí en su día). Desde entonces, el filme ha quedado en el recuerdo como uno de esos incómodos ganadores que han arrebatado el honor a la gran favorita de todo el mundo (como cuando «Una mente maravillosa» privó de la gloria a Robert Altman y Peter Jackson). Es cierto que nosotros veíamos debilidades en aquella cinta sobre el arduo despertar a la homosexualidad de su protagonista, a pesar de sus indudables aciertos (como aquí analizamos en su estreno), y también preferíamos una ganadora mucho más rotunda como el revolucionario musical de Damian Chazelle, pero eso no quita para que viéramos muy injusto que todo el revuelo levantado impidiera que se destacara lo que -cinematográficamente hablando- era más relevante: la irrupción de un director verdaderamente prometedor como Barry Jenkins.

Apenas 24 meses después, el siguiente proyecto del cineasta, «El blues de Bale Street», ha vuelto a entrar en la carrera por los Oscar y esta vez su éxito ha sido mucho menor. Apenas tres nominaciones ha acumulado, aunque nada desdeñables: Guión Adaptado, Música y, su mayor baza, Regina King como Actriz de Reparto, dispuesta a repetir el galardón cosechado en los Globos de Oro. Pero dejémonos de mediáticas galas. Lo realmente importante es que, en su nuevo proyecto, Jenkins no solo ha confirmado las esperanzas puestas en él sino que ha experimentado un notable crecimiento que hace de «El blues de Bale Street» uno de los primeros estrenos de 2019 auténticamente relevante.

El director de Florida ha jugado con un arma de doble filo en su tercer filme al osar adaptar una de las mejores novelas de uno de los escritores estadounidenses mas prestigiosos del pasado siglo: James Baldwin. Si bien este origen literario le concede una sólida base argumental de la que partir, ya han sido demasiadas las ocasiones en las que la traducción literal de una obra literaria a imágenes y los consabidos ajustes necesarios para que lo escrito pueda caber en un metraje convencional han provocado auténticas aberraciones (ni se les ocurra ver «La hoguera de las vanidades» si antes han disfrutado con su maravilloso original literario de Tom Wolffe, por ejemplo).

Sin embargo, Jenkins ha sorteado el obstáculo con una facilidad insultante y su notable faceta de guionista -con una adaptación concisa y brillante- ayuda sobremanera a la rotunda madurez que ha alcanzado como cineasta. La intensidad algo tosca en ocasiones de «Moonlight» ha dejado paso a un crecimiento innegable en términos de elegancia, sutileza, claridad expositiva y puesta en escena, destacando además su capacidad de crear sugestivas atmósferas con el delicioso colchón musical de jazz nocturno que le proporciona la excelente banda sonora firmada por Nicholas Brittell.

«El blues de Beale Street» cuenta la historia de amor de una joven pareja negra en el Harlem de los años 70 a través de dos tiempos narrativos muy distintos. El primero -que abarca desde su infancia hasta un pasado muy próximo al presente- se aborda con un tratamiento idílico, de cierta irrealidad -ahí se muestra especialmente expresiva la excelente labor en la fotografía de James Baxton y sus tonos pasteles- . Fonny y Tish se conocen y se tienen gran cariño desde niños y su relación de amor se va haciendo cada vez más y más fuerte a medida que van creciendo y superando los fuertes obstáculos que les va poniendo la vida, gracias a su perseverancia, su comprensión hacia el otro y su absoluto convencimiento de que su relación es su prioridad número uno.

Mucho más despojado y dolorosamente real se muestra el relato cuando se ocupa del presente, en el que nos encontramos a Fonny cumpliendo una pena de prisión tras haber sido injustamente acusado de una violación y a Trish y su familia haciendo el mayor esfuerzo posible porque la verdad salga a relucir, se solucione el turbio entramado legal que ha acabado con el chico entre rejas y éste pueda ser excarcelado y regresar a su vida normal, en la que le espera el nacimiento de su primer hijo.

En ambas líneas temporales -que Jenkins va alternando con una fluidez pasmosa- el conflicto racial es el tema estrella, pero la gran virtud del filme es saber ir integrando este asunto tan dolorosamente actual en diferentes y abundantes momentos del metraje de una manera absolutamente orgánica y natural, sin que la evidente y rotunda denuncia tome un protagonismo desmesurado respecto al resto de elementos. No desdeñamos un ataque frontal desde la hilaridad como presenta la otra gran película ‘negra’ de la temporada -esa notable «Infiltrados en el Kkklan» del renacido Spike Lee- , pero el modo de filtrar el mensaje utilizado por Jenkins acaba siendo -además de más sugestivo cinematográficamente hablando- a la postre más efectivo, al propiciar una identificación mucho mayor con el sufrimiento de sus personajes.

De «Moonlight» Jenkins conserva un gusto por la intensidad que le coloca en ocasiones al filo de la navaja en momentos tan melodramáticos como la pelea entre las familias de los enamorados y la visita a Puerto Rico de la madre de Trish, que quedan afortunadamente pronto subsanadas por otras escenas mucho más sutiles. También sigue mostrando una especial aptitud en la dirección de actores. De la nominada King, que encarna a una corajuda progenitora, logra extraer toda una exhibición de fuerza y carisma, pero igualmente saca petróleo de una pareja protagonista que merecería haber paseado por muchos más alfombras rojas de entregas de galardones. Mientras que Stephan James da un nuevo y decisivo paso en su rumbo directo al estrellato, tras protagonizar «El héroe de Berlín» y la serie «Homecoming» (recientemente reseñada aquí). la excelsa KiKi Layne supone uno de los descubrimientos actorales más sugestivos de los últimos años. La guinda la ponen dos ilustres cameos que harán especial ilusión a los seguidores de la serie «Narcos».

Una película que ya comienza con fuerza, que consigue mantener un sostenido ‘crescendo’ a lo largo de la trama y que concluye con un final tan factible y sutil como desgarrador no puede ser obra de un cualquiera, solo está al alcance de un reducido grupo de grandes realizadores. A ese alto escalón se acaba de subir Barry Jenkins y lo mejor es que le queda mucho tiempo por delante para seguir destripando, desde el intimismo, los múltiples males de la sociedad actual. Material del que tirar, desde luego que no le va a faltar.

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