«El embarcadero»: Álex Pina continúa la racha a medias

Mucho ha avanzado la ficción televisiva nacional en los últimos años y en este blog os lo hemos ido contando con creciente alegría. Solo faltaba un elemento clave para equipararnos a la producción de otros países punteros en estas lides y ya está aquí: sí, por fin la televisión española tiene un ‘showrunner’ de gran prestigio -más allá del eterno Daniel Écija- que justifique el visionado de una serie únicamente viendo su nombre en los títulos de crédito. Nuestro Alan Ball particular se llama Álex Pina y se ha fogueado durante largos años en las televisiones nacionales hasta que ha logrado la consolidación definitiva, primero con dos producciones de Atresmedia: el comienzo fue con «Vis a Vis» y la explosión a lo grande llegó con uno de los grandes fenómenos globales de los últimos tiempos: «La casa de papel», brillantemente analizado aquí por nuestra firma invitada Gotham Rei.
Su esperado regreso tras tamaño éxito se ha producido de una forma inesperada, realizando, junto a Esther Martínez Lobato, una serie que, pese a seguir siendo producida por Atresmedia Studios, se ha estrenado en Movistar+, en lo que es un interesante movimiento empresarial por la compañía de San Sebastián de los Reyes a la hora de colocar en la plataforma más adecuada un producto en principio menos indicada para estrenarlo en la televisión en abierto.

La serie resultante, «El embarcadero», podría parecer, por su faceta mucho más intimista, una ruptura de Pina con la renovación del thriller clásico exhibida en «La casa de papel», pero a medida que se avanza en ella queda claro que su ya casi inconfundible estilo está presente en cada uno de los fotogramas de su nuevo proyecto.
El primer rasgo autoral claro que se percibe en «El embarcadero» es la intención de agarrar fuerte al espectador desde el primer momento. Pina, en ese sentido, es la antítesis de ese David Simon que exige de una gran paciencia para ir armando el puzzle de cada una de sus obras. El navarro, como ya hiciera en su anterior serie, echa el resto en el episodio inaugural, proponiendo desde el principio el inexplicable suicidio de Óscar (Álvaro Morte), el marido de la protagonista, Alejandra (Verónica Sánchez), quien pronto comenzará a tirar de una madeja apasionante -mediante una muy cuidada estética, una moderna realización con directores de creciente prestigio como Jorge Dorado y un ritmo incombustible- que hará ya imposible prescindir de los siguientes capítulos.

Con obvias semejanzas iniciales a «The Affair» -serie de la que ya os hablamos aquí- , las indagaciones de Alejandra le llevan a descubrir que su esposo tenía una doble vida que desconocía por completo y que simultaneaba su aparentemente feliz matrimonio en Valencia capital con una larga relación con una mujer de la cercana Albufera -con la que incluso tenía una hija- , cuando decía estar de viaje de trabajo.
Con la búsqueda de la razón del suicidio de Óscar como ‘mcguffin’ que vertebra toda la trama, Pina se lanza a su ya habitual alternancia de pasado y presente para, por una parte, narrar la investigación, descubrir las motivaciones de cada personaje e ir desvelando, con desesperante parsimonia para los más impacientes, los secretos que los envuelven.

Gran parte de su crédito se lo gana «El embarcadero» cuando se embarca -perdonen el chiste fácil- en el tortuoso viaje al fondo de la mente de una Alejandra -brillante arquitecta en su mejor momento profesional- que ve puesto del revés su apacible mundo y, más que por la desaparición de su marido, se ve inmersa en una intoxicante obsesión para conocer esa faceta desconocida que le había ocultado Óscar, llevándola incluso a conocer e intimar, ocultando su identidad, a Verónica, el otro amor de su esposo, propiciando un subyugante y tenso enredo repleto de intriga y profundidad psicológica con la que Pina continúa haciendo comer al espectador de su mano.
Mucho más obvia es la dicotomía que se establece entre la ciudad y el medio rural, dos mundos que la serie trata como absolutamente contrapuestos pese a estar en este caso apenas separados por una veintena de kilómetros. La Valencia más vanguardista -la ideada por Santiago Calatrava a orillas del Turia- se presenta -obviando exageradamente su centro histórico y barrios más populares- como la ejemplificación perfecta de los males de la vida urbana, de la importancia de la apariencia y la banalidad, de su hipocresía, de su plaga de deseos insatisfechos ocultada bajo capas y capas de diseño posmoderno, por el liderazgo de la mente sobre el cuerpo, en definitiva. Por el contrario, la excesivamente idealizada visión de la Albufera -espectacularmente fotografiada, eso sí- deviene en un elogio a la sencillez, al contacto permanente con la naturaleza, a la ruda franqueza verbal y, en resumen, a la satisfacción inmediata de los instintos.

Pina cimienta su obra en la labor de su muy equilibrado trío protagonista. Tras convertirle en todo un icono moderno -su Profesor de «La casa de papel» fue el personaje de serie preferido a nivel mundial por los usuarios de la app de referencia TV Time en 2018, ojo al dato–, vuelve a contar con un comedido Morte en un papel que le va como anillo al dedo como perfecto hombre moderno tan sensible como calculador. Mientras, da a Sánchez -una estrella algo venida a menos en popularidad en los últimos años- una oportunidad de oro con un personaje que es todo un bombón dramático y que la sevillana aprovecha solo a medias, estando correcta pero sin alcanzar las altas cotas que podría proporcionarle esa Alejandra tan comedida y que, poco a poco, va sacando fuera su terrible batalla interior. Al final, la que se acaba adueñando de la función es una Irene Arcos que consolida a lo grande su tendencia ascendente al llenar de garra, sentimiento y verdad a ese fascinante alma libre que es Verónica.
«El embarcadero» es tanto más fuerte cuanto más se concentra en su trama principal, mientras que su auténtico talón de Aquiles lo encuentra cuando, como sucede cada vez con más frecuencia en la segunda mitad de esta tanda de capítulos, se detiene en personajes y argumentos secundarios. No acaba de aportar gran cosa -pese a su gran porcentaje de metraje protagonizado- el rol de Katia (Marta Milans), la libertina amiga del alma y compañera de trabajo de Alejandra, ni las progresivas revelaciones sobre su hija adolescente ni la relación adúltera con su jefe. Menos aún encaja en la ecuación la madre de Alejandra, una verborreica escritora sabelotodo con la que no guarda parecido alguno. La próxima continuación de la serie tendrá que dar una razón satisfactoria al progresivo aumento de importancia que adquieren tanto las revelaciones sobre su pasado como su vil ardid para revitalizar su trayectoria literaria. Por el momento, sus apariciones poco más hacen que ralentizar el ritmo y distraer la atención, por mucho que se haya encomendado a su papel a toda una Cecilia Roth, que se lo lleva exageradamente a su registro más típico.

Más convincentes resultan los secundarios ligados a la Albufera, como ese lúbrico y rudo pescador llamado Vicent (un notable Paco Manzanedo), que sí parece encerrar secretos vitales en la resolución de los hechos, y Conrado, el guardia civil encargado de las diligencias del caso, que presenta un rico contraste entre su atormentado interior y su sobriedad exterior, encarnado con su habitual solvencia por un Roberto Enriquez últimamente omnipresente en la ficción televisiva nacional.
Con un octavo y último capítulo en el que se apunta alguna esperanzadora nueva dirección, «El embarcadero» concluye su entrega inaugural como una producción de impecable factura y de considerable frescura e interés. Tras haber dejado sin resolver numerosos elementos de la trama principal, aún le quedan muchos cartuchos que gastar de cara a su, se supone, no muy lejana segunda temporada. Sin embargo, le vendría muy bien equilibrar mucho mejor todos sus elementos, centrarse más en su argumento central y dejar de divagar en ramificaciones mucho menos atractivas. Así podrá exprimir todo su innegable potencial y evitar que lo que parecía una serie de cotas históricas en su arranque se haya quedado en simplemente buena tras desfondarse considerablemente en su segunda mitad. Confiemos en que el gran ‘showrunner’ patrio sepa enmendarlo.

Deja una respuesta Cancelar la respuesta
Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.
Yo creo que Cecilia Roth está ahí porque en principio el papel de Alejandra/Martina lo iba a hacer la argentina Valeria Alonso, pero desconozco porqué al final no pudo ser y el papel fue para Verónica Sánchez, que efectivamente no le pega nada como madre Cecilia Roth.