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«Destroyer (Una mujer herida)»: redención y venganza de Nicole Kidman

21/02/2019

«Una mujer herida» reza la tímida apostilla española al título original del filme que nos atañe, «Destroyer». Pero mucho más preciso sería un adjetivo más contundente como una mujer destrozada o, mejor aún, hecha una auténtica mierda. Porque así nos impacta el primer fotograma de la película, que refleja a una fémina sumamente deteriorada a la que sólo el penetrante azul de sus ojos y la lógica sabiendo su protagonismo en la cinta nos haría relacionar con toda una Nicole Kidman.

Posiblemente desde aquella «Monster» de Charlize Theron no se había visto tamaño afeamiento. ¿Burda estrategia para intentar ganar un Oscar? Puede ser, aunque la jugada le ha salido a la protagonista de «Dogville» solo a medias, ya que, pese a lograr una nominación para los Globos de Oro, ese sobresfuerzo en maquillaje no le ha valido para volver a la terna de actrices candidatas a los Oscar. Sin embargo, a fe de ser justos, diremos que el hundimiento no solo lo transmite mediante su rostro, sino también a través de métodos exclusivamente actorales como esos andares apesadumbrados y una voz débil y rota, digna de alguien que ya vivió sus mejores momentos hace demasiado tiempo. Además, Kidman resulta igualmente convincente en los tramos del metraje que reflejan su ‘look’ convencional. Ahí debería acabar toda posible suspicacia sobre los méritos de la actriz australiana.

La que era una de las reinas indiscutibles de Hollywood en el primer lustro del siglo, encadenando varias interpretaciones simplemente memorables, afrontó una difícil década posterior en el que, siempre con unos cuantos fogonazos de su indiscutible clase, se embarcó en una serie de proyectos que o bien no estaban a su altura o bien no obtuvieron el éxito que habrían merecido. Pero de unos pocos años para acá, la que fuera esposa de Tom Cruise ha iniciado un renacer con títulos como «Lion», «El sacrificio del ciervo sagrado» o «La seducción» y, sobre todo, de la producción televisiva «Big Little Lies» (las dos últimas reseñadas aquí y aquí) que la han traído enormemente revitalizada hasta un 2019 lleno de proyectos y que tiene que ser el de su definitivo regreso al trono.

El primer gran puntal de este renacimiento debería ser esta misma «Destroyer», la nueva obra de la directora Karyn Kusama, conocida por sus alabadas «Girlfight» y «La invitación» (que aquí analizamos en su día) y también por proporcionar jugosos vehículos de lucimiento para grandes estrellas que acabaron siendo sonoros fracasos de taquilla, valga el ejemplo de «Aeon Flux» con Theron o «Jennifer’s Body», con Megan Fox. Ese protagonista absoluto de una actriz se vuelve a dar en «Destroyer», que gira exclusivamente en torno a un eje omnipresente como es la Kidman, convenientemente rodeada de actores en tan franca progresión como Sebastian Stan y ese magnífico Scoot McNairy (en un papel con cierta semejanza al que desempeña en la tercera temporada de «True Detective»).

Como si fuera una -algo exagerada- metáfora de su propia trayectoria cinematográfica, el personaje de Kidman -la detective Erin Bell- encuentra en la aparición de la víctima de un asesinato la conexión directa con el suceso que muchos años atrás destrozó su vida y emprenderá una solitaria misión de redención y venganza personal que ocupará todo el metraje, en la línea tan simple y contundente en lo que tanto se especializara en su día Charles Bronson en sus filmes o, más recientemente, el Liam Neeson versión ‘action hero’.

Mientras que, de forma paralela, se nos va revelando -mediante un fluido uso de los ‘flashbacks’- la operación fallida de la detective como infiltrada junto a un compañero en un grupo de atracadores que tan marcada la dejó, asistimos a su actual búsqueda de Silas, el jefe de aquella banda al que cree vuelto a la acción, en un tortuoso itinerario por los fondos más bajos y turbios que esconde California bajo su soleada fachada.

Kusama no da el más leve respiro y su apuesta por lo oscuro y lo feísta, si bien puede resultar en ocasiones algo tremendista, al menos se mantiene siempre coherente, tanto en un sencillo pero efectivo guión que apenas deja ningún resquicio de optimismo sobre una raza humana mezquina y egoísta como en una elaborada estética opresiva y mortecina, coloreada de gris ceniza y envuelta de una música casi siempre hostil. No, no es la mejor elección para una primera cita.

«Destroyer» se sitúa muy cerca del discurso de thriller existencialista del «Drive» de Nicolas Winding Refn, aunque no pretende -ni consigue, por supuesto- alcanzar tamañas cotas argumentales y estéticas. El filme parece sentirse cómodo en su condición de obra sencilla, incluso algo plana por momentos, pero sólida y efectiva en sus planteamientos -fea, fuerte y formal, que diría John Wayne-. Con este humilde pero sólido perfil, «Destroyer» se viene incluso arriba con un afortunado giro final. Una pena que esto quede algo emborronado por una resolución excesivamente alargada, en la que Kusama traiciona ese tono despojado para adornar en exceso e intentar poner emoción a algo que cualquier espectador medianamente atento ya ha deducido sin problemas.

No esperen, pues, una de las grandes películas del año ni una pieza que vaya a ser relevante en el futuro del género policiaco, pero, por lo menos, «Destroyer» no da gato por liebre y nos ofrece lo que promete: dos horas de buen cine. Y, por encima de todo, supone todo un placer asistir al desquite definitivo de una actriz en su esplendor, triunfando con rotundidad en un papel de lo más arriesgado. Una Kidman al 100% bien merece el paso por taquilla.

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