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«J.Edgar» y «La dama de hierro»: las sombras del poder

21/02/2012

En la avalancha cinematográfica pre-Oscar que se sucede cada invierno, han llegado a nuestros cines dos propuestas con notables similitudes. «J.Edgar» y «La dama de hierro» se sumergen en las vidas públicas, y, sobre todo, íntimas de dos de las figuras políticas más importantes y también más controvertidas del siglo XX en Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente, Hoover y Margaret Thatcher. Dos propuestas encargadas de poner en bandeja de plata las nominaciones a la dorada estatuilla de dos de las estrellas más importantes del actual firmamento: Leonardo di Caprio y Meryl Streep. Y dos propuestas, finalmente, que han acabado decepcionado ligeramente las altas expectativas creadas.

Los dos filmes apuestan por escarbar en la muy desconocida trastienda íntima de dos figuras públicas tan arrolladoras, con una obsesión por su trabajo directamente patológica, enfocando su labor no tanto como un servicio a la sociedad sino como una  misión personal a cumplir imperiosamente pasando si era necesario por encima de lo que el «estabilishment»  o la simple lógica reclamaba en cada época.

Sus respectivas autobiografías, su dictado, en el caso de Hoover en «J.Edgar»; su lectura, realizada por una Thatcher ya anciana, en «La dama de hierro», estructuran dos historias que juegan a combinar el repaso a momentos referenciales de la vida pública de ambos personajes con el análisis de su precaria vida íntima, claramente relegada ante su incesante trabajo, y apenas sostenida por el sentido común de sus respectivos compañeros de viaje, ambos pacientísimos y relegados a ejercer de eternos secundarios.

Clint Eastwood se vale de un hábil, aunque algo falto de chispa, guión para ofrecer una completa panorámica del enigmático John Edgar Hoover, fundador del FBI y director desde 1924 hasta su muerte, en 1972, que hizo y deshizo a su antojo en la política de seguridad estadounidense, gracias a los numerosas informaciones íntimas que albergaba sobre  los distintos presidentes, congresistas o senadores que se fueron sucediendo durante su maratoniano mandato. Eastwood hace gala de su habitual virtuosismo narrativo para hacer malabarismos entre el presente de un Hoover ya en la recta final de su vida, el repaso a las «hazañas» del personaje gracias a la autobiografía que está dictando él mismo y una perspectiva final que desmonta gran parte de lo narrado.  El ya octogenario cineasta no se detiene ante los enigmas que aún presenta el personaje para los historiadores y nos muestra a un sujeto marcado profundamente por una madre castradora (estupenda, como siempre, Judi Dench) , obsesionado de por vida con los «peligros» del incipiente movimiento obrero estadounidense y atrapado entre el férreo concepto de moralidad que intenta imponer públicamente y la relación homosexual que mantiene con Clyde Tolson, director asociado del FBI.

En definitiva, «J.Edgar» se inscribe perfectamente dentro de la trayectoria de Eastwood en el último lustro, caracterizado por una carrera permanente contra el tiempo para encadenar un proyecto tras otro antes del presumible (aunque no deseable) próximo retiro forzado. Es decir, un filme muy bueno, intachable en muchos aspectos como la notable interpretación que logra de Di Caprio, pero que denota cierta precipitación en otros (caso de los muy mejorables maquillajes, directamente grotesco en el caso del personaje de Tolson), cómo si estuviera pendiente de un pulido que la diera el brillo del que ahora carece. Y es que ya hace más de una década que Clint no nos deja ninguna obra maestra…

«La dama de hierro»; dirigida por Phyllida Lloyd, autora de la exitosa «Mamma Mia»,  es menos ambiciosa. La historia parte de una Thatcher en pleno ocaso de su vida, que vive únicamente de los recuerdos de su fallecido marido y de los de su longeva y polémica carrera política. El filme se estructura así en dos partes que se alternan a modo de claroscuros: el tiempo presente, con una Dama de Hierro en plena decadencia vital, y el pasado, subtrama que permite diseccionar sucintamente episodios claves de su vida. La argucia funciona correctamente en el primer tramo del metraje, en el que se asiste al ascenso imparable (e impensable en la época para una mujer) de una obstinada y humilde hija de tendero hasta las altas esferas del Partido Conservador Británico, contrastando con fuerza con el presente de la anciana, protagonizado por la «espectral» presencia del marido, un sarcástico y paciente sostén de la familia interpretado por ese soberbio actor que es Jim Broadbent, y que enfatiza en el desolador vacío que deja en este tipo de «tiburones del poder» el verse relegados al retiro.

Sin embargo, el filme cae en su propia trampa y se regodea en los desvaríos de la anciana Thatcher, insistiendo en una veta ya agotada y relegando a un segundo plano a los que son los mejores momentos del filme, aquellos en los que se narran las vicisitudes de la Dama de Hierro al frente del Gobierno. Estos fragmentos, especialmente el concerniente a la Guerra de las Malvinas, muestran con fuerza y precisión la avasalladora personalidad política de una mujer tan admirablemente luchadora como inflexible, heterodoxa e intolerante en su liderazgo del país.

Estos marcados contrastes del personaje son impulsados por una Meryl Streep portentosa (obligada la versión original para disfrutarla, por cierto), que afronta sin dificultad aparente cada uno de los registros y que justifica por sí sola la realización de este irregular filme.

6 comentarios leave one →
  1. 21/02/2012 23:21

    Me han gustado estos resumn. La priemra aun no la he visto, por loq ue no digo nada. La otra, como dices tremendamente irregular y una pelicula que nunca consigue que entres en el personaje. Fuera de la caracterixacion de la protagonista, poco, ya que le falta empatia con elpersonaje. Saludos

    • Alberto Loriente permalink*
      23/02/2012 14:30

      Bienvendo a nuestro viaje, Plared! Si estás interesado en este tipo de personalidades históricas, te recomienda «J.Edgar», no es lo mejor de Eastwood, pero sí bastante superior a la, como bien calificas, irregular «La dama de hierro». Difiero contigo en un sólo aspecto. Yo sí creo que se crea empatía con el personaje (o por lo menos se le comprende mucho mejor) en las escenas sobre su vida política. Aunque reconozcamos que es difícil empatizar con según qué personajes. Un saludo.

  2. 21/02/2012 23:22

    las x por las z…estos duendes

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